Por Rosario Espinal
El Partido Revolucionario Dominicano (PRD), organización política formada en el exilio durante la Era de Trujillo, se hizo presente en la sociedad dominicana a partir de 1961. Su proyecto consistía en la modernización de la economía y la democratización de las estructuras políticas. Para lograrlo impulsó una intensa campaña de hegemonía con Juan Bosch de líder y explicador.
Con lenguaje sencillo, Bosch instruyó la sociedad dominicana en un posible ensayo democrático, y se coronó como el Profesor en materia política. Apuntaba a las desigualdades sociales con ribetes populista. Por un lado estaban los “tutumpotes” y por otro los “hijos de machepa”.
El concepto de hijo de machepa transcendió la noción de clase unitaria y convocó a diversos sectores de la sociedad dominicana, incluyendo campesinos, obreros, desempleados, sectores medios, y hasta burgueses. Así el PRD se constituyó en partido multi-clasista y aglutinador de la sociedad dominicana, y de ahí proviene la fuerza del PRD, un partido que a pesar de sus múltiples crisis, incluida la actual, sigue vivito y coleando.
Para entender la crisis política que caracterizó el principio de la década de 1960 y el papel del PRD, es importante señalar la tensión entre la formación de identidades colectivas como ciudadanía y como pueblo.
Durante la dictadura de Trujillo la formación de la identidad colectiva nacional se hizo como masa silente, obediente y subordinada. Al caer la dictadura se entrecruzaron dos procesos de cambio: la formación de identidad colectiva en torno a la noción de ciudadanía (derechos políticos individuales), y en torno a la noción de pueblo (derechos de justicia sustantiva).
En el proyecto del PRD de 1962-1963 se fundieron estas dos nociones. El partido interpeló en función de los derechos políticos y de justicia; y en el contexto de la época, lo popular adquirió mayor dimensión. Esto hizo de la democracia un peligro para los sectores de poder: empresarios, iglesia, militares y Estados Unidos, que se resistían a perder privilegios o a ceder espacios.
Las elecciones de 1962 y el triunfo del PRD significaron una victoria del proyecto democrático‑popular, y el golpe de 1963 su colapso y la imposición del proyecto autoritario anti-popular.
Los sectores empresariales organizados en la Asociación de Industrias de la República Dominicana y la Confederación Patronal se opusieron a las conquistas obreras en el campo salarial y organizativo. El proyecto secular del PRD chocaba con una iglesia resistente a los cambios que suponía la separación del Estado. Asuntos como la secularización escolar y la aprobación legal del divorcio adquirieron un significado anti-iglesia que llevaron a las manifestaciones de reafirmación cristiana. Las Fuerzas Armadas no se habían reorganizado después del derrocamiento de Trujillo y Estados Unidos enarbolaba el anti-comunismo de la guerra fría.
El golpe de estado del 25 de septiembre de 1963 impidió al PRD impulsar un proyecto transformador de afirmación de lo nacional‑popular desde el gobierno, y a partir de ahí se ancló en las luchas sociales contestatarias que se sucedieron en las décadas de 1960 y 1970, mientras intentaba volver al poder. Por eso el PRD se vinculó tan estrechamente con la sociedad dominicana.
No obstante esa fuerza, el PRD no pudo encauzar un proyecto transformador ni antes ni después del golpe de estado; ni antes ni después de la transición política de 1978. En cada ocasión, los sectores tradicionales de poder han dominado el Estado, ya sea bajo los gobiernos del PRD o de otros partidos.
El golpe de estado descarriló la sociedad dominicana de las grandes reformas sociales en los últimos 50 años.
Artículo publicado en el periódico HOY