La potencia más grande del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, atraviesa por una compleja situación inflacionaria y por una crisis de liderazgo político preocupante, cuyo escenario electoral ha estado dominado hasta hace unas horas por dos candidatos, uno octagenario, y el otro que no está lejos de esa etapa de la vida.
Donald Trump y Joe Biden, el primero con un discurso de violencia que trastorna hasta la vida institucional de esta nación y el actual presidente que por el impacto de su edad representaba un peligro para garantizar la gobernabilidad, sobre todo con un contrincante que día a día representa una amenaza para la gobernanza en la potencia más grande del mundo.
Sin embargo, el escenario parece despejarse con la renuncia a la candidatura presidencial de Biden para pasarle la pelota a su vicepresidenta, Kamala Herris, quien, aunque cuenta con un curriculum muy fuerte, tanto académico como político, pero parece que entra tarde a la contienda con un contrincante que inexplicablemente está muy bien colocado en el electorado de los Estados Unidos.
El fenómeno Trump merece un estudio sociológico y político aparte, porque, aunque tiene una apariencia que puede no favorecerle, sobre todo por la violencia verbal que promueve, pero todo parece indicar que nadie le quita el triunfo en el mes de noviembre de este año 2024.
La salida de la contienda de Biden era lo esperado por su partido, el Demócrata, pero lo que no parece producirse es la posibilidad de que la elegida, la cual vicepresidenta, pueda realmente competir con Trump.
Naturalmente, en la política dos y dos no son cuatro y en consecuencia mientras se mantenga la contienda cualquier cosa puede ocurrir, pero para ser sincero parece improbable que pueda competir realmente en un tiempo relativamente corto para la promoción necesaria y generar la confianza requerida por el votante.
Con la entrada a la competencia de Harris la compaña electoral en los Estados Unidos toma otro color en lo que respecta a la violencia verbal que ha predominado en ella, aunque Trump no tiene miramientos para recurrir a ésta no importa quién sea el candidato, hombre o mujer.
De cualquier modo, la entrada de Harris a la competencia presidencial trae aire fresco a la contienda, primero por tratarse de una mejer, y segundo por ser un rostro relativamente joven que puede inspirar en un amplio sector de la población que abogaba por un cambio, por lo menos en la edad de los candidatos.
La competencia presidencial entre Biden y Trump no proyectaba una buena imagen para un país que busca que todos los demás lo imiten, máxime por su condición de potencia que busca la hegemonía del mundo y que se promueve como la mejor y más fuerte democracia del universo.
Ya de por sí no hay forma de revertir una realidad que dice que un hombre con una serie de procesos judiciales, incluidos algunos penales, puede convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.
Habría que ver si esta potencia del norte le quedará algún recurso moral para amonestar y castigar aquellos que delinquen en las democracias de papel que predominan en los países latinoamericanos, para no hablar de otros continentes del planeta donde también el fenómeno es el pan de cada día.