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Opinión

Pensando una sociedad justa

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Por Isaías Ramos

A pesar del desarrollo tecnológico y el crecimiento del comercio, la pobreza aumenta más allá del bienestar, más allá de la esperanza de vida, más allá de la educación y la enseñanza, más allá de la reducción de la mortalidad infantil y más allá de la percepción y la ilusión fabricada al infinito.

Es momento de propugnar una visión política de desarrollo social basado en la dignidad, la igualdad, el respeto, la responsabilidad mutua y la cooperación. Es necesario crear un marco de acción con prioridad en una política que haga énfasis en la promoción de progreso social y plena realización humana; en otras palabras, poner al individuo en el centro del desarrollo y a la economía al servicio de las necesidades humanas.

Se debe promover una política que dé acceso a los recursos mediante la implementación de políticas coherentes que prioricen la equidad y la igualdad de oportunidades a todos los niveles. Además de estas liberaciones de tipo económico se debe resaltar que la familia es la unidad básica de la sociedad y desempeña una función fundamental en el crecimiento social que como tal debe fortalecerse. Eso conlleva a educar en principios y valores, en promover los derechos humanos universalmente reconocidos y apoyar el progreso y la seguridad de las comunidades, de modo que cada miembro de nuestra sociedad pueda satisfacer sus necesidades básicas para alcanzar una dignidad merecedora de la máxima expresión creativa y afectiva. El gobernar con integridad, respeto, transparencia, eficiencia y responsabilidad en todas las instituciones públicas y privadas es vital para propiciar el bienestar de todos los seres humanos que, si son dotados de educación y aptitudes, se convierten en el principal recurso para el desarrollo.

La educación es la llave que abre las puertas de las oportunidades en un mundo contradictorio que gira velozmente, hay que reconocer que el estado es el responsable de alcanzar los objetivos señalados con anterioridad, contribuyendo con su esfuerzo y sus recursos a reducir las disparidades, mitigando así las tensiones sociales y la inseguridad. Hasta no afrontar los cambios estructurales y de fondo que exigen las circunstancias, la amarga pobreza continuará profundizándose, ocupando así el primer lugar en nuestra agenda reflejando un sistema en decadencia fatigado y por demás injusto y desigual. Es una vergüenza que indigna no haber aprovechado los años de la vaca gorda en paliar esta desgracia.

Hemos pasado dos décadas de comienzo del siglo 21, tiempo de modernidad y avanzada tecnología.  Sin embargo, estos políticos no fueron capaces de solucionar un solo de los problemas que afectan a la población. Simplemente han sido indiferentes al sufrimiento y al dolor de los seres humanos que viven aglutinados y sin esperanza, este sistema de un neoliberalismo salvaje para los de abajo, debe ser confrontado con la necesidad de realizar un llamado a la responsabilidad y la ética. El estado está en deuda ética con la sociedad y la nación. Es imperativo poner en el centro de toda la iniciativa pública, el bienestar general y hacer que la economía esté al servicio de las necesidades humanas presentes y futuras, es indispensable llegar a un pacto social donde todos los ciudadanos participen y asuman el país que queremos construir y los hijos que le queremos dejar a la patria y vayan en pos del desarrollo social, no solo por razones morales y humanitarias sino por razones de supervivencia de todos los dominicanos.

Por último es de responsabilidad nuestra hacerlo realidad,  los pobres no pueden esperar una eternidad para disfrutar del desarrollo,  la pobreza y la miseria están tocando todas las puertas en busca de auxilio y esa llamada es  recibida con despiadada indiferencia y frialdad , el derecho a una vida digna debe ser inalienable para lograr una sociedad más justa, no debería haber peor vergüenza para una nación que la pobreza de su pueblo y la opulencia de sus dirigentes políticos si no enfrentamos a estos creadores de miseria nuestro futuro será catastrófico para todos. Solo unidos en el propósito de establecer un estado donde reine el orden, la justicia e igualdad de oportunidades, lograremos el país que todos anhelamos.

¡RD SI PUEDE!

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Opinión

Responsabilidad Penal Individual y Delitos del Estatuto de Roma

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Por Rommel Santos Díaz

Los crímenes de la competencia del Estatuto de Roma son normalmente aquellas ofensas cometidas contra un número de personas. Los crímenes de lesa humanidad y el genocidio son delitos que generalmente son cometidos por muchos individuos  que operan como parte de una extensa organización criminal.

Aquellos que poseen el grado más alto de responsabilidad penal por estos  crímenes  normalmente son aquellos individuos con posiciones de autoridad que no tienen contacto directo con las víctimas. Ya sea que emitieron las órdenes, incitaron a otros a cometer los crímenes, o crearon los medios con los cuales se cometen estos crímenes.

Es por esta razón que el Estatuto de Roma no restringe la responsabilidad penal por estos delitos a los individuos  que estuvieron directamente involucrados con su comisión, pero la entiende a aquellos  que estuvieron también indirectamente involucrados.

Según el artículo 25 del Estatuto de Roma, la persona será penalmente responsable si:

  1. a)Cometio el crimen por sí solo, con otro o por conducto  de otro, sea este o no penalmente responsable;
  2. b)Ordeno, propuso o indujo la comisión de ese crimen, ya sea consumado o en grado de tentativa;
  3. c)Fue cómplice o encubridor o colabore de algún modo en la comisión o la tentativa de comisión del crimen, incluso suministro los medios para su comisión;
  4. d)Contribuyo de algún otro modo en la comisión o tentativa de comisión del crimen por un grupo de personas  que tengan una finalidad común. La contribución fue intencional y se hizo con el propósito de llevar a cabo la actividad o propósito delictivo del grupo, o a sabiendas de que el grupo tenía la intención de cometer el crimen;
  5. e)Respecto al crimen de genocio, hizo una instigación directa y pública a que se cometiera;
  6. f)Intente cometer ese crimen.

Sin embargo, la persona que desiste de la comisión del crimen o impida de otra forma que se consume no podrá ser penado de conformidad con el Estatuto de Roma  por la tentativa si renunciare íntegra y voluntariamente al propósito delictivo.

Los Estados partes del Estatuto  de Roma que deseen enjuiciar a los acusados en sus tribunales nacionales, según el principio de complementariedad, deberán garantizar que su legislación de implementación incluya todas las formas de responsabilidad penal individual y ofensas incoadas dispuestas por el Estatuto.

De lo contrario, no podrían  enjuiciar en sus tribunales nacionales la mayor parte de los individuos responsables por la omisión de los delitos contenidos  en el Estatuto de Roma.

Finalmente, la mayoría de la legislación penal nacional ya describe la responsabilidad penal individual de la misma manera, y por lo tanto no sería necesario realizar enmiendas legislativas. Los Estados Partes deberán sin embargo asegurarse de que esta responsabilidad se aplique a todos los delitos de la competencia de la Corte Penal Internacional.

Rommelsantosdiaz@gmail.com

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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