Opinión
Sin Confianza No Hay Nación
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7 meses agoon
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Isaías RamosPor Isaías Ramos
Hay algo más devastador que la pobreza.
Más humillante que la desigualdad.
Más corrosivo que la corrupción.
Es la desconfianza.
Cuando la confianza se pierde, la esperanza se convierte en frustración. La gente deja de creer en las instituciones, en los líderes, en la política, en el prójimo… y hasta en el futuro.
Lamentablemente, esa es la herida más profunda que sufre hoy nuestro país: la confianza está rota, traicionada y pisoteada por una élite política que ha convertido el poder en su botín personal.
Durante casi tres décadas, lo único que ha prevalecido es el engaño, la mentira, la manipulación, la perversión y la impunidad. Y como prueba de ello, lo confirman los propios datos del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, en la Encuesta de Cultura Democrática 2022-2023:
7 de cada 10 dominicanos desconfían de la mayoría de las personas.
Apenas 2 de cada 10 confían en el Congreso, la Justicia, la Policía Nacional y los partidos políticos.
Incluso el Poder Ejecutivo, que mantiene el nivel más alto de confianza institucional, apenas alcanza un 40%, una cifra que en cualquier democracia responsable sería motivo de alarma nacional.
¿Y qué hace ese Ejecutivo con la poca confianza que le queda?
¿Fortalecer la justicia?
¿Combatir la corrupción?
¿Romper con el clientelismo?
¿Modificar las leyes o introducir reformas que hagan realidad el Estado Social y Democrático de Derecho consagrado en nuestra Constitución?
No.
Envía al Congreso una ley mordaza, disfrazada de protección a la niñez y al honor, pero diseñada para controlar, limitar y castigar el ejercicio de la libertad de expresión y de prensa.
Lo más grave es que los derechos que esta ley dice “proteger” ya están garantizados en nuestra Constitución y en leyes vigentes, como el Código Penal, la Ley sobre Protección de la Imagen, el Honor y la Intimidad Familiar, la Ley de Protección de la Niñez y Adolescencia y la Ley sobre Crímenes y Delitos de Alta Tecnología.
Esta propuesta no es una necesidad jurídica, es una estrategia política para silenciar la crítica, intimidar a la prensa libre y castigar a quienes se atrevan a denunciar los abusos del poder.
Mientras el pueblo clama por justicia y oportunidades, ellos solo buscan más poder y menos rendición de cuentas.
Ya lo vimos con la vergonzosa elección de la Cámara de Cuentas.
Prometieron transparencia y meritocracia, pero montaron un circo mediático para legitimar un proceso que ya estaba decidido entre bastidores.
Usaron a decenas de profesionales como tontos útiles, mientras el clientelismo y la complicidad sellaban los pactos ocultos por debajo de la mesa.
¿Cómo puede el pueblo confiar en instituciones que ya no responden a la ciudadanía, ignoran la Constitución y solo protegen los privilegios del poder político?
Y sin embargo, no todo está perdido.
La historia y la experiencia internacional lo demuestran:
La confianza se reconstruye cuando el pueblo despierta y asume su rol como verdadero dueño del poder.
No necesitamos parecernos a los países nórdicos para lograrlo.
Necesitamos un pueblo que se levante, que diga basta y que reclame lo que por derecho le pertenece:
una democracia verdadera, donde se gobierne con transparencia, se rinda cuentas y se respete la voz del ciudadano.
Porque una nación sin confianza deja a sus ciudadanos sin brújula moral, sin comunidad y sin propósito.
Las sociedades más prósperas son aquellas donde la gente no teme ser manipulada, engañada o robada, porque sus instituciones funcionan y sus líderes respetan al pueblo y cumplen con su deber.
La honestidad cívica es la base del desarrollo y del bienestar colectivo.
Sin ella, todo se convierte en un círculo vicioso de engaños, manipulación, inseguridad y corrupción.
La falta de confianza destruye el capital humano, ahuyenta las inversiones, frena el crecimiento económico y condena a la sociedad a vivir en la pobreza y la desesperanza.
Por eso, la confianza no se decreta, se construye.
Y se construye cuando el pueblo deja de ser un espectador pasivo y se convierte en el verdadero protagonista del cambio.
Hoy, desde el Frente Cívico y Social, hacemos un llamado urgente y firme a cada dominicano y dominicana:
- A rechazar esta ley mordaza, que amenaza nuestras libertades fundamentales.
- A defender nuestra Constitución, que ya protege lo que esta ley pretende manipular.
- A exigir que se haga realidad el Estado Social y Democrático de Derecho, donde se gobierne para el bienestar colectivo, donde todos seamos iguales ante la ley y donde nadie tema alzar su voz.
Porque sin confianza no hay nación… pero con un pueblo unido, hay esperanza.
Y cuando el pueblo se levanta, ni mil leyes mordaza podrán detener su voz.
¡Despierta, RD!
Opinión
Trump ordena, Abinader se arrodilla y el Pentágono invade
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3 días agoon
diciembre 11, 2025Por Narciso Isa Conde
Santo Domingo.– Al aceptar la determinación de Trump y del Pentágono, de intervenir militarmente los aeropuertos de San Isidro y Las Américas, el espacio aéreo y aguas territoriales de nuestro país, para agredir militarmente a Venezuela y a otros países de la región, Luis Abinader ha cometido el delito de traición a la patria dominicana y la peligrosa afrenta de sumarse al plan de guerra e intervención de EE.UU. en esta región.
¿Qué implica la intervención militar en bases dominicanas?
La base militar de San Isidro es la más grande del país, concentra el mayor poder de fuego (aviación, cuerpo de paracaidistas, infantería y blindados) y pasa a ser intervenida por el Comando Sur del Pentágono.
No se había visto una cosa parecida luego de la intervención militar de abril de 1965: en los últimos 60 años la intervención militar de EE.UU. se mantuvo camuflada como «asesorías», «visitas», «ejercicios» y «operaciones» puntuales; pero ahora la intervención se asume directa, invasiva, indefinida y con tropas especializadas.
La Constitución vigente -a pesar de lo conservador, autoritario y neoliberal de su contenido- obliga a Abinader a rechazar cualquier agresión a nuestra soberanía y cualquier intervención en los asuntos internos de otros países.
¿Cuál es el contexto político y regional de esta acción?
En verdad, no se trató de un «acuerdo», sino de una orden de Trump y el Pentágono, fielmente cumplida por Abinader, en medio de un despliegue naval en el Caribe y áreas del Pacífico; apuntando contra Venezuela y Cuba, en primer lugar y sucesivamente.
Pero también contra los gobiernos de México y Colombia (Colombia ya invadida por 10 bases militares), sin descartar Nicaragua, ni a otros países que no se le dobleguen a un imperio furioso por su decadencia, empecinado en saquear petróleo, gas, minerales estratégicos, biodiversidad y fuentes de agua en Nuestra América.
El cartel mayor del Hemisferio Occidental es Wall Street y el mercado más grande es el Norte Revuelto y Brutal, mientras aquí abundan las narco-complicidades en altas instancias del Estado.
Este es un narco-estado y si no lo creen, examinen los largos años de impunidad de altos funcionarios civiles, militares y empresarios protectores de los capos Quirino, Figueroa Agosto, Toño Leña, Cesar El Abusador, Arturo del Tiempo, Nelson Solano, Miguel Gutiérrez, Miki López, Yamil Abreu y los capos del Cartel del Cibao, que primero financió al PLD y luego al PRM.
Examinen la narco-política del PRM y por qué las conexiones del narco con sus jefes políticos en funciones gubernamentales no se atacan ni se sancionan.
Opinión
Educación y carácter: deuda que RD no puede posponer
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3 días agoon
diciembre 11, 2025Por Isaías Ramos
Santiago nos golpeó con dos tragedias que el país no puede normalizar. Noelvin Jeremías Cabrera, de 14 años, murió tras un conflicto vinculado al entorno escolar luego de salir del Politécnico Simón Antonio Luciano Castillo; otro adolescente guarda prisión preventiva mientras se conoce el proceso.
Días después, Stephora Anne‑Mircie Joseph, de 11 años, falleció por ahogamiento durante una excursión escolar del Colegio Leonardo Da Vinci. Según informó el Ministerio Público, el caso se investiga como homicidio involuntario y se detuvo a cuatro personas, alegando presuntas fallas graves de supervisión y seguridad.
Estos episodios no son accidentes desconectados. Son síntomas de un deterioro profundo: en demasiados entornos escolares se ha debilitado la fuerza formativa, la autoridad moral y la coherencia institucional. Durante casi treinta años, la formación moral y cívica ha sido relegada y, al mismo tiempo, la disciplina ha sido malinterpretada como autoritarismo, dejando un vacío que hoy se expresa en conductas violentas, negligencia, irrespeto y una cultura escolar sin límites claros.
El Gobierno reaccionó anunciando una mesa interinstitucional “permanente” entre el Ministerio de Educación y la Procuraduría, enfocada en prevención, monitoreo y protocolos de actuación. Es un paso necesario. Pero debemos ser honestos: la República Dominicana está cansada de anuncios que no pasan de la rueda de prensa. La ciudadanía exige resultados medibles, responsables identificables y continuidad real. Lo que no se supervisa se pierde; lo que no se mide se diluye.
El problema de fondo excede cualquier mesa técnica. La Constitución es clara: el artículo 63, numeral 13, ordena como obligatoria en todas las escuelas —públicas y privadas— la formación social, cívica y ética, la enseñanza de la Constitución, los derechos fundamentales y la convivencia pacífica. La Ley 66‑97 insiste en principios como el respeto a la vida, la democracia, la solidaridad, la verdad y los valores que sostienen la dignidad humana. Sin embargo, entre la teoría legal y la práctica cotidiana hay un abismo que seguimos pagando con vidas jóvenes.
Hay, sin embargo, una señal alentadora: la Ordenanza 02‑2025 del Ministerio de Educación, que establece la implantación formal de la asignatura Educación Moral, Cívica y Ética Ciudadana en todos los niveles a partir del año escolar 2025‑2026. Es un avance importante, pero no será suficiente si no se acompaña de tres elementos indispensables: formación docente rigurosa, coherencia institucional y supervisión real. Una asignatura sin cultura institucional es como sembrar sin preparar la tierra.
En el Frente Cívico y Social entendemos que volver a educar el carácter implica recuperar la disciplina como virtud cívica, no como castigo. Disciplina significa dar estructura, sostener límites razonables y construir hábitos que fortalezcan la voluntad. Significa ser coherente —los adultos primero—, persistente —todos los días— y consistente —consecuencias claras, justas y previsibles—. La disciplina bien aplicada protege al alumno, dignifica la convivencia y devuelve a la escuela su papel como taller de ciudadanía.
Esta visión ha sido afirmada desde perspectivas distintas pero convergentes. Elena G. de White advirtió que la verdadera educación desarrolla la facultad de pensar y hacer, evitando que los jóvenes sean “simples reflectores del pensamiento de otros”. Y Camila Henríquez Ureña alertó contra reducir la educación a instrucción técnica, recordándonos que formar el ser es más decisivo que enseñar destrezas.
Hoy, en plena era de la inteligencia artificial, esta verdad es más urgente: la información se obtiene en segundos; el carácter se forma con esfuerzo cotidiano y con entornos que sostengan lo correcto cuando haya presión.
En medio de tanta preocupación, pude ver una señal de esperanza. Recientemente compartí con el personal docente y administrativo del Colegio Adventista Salvador Álvarez de Jababa, Moca: la escuela donde estudié de niño, fundada en 1925 y portadora de cien años de legado educativo y cristiano. Allí, en una actividad anual organizada por la familia Álvarez‑Piantini‑Schliemann, reafirmamos un compromiso: trabajar juntos para que este colegio rural se convierta en un referente nacional de educación integral y disciplina con propósito. En tiempos de crisis, los ejemplos valen más que los discursos.
Si queremos honrar a Noelvin y a Stephora, debemos transformar el duelo en acción verificable. Necesitamos un protocolo nacional obligatorio para excursiones escolares y actividades de riesgo, con auditoría anual y sanciones claras cuando se incumpla. Necesitamos indicadores públicos de convivencia —con estricta protección de identidad— y, más importante aún, que se publiquen de forma trimestral por distrito educativo: incidentes reportados, tiempos de respuesta, medidas aplicadas y avances en prevención. Y necesitamos la ejecución seria, no decorativa, de la formación moral y cívica, con acompañamiento docente, supervisión independiente y continuidad sostenida.
Porque una sociedad que educa el carácter reduce la violencia. Y una que renuncia a esa tarea termina llorando a sus hijos.
Despierta, RD!
Por Rommel Santos Diaz
Otro de los derechos accesorios al derecho a la participación es el derecho a la notificación. Una vez que las víctimas sean reconocidas como tales frente a la Corte Penal Internacional, en una situación o en un caso, directamente o a través de sus representantes legales, las víctimas tienen derecho a ser notificadas e informadas de los avances del procedimiento, de las decisiones de la Sala correspondiente, de las fechas de las audiencias, de la interposición de recursos por las partes , entre otras diligencias.
Tanto la publicidad de los procedimientos como la notificación a las víctimas son claves para garantizar que esta pueda ejercer su derecho a la participación.
Esta importancia es reconocida por algunas disposiciones que hacen expresa la necesidad de que las víctimas tengan conocimiento del estado de los procedimientos; por ejemplo la norma 87 establece la obligación explícita del Fiscal de notificar a las víctimas de acuerdo a la regla 50(1) y la regla 92(2). Igualmente, derivado del artículo 15 del Estatuto de Roma, la Secretaría podrá asistir en esta notificación si así es requerida por la Fiscalía.
Igualmente, existe la obligación de notificar y dar adecuada publicidad de las actuaciones por medios generales de acuerdo a las reglas 92(8) y 96(1).
Esta función se encuentra regulada en el Reglamento de la Secretaría de la Corte Penal Internacional en donde se reconoce la importancia de que esta información sea accesible a las víctimas para facilitar el ejercicio de sus derechos.
Finalmente es importante mencionar que los jueces al ser los garantes del debido proceso y el ejercicio de las víctimas, tienen la facultad de rechazar una solicitud de participación si consideran que en ella no se ha acreditado la calidad de víctima frente a la Corte Penal Internacional.
Sin embargo, las víctimas podrán presentar otra solicitud en una etapa ulterior de acuerdo a la regla 89(2).Finalmente las víctimas si así lo desean, podrán retirar su solicitud de participación en cualquier momento si así conviniere a sus intereses.
