La lucha política en la República Dominicana toma ribetes preocupantes en virtud de que después de la sustitución de la política ideológica por la clientelar, sus principales líderes ya no guardan las apariencias y las confrontaciones internas no sólo provocan divisiones, sino que en algunos casos generan violencia que terminan en crímenes horrendos.
El fenómeno es propio de los partidos que controlan grandes sumas de dinero fruto del financiamiento que les otorga el Estado a través de la Ley electoral, lo cual ha convertido estas organizaciones en grandes corporaciones económicas, amén de las fortunas mal habidas que se mueven en su entorno.
Este tipo de lucha es la que ha parido la torpeza y la irracionalidad de líderes como Miguel Vargas Maldonado, quien tiene más inclinación por el dinero que por la influencia política y social, aunque ambas no dejan de ser anheladas.
Sin embargo, tal vez por estar en el poder, en el Partido de la Liberación Dominicana la lucha interna, aunque casi nunca salia a la superficie, ya la sangre o el crimen han manchado su imagen, tras el asesinato de un regidor por su compañero de partido en el municipio de Bayaguana y lo ocurrido en la Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses (OMSA), donde se planificó la muerte del abogado Juniol Ramírez, lo que destapó un escándalo de corrupción de dimensiones insospechadas.
Igual situación, de acuerdo a lo que se ha podido colegir, ha ocurrido en el municipio de Cotui, donde un vice-ministro y hombre de confianza del presidente Danilo Medina fue asesinado hace algunos años por desconocidos con pasamontañas y en el que se ha descartado el robo como móvil del hecho.
Lo curioso de esto es que éste último crimen se produce cuando las diferencias internas se profundizaban entre sus principales líderes, lo cual pudo despejar dudas cuando concluyera la investigación policial que se entendía explicaría el verdadero motivo del crimen.
La lucha sin cuartel entre las diferentes corrientes dentro del PLD es la que determina hasta el curso que debe tomar cualquier macro investigación de corrupción, como el caso de ODEBRECH o de los Supertucanos, cuyos principales protagonistas, por lo menos en el ultimo caso, corresponden a la tendencia del expresidente Leonel Fernández. Lo propio habría que decir con relación al caso ODEBRECH, donde los funcionarios del gobierno no son tocados ni con el pétalo de una rosa, sólo cuando conviene despejar dudas en favor de la impunidad.
Lo más reciente de la lucha intrapartidaria en el PLD es el nivel de oposición del aspirante presidencial Leonel Fernández y la declinación del actual mandatario Danilo Medina de buscar un tercer período presidencial, pese a que ahí también habría que agregar las indelicadezas de la vicepresidenta de la República y esposa del ex-jefe de Estado, lo cual deja claro que las apetencias personales están por encima hasta de la lealtad y la tranquilidad familiar.
Una situación, aunque no de igual intensidad, se vive en el Partido Revolucionario Moderno, cuyos principales aspirantes presidenciales se mantienen en una intensa confrontación interna que todavía no despejan dudas de que están en capacidad de ascender a la dirección del Estado dominicano sin antes tener una ruptura.
Todo este cuadro, si bien no ha desplazado del poder a los partidos tradicionales, lo cierto es que se han erosionado bastante y hoy sus principales candidatos acumulan una alta tasa de rechazo.
En una encuesta publicada hace algún tiempo por la Penan and Shoer, a pesar de que candidatos como Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Luís Abinader aparecen con una buena o aceptable puntuación, por lo menos los dos primeros presentan una alta tasa de rechazo que hace pensar que tienen un techo muy bajito y que este fenómeno abre una brecha para una tercera fuerza que todavía no ha salido a la superficie y que tampoco se ve en el horizonte porque los llamados partidos alternativos están prácticamente desarticulados y carecen de una visión de alta política, cuya situación se vuelve más pesimista cuando se mide su precario crecimiento cualitativo y cuantitativo y la carencia de disciplina y de una metodología de trabajo que garantice que en el futuro inmediato puedan tener un mejor posicionamiento, los cuales tampoco cuentan con los recursos económicos para competir en el mercado electoral.