Por Narciso Isa Conde
“En fin, hay impotencia y miedo en la corrompida policía keniana, a la que han dejado sola:”
Los policías kenianos “están dimitiendo en masa en Haití alegando retrasos en los pagos y malas condiciones laborales”.
Según la Agencia Reuters (RT 26 dic 2024), “cerca de 20 oficiales renunciaron tras denunciar que el último salario lo recibieron en septiembre”.
La misión, respaldada por la ONU, “afronta problemas de personal y financiación”.
Solo 400 policías de Kenia “fueron desplegados en el terreno, muy por debajo del total de 2.500 efectivos que debían llegar con el refuerzo de otros ocho países”.
Eso es lo que se publica, pero entre las razones de esas deserciones hay otras más relevantes:
La superioridad numérica de las bandas terroristas con armamentos modernos.
El dominio del teatro de operaciones por los nacionales haitianos armados por EEUU (conocimiento del territorio y de sus pobladores).
El contubernio de oficiales de la Policía Nacional de Haití y de grandes empresarios con los jefes de las principales bandas.
El desinterés de las potencias imperialistas en la superación de la crisis.
La crueldad de las bandas y sus conexiones con la CIA, el Mossad y los para-militares colombianos.
En fin, hay impotencia y miedo en la corrompida policía keniana, a la que han dejado sola.
Porque ni EEUU, ni la ONU, ni Canadá, ni Francia quieren involucrarse a fondo y financiar crueles soluciones militares que los comprometan abiertamente. Prefieren el caos manipulado por ellos.
En el colmo del racismo se inventaron una invasión de policías negros para pelear indefinidamente con nacionales haitianos negros, que lo superan en todo.
Todo es una simulación perversa.
La CIA y soterrados comandos especiales gringos manipulan simultáneamente las tropas policiales de Kenia y a muchas bandas armadas, dentro de una estrategia de fomento del caos instrumentalizado.
EEUU, con ayuda del paramilitarismo y la inteligencia colombiana, formó las bandas y las armó para desmovilizar y aterrorizar al pueblo haitiano, que desde 2016 venía realizando marchas multitudinarias y huelgas poderosas; demandando democratización, autodeterminación y cambio del sistema político,
Esa es la razón por lo que esa superpotencia se resiste a prescindir de ese recurso criminal, extremadamente funcional a la desmovilización de un pueblo radicalizado.
EEUU también gestionó las tropas de Kenia para simular interés en “pacificar”, a sabiendas que eso no cambiaría el cuadro caótico que garantiza el estado de terror que dificulta un gran levantamiento popular todavía latente; en tanto el pueblo haitiano, aun híper mal tratado, no ha claudicado.
De ahí lo de las masacres periódicas, como las más reciente, con un balance de casi 204 personas asesinadas (184 en Cité Soleil y otras 20 en el Valle del Artibonite), casi todas adultas mayores.
Todo esto le sirve a la clase gobernante-dominante dominicana para presionar nuestra sociedad y engañarla con lo del “peligro haitiano”, cuando el peligro real es la superpotencia que domina las dos naciones.
Todo esto facilita la recolonización aquí y le resta presión a EEUU, desviando el rechazo a su dominio, fomentando un falso nacionalismo contra Haití y debilitando el antiimperialismo que potenció la revolución de abril y la guerra patria de 1965.
A eso le ha hecho el juego el presidente dominicano, Luis Abinader, plegándose al interés imperialista de controlar esta isla caribeña, por su importancia geo-estratégica en esta frontera imperial y por los valiosos recursos minerales existentes en sus entrañas: oro, níquel, cobalto, tierras raras, titanio, uranio
A esto se suma el odio racista heredado del colonialismo y reciclado en esta etapa neocolonial; asumido, potenciado y desplegado por tutores y lacayos, que destilan pus, hiel y sangre de la cabeza a los pies.