Por Rosario Espinal
La división del peledeísmo dificulta que cualquiera de sus partes gane la presidencia y muchos puestos legislativos y municipales si se mantienen separados
Si en algo no se parece la política dominicana a la de muchos países latinoamericanos, es en la capacidad de supervivencia del sistema de partidos. Mientras en la región han colapsado casi todos los sistemas de partidos que imperaban al inicio del proceso de democratización en la década de 1980, en la República Dominicana continúa vivito y coleando.
Puede que muchas personas en este país clamen por partidos nuevos; pero, de hecho, es la misma ciudadanía que se ha encargado de validar los partidos dominicanos al votar por ellos de manera consistente y contundente.
Mutaciones se han producido, claro que sí. Por ejemplo, mientras en la década de 1970 y 1980 dominaron el Partido Reformista y el PRD, en la década de 1990 apareció un tripartidismo con el PRSC, PRD y PLD compitiendo fuertemente en las elecciones.
En la primera década del siglo 21 volvió el bipartidismo con el PRD y el PLD a la cabeza, y en la segunda década, el PRM reemplazó al PRD, donde se originó. Finalmente, la división del PLD en octubre de 2019 generó un tripartidismo en las elecciones de 2020 con la Fuerza del Pueblo.
Una pregunta importante es hasta cuándo se mantendrá ese tripartidismo: ¿por largo tiempo, o será efímero con en la década de 1990?
Nadie tiene una bola de cristal para responder esa pregunta. Lo que sí puede decirse es que: 1) la división del peledeísmo dificulta que cualquiera de sus partes gane la presidencia y muchos puestos legislativos y municipales si se mantienen separados, y 2) la ciudadanía ha demostrado que prefiere elegir en la primera vuelta (la segunda vuelta solo se produjo en 1996).
Por tanto, entre el PLD y FP, quien muestre mayor crecimiento en el año 2023 posiblemente irá succionando al otro.
De ahí que los próximos meses son cruciales para esos dos partidos. Tienen que avanzar cada uno por su cuenta para mostrar sus músculos político-electorales, pero divididos es difícil que cuajen una fórmula electoral ganadora porque dependen de la misma franja electoral, y la dispersión del voto entre los dos terminaría debilitándolos a ambos.
El PLD, al completar satisfactoriamente su consulta entre aspirantes presidenciales, y con la elección clara de Abel Martínez para sustentar la precandidatura presidencial, entra de nuevo en el juego electoral y contribuye a reforzar la llamada partidocracia dominicana, que una vez más demuestra su capacidad de supervivencia.
El desafío que tienen ahora es consolidar su posicionamiento en el electorado y ver hasta dónde llegan en relación con la FP, y luego, en relación con el PRM. Si el PLD se queda corto en la primera tarea, caería en un tercer lugar; si avanza, solidificaría su posición como aglutinador del voto peledeísta.
En su accionar electoral inmediato, los partidos dominicanos no pueden perder de vista que, hasta ahora, el electorado dominicano ha demostrado que no apuesta a la segunda vuelta. Su preferencia por concentrar el voto ha llevado a la prevalencia del bipartidismo electoral, aunque existan muchísimos partidos registrados en la JCE