Periodismo Interpretativo

Patología del poder

Published

on


Notice: Undefined variable: post in /home/larepublica/public_html/wp-content/themes/zox-news/amp-single.php on line 116

Notice: Trying to get property 'ID' of non-object in /home/larepublica/public_html/wp-content/themes/zox-news/amp-single.php on line 116

¿Existe realmente una patología del poder?

Existen personas cuyo deshacerse del arte de mandar los aniquila y los “disuelve” como entidades antes “monumentales” y posteriormente como seres decididamente infelices y propensos al derrumbe?

¿Hay dirigentes cuya enfermedad consiste en dirigir perversa o sutilmente factores de dispersión y de aglutinación?

Hay indudablemente seres cuya ostentación del más alto cargo se mimetiza en ellos, se hace simbiótico, se les superpone como un ente orgánico, un “aliens” particular incrustado en su intimidad, en todo su organismo.

Abandonar una fenomenología de tal naturaleza duele en el mismo tuétano.

La psicología y la neurociencia, con sus recursos científicos de última generación, tienen mucho por indagar respecto a la especie Homo politicus.

Esta es la que muestra con la mayor vehemencia esos vínculos extremos.

Visto de manera convencional, sin el instrumental riguroso de la investigación profunda, se pueden tener atisbos de esa realidad cuando se nota la proclividad de enfermar incluso físicamente a los dirigentes echados del poder. Los ejemplos abundan y a lo mejor no haya ni siquiera que delatarlos por sus nombres.

El primer acoso que los precipita al abismo es una depresión infame que los lleva a arrastrarse literalmente.

Se contraen sobre sí, devienen sombra y murmullo a lo mejor poblados de una nostalgia pertinaz que los hace derivar en autistas inesperados.

De ahí a la tumba la distancia se va acercando decididamente hacia el camposanto.

Es evidente y comprensible-más no justificable-que no quieran desprenderse ni siquiera de un hilo de la espesa telaraña que los ata a los factores de dirección permanente de millones de almas.

Sin embargo, hay un momento en que los pueblos trazan una línea de separación entre ellos y esos dirigentes obstinados apegados a lo que no puede jamás permanecer para siempre.

Aquello que de acuerdo a un iluminado que la humanidad conoce como el buda es en el trasfondo, la causa esencial de todo sufrimiento.

De ahí que enquistarse en la posición cimera sea la face cenital de su vida.

Resignarla es para esas criaturas que se consideraron en algún momento un instrumento de fuerzas superiores universales, una traición de sí mismos.

No se echarán a un lado para darle paso a nadie, no se les verá anunciando renuncias, no podrán apartarse ni por un segundo de las pompas cotidianas y de la simbología del mando supremo.

Creen haber sido escogidos por Alguien para una misión trascendente y no entienden que si no son ellos alguien, cualquier otro, los sustituirá en el trabajo de la toma de decisiones que opera como poderoso un mecanismo ancestral de la tribu.

Hay ciertamente una generalizada jerarquización en muchas especies.

Ella obliga a que alguien ocupe la primera línea de mando y mantenga la coherencia del grupo.

Ser el jefe es ser reconocido y auto reconocerse con atributos especializados,  fuera de serie, estar dotados para tomar iniciativas que en ocasiones son fundamentales para la preservación propia y de otros.

Esa incuestionable atribución forma parte de los mecanismos regenerativos, de seguridad y del cumplimiento de factores de aglutinamiento que se hallan incluidos en la llamada herencia genética y que fueron enunciados asimismo por Charles Darwin como parte del instrumental con que la naturaleza dota a cada quien y colectivamente para la pervivencia ante los peligros y los desafíos subyacentes en el territorio.

Entre los humanos, cuando esa conciencia de la aglutinación de factores de cohesión se atrofia y el gran jefe actúa contra los suyos recibe el escasamente elegante nombre de tiranía.

Lamentablemente, esa desviación de los cauces originales trazados por fuerzas naturales impulsivas, sólo ocurre entre los humanos.

No se sabe de ninguna otra especie que ataque a los suyos en masa.

Ocurren peleas desafiantes, incluso con saldos muy graves, entre individualidades que luchan por hembras, por nichos espaciales que tienen recursos vitales, y por posiciones jerárquicas principales.

Pero la opresión contra el grupo a manera de dictadura implacable, vergonzosamente sólo se muestra como fenómeno en esta línea, la del  “homo sapiens”, designación ostentosa que se presta a revisión futura ya que tampoco a los animales “inferiores” les ha pasado por la cabeza levantar arsenales inmensos a fin de destruir, por un conflicto insuperable por otros medios, armas de destrucción masiva capaces de convertir en ceniza un entristecido planeta que no heredaron ni les vendieron ni les arrendaron siquiera.

Se trata de un  globo térreo acuoso que se encuentra orbitando, ajeno a los conflictos humanos pero sufriéndolos, en condición de préstamo nomás. Cuando los jefes enferman de puro poder el peligro no es menor que cuando al grupo lo ataca el enemigo depredador.

 

 

 

 

 

Click to comment

Edificio La República: Restauración No. 138, cuarta planta, Santiago, República Dominicana. Teléfono: 809-247-3606. Fax: 809-581-0030.
www.larepublicaonline.com  / Email: periodico@larepublicaonline.com
Copyright © 2021 Blue National Group