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Editorial

Jugadores de la política nacional que intentan batear antes de llegar la bola.

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Son varios los aspirantes presidenciales que han salido al ruedo político a promoverse al margen de las normativas jurídicas nacionales sobre la materia.

Abel Martínez, Francisco Domínguez Brito, Margarita Cedeño de Fernández, Leonel Fernández y el propio presidente Luis Abinader incurren en no sólo una violación a la ley 15-19, sino también en alterar la tranquilidad de los dominicanos que acaban de ir a las urnas para elegir las autoridades nacionales.

Hace apenas un año y algunos meses que en el país se votó para elegir un nuevo presidente de la República y no bien pasa algún tiempo los políticos que viven de eso buscan someter a la sociedad a una campaña electoral a destiempo.

El hecho de que la campaña electoral de estos aspirantes se desarrolle por las redes sociales y en actividades bajo techo no le quita a la misma el efecto dañino que ésta implica, porque se trata de exponer a la gente a un proselitismo político eterno, durante todo el cuatrenio, cuando esta actividad está regulada por la ley.

La Junta Central Electoral (JCE) debe intervenir a la mayor brevedad posible para corregir un problema que revela falta de institucionalidad y del debido sometimiento de los políticos al mandato de las leyes sobre la materia e incluso si existe algún margen para que se haga debe ser eliminado cuanto antes.

Es odioso e inaceptable que un partido que tiene en estos momentos a muchos de sus dirigentes presos por la comisión de graves irregularidades con los fondos públicos, también quiera someter a una campaña electoral permanente a los dominicanos.

Lo propio hay que decir de los dirigentes del Partido Revolucionario Moderno (PRM), incluido el presidente de la República y a los de la Fuerza del Pueblo, cuyo aspirante lo es el doctor Leonel Fernández, quienes están empeñados a destiempo en que se inicie una campaña electoral aberrante y dañina para el sano proceso de saneamiento que necesita la sociedad dominicana.

Algo hay que hacer para parar estas imprudencias e insensateces de algunos políticos que no se conforman con burlarse de la sociedad dominicana al apropiarse de los recursos que son vitales para ofrecer mejores servicios públicos, sino que también quieren someter a la gente a la tortura de permanecer durante todos los días del año con una desesperante campaña electoral sin propuestas ni soluciones a los problemas nacionales.

Llegará el momento en que todo el que legítima y legalmente puede aspirar a un cargo público, incluida la presidencia de la República, podrá hacerlo y será el ciudadano el que decidirá al final de la jornada.

Se impone dar un respiro a la gente de la politiquería barata y sin sentido que inunda todos los espacios públicos y privados en la República Dominicana.

Todos los que hacen campaña a destiempo intentan batear, para decirlo en el lenguaje beisbolero, antes de la llegada de la bola y en consecuencia abanican sin que se haya iniciado el juego.

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Editorial

Un debate que se queda en las buenas intenciones de sus organizadores.

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El debate presidencial entre los tres principales candidatos en las elecciones del próximo 19 de mayo del 2024 representa un escenario que por sí solo no constituye ni genera ningún tipo de esperanza en una democracia con niveles muy alto de descredito.

No importa que hermosos sean los discursos de figura como Leonel Fernández, Abel Martínez y del presidente Luis Abinader, porque hay una expresión que dice por sus hechos los conoceréis.

Habrá alguien que se atreva a decir que aparte de lo que ellos puedan prometer estos tres personajes tienen algo tangible en favor de la democracia dominicana, máxime en el tema más delicado de la vida nacional que es el que tiene que ver con un comportamiento ético.

Este periódico entiende que ello sería vender una mentira que tarde o temprano se confirma una vez más, ya que son tantas sus falencias que no hay forma de que lo dicho por ellos pueda servir para mejorar los niveles de credibilidad de la democracia.

En realidad, es como si se tratara de un circo, donde sus protagonistas no es verdad que motivan una reacción saludable para que puedan vender muchas boletas y aumentar la asistencia a ese entretenimiento.

Y el problema no radica en la edad, para específicamente hablar de Leonel Fernández, sino con lo que ha sido su conducta, ya que es muy poco lo que se puede creer de lo que dice, aunque lo propio se puede decir de los jóvenes que están en el mismo entorno como Abel Martínez o Luis Abinader, lo cual lo hace viejos de pensamientos y en consecuencia representantes de la misma cosa.

Es decir, que la juventud de Abel Martínez significa lo mismo, dado que su comportamiento en el escenario político nacional y su vida pública son más contundentes que cualquier otra cosa.

El presidente Abinader tampoco tiene la credibilidad suficiente para mejorar  la democracia nacional, entonces siendo así el debate es una herramienta que en este caso sirve de poco.

Y no es que el mismo no sea idóneo siempre y cuando cambien los referentes de los personales que intervienen en él, sino que su efecto sólo será posible si quienes exponen sus ideas avalan éstas con una conducta que haga creíble lo que dicen.

De otro modo, es como nadar en el mar, dado que el color de la pluma del pájaro no descanse en pintarlo del color que más puede gustar en el escenario donde vuela, sino de aquella que es la natural y que sin importar lo fea que sea no lesiona el mensaje fundamentado en la verdad, la originalidad y formalidad que reclama la circunstancia.

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Editorial

Policías y militares dominicanos no difieren mucho de los haitianos.

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Si una cosa debe preocupar a la sociedad dominicana tiene que ser el comportamiento de sus policías y militares, porque la gran mayoría no exhibe una buena conducta.

Si se revisa la participación policial y militar en los atracos y robos a mano armada que ocurren en el territorio nacional,  siempre se encontrará la sombre de miembros de los cuerpos armados.

Y si se analizara el problema a partir de lo que ocurre en la frontera, las cosas se complican, porque aparte de que son los militares destacados allí los que permiten la entrada de los haitianos, también fácilmente va a quedar al descubierto que por ahí entra mas que seres humanos, sino  droga,  trata de blanca y miles de actividades ilegales.

Lo complicado del asunto es que el lenguaje que se habla en esa parte del pais es el del dinero dinero, cuyo involucramiento de los militares destacados allí  proviene de los partidos políticos, en los que todo tiene un precio y sólo las cosas caminan cuando cada uno recibe los suyos.

Es decir, que pedir un comportamiento ético y mística en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional es una quimera que no parece tan fácil de lograr.

El país está inmerso en la fiesta de los cuartos y el que no tiene la audacia para buscarlo y repartir se queda fuera de la misma, porque nadie lo quiera a su lado y precisamente así están los cuerpos armados de la nación.

Ahí está la explicación del comportamiento de los miembros de la Dirección Nacional de Migración, quienes están más atentos de las propiedades de los haitianos que de su documentación y si son o no ilegales.

Lo grave del problema es que, aunque muchos superiores hablan todo lo que les viene a la boca cuando se produce un escándalo, lo cierto es que nadie está fuera del botín, cuyos beneficiarios no les importa otra cosa que acumular dinero sin importar las consecuencias e incluso aunque tengan que poner en peligro los intereses de la patria.

Si este comportamiento no es detenido al precio que sea, la República Dominicana va a sufrir un deterioro en su imagen que llegará un momento que el mal va ser muy difícil revertir.

El problema toma cuerpo, porque se profundiza la crisis de valores, pero no parece que el mal pueda ser detenido porque es la mayoría de la gente que anda en la misma onda.

Solo queda observar.

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Editorial

Un hecho que hiere la conciencia nacional.

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La violación sexual de una adolescente haitiana durante un operativo de la Dirección General de Migración representa una afrenta en contra de toda familia sin importar en qué lugar del mundo ocurra y la nacionalidad de la víctima.

Puede producirse en cualquiera de los continentes que conforman el mundo y no hay forma de justificar semejante aberración.

Todo el que tiene algún sentimiento paternal tiene que indignarse con semejante aberración, la cual constituye la que más heridas psicológicas y físicas produce en sus víctimas.

Esa es una forma de arruinarla la vida un ser que apenas comienza a vivir, cuyos traumas la acompañarán durante el resto de su existencia.

No hay forma de concebir semejante crimen, porque en realidad la violación sexual es uno de los peores recursos de cualquier degenerado en contra de sus víctimas.

Cualquier buen ciudadano, no importa que tan poca o muy civilizada sea su nación de procedencia, no puede sentirse cómodo con que un degenerado sobre la base del poder público cometa semejante agresión, pero peor aun en contra de una persona que todavía se puede definir como una niña.

Ya el Gobierno ha reaccionado al respecto, pero el asunto no permite dilaciones, porque el remedio tardío puede ser mucho peor que la enfermedad y la sociedad dominicana no puede darse el lujo de proyectarse ante la comunidad internacional como una nación de salvajes y de perversos que se escudan en la ley para cometer sus atrocidades.

No hay forma de justificar semejante acción, sin importar las diferencias migratorias y a otros niveles con los haitianos, porque el crimen cometido por miembros de la Dirección General de Migración trasciende todas las fronteras.

El que viola a una haitiana de igual lo hace con una dominicana o con cualquier otra persona, porque se habla de un enfermo que merece tratamiento clínico y de la sanción que dispone la ley para este tipo de conducta.

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