La institucionalidad no es más que un respeto absoluto de la ley, de los mecanismos establecidos por el ordenamiento jurídico nacional.
Cuando cualquier solución se sale de lo contemplado en las leyes, entonces se entra en el terreno de lo ilegal y al margen del aparato institucional, que está determinado por la Constitución y las leyes adjetivas, los decretos, las resoluciones, reglamentos y otros mecanismos legales.
En tal virtud, buscarle una solución política a una cuestión que sólo está contemplado en la ley es romper con el orden institucional del país y entonces se cae en el caos y el desorden.
Por esta razón, la República Dominicana está entrampada en un problema muy serio, el cual tiene que ver con la no existencia de un procurador electoral, cuya función es perseguir el delito y el crimen en esta materia, sobre todo en un país donde se compran votos y se falsifican documentos para romper acuerdos y procedimientos de ley.
El asunto es mucho más grave aún porque el país está frente a un fiasco electoral como fueron las elecciones municipales del pasado 16 de febrero y las amenazas que hay en contra de los comicios extraordinarios que serán el próximo domingo 15 de marzo.
Tanto la suspensión de las elecciones municipales como la no escogencia del procurador electoral demuestran que los dominicanos cuentan con un aparato institucional y una democracia de papel, pero no en la realidad.
Esta conclusión también tiene que ver con el hecho de que la República Dominicana tiene un Ministerio Público atrapado entre la negligencia, la ineptitud y la complicidad, lo cual se puede comprobar con el comportamiento de la mayoría de los fiscales del país.
Y queda claro que no se trata de que los fiscales sean académicos, que tengan no importa cuántas maestrías y doctorados, sino que el asunto tiene que ver con un sistema de justicia corrompido y comprometido con lo mal hecho.
No creo que se puedan crear ilusiones con la escogencia de un procurador electoral a sólo seis días de las elecciones municipales extraordinarias, aunque tal vez pueda surgir una solución para las congresuales y presidenciales.
Lo cierto es que la República Dominicana no es más que lo que este periódico ha repetido hasta el cansancio de que se trata de una sociedad sin ningún nivel de institucionalidad y que cualquier cosa que se parezca no es más que un simulacro para autoengañarnos o autoestafarnos con una una simple percepción que dista mucho de la realidad.