Por Nelson Encarnación
Cualquier plan de lucha contra la delincuencia y la criminalidad en nuestro país está llamado al fracaso si no toma en cuenta un factor fundamental que ya fue abordado exitosamente en otras naciones donde se llegó a niveles de quiebre de la seguridad ciudadana similares a los que hemos alcanzado desde hace unos años: las motocicletas.
Y resalto lo de hace unos años, pues si bien algunos pretenden politizar este complejo problema, debemos recordar que entre 2016 y 2019 el país se vio abrumado por el desbordamiento de los delitos que impactaban de forma dramática en todos los sectores de la sociedad.
En razón de que justamente la idea es no politizar un tema de tanta envergadura, no vamos a establecer comparaciones entre lo que sucedía hace apenas menos de dos años y lo que ocurre ahora, pues si antes era malo también lo es actualmente.
Ahora mismo lo pertinente es que los diferentes sectores sociales hagan sus aportes al Gobierno para que los planes de lucha contra la criminalidad tengan los resultados positivos que nos convienen, pues nadie está exento de ser víctima de la delincuencia.
Por consiguiente, tenemos que decir que ningún plan surtirá efectos alentadores si seguimos repitiendo las mismas recetas que ya han fracasado, como lo demuestra la experiencia.
En consecuencia, sin ser experto ni pretenderlo, consideramos que todas estas políticas han venido soslayando el elemento motocicletas viendo a ser de primerísimo orden en la comisión de asaltos callejeros y en comercios.
¿Por qué no se emite una disposición a nivel de decreto—lo ideal sería una ley del Congreso—prohibiendo el tránsito de dos personas en motocicletas, a menos que los ocupantes puedan justificar la necesidad de movilizarse en ese medio de transporte?
Se sabe que la operatividad se les facilita a los maleantes cuando se desplazan dos motorizados, pues uno lleva a cabo el asalto mientras su acompañante aguarda para iniciar la escapada.
A un delincuente solitario se le complica ejecutar un asalto, cuando tiene que aparcar la moto, cometer el delito y regresar al vehículo para huir, una tarea en la cual su escapada no está asegurada.
Sabemos, sin embargo, que miles de personas serias necesitan de ese medio para desplazarse, tales como mensajeros de empresas, los llamados “delivery”, e incluso hombres que llevan su pareja al trabajo. Por lo general, la mayoría lo hace de manera solitaria.
Respecto de los “motoconchistas”, cuya actividad les obliga a transitar con otra persona, estos son fácilmente controlables por las autoridades, pues operan en lugares fijos e identificables.
Es decir, que la tasa de participación de los mencionados en actos delictivos probablemente sea muy baja en comparación con la que cometen motorizados cuya actividad principal es el crimen.
Si queremos seriamente enfrentar la delincuencia, se debería empezar por esta no tan complicada medida, la cual dio resultados formidables en países como Colombia y El Salvador.
Como se le atribuye a Albert Einstein: no se puede hacer todo el tiempo lo mismo y esperar resultados diferentes.
Nelsonencar10@gmail.com