Opinión
“¿Para Qué Constitución?”
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1 año agoon
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Isaías RamosPor Isaías Ramos
Imaginemos un país donde la Constitución, ese documento sagrado que nos protege y nos guía, se desvanece en las sombras, olvidada y menospreciada. En los próximos días, el Consejo Nacional de la Magistratura evaluará a los futuros miembros que ocuparán las vacantes de los cinco de ese tribunal que ya han cumplido su mandato. ¿Cómo podríamos evaluar el desempeño de este tribunal sin conocer a quienes, al final, los nombran en esas posiciones?
Estamos ante un círculo vicioso que parece imposible fracturar. Aquellos que evalúan y nombran a estos jueces, en muchas ocasiones, son los primeros en violar o no dar validez a la constitución. En otras ocasiones, actúan de manera manipuladora, restringiendo al pueblo el acceso a información fundamental, como es el caso de la propia constitución. Negar derechos básicos es una señal clara de opresión. Al limitar el acceso a la Constitución, se limita el conocimiento de los derechos y responsabilidades cívicas. ¿Qué siente un niño dominicano al crecer en un país donde sus derechos son un misterio?
Es propicio reflexionar sobre las denuncias realizadas por el presidente del Tribunal Constitucional respecto a las sentencias emitidas que, igualmente, fueron ignoradas. También sobre los pedidos dirigidos a los ministros de educación que continúan desatendiendo el mandato del artículo 63, #13, referente a la enseñanza de nuestra Constitución en las escuelas, pilar fundamental de cualquier sociedad medianamente civilizada.
La Constitución es, en esencia, el alma de una nación. Al plasmar en ella los ideales, derechos y aspiraciones de todo un pueblo, es más que palabras en un papel; es el cimiento sobre el cual se construye la nación. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esta sagrada Carta Magna es relegada al olvido y desprecio por aquellos encargados de su custodia?
Vivimos en tiempos donde la élite política ve nuestra Constitución como un mero trámite, un obstáculo a sortear o, peor aún, como un instrumento maleable a sus intereses. La situación empeora cuando las sentencias del Tribunal Constitucional, entidad encargada de proteger nuestra Carta Magna, son desoídas y menospreciadas. Esta desatención erosiona la confianza del ciudadano en las instituciones y crea una brecha entre el pueblo y sus representantes.
Pareciera que, para algunos, el conocimiento y la educación cívica son vistos como amenazas. Negar al pueblo dominicano el derecho a conocer su Constitución es privarle de ser un ciudadano informado, capaz de tomar decisiones conscientes y de contribuir activamente al fortalecimiento de nuestra democracia. ¿Cómo podemos esperar un futuro brillante si nuestra juventud crece ignorante de sus derechos y deberes? ¿Dónde quedan las esperanzas y sueños de nuestro pueblo cuando el documento que debería protegerlos es relegado al olvido?
Emergiendo de esta situación, encontramos una luz de esperanza: el Frente Cívico y Social. Compuesto por dominicanos apasionados, surge como una antorcha en estos tiempos oscuros. Su misión va más allá de educar y concienciar sobre la importancia de la Constitución; buscan que esta sea respetada y promovida.
El FCS entiende que la verdadera fuerza del país yace en su gente. Con programas educativos, movilizaciones y acciones concretas, buscan encender el patriotismo y amor cívico en el corazón de todos.
Es posible que la actitud de esta élite política te haga sentir indignación o tristeza. Estas emociones son válidas. Sin embargo, no deben consumirnos. En su lugar, utilicémoslas como combustible para unirnos, educarnos y luchar por una nación donde la Constitución sea respetada y vivida en verdad.
El Frente Cívico y Social te invita a unirte a esta misión. Piensa en tus hijos, tus hermanos, tus vecinos. Todos merecemos un país donde la Constitución sea más que palabras en papel. Es nuestra responsabilidad, es tu responsabilidad, asegurarnos de que ese sueño se haga realidad.
No permitas que el grito de nuestra patria se ahogue en el silencio del olvido. Es hora de actuar, de despertar y de luchar. Por ti, por mí, por todos nosotros.
¡Despierta, RD!
Por Elba García Hernández
En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.
Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.
Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.
En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.
Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.
Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.
Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.
Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.
Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.
En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia deja mucho que desear.
Por José Cabral
El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.
Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.
El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.
En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.
En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.
El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.
Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.
En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.
Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.
Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.
Por Nelson Encarnación
Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.
Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.
Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.
Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.
No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.
Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.
¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.
¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.
Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.
¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.
Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.