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¿Sería útil que América Latina deje de crecer o consumir menos los países ricos?

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La crisis climática ha sacado el debate del decrecimiento del mundo académico. Pese a que el movimiento que se enfoca en las grandes economías, puede tener implicaciones positivas para nuestra región

A principios de septiembre, durante el Congreso Nacional Minero, la ministra de Minas y Energía de Colombia, Irene Vélez, dijo que era necesario exigirles a otros “países que comiencen a decrecer en sus modelos económicos” para evitar un mayor impacto frente al cambio climático. Por casualidad, unos días después, reunidas en la Universidad de Oxford, Reino Unido, varias organizaciones realizaron un conversatorio llamado Cómo salvar el planeta: decrecimiento vs. crecimiento verdeen el que dos reconocidos profesores – Jason Hickel, del Instituto de Ciencias Ambientales y Tecnología de la Universidad de Barcelona, y Sam Fankhauser, director de la iniciativa de investigación Oxford Net Zero – defendían cada una de las posturas.

Ambos eventos fueron una señal de que el concepto de decrecimiento, a pesar de rondar entre académicos y escuelas desde los años 70, cuando surgió en Francia, está empezando a salir de las aulas. Sobre todo, ante el actual escenario de crisis climática y ambiental que dejó en evidencia que hay una falla en cómo hemos definido el éxito económico.

Durante el debate, el planteamiento de Fankhauser – en pro del crecimiento verde – consistió en señalar que sí era posible reducir las emisiones de gases efecto invernadero vinculadas a la energía, el sector que más emite a nivel mundial, que en 2019 representaba el 34%. Además, dijo que sí se podía desacoplar el incremento del Producto Interno Bruto (PIB) al aumento de estas emisiones. En otras palabras, explicó que, por medio de tecnologías como las energías renovables y la eficiencia energética, el PIB podría seguir creciendo mientras las emisiones bajaban. Además, señaló que “un poco más de crecimiento, incluso podría ayudar a resolver algunas consecuencias del cambio climático”.

El discurso de Hickel apoyando el decrecimiento fue más crítico. La crisis ambiental, señalaba, se debía a “cómo la economía estaba organizada y dependía de un crecimiento perpetuo” cuando los recursos eran finitos. Incluso, resaltaba, así se logren bajar las emisiones a través de tecnologías, esto implica una transición muy acelerada y una implementación masiva de tecnologías que podría requerir “tres veces el tamaño de la India”. La opción más lógica para él era decrecer. ¿Quiénes debían hacerlo? “Se trata de una forma planeada y democrática de formas menos necesarias de producción en los países ricos”, contestó.

Un grupo de mujeres revisa las piedras extraídas por mineros en Segovia (Colombia), el 19 de julio de 2018.ANADOLU AGENCY (GETTY IMAGES)

El decrecimiento, efectivamente, es una discusión que ha permeado a los países con mayores ingresos, muchos en el norte global. También es una crítica a la idea de desarrollo, a producir para el exceso de algunos y no para garantizar las necesidades básicas de todos, y al “producir por producir”. Es retar la noción de que mayor crecimiento económico es igual a mayor bienestar, justicia y progreso. Pero si los países con economías más fuertes son los llamados a decrecer, ¿qué rol cumple América Latina en todo esto? ¿Por qué mencionar decrecimiento en países como Argentina, Colombia y Perú, donde, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la pobreza aumentó siete puntos porcentuales en 2020?

Para Sofía Ávila, doctora en Ciencias Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México, la respuesta tiene que ver con que el crecimiento perpetuo de los países “es y solo ha sido posible en la medida que se explotan los recursos y cuerpos periféricos. Y Latinoamérica, históricamente, ha sido proveedor de esos recursos, pero al costo de que se generen grandes injusticias sociales y ambientales”.

Es también, como agrega Gerardo Torres, investigador en Justicia Energética y Transición de la Universidad de Sussex, Reino Unido, pensar “¿para qué, para quién y bajo qué lógica producimos?”. Torres, por ejemplo, ha estudiado los impactos del primer parque eólico que se creó en México, en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, para conocer qué ha pasado con esas tierras. “En una frase lo que encontré es que, bajo la transición energética, ha existido un paso de las tierras colectivas o indígenas hacia la propiedad privada”, apunta. Con la incoherencia, además, de que la energía que se produce allí no llega a las comunidades que, a veces, incluso fueron desplazadas de su territorio. “Se va a empresas que producen en el norte de México y que tienen inversiones extranjeras”. Pero que no generan bienes para garantizar necesidades básicas.

El crecimiento económico, tal cual lo hemos entendido, ha beneficiado solo a unos pocos. Según el informe de Global Wealth Report 2022, casi la mitad de la riqueza acumulada a nivel mundial está en manos del 1,2% de la población. Lo que se une también con quiénes generan más emisiones: solo el 1% de la población mundial fue responsable de casi una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero entre 1990 y 2019, advierte un reciente estudio publicado en Nature Sustainability.

Pero como lo señala Gabriela Cabaña, candidata a doctora en antropología del London School of Economics y parte del Centro de Análisis Socioambiental (CASA) de Chile, el decrecimiento en América Latina también va más allá de pensar en las emisiones que causan el cambio climático e implica analizar otros problemas ambientales. Incluso, cuestionar cómo algunas soluciones climáticas también pueden significar conflictos para el sur global.

Un grupo de obreros en una mina en Escondida (Chile).OLIVER LLANEZA HESSE (GETTY IMAGES)

“Hay que pensar la transición energética, pero en el contexto de la crisis ecológica”, asegura. “Intentar reemplazar nuestro actual consumo energético que está basado en combustibles fósiles, una fuente muy alta e intensiva, por uno que se genere con energías renovables ya está provocando muchas tensiones”. Buscar que la demanda energética siga creciendo para satisfacerla con energías renovables – como lo plantea parte del crecimiento verde – necesita grandes extensiones de tierra y de muchos minerales.

La Agencia Internacional de Energía (IEA) estima que para lograr la transición energética necesaria para no impulsar aún más el cambio climático – pero sin plantearse la opción de decrecer ni en el consumo ni en la producción de energía – la demanda total del cobre y tierras raras para las próximas dos décadas aumentará hasta un 40 %, mientras que para el níquel y el cobalto será de entre el 60 y 70 %. El litio, necesario para las baterías y carros eléctricos, incrementará su demanda casi en un 90%, pero su extracción ya está dejando conflictos sociales y ambientales en Argentina. “Pensar en el futuro del mundo como uno con más energía implicará que estemos dispuestos a ser denominados territorios de sacrificio”, asegura la experta.

Pero la palabra “decrecer” no deja de generar cierto miedo. “Es bueno recordar que no es una propuesta de muerte al crecimiento, sino el agnosticismo al crecimiento”, es como prefiere llamarlo María José Murcia, directora del Centro de Estudios en Sustentabilidad e Innovación Social (CESIS) de la Universidad Austral, Argentina. Y en el caso de Latinoamérica, explica, decrecer es pasar por pensar en economías que sean regenerativas y redistributivas. “No hay un sistema económico que sea realmente resiliente si hay mucha gente excluida y si, además, el medio natural que sostiene a toda esa economía está severamente amenazado. Eso es necesariamente una fuente de desestabilización”.

Y es que decrecer, al final, es también una crítica al desarrollo. Si en los países del norte surgió esta idea como tal – decrecer –, en los países de América Latina desde mucho antes habían nacido corrientes similares: el buen vivir, comunalidad, economía popular y solidaria, posextractivismo, patrimonio comunitario, pensamiento decolonial e, incluso, feminismos latinoamericanos. De hecho, Ávila, de México, junto a su colega Mario Pérez Rincón, ayudó a recopilar varias miradas propias de América Latina que no están inmersas en la lógica del capitalismo para el libro Decrecimiento: un vocabulario para una nueva era, que ha sido una surte de pilar para este movimiento.

“El decrecimiento no busca cambiar el objetivo de crecer por el de decrecer”, insiste Cabaña. “No es una vez más Europa poniendo las pautas al mundo con una receta política empaquetada y lista para aplicar a todos los países. El decrecimiento propone que cada lugar pueda construir sus propias alternativas”. Es hacerse la pregunta que se hace Torres: “¿Qué pasaría si no se prende el Times Square y el Oxford Circle todas las noches?”.

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El Cecot, la megacárcel de Bukele, tira sus aguas negras sobre tres comunidades empobrecidas

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Un análisis confirma la presencia de heces y bacterias en una decena de fuentes de agua de las que se surten vecinos de Tecoluca, en El Salvador. Éstos han reportado aumento de enfermedades, posiblemente relacionadas con la contaminación

Un niño de 12 años con uniforme escolar bebe agua de un grifo haciendo un cuenco con las palmas de sus manos. Toma uno, dos, tres tragos largos y levanta la cabeza para respirar. “Ahhhhh”, resopla, aliviando la sed. Cierra el grifo y corre a jugar de nuevo con sus amigos de la escuela. Él no lo sabe, pero el agua que acaba de beber está contaminada con heces y bacterias provenientes de los inodoros que usan miles de pandilleros dentro de la prisión más famosa de El Salvador y probablemente de toda Latinoamérica, el Centro de Confinamiento del Terrorismo, CECOT.

Aunque las comunidades habían denunciado la contaminación de los ríos cercanos al CECOT desde la construcción de la prisión, hoy es una queja respaldada por datos científicos. La organización de defensa de derechos humanos Cristosal recogió muestras de agua de diferentes afluentes en abril pasado y las envió al laboratorio de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social, Fusades. Los resultados entregados esta semana a la comunidad revelan que el agua contiene altos niveles de coliformes fecales y de una bacteria llamada pseudomona aeruginosa, un “patógeno oportunista” que hace que el agua no sea apta para el consumo humano.

El análisis se hizo a partir de la denuncia de las comunidades de San Francisco Angulo, el Milagro y Canta Rana, entre otras, cuyos habitantes aseguran que el agua de los ríos y los pozos de los que se alimentan han tomado colores extraños y un olor fétido desde principios de 2023, cuando se inauguró la prisión que ha sido el símbolo de la embestida del presidente Nayib Bukele contra de las pandillas y quizá de todo su primer mandato. Estas tres comunidades son pobres y no cuentan con servicio de agua potable por parte del Estado, por lo que se ven en la necesidad de recoger el agua de ríos cercanos o de pozos que han conseguido gracias a fundaciones sin fines de lucro.

Bukele anunció la creación del CECOT en junio de 2022 y prometió que tendría capacidad para 40.000 prisioneros. Además, aseguró que estaría “alejado de las ciudades y rodeado de cientos de manzanas de tierra propiedad del Estado”. En julio del mismo año, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales de El Salvador emitió una resolución en la que se determinó de forma exprés que la construcción no requería de un estudio de impacto ambiental ya que éste, aseguraron, sería “leve”.

En febrero de 2023, durante su inauguración, el Ministerio de Obras Públicas compartió en su cuenta de la red social X un video con aspecto y música hollywodiense en el que afirmaba que la prisión contaba con sus propias plantas de tratamiento de aguas residuales. Sin embargo, si es que existen, todo apunta a que nunca han funcionado.

“Cada institución debe hacer lo que le corresponde para detener una contaminación, más si proviene de una institución pública. Si esto proviniera de un privado ya habría personas detenidas e investigadas”, asegura Ruth Eleonora López, jefa jurídica de Cristosal y una de las coordinadoras de la investigación. Según López, próximamente exigirán al Estado que implemente medidas efectivas y urgentes para tratar las aguas de la prisión y presentarán “acciones jurídicas” si no se toman acciones para proteger a la población.

A mediados de julio de este año, América Futura visitó dos de las tres comunidades más afectadas, entrevistó a líderes comunales, habitantes, estudiantes y profesores, y tuvo acceso a los resultados de laboratorio que mostró a dos expertos, un biólogo y una doctora en medicina. Todo apunta a que la contaminación no ha parado y que la salud de al menos 800 personas está en peligro.

Un líder comunal de El Milagro, quien pidió no revelar su nombre, aseguró que una de sus vacas murió repentinamente después de tomar agua de uno de los ríos contaminados. “Desde entonces, el ganado no toma agua de ahí. Las vacas solo huelen el agua y se dan la vuelta. Nos ha tocado ponerles bebederos porque ya no les gusta el agua del río”, dijo.

No existe información pública precisa de cuántos pandilleros habitan el CECOT a esta fecha; sin embargo, a través de diferentes medios se han hecho públicos tres traslados masivos que sumarían un total aproximado de 14.000 mareros que ahora viven en esa prisión.

Los resultados de laboratorio indican que, de los 13 puntos en los que se tomaron muestras de agua, nueve están contaminados con altas concentraciones de E.Coli y Pseudomona Aeruginosa. En el caso de la primera, los expertos consultados dicen que se trata de una bacteria presente en las heces y que, para que un agua contaminada con esta sea apta para potabilizar, debe tener concentraciones menores a 1,1NMP. Sin embargo, los resultados muestran concentraciones que van desde 2,2 hasta 240NMP.

Según dos expertos consultados para este reportaje y que pidieron que su nombre no fuera revelado por temor a represalias, en el caso de que haya presencia de la segunda bacteria en un cuerpo de agua, esta no debe ser potabilizada en ningún caso. “Ataca pulmones y vísceras y es súper peligrosa. Ese agua está totalmente descartada para tomar”, dijo un biólogo consultado. Por su parte, una doctora en medicina que tuvo a su vista los resultados dijo que, por las altas concentraciones de esta segunda bacteria, se puede asumir que hay población penitenciaria que está enferma y que les están recetando antibióticos, lo que provoca la salida de esta bacteria en heces y orina.

Cristosal solicitó estadísticas de consultas por enfermedades de la piel, aparato digestivo y problemas respiratorios al hospital nacional de Zacatecoluca, donde van los residentes de las zonas afectadas. Según los datos entregados por ese centro —a los que América Futura tuvo acceso—, entre 2022 y 2023, el número de pacientes atendidos ha aumentado un 62% en el caso de enfermedades de la piel; un 19% por enfermedades del aparato digestivo y un 63% por problemas respiratorios.

En la mayoría de los casos en los que los resultados de laboratorio son positivos, se encontró la presencia de ambas bacterias al mismo tiempo. Por ejemplo, la muestra tomada del grifo de la escuela revela concentraciones de 12NMP en E.Coli y 20NMP de Pseudomona Aeruginosa. En ese centro educativo estudian 149 niños desde parvularia hasta secundaria, con edades entre los 5 y los 14 años.

En los ríos, los resultados no mejoran. Una muestra tomada en el cauce que atraviesa la comunidad San Francisco Angulo mostró concentraciones de 240NMP de E-Coli y 201 de Pseudomona Aeruginosa. Mientras que la que se tomó en el río que atraviesa la comunidad El Milagro, la concentración de E.Coli fue de 170, aunque no se detectó presencia de Pseudomona Aeruginosa.

Durante un recorrido por los ríos y quebradas de la zona, América Futura pudo constatar que el agua baja sucia y con espuma en su superficie. En la quebrada El Obraje, de la comunidad El Milagro, esta deja un sedimento rojizo en la orilla y entre las piedras se forma una espuma amarillenta. Los habitantes de esa zona dicen que antes esa quebrada no tenía agua y que empezó a correr desde la creación del CECOT. “El problema es que este agua contamina los nacimientos que están más abajo y se filtra hasta los pozos como el de la escuela”, dijo Rosa Emeli Hernández, miembro del comité de agua de la comunidad.

América Futura intentó caminar sobre el cauce de la quebrada El Obraje para verificar de dónde sale exactamente el agua que ahora corre por ahí, pero el perímetro está rodeado por soldados que impiden el paso. Al hacer una consulta con vista de satélite en Google Maps se puede observar que el CECOT está construido justo frente al nacimiento de tres ríos.

Junto a dos de estos nacimientos, incluida la quebrada El Obraje, se ven dos construcciones rectangulares. Los habitantes de las comunidades San Francisco Angulo y El Milagro aseguran que son las plantas de tratamiento de aguas. “Antes eso no estaba”, asegura un líder comunal. “Le digo porque yo he vivido aquí toda mi vida y conozco estas tierras. Eso no estaba. Esas son las plantas supuestamente de tratamiento y desde ahí dejan ir el agua contaminada”.

América Futura visitó también dos de las escuelas ubicadas en dos comunidades afectadas. Dos empleados de ambas escuelas —que pidieron enfáticamente no revelar sus nombres por temor a ser despedidos— dijeron que los niños están sufriendo de enfermedades estomacales. “De 12 alumnos que tengo en esta sección, ahorita mismo solo hay cuatro, como usted puede ver. Los demás están ausentes porque tienen diarrea y dengue”, dijo.

Ante la falta de servicio de agua potable, los maestros han optado por pedirle a los niños que lleven agua purificada desde sus casas, pero la pobreza no siempre se lo permite. “Ellos traen sus botellas, pero el agua que traen también viene contaminada porque la agarran del chorro (grifo)”, dijo una de las fuentes consultadas. “Hubo unos meses en los que compramos agua embotellada, pero el camión no siempre viene y significó un gasto que no podíamos costear porque los profesores lo poníamos de nuestra bolsa”, añadió.

En la escuela, un grupo de niños de unos cinco años de edad dibujan en sus cuadernos.

—¿De dónde toman agua?, pregunta la maestra en voz alta.

— De la pichinga (botella), responden los niños en coro.

—¿Y de dónde llenan la pichinga?, pregunta de nuevo la maestra.

—¡Del chorro!, gritan los niños.

Las autoridades responsables de velar por la calidad del agua y de la salud de la población se han desentendido o han negado el problema, según los habitantes de la comunidad. El 14 de febrero pasado, una comitiva de la Autoridad Salvadoreña del Agua (ASA) llegó a la comunidad El Milagro, según les dijeron a los líderes comunales, por las reiteradas denuncias. Pero luego de prometer que volverían para realizarle un examen al agua y medir su nivel de contaminación, nunca más regresaron. América Futura intentó obtener una postura oficial a través del secretario de prensa de la Presidencia, pero éste no respondió a los mensajes.

Desesperados y abandonados por el Estado, los habitantes de las comunidades El Milagro y San Francisco Angulo han buscado diferentes formas para purificar el agua. Pero, ante la ausencia de una institución que los oriente, a veces aplican métodos de dudosa efectividad. “Yo les he explicado a los padres en asamblea general que se agarra un recipiente con agua y se deja todo el día en el sol y toda la noche bajo la luna y al siguiente día esa agua sabe bien”, dijo una de las maestras de la escuela mientras veía jugar a los niños y a algunos tomar agua contaminada del grifo.

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Extración minera en Perú: Deforestación y extremos daños ambientales

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El desastre ambiental que dejó la minería en la Amazonía peruana salta a la vista cuando uno revisa las fotos satelitales.

El desastre ambiental que dejó la minería en la Amazonía peruana salta a la vista cuando uno revisa las fotos satelitales.

En Madre de Dios, sureste de Perú, la extracción ilegal de oro dejó un paisaje lunar de cráteres, lagos de lodo y manchas cafés en medio del bosque verde de la Amazonía.

El aumento exponencial de los precios del oro y el descontrol territorial ha llevado a miles de mineros ilegales a invadir los ríos amazónicos de varias regiones peruanas.

Desde la región amazónica de Madre de Dios, epicentro de la minería ilegal, la veterinaria y científica Claudia Vega, del Centro de innovación científica Amazonia CINCIA calcula que 128.000 hectáreas fueron deforestadas por la minería formal e informal, desde 1985, una superficie que equivale a alrededor de 80.000 canchas de fútbol.

“El oro está en el subsuelo, entonces, los mineros van desforestando para llegar al área de subsuelo para poder buscar el oro en ese en ese substrato”, constata Vega.

A la deforestación, se suma otro impacto devastador: la contaminación por mercurio. Desde la organización sin fines de lucro CINCIA, basada en Puerto Maldonado, la científica monitorea en particular la contaminación por esta sustancia en la región.

“Los mineros colocan mercurio en el sustrato para que se una con el oro, forma una amalgama, se extrae, se quema, el oro se queda y el mercurio se libera. Cuando se hace este proceso, puede haber contaminación al ambiente y a los ríos”, explica Claudia Vega, en entrevista con RFI.

CONCENTRACIONES DE MERCURIO 5 VECES MÁS ALTAS DE LO NORMAL

A través de muestras en peces, murciélagos, aves, aire y agua, la científica ha demostrado que “cuando hay actividad minera, las concentraciones de mercurio aumentan significativamente.

En aves, estas concentraciones son por lo menos el doble y en ciertas especies que tienen capacidad de concentrar más mercurio, puede haber 5 veces más concentración de mercurio comparado con otros lugares”, detalla Claudia Vega.

La presencia de mercurio en los organismos de la población de la región de Madre de Dios ha sido comprobada en 2012 por un estudio de la Universidad de Duke a través de muestras de cabello. Sin embargo, no se ha medido aun el impacto en la salud de la población.

“Puede haber disminución de la respuesta inmunológica, de la capacidad de aprendizaje en las poblaciones humanas. Uno de los principales focos son las comunidades indígenas que pueden llegar a consumir más de 200 gramos de pescados diario”, explica Claudia Vega.

A lo largo del río Cenepa, un afluente del río Marañón en el departamento de Amazonas, fronterizo con Ecuador, la minería ilegal parece haber llegado para quedarse.

“Se vive esto desde el 2014 pero en pequeña proporción, con un par de dragas, y desde 2022 estamos prácticamente invadidos por los mineros ilegales, habiendo en cada comunidad 15 dragas como mínimo”, constata el líder autóctono. “Es ahí donde empieza el boom de la corrupción, pago, el consumo de alcohol, prostitución, consumo de marihuana y la división de los pobladores. Un caos total. [La minería] ha traído no solamente problemas sociales sino también altos índices del VIH, una enfermedad que es difícil de tratar”, alerta Dante Sejekam Espejo, en entrevista con RFI.

“Ya no podemos bañarnos ni consumir el pescado del río. Peor aún, ya no podemos consumir agua”, alerta el líder comunitario quien exige al estado peruano estudios de la calidad del agua.

El uso masivo de dragas ha perturbado también la circulación en el río.

“Hay pirámides de piedras en el río que impiden el paso”, denuncia Dante Sejekam. Y el desplazamiento de grandes masas de aluviones fragiliza las orillas y causa deslizamientos de tierras, reporta Sejekam.

REFORESTAR LAS ÁREAS DESTRUIDAS

En septiembre de 2023, la organización local ODECOFROC llevó a cabo un operativo, conjuntamente con el gobierno local y las fuerzas del orden, para expulsar a los mineros ilegales.

“Ha disminuido la cantidad de dragas, pero todavía están trabajando [los mineros] y generando caos, sin embargo, no tenemos presupuesto”, reconoce Dante Sejekam.

El líder autóctono llama ahora a las autoridades políticas a movilizarse para ofrecer alternativas económicas:

“Algunas comunidades pro mineras han dejado la minería y necesitan nuestro respaldo para encontrar alternativas productivas como la piscicultura, el cultivo del caco o la hortaliza”.

En algunas regiones peruana, la minería ha penetrado tanto el tejido económico que se ha convertido en un sustento económico para muchas familias. Y en algunos casos, las ONG buscan incentivar al menos practicas más sostenibles.

En la región de Madre de Dios, la ONG CINCIA apoya por ejemplo a las familias que practican la minería sin mercurio e incentiva la reforestación de parcelas degradadas por la minería.

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América Latina lidera la agenda ambiental en un mundo en crisis

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América Latina lidera la agenda ambiental en un mundo en crisis

Muy a menudo, cuando pensamos en el cambio climático, en la pérdida de biodiversidad, o la contaminación, estos grandes problemas se nos antojan abstractos, etéreos e incluso lejanos. Esto pasa en gran medida porque nosotras, como la mayoría de quienes nos leen, vivimos en áreas urbanas con poco contacto diario con la naturaleza. No obstante, esta distancia física con nuestro entorno natural no cambia el hecho de que la salud de la población y de nuestras economías dependa directamente de la salud de la naturaleza.

Esto lo estamos entendiendo en América Latina, por las malas, con las “guerras del agua” que nos embisten en diferentes latitudes, así como con señales alarmantes de que ecosistemas vitales para el equilibrio planetario se están acercando a un punto de no retorno ecológico. Por ejemplo, de continuar el índice actual de deforestación, la Amazonia podría convertirse en desierto, afectando a regiones como Los Andes, la Plata y los humedales en el Pantanal; e incluso induciendo cambios en los patrones de agua a nivel global, pérdidas irreparables de biodiversidad y liberación de carbono, lo que exacerbaría el cambio climático y pérdidas en los medios de vida de comunidades locales y pueblos indígenas.

En el otro lado de la moneda, hay algo positivo de estas interrelaciones. En nuestra región, presenciamos historias sorprendentes de quienes se han convertido en jardineros de corales en Colombia y creadores de guarderías bajo el mar para recuperar estos ecosistemas en Brasil. Los arrecifes de coral, seriamente afectados por el calentamiento de los océanos, pueden a su vez cuidar la salud de las personas proveyéndoles de alimento, protegiéndoles de tormentas, promoviendo el turismo basado en naturaleza y siendo fuente de componentes medicinales para combatir diversas enfermedades.

Este es el caso de la gran mayoría de nuestros ecosistemas naturales: son sumamente frágiles, están siendo afectados directamente por las actividades humanas con grandes riesgos hacia el futuro y la salud de estos ecosistemas, que también es la nuestra, invita a una responsabilidad de cuidado conjunta.

En 2024 y 2025, América Latina tiene la oportunidad de liderar acciones contundentes a nivel global en estos temas. Dos países latinoamericanos serán epicentro de los esfuerzos de Naciones Unidas para hacer frente a estas problemáticas: Colombia organizará la Cumbre de Biodiversidad en octubre de este año (COP16), mientras que Brasil albergará la Cumbre de Cambio Climático en noviembre de 2025 (COP30).

La región está bien posicionada para jugar un papel de líder y predicar con el ejemplo, pues aunque genera menos del 10% de las emisiones globales de los gases causantes del cambio climático, tiene uno de los más altos niveles de biodiversidad del planeta, con una increíble riqueza de especies, particularmente endémicas.

Los gobiernos de América Latina y el Caribe deben, pues, demostrar un liderazgo responsable, que aborde de manera integral la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y asegure condiciones habilitantes para el desarrollo sostenible. En este sentido, es indispensable avanzar en procesos conjuntos de planificación, implementación y financiamiento, alrededor de las siguientes acciones:

  • Primero, garantizar que los procesos nacionales de planificación de políticas sobre clima y biodiversidad se integren en el desarrollo de estrategias sectoriales;
  • Segundo, priorizar y establecer estrategias financieras con participación de banca nacional de desarrollo, banca multilateral, sector privado y cooperación internacional de países desarrollados, con miras a implementar soluciones basadas en la naturaleza que puedan contribuir tanto a los objetivos climáticos como a los de biodiversidad y el ejercicio de los derechos humanos;
  • Tercero, aumentar la representación y recursos para que pueblos indígenas y comunidades locales afrodescendientes, campesinas, pesqueras, mujeres, jóvenes, niñas y niños y otros actores afectados desproporcionadamente por su vulnerabilidad o nivel de marginación, actúen sobre el cambio climático y la biodiversidad a través de enfoques holísticos;
  • Cuarto, apoyar las asociaciones público-privadas, junto con las iniciativas no estatales, como catalizadores clave para una acción integradora.

El futuro de Latinoamérica y del planeta depende de nuestra acción inmediata. Es obligación de los tomadores de decisión y líderes regionales seguir el ejemplo de proteger ecosistemas vitales para asegurar la salud de las personas en los acuerdos de la COP16, y la futura COP30, y posicionar una voz latinoamericana fuerte y sólida.

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