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Para una economía política de la dignidad

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Por Alberto Quiñónez

El ser humano no nace sujeto. El sujeto, al ser social e histórico, se construye. Más que un cuerpo es una relación. El individuo, que es un vínculo monótono consigo mismo, no puede ascender a ser sujeto. Para escalar en el proceso debe superarse como individuo en el seno de una colectividad, sin que eso signifique perderse, enajenarse en la masa.

El capitalismo expropia al ser humano de la posibilidad de reproducirse libremente1, de realizarse. Para desarrollarse en su plenitud como modo de producción dominante a escala mundial, el capital debe reproducirse a costa de la contra producción de la vida misma, debe subsumir las condiciones materiales y espirituales que determinan la conciencia de la libertad, debe acaparar la vida humana y la reproducción de la naturaleza y ponerlos ante la finalidad de la producción, realización y apropiación de plusvalor.

El proceso de explotación de la fuerza de trabajo es un proceso de enajenación de la corporeidad misma del sujeto. El trabajo, como intercambio de sustancias entre el sujeto humano y la naturaleza, es un proceso de desgaste material e intelectual del ser humano; al enajenar el producto de ese desgaste corpóreo, el capitalista enajena la corporeidad misma de las y los trabajadores.

La enajenación de las fuerzas corpóreas se acompaña de una enajenación en el plano de la conciencia. El fetiche de la mercancía abona a que el sujeto no se reconozca como tal; la producción de valores de uso que no son valores de uso para el productor directo, son valores de uso, preñados de valor, pero cuya finalidad por cierto él mismo no conoce, pues la relación entre personas aparece como relación entre cosas, lo que elimina la presencia del otro. La otredad se inhibe y como no hay otro, no hay mismidad, puesto que el reconocimiento de uno no se puede lograr sin la presencia del otro.

El yo y el otro son elementos dialécticos de una misma realidad: el sujeto. El yo es yo mientras sea también su contrario, es decir, mientras ese yo que soy se asuma como un yo en el otro. Como un ser que es no sólo en el ser propio, sino en su propio no-ser, en el ser del otro; y siendo el otro es su no-ser impropio, esto es: él mismo. En la ética del individuo esta premisa resulta inconcebible: el ser es porque es en su soledad, en su ensimismamiento; el otro es tangencia, pero es una tangencia que destruye porque niega el yo del individuo. Hay un conflicto entonces entre el yo y el otro, un conflicto que niega al yo mismo mediante la negación del otro.

De este modo, sólo la praxis unidimensional encuentra espacio legítimo en el ideario de la sociedad atomizada. La individualidad se asume como generalidad, y entonces la particularidad se convierte en fetiche. La diferencia entre los individuos es explotada como forma de legitimación subjetiva, pero la diferencia la marca el acceso a productos diferenciales en el mercado. El consumo de masas es sustituido por el consumo del individuo, personalizado, atomizado.

No es extraño entonces que a nivel de la construcción teórica, sea precisamente el pensamiento único el que predomine. Ese pensamiento unidimensional no va más allá de ser razón instrumental, de legitimarse en la manipulación fenoménica. Dice Kosík: “la práctica utilitaria inmediata y el sentido común correspondiente ponen a los hombres en condiciones de orientarse en el mundo, de familiarizarse con las cosas y manejarlas, pero no les proporciona una comprensión de las cosas y de la realidad”2.

No existe la posibilidad de abrir el pensamiento único a la multidimensionalidad. Ello se deriva del dogma mismo de la cultura de la dominación: si la multidimensionalidad tiende hacia la liberación paulatina de la humanidad, ella no puede sino ser negada; pero esa negación, como paso dialéctico, no puede sino desembocar en evidenciar que lo multidimensional es una necesidad histórica ineludible. Y no puede ser de otro modo: si la multidimensionalidad libera es porque se define como medio para superar la crisis sistémica del capital. Pero si el sistema la asume como tal, si se incorpora a la capacidad regenerativa del sistema, a las entrañas de la dominación, la multidimensionalidad podría quedar subsumida a la acumulación capitalista.

La crisis del capital que entre otras cosas ha arrastrado al núcleo teórico de la economía neoclásica, ha puesto en evidencia la incapacidad de esta teoría para crear las condiciones político-económicas que puedan propiciar el desarrollo de la humanidad en su conjunto y que, por el contrario, se remita a la negación de la vida de esa humanidad; una teoría que salva y lucha por el individuo abstracto, eliminando al sujeto concreto.

Pero la valorización del capital no se hace en abstracto. Particularmente, la valorización del capital se hace por extracción de plusvalía absoluta o relativa y ambas suponen la destrucción progresiva de la fuerza de trabajo, ya sea por la limitación del tiempo vital del sujeto o por la intensificación de su desgaste. Recordemos que la plusvalía absoluta supone el aumento de la jornada de trabajo, alargando el trabajo excedente por sobre el trabajo necesario; por su parte, la plusvalía relativa refiere a la reducción del trabajo necesario a través de la recomposición técnica del proceso de producción.

Al caracterizar de este modo las relaciones de producción capitalistas, se entiende que las mismas atentan contra cualquiera de las formas de la integridad humana. El ser humano se cosifica y su cosificación determina la mercantilización de su corporeidad; la fuerza de trabajo se vende y se compra entonces por la posibilidad que posee de crear siendo destruida, es la mercantilización de su vida, el fetiche de la muerte como posibilidad de la vida. En ese fetiche, la humanidad vale en tanto valor, por lo tanto, al valer como valor se destruye como especificidad humana y se cosifica.

La contrarrevolución marginalista, al introducir al ser abstracto, sin origen, sin necesidades, sin clase, sin vínculo sanguíneo con el mundo, al introducir al prototipo de individuo en el análisis de la economía, eliminó el problema político de la ciencia económica. Extirpada la naturaleza política, la economía se pliega a la razón instrumental; de ahí que la economía neoclásica no sea sino la fenomenología del problema económico fundamental: la reproducción de la vida.

La voz monocorde del individuo habla precios y costes, dice elasticidades, desarrolla depreciaciones. Pero la historia y el sujeto están más allá de eso. A partir de la ética del sujeto, la economía no puede preocuparse sino por la reproducción de los factores de la producción, proceso que debe permear la posibilidad de la vida colectiva misma, pues de contrario el sujeto se convierte en individuo, y además debe hacerlo con una visión liberadora, de lo contrario el sujeto se vacía en la masa. Esa reproducción es un problema eminentemente político, pues entraña una traba contradictoria de intereses económicos y relaciones de poder de las distintas clases sociales.

La dignificación de la economía implicará que la economía se reconozca como elemento de la lucha de clases, y cuyo nudo basal se encuentra en la dignidad de la vida humana. No hay ciencia neutral políticamente; la única ciencia posible es la ciencia que libera. La economía debe ir más allá de la relación entre magnitudes, que no es más que la expresión del fetichismo de la mercancía, recobrar al sujeto oprimido como centro de su sistema.+

Notas:

1 No aludimos en este caso al acto sexual reproductivo, sino a la reproducción física y espiritual vista en su conjunto.

2 Kosík, K. Dialéctica de lo concreto. Grijalbo. 1967. Pág. 26.

Fuente: http://goo.gl/hVzqe

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Análisis Noticiosos

Abuelas caminaron en tierra quemada para evitar que jóvenes fueran violadas

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El conflicto ha provocado una huida masiva a países como Sudán del Sur. Allí, en pueblos fronterizos como Atham, algunas mujeres vuelven a sus hogares a recuperar bienes que abandonaron. Pero el viaje lo hacen las mayores para evitar que las chicas sufran agresiones sexuales

Atham, Sudán del Sur .-Halima Hamed, de 25 años, y Nema Musa, de 22, se tocan primero el pecho, luego las costillas y finalmente la cadera. Primero con las manos, después con los dedos. Pechos, costillas, cadera. Así manosean los paramilitares a las chicas jóvenes que huyen la guerra en Sudán. A ellas no les pasó nada, pero saben que esto ocurre muy a menudo durante el trayecto. “A veces, [los milicianos de las Fuerzas de Apoyo Rápido] paran los autobuses, hacen bajar solo a las más jóvenes y se las llevan”, explica Hamed desde el centro de tránsito de Renk, en Sudán del Sur. “Algunas vuelven, pero a otras no las vemos más”, añade.

La guerra, que esta semana ha cumplido dos años, ha devastado el país y provocado el desplazamiento forzado de más de 12,9 millones de personas, de las cuales 3,8 millones han huido fuera de Sudán, según datos de marzo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Sudán del Sur es uno de los países receptores de personas desplazadas y el pueblo de Atham, situado a cinco kilómetros de la frontera con Sudán, se ha convertido en uno de los principales destinos.

Bout está a cinco horas a pie de Atham, lo suficientemente cerca para volver, aunque sea una vez, a buscar lo que tuvieron que abandonar de manera precipitada. Es por esto que una treintena de mujeres ancianas del pueblo, que ahora están refugiadas en Atham, se organizaron cuando la situación mejoró para volver todas juntas a Sudán y ver qué había quedado de sus recuerdos, propiedades y, sobre todo, del sorgo que habían cultivado. Fueron ellas, las más mayores, las que hicieron el trayecto de vuelta para proteger a sus nietas, bisnietas e hijas. Los milicianos prefieren a las jóvenes. “Yo tengo miedo de volver porque a las más jóvenes nos violan y nos hacen sus esclavas”, dice Al Nur.

El buma o alcalde de Atham, Diing Aguer Chol, explica que el día anterior “unos militares rescataron a una chica que había sido violada por las RSF justo cerca de la frontera”. Cordula Haeffner, trabajadora de Médicos Sin Fronteras en el terreno, afirma que las mujeres sufren violencia sexual “en el lugar de origen, durante el trayecto y en el sitio de llegada”. De acuerdo con ONU Mujeres, en 2024 aumentó en un 288 % la demanda de servicios contra la violencia de género en Sudán, en comparación con los datos de 2023.

A las chicas jóvenes nos violan y a los chicos más jóvenes los rebeldes les dicen que, o se unen a ellos, o los matan

Nasrin Al Nur, refugiada sudanesa en Sudán del Sur

La violencia sexual es el fantasma que planea entre las mujeres sudanesas. Abdarahaman es consciente del riesgo, aunque, afortunadamente, nunca ha sufrido una agresión. Ella fue una de las mujeres que caminaron hacia Bout para ir a buscar comida y las pocas cosas que le quedaban, porque en Atham no hay alimentos ni ayuda internacional. “Solo volví una vez, vi mi casa quemada y el campo devastado. Me sentí desolada”, recuerda.

Aisha Malek, de 65 años, también formó parte del grupo de mujeres que hizo el camino. La mujer afirma que “no es seguro volver” y que no dejaría a su hija ir sola. Sentada en un camastro, recuerda su travesía. Detrás de ella hay dos colchones, uno rosa y otro azul. También un catre que consiguió recuperar de su antigua casa. Malek explica que pagó 5.000 libras sursudanesas (aproximadamente 1 euro en el mercado negro, el más común y accesible para la población) en un puesto de control de las Fuerzas de Apoyo Rápido para que le dejaran pasar. A la vuelta, trajo las pertenencias que pudo encontrar con la ayuda de un burro.

Violencia sexual como arma de guerra

“El sistema de violencia sexual que se está perpetuando como arma de guerra en Sudán, incluso contra los niños, es terrorífico”, afirmaron miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el pasado marzo. El último informe de Unicef publicado a principios del mes pasado hizo saltar todas las alarmas: desde el inicio de 2024 se habían documentado 221 violaciones contra niños, incluidos cuatro de solo un año de edad y otros 16 menores de cinco. Según el análisis, esta violencia sexual sucede durante la invasión de ciudades, mientras se huye del conflicto, durante detenciones, en el trayecto hacia otro país con una intención de explotación sexual, a cambio de alimentos u otros suministros esenciales y durante las actividades del día a día, como ir a buscar agua.

En febrero de este año, la organización Strategic Initiative for Women in the Horn of Africa (SIHA) hizo una declaración en Ginebra delante del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDH) en la que afirmó que habían documentado 300 casos de violencia sexual en Sudán, de los cuales un 23,5% involucraban a niños. También denunciaron que hay 230 casos de desaparición forzada de mujeres que, temen, hayan sido sometidas a esclavitud sexual o matrimonio forzado. SIHA atribuye la mayoría de estos crímenes de guerra “sistemáticos y deliberados” a las RSF pero también al ejército sudanés que, aseguran, buscan “controlar y dominar las comunidades”.

Laetitia Bader, directora de Human Rights Watch (HRW) en África, afirmaba en un informe de 86 páginas en el que se describe la violencia sexual contra las mujeres en el conflicto de Sudán que “los grupos armados han aterrorizado a las mujeres y a las niñas, y que las dos partes han bloqueado la entrada de ayuda humanitaria, lo que está provocando que sientan que no hay un lugar seguro dónde ir”.

Falta de comida en Atham

Chol, el alcalde de Atham, explica que, antes de la guerra, el pueblo tenía 1.000 habitantes y ahora son más de 24.000. “Tenemos un grave problema de falta de comida”, subraya preocupado. La refugiada Nasrin Al Nur confía en la buena voluntad de los vecinos para su manutención. “No sé lo que voy a comer hoy”, admite. Su trabajo consiste en construir hornos de adobe para comerciar con ellos, aunque no siempre los logra vender. Tanto ella como su madre y sus hermanos han decidido quedarse en Sudán del Sur, a pesar de la incertidumbre que planea sobre el país tras la suspensión de las elecciones previstas a finales de 2024, una situación que pone en jaque la estabilidad de los acuerdos de paz firmados en 2018.

Sudán del Sur ha sufrido claramente los efectos colaterales de la guerra en Sudán después de que en enero de 2024 la exportación de crudo del país —que representa el 85% del Producto Interior Bruto—, se paralizara de la noche a la mañana debido a la inestabilidad. La moneda, que se sostiene por la entrada de petrodólares, perdió más de la mitad de su valor y el país se hundió en una crisis económica sin precedentes y una inflación del 600%.

Por ello, en Atham hay gente que hace las maletas. “Mi hija parió en casa porque no la quisieron atender en el hospital”, explica, enfadada, Mazaer Musa, una mujer sudanesa que vive en Atham. Delante de su casa, un camión con catres, ropa, muebles y cortinas la espera a ella y sus hijas para irse, quizá, dice, hasta Etiopía. “Claro que me da miedo, pero aquí no hay comida”, concluye.

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Tragedias Azotan a República Dominicana

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Por Ramón Ceballo

Desde el año 2020, la República Dominicana ha enfrentado una serie de tragedias naturales y humanas que han dejado una huella profunda en la memoria colectiva del país. Entre fenómenos climáticos extremos, accidentes fatales, hechos de violencia y desastres urbanos, la nación caribeña ha tenido que superar múltiples desafíos en un corto período de tiempo.

Una tormenta tras otra, en medio de una pandemia, El año 2020 marcó un punto de inflexión para el mundo entero con la llegada de la pandemia de COVID-19, y para los dominicanos, esa crisis sanitaria se vio agravada por desastres naturales.

En medio del confinamiento y la incertidumbre, la tormenta Isaías causó importantes daños en varias zonas del país. Además, ese mismo año, la tormenta tropical Laura impactó el territorio dominicano un domingo de agosto, provocando inundaciones, destrucción de viviendas y pérdida de vidas humanas. Ese año también estuvo marcado por protestas sociales, reflejo del descontento popular por diversas problemáticas nacionales.

Hemos padecido tormentas y tragedias marítimas, el 2021 trajo consigo una intensa actividad ciclónica. Las tormentas Fred, Grace y Elsa golpearon diferentes regiones del país, dejando comunidades afectadas, desplazamientos forzados y cuantiosos daños materiales. Además,  ese año, una embarcación que pretendía llegar de manera ilegal a Puerto Rico zozobró, cobrando la vida de ocho personas, una tragedia que refleja la desesperación de quienes arriesgan todo por un futuro mejor.

En los últimos 5 años, no hemos escapados a huracanes, accidentes y explosiones, en este periodo el huracán Fiona azotó República Dominicana con fuerza, especialmente en la región Este, donde dejó cientos de desplazados y severas pérdidas en la agricultura e infraestructura. Poco después, en 2023, la tormenta tropical Franklin volvió a poner a prueba la resiliencia del pueblo dominicano.

Ese mismo año, el país se estremeció con la explosión en San Cristóbal, un desastre urbano de gran magnitud que dejó un saldo de muertos, heridos y una ciudad en luto. También se registraron accidentes viales de gran impacto: un choque entre un autobús escolar y una patana en Hato Mayor, y otro accidente en el que dos autobuses chocaron de frente en la carretera La Otra Banda-Verón, en La Altagracia. En otro hecho lamentable, turistas peruanos y chilenos fallecieron cuando el autobús en el que viajaban volcó en una carretera del este del país.

Otras tragedias que estremecieron al país y dejaron cicatrices dolorosas, que indignó a la sociedad, fue cuando una patrulla policial mató a una joven pareja de esposos, Elisa Muñoz Marte, de 32 años, y Joel Eusebio Díaz Ferrer, de 35. A su vez, tres miembros del Cuerpo de Bomberos de Moca perdieron trágicamente la vida en el cumplimiento de su deber, recordándonos el riesgo que enfrentan quienes sirven a la comunidad.

Recientemente, la desaparición de un niño en una comunidad rural del municipio de Jarabacoa conmocionó a la opinión pública, así como el reciente derrumbe en la discoteca Jet Set, un ícono del entretenimiento capitalino, ha dejado más de 100 muertes así como a varias decenas de heridos, situación que ha  reavivado el debate sobre la seguridad en los espacios públicos.

A pesar del dolor y la incertidumbre, el pueblo dominicano ha demostrado una admirable capacidad de recuperación. Sin embargo, estos eventos también subrayan la urgente necesidad de fortalecer la prevención de desastres, mejorar la seguridad vial y reforzar el respeto por los derechos humanos.

Las tragedias vividas desde 2020 hasta hoy no deben ser olvidadas. Son heridas abiertas que llaman a la reflexión, la acción y la solidaridad nacional.

Somos un país resiliente, marcado por el dolor!

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Análisis Noticiosos

Los estadounidenses más ricos viven menos que los europeos de menos recursos

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Un estudio confirma que en cada lugar los adinerados viven más que los pobres y que las diferencias entre clases sociales son mucho más acusadas en EE UU

En una ciudad como Madrid, los hombres viven, de media, tres años más en el barrio de Chamartín, de mayor poder adquisitivo, que en Puente de Vallecas, uno con menos. La tendencia es similar en todo el mundo, porque la capacidad económica se correlaciona con el estado de salud y la esperanza de vida. Sin embargo, según acaba de publicar el New England Journal of Medicine, esta tendencia cambia cuando se comparan a ricos y pobres de EE UU y Europa.

El estudio, liderado por Irene Papanicolas, directora del Centro de Sostenibilidad del Sistema de Salud de la Escuela de Salud Pública, tomó como muestra a 73.000 estadounidenses y europeos de entre 50 y 85 años. Se les siguió desde 2010 para observar cuál era el efecto de la riqueza en la probabilidad de morir de un individuo. En primer lugar, se vio que, tanto en EE UU como en Europa, los ricos vivían más que los pobres, aunque la brecha era mucho mayor en el país norteamericano.

Ese dato coincidía con estudios anteriores, que muestran que los ricos viven más, pero, cuando la comparación se realizó entre continentes, el resultado fue más sorprendente. Las tasas de mortalidad en todos los niveles de riqueza de EE UU eran mayores que en las regiones europeas incluidas en el estudio. Los estadounidenses más ricos tenían menor esperanza de vida que los europeos más ricos y no superaban la de los más pobres de algunos países europeos como Alemania, Francia o Países Bajos.

En una nota de su institución, Sara Machado, investigadora de la Universidad Brown y coautora del estudio, plantea que sus hallazgos son una cura de humildad para EE UU y una llamada a la acción para los responsables de las políticas que pueden mejorar la salud en aquel país. “Si miras a otros países, tienen mejores resultados y eso significa que podemos aprender de ellos y mejorar”, afirma. “No es necesario gastar más, se trata de abordar los factores que estamos pasando por alto y podrían darnos mayores beneficios de lo que pensamos”, concluye.

Según el estudio, el 25% más rico de los individuos presentó una tasa de mortalidad un 40% menor que la de aquellos en el cuartil más pobre. Además, los participantes europeos murieron a tasas aproximadamente un 40% menores que los de Estados Unidos durante todo el período de estudio. En el caso de Europa del Sur, las tasas de mortalidad estimadas fueron un 30% más bajas que las de los participantes estadounidenses, mientras que en Europa Oriental las tasas de mortalidad fueron entre un 13% y un 20% menores en comparación con EE UU.

Parece que hay gente muy pudiente que no tiene acceso a un sistema sanitario tan completo como el europeo

Miguel Ángel Martínez Beneito, autor principal del Atlas Nacional de Mortalidad en España

Estos datos proporcionan más información para entender por qué en los últimos años, en el país más poderoso del mundo y de donde salen los principales avances científicos y médicos del planeta, la esperanza de vida se está reduciendo.

Papanicolas reconoce que “existen muchas diferencias que observamos entre Estados Unidos y Europa, pero no está claro cómo explican las ventajas en salud de los europeos sobre los estadounidenses”. El estudio observó que muchos de los determinantes asociados con una mayor supervivencia, como tener educación universitaria, no fumar o estar casado, se concentran más en el 25% más rico de los estadounidenses, algo que explicaría la gran diferencia en esperanza de vida entre ricos y pobres en aquel país. En Europa, factores como la educación o el tabaquismo están distribuidos de manera más equitativa.

“La riqueza puede influir en la salud al afectar el acceso a la educación, las oportunidades laborales, la atención médica y las redes sociales, todos ellos factores importantes para predecir la salud”, apunta la investigadora. “Posiblemente, la red de protección social más generosa en Europa también ejerce un efecto protector en la supervivencia de quienes tienen menos recursos y la posición de la riqueza importa menos en general”, añade. “Este hallazgo nos indica que, aunque la riqueza está vinculada a la salud en todas partes, en Europa, especialmente en el norte y el oeste, se necesita menos riqueza para lograr una mejor supervivencia que en Estados Unidos”, resume la investigadora.

Para los investigadores, sus resultados nos recuerdan que, incluso los estadounidenses más pudientes, no están protegidos de problemas estructurales del país que están influyendo en el empeoramiento de la salud y la reducción de la esperanza de vida, como la desigualdad económica, el estrés, la mala alimentación o los riesgos medioambientales. “Si queremos mejorar la salud en EE. UU., necesitamos comprender mejor los factores subyacentes que contribuyen a estas diferencias, especialmente entre grupos socioeconómicos similares, y por qué se traducen en distintos resultados de salud entre países”, afirma Papanicolas.

Miguel Ángel Martínez Beneito, autor principal del Atlas Nacional de Mortalidad en España, resalta que lo más llamativo del trabajo que publica este miércoles New England Journal of Medicine es la transversalidad de la mortalidad en EE UU en todos los grupos económicos. “Esto quiere decir que ese exceso de mortalidad va más allá de cuestiones económicas, porque parece que hay gente muy pudiente que no tiene acceso a un sistema sanitario tan completo como el europeo o que está expuesta a factores de riesgo acumulado superiores a los de los europeos”, señala Martínez Beneito. “Ahora deben abrir líneas de investigación para saber qué factores explican los datos y cómo mejorar el acceso a una vida más saludable para toda la sociedad estadounidense”, añade.

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