Por Rosario Espinal
Parece que a los dominicanos les da trabajo enterrar los muertos. Mantienen vivos partidos que ya tuvieron su época de gloria y siguen vivos por dos razones: la distribución arbitraria de recursos públicos y el ruido que hacen los medios de comunicación.
A partir de la transición de 1978, la política dominicana se estructuró en torno a tres partidos: el PRSC (antes de 1986 solo Partido Reformista), el PRD y el PLD.
El PRSC decayó junto con su líder, Joaquín Balaguer. Desde su muerte, se ha desintegrado por tantas divisiones. La base electoral se dispersó. Ni una chaqueta de cuero puede resucitarlo. Siguen captando recursos del erario porque el PRD y el PLD, hace varios años, decidieron que se repartiría en partes iguales el 80% del financiamiento público de los partidos entre todos los que obtuvieran por lo menos el 5% de los votos. Con este dineral y los empleos públicos viven bien los dirigentes reformistas, aunque el partido solo obtuvo 5.6% de los votos en el 2016, llevando la candidatura del PRM.
El PRD sobrevivió por unos años la muerte de su líder, José F. Peña Gómez, pero luego colapsó electoralmente con la división de 2013. Para el 2016, solo pudo obtener 5.8% de los votos. El partido sigue siendo un negocio rentable porque además de recibir recursos sustanciales del financiamiento público de partidos, es socio importante del gobierno.
El PRM es producto de la división en el PRD. Nació rico en votos porque heredó la mayor parte de la base votante del PRD, pero aún tiene el reto de mostrar músculos propios. Sube y baja en las encuestas, producto del desencanto con el PLD, más que del encanto con el PRM. Su destino inmediato dependerá de cómo las facciones de Luis Abinader e Hipólito Mejía sorteen sus diferencias.
Si bien la unidad ha favorecido al PLD, la larga estadía en el poder ha derivado también de otros factores: 1) la debilidad de la oposición, 2) la relativa estabilidad macroeconómica, y 3) el colchón de apoyo del Estado asistencial.
De los tres partidos grandes del postrujillismo, solo el PLD permanece formalmente unido, aunque las tensiones son cada vez mayores.
El PLD fue un partido de cuadros que se masificó electoralmente por dos razones principales: 1) el flujo de votantes del PRSC y del PRD que pasó al PLD en distintas coyunturas, y 2) los programas asistenciales establecidos después de 2004.
Es el único partido de la trilogía que ha logrado por dos décadas haber sobrevivido la desaparición de su caudillo, Juan Bosch. Eso le ha dado ganancia de causa. Al 2020, de los últimos 24 años, habrá gobernado 20.
En los próximos meses, el PLD enfrenta la difícil situación de mantenerse unido o dividirse. Ambas serán difíciles. Mantenerse unido bajo la gran tensión que prevalece es muy desgastador para el partido; y dividirse también significa debilitarse. La posibilidad de una reunificación armoniosa parece cada día más remota.
El debilitamiento del PLD, e incluso una división, no significa necesariamente su derrota en las elecciones de 2020. Si bien la unidad ha favorecido al PLD, la larga estadía en el poder ha derivado también de otros factores: 1) la debilidad de la oposición, 2) la relativa estabilidad macroeconómica, y 3) el colchón de apoyo del Estado asistencial.
He planteado en múltiples ocasiones que el factor de mayor predictibilidad de una salida del PLD del poder es una crisis económica. Es así no solo porque una crisis económica es devastadora para la ciudadanía y genera mucho desencanto, sino también porque el PLD es el único partido fuerte que sobrevive en el sistema político dominicano; y, por ende, no tiene, a la fecha, fuerte competencia.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY