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Editorial

Perfiles Aterradores

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La muerte de un hombre en una clínica de la capital luego de recibir varios impactos de balas provenientes de desconocidos, arroja un detalle aterrador, de alta insensibilidad y que de alguna manera rebustece una serie de perfiles que caracterizan a la sociedad dominicana de la «modernidad».

Leonardo Sterling Rodríguez recibió varios balazos y como es normal su esposa que fue testigo del hecho toma a su compañero y lo lleva al centro médico más cercano para que le prestaran atención médica.

Sin embargo, revela la dama, los médicos sólo se preocuparon por ponerle un suero porque notaron que no tenían garantía del pago del servicio prestado.

La esposa de la víctima narra que si era por el dinero hasta estaba dispuesta a vender su casa para que no dejaran morir a su compañero, a quien define como una gran ser humano.

Este drama lo hemos escuchado en múltiples ocasiones, porque no se puede negar que en nuestra sociedad el interés monetario le ganó la batalla al valor humano de la vida.

Los dominicanos experimentan en estos días un tipo de comportamiento que no se corresponde con su tradicional solidaridad y amor hacia el prójimo, cuya explicación probablemente la encontremos en la corriente de la economía y de la política denominada neoliberalismo.

Esta es una lucha entre la gente y los mercados y naturalmente el neoliberalismo importantiza más lo segundo que lo primero, pese a que uno no podría existir sin el otro.

Pero en pueblos como el dominicano estos perfiles de insensibilidad y desprecio por la vida humana han tomado tanto cuerpo que podríamos estar muy cerca del salvajismo y de la total negación de la civilización.

Que las personas se preocupen más por despojar a víctimas de un accidente automovilístico de carteras y zapatos, así como otras prendas de vestir, dice mucho de un país, cuando lo normal hace algunos años era que la gente llegara para auxiliar al herido o a la persona fallecida.

Son fenómenos que chocan con nuestra cultura afroantillana que se fundamenta en las supersticiones y en las creencias mágico-religiosas. En el proceso de deterioro se le perdió el miedo a los cadáveres, lo que significa mucho para un pueblo que durante años y cuando menos meses estaba de luto cuando se le moría un ser querido.

Pero es que nos hemos vuelto más irreverentes, más sanguinarios, más violentos y principalmente más metalizados, lo que podría explicar nuestro amor apasionado por el dinero, no importa que se mal o buen habido.

Ver que en los cementerios del país los delincuentes son capaces de sacar los cadáveres para robarse los ataúdes es mucho decir, pero también negociar con órganos de los difuntos.

A caso  no tiene que ver con el fenómeno el hecho de que ahora la modalidad de los feminicidios es matar a la esposa y suicidarse el esposo.

Esa forma de vida del dominicano choca con la pasada práctica de  solidaridad, de  reciprocidad y de  hermandad, cuyos valores parecen  no tener cabida en la sociedad de hoy.

 Ya esto es parte del pasado, no sabemos si como resultado de la entrada en el país del neoliberalismo salvaje que introdujo el hoy aspirante presidencial Leonel Fernández luego de su llegada al poder en el año 1996.

Lo cierto que hay una gran coincidencia entre los años en que comenzó el cambio del dominicano y el gobierno leonelista de la época, cuyos resultados principales fueron enriquecer a miserables y reconocidos delincuentes que hoy exhiben grandes fortunas económicas.

Que nadie sueñe con que en esta época de neoliberalismo salvaje  encontrará a grupos de dominicanos para ayudarle a empujar el automóvil quedado y que al final del esfuerzo, sobre todo si el vehículo no pudo prender, que se le ofrezca un trozo de yuca,  varios pedazos de plátanos y un catre donde dormir.

Así era el dominicano, pero ahora después del viacrucis del vehículo, si el mismo no funciona, espere la pregunta y dónde está lo mío y si no da nada  muy probablemente usted se quede solo en la oscuridad de la noche, muerto del hambre y a merced de la delincuencia de moda en la República Dominicana.

Los niveles de solidaridad del dominicano es una joya que hemos perdido para siempre, porque recuperar eso es prácticamente imposible.

Habría que hacer la sociedad de nuevo y construir una nueva mujer y un nuevo hombre para cuyo propósito sería prácticamente una utopía sin la ayuda de los sistemas de educación y los medios de comunicación social, pero no de forma aislada ni individual, sino a través de una acción con una visión colectiva y con la participación destacada del Estado.

En este momento si no hay dinero no hay vida, porque de alguna manera el Estado ha dado luz verde para que prevalezca en el territorio nacional el “salvase quien pueda”.

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Editorial

Un año nuevo que llega lleno de preocupaciones.

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El discurrir nacional constituye una repetición de los problemas que arrastra el país desde antes de su nacimiento como república.

Nos asaltan las mismas deficiencias de hace por lo menos medio siglo, falta de un servicio de agua potable eficiente y lo propio hay que decir de la energía eléctrica, pese a que van y vienen préstamos que comprometen la capacidad crediticia per cápita de los dominicanos.

Este fenómeno tiene el agravante de que hace entrada un año que es la antesala de un proceso electoral que, si bien es para escoger a las autoridades nacionales, es una vía también para medir el desempeño de la democracia, la cual luce muy resquebrajada y débil.

El comportamiento ciudadano deja más preguntas que respuestas frente a un panorama tétrica, porque se observan muchos problemas tanto en el gobernante como en el gobernado.

De lo que si se puede estar seguro es que queda muy poco margen para evitar que la democracia entre en una crisis de proporciones insospechadas, dado que no es mucha la posibilidad para contrarrestarla, la cual se podría profundizar en un sistema sin ninguna credibilidad.

El soporte de la democracia nacional cada día sufre un mayor deterioro como consecuencia de que su herramienta principal, que no es otra que los partidos políticos, se mueve sobre la base de repetir una conducta desde el poder de lo mismo que se han pasado criticando a su contrincante cuando están en el gobierno.

Un buen ejemplo al respecto es PRM que fue un crítico en contra del PLD y ahora tras su llegada al control de la cosa publica repite la misma conducta de los morados.

Ello es así, por ejemplo,  en política exterior y endeudamiento público, así como en corrupción, que no forma de saber cuál es peor, pero lo propio hay que decir de Leonel Fernández y su llamada Fuerza del Pueblo.

Sin embargo, se advierte que a pesar del descredito de todos los partidos políticos, todavía no ha surgido en el escenario nacional ninguna propuesta que garantice una mejora del deterioro de la credibilidad de la llamada democracia representativa.

En lo que respecta al año que prácticamente hace su entrada, hay que decir, que si en los primeros seis meses del 2026 en el país no surge una propuesta innovadora, entraríamos en una curva de un retroceso peligroso para la democracia, porque se trata de un enfermo que podría resultar difícil, sino imposible, su sanación.

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Editorial

La solemnidad de una justicia con pies de barro.

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La promoción de la vía de hecho por la ineficacia de la justicia nacional, son muy pocos los quieren verla, unos por su baja formación y su pensamiento no profundo y otros porque son parte del mal.

Pero lo cierto es que el fenómeno constituye un problema de una magnitud insospechada y de una peligrosidad que amenaza las propias entrañas de la fallida democracia nacional.

El asunto no parece tener una solución fácil en razón de que tiene un componente profundamente político y cultural.

Los debilidad y la vocación de violar la ley suprema y las adjetivas de la noción puede echarlo todo a perder, sobre todo porque no se trata de un mal a nivel de una sola instancia publica, sino de todo el tejido social e institucional.

El nivel de la problemática del sistema de justicia nacional se podría convertir en una falta que también comprometa la responsabilidad civil y penal del Estado porque se trata de la violación de derechos humanos fundamentales protegidos por el derecho internacional,

Son múltiples y variadas las violaciones de los derechos fundamentales en que incurren los tribunales nacionales a través del no respeto de los plazos razonables y en consecuencia de la tutela judicial efectiva, el debido proceso y el derecho a la defensa.

Otros principios constitucionales violados por los actores del sistema de justicia son el de celeridad, economía procesal y el de analogía, así como el del juez natural y el de estatuir ante pruebas aportadas por las partes,

En realidad se trata de un asunto de una dimensión inmedible, cuya solución no parece tan simple y sencilla.

Ahora mismo puede decirse  con toda seguridad que la ineficacia y contaminación politiquera del sistema de justicia produce en la nación un efecto que lo daña todo, absolutamente todo.

Es un verdadero cáncer que impacta todo el cuerpo social de la Republica Dominicana

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Editorial

Un problema que no se ve a simple vista.

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La educación superior dominicana, que como bien se establece en el reportaje que aparece en la sección “De Portada” de este diario, implica un problema que debe motivar profundas reflexiones para que el país se avoque a pasar de la deficiencia a la calidad de la enseñanza universitaria.

Pero este es un asunto que sólo puede solucionarlo el Estado, el cual no está en capacidad de dar los pasos para que al cabo de algunos años el cuadro pueda dar un giro positivo.

La tendencia entre los dominicanos es sólo ver lo que está frente a ellos, sobre todo en materia de educación universitaria, pero no hay forma de llevar su mirada crítica a lo que requiere de un esfuerzo más profundo y exhaustivo.

El gran problema de la educación superior del país es que no sólo la situación depende de la negligencia y la deficiencia del Estado, sino que además que no se cuenta con una cultura para crear un cuerpo profesoral preparado para impartir docencia a nivel universitario, aunque, naturalmente, una cosa depende de la otra.

De manera, que los resultados no pueden ser peores, cuyos egresados, penosamente, terminan su carrera con una formación tan precaria que en la práctica son analfabetos funcionales.

Lo peligroso del fenómeno es que la sociedad está frente a médicos que puedan matar al paciente, ingeniero civil que construya una obra que puede caerle en la cabeza en cualquier momento a sus propietarios y un abogado que no puede asesorar idóneamente a su clientes y en consecuencia poner en peligro, por su poca formación, la tutela judicial efectivo, el debido proceso y el derecho a la defensa.

De manera, que el asunto no es como se puede ver a simple vista, sino que se trata de una deficiencia que aparte de hablar muy mal de toda la sociedad, amenaza la seguridad nacional, todo como resultado de un problema integral que impacta a todo el Estado.

Lo grave del problema es que no se ven soluciones fáciles en el camino, porque además la explicación de una educación superior fundamentada más en el negocio vulgar que en un plan nacional para lograr los índices de desarrollo del mundo competitivo de hoy, es parte de una cultura nacional y de un neoliberalismo salvaje que se lleva de paso todo lo bueno.

La realidad es que no es posible poner en orden las universidades nacionales, ya que en el país todo está contaminado con la politiquería, de arriba hacia abajo y lo contrario, de abajo hacia arriba.

Se impone entonces la siguiente pregunta: ¿Quién nos sacará del tremendo tollo de la educación superior nacional, aunque la respuesta más realista es que no hay una respuesta convincente y que satisfaga.

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