Por Rosario Espinal
Gobernar nunca es fácil, pero el PLD ha gobernado 20 de los últimos 24 años en condiciones auspiciosas.
En 1996, Balaguer les dijo: muchachos, aprendan a gobernar que yo estoy aquí detrás. Les dio paso para que no ganara Peña Gómez. Balaguer había reajustado la macroeconomía que quedó maltrecha en la década de 1980, y ya se habían reducido las protestas populares de aquellos años.
El PLD impulsó algunas reformas para mejorar la administración del Estado y comenzó las grandes obras de infraestructura en el Gran Santo Domingo. En el 2000, ya cerca de su morada final, Balaguer decidió ser candidato nuevamente y le quitó al PLD 25% del electorado que le había prestado.
En el 2004, el PLD volvió al poder bajo aclamación en medio de una crisis económica.
El miedo a un retorno del PRD al poder en segmentos importantes de la clase media urbana dio holgura al PLD del 2004 al 2009.
En el 2010, el PLD perdió fuerza en las capas medias por el efecto combinado de un decrecimiento económico y el fortalecimiento de las luchas sociales de capas medias, como el 4% del PIB para la educación.
Leonel Fernández se resistió a atender esas demandas y su aprobación disminuyó, afectando también al PLD. Por su parte, el PRD comenzaba a recuperarse de su desplome electoral de 2004.
El intento de una tercera repostulación consecutiva de Leonel Fernández en 2011 trajo también confusión en el electorado. Finalmente, el PLD escogió a Danilo Medina candidato presidencial.
Los resultados de las elecciones de 2012 fueron más apretados: el PLD obtuvo 51.2% y el PRD 46.9%. Danilo Medina, sin el brillo de oratoria, enfrentaba retos importantes de gobernabilidad.
Su estrategia para afianzar su presidencia consistió en un conjunto de medidas de alta aceptación: la inclusión del 4% del PIB para la educación en la Ley de Presupuesto de 2013, la renegociación del contrato con la Barrick Gold y las visitas sorpresas. Todas esas medidas resultaron en un aumento sustancial de la aprobación de la primera gestión de Medina (2012-2016), lo que facilitó la reforma constitucional de 2015 para su repostulación en el 2016.
En ese momento, el PLD también se benefició de la división del PRD en el 2013, porque, a partir de ahí el PLD quedó como el único partido del sistema que permanecía intacto.
Pero la división también asechó al PLD en corto tiempo. A partir de 2015, Danilo Medina y Leonel Fernández comenzaron a transitar caminos diferentes. La división se concretó finalmente en el 2019 por los resultados de las primarias, que, en vez de resolver el conflicto, produjo la división formal.
Dividido, el PLD ha enfrentado en los últimos meses una oposición más virulenta con Leonel Fernández en el bloque opositor. Pero, además, desde que explotó el escándalo Odebrecht, el gobierno perdió el rumbo propositivo y a la clase media urbana que se movilizó en la Marcha Verde. También hay hartazgo con 16 años de gobiernos consecutivos.
Todo eso saca al PLD de la zona de confort en la que gobernó por muchos años, y, a partir del pasado 16 de febrero se agravó la situación con la suspensión abrupta de las elecciones municipales. A su favor, el PLD cuenta con que no ha explotado todavía una crisis económica en el país, y que sigue siendo el partido con la estructura organizativa más fuerte.
El impacto de todos estos factores en el PLD se medirá en las elecciones de 2020.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY