La sociedad dominicana se mantiene a la expectativa en torno al gobierno que inició su gestión el pasado 16 de agosto encabezado por l licenciado Danilo Medina.
Las probabilidades de que se tomen medidas no sustanciales, pero por lo menos interesantes, son esperadas por muchos en virtud de que durante la pasada campaña electoral fueron múltiples las promesas para introducir cambios en la administración pública.
Cambios que se espera podrían repercutir muy positivamente en perjuicio del flagelo de la corrupción, el cual se ha constituido en el lastre más pesado para el Estado.
Sin embargo, la pregunta generalizada es si el nuevo presidente Medina podrá doblegar o ubicar en un plano secundario los poderosos intereses que hay detrás del saliente mandatario Leonel Fernández.
Son innumerable la cantidad de funcionarios señalados por el rumor público como responsables de escandalosos actos de corrupción, cuya principal evidencia es la ostentación de riquezas sin ninguna base de sustentación.
Otra pregunta que habría que hacerse es si Danilo Medina está realmente preparado para desplazar a muchos miembros del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), quienes están seriamente comprometidos con el presidente Fernández y con su política de promoción de la corrupción.
Eso sería lo menos que debía pasar, aunque lo ideal fuera que todos fueran investigados y los culpables de hurtos del patrimonio público sean procesados por los tribunales competentes.
Todo lo que se inscribe en ese contexto no supera una ingenua aspiración, más que una real posibilidad.
Independientemente de las proyectadas buenas intenciones de Medina, realmente no podría producirse un cambio importante en el Estado que mejore las condiciones de vida del pueblo dominicano.
Sobre todo, si tomamos en cuenta que el robo de los dineros del erario es la principal retranca para que las grandes mayorías nacionales tengan mejores servicios públicos y un Estado más garantista y en capacidad de cumplir con su rol social
Sin dudas que Danilo Medina tiene una gran responsabilidad sobre sus hombros, que de no ser asumida con la misma dimensión de las expectativas creadas podríamos estar frente a un escenario sumamente peligroso en lo que tiene que ver con los niveles de protestas sociales y con la credibilidad del sistema de partidos de la República Dominicana.
La transformación del PLD a un partido de masas y su paso por el poder nos indica que su filosofía clientelar no augura mucho futuro para el país en virtud de que Danilo Medina gobernará con peledeístas, muchos de los cuales no están libres de culpa, y no con los sectores más decentes de la sociedad dominicana.
De manera, que la propia característica del Partido de la Liberación Dominicana nos indica que los posibles cambios que introduciría el presidente Medina no pueden diferir sustancialmente de la organización que lo llevó al poder.
Siendo así, las aspiraciones y expectativas de cambios de la gente podría ser una infantil ilusión, más que una realista posibilidad.
De todos modos lo que nos queda es esperar.
Hay que ver para creer.
Y punto.