Opinión
Trujillo con sus “indios” y Abinader con su “pura cepa”
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8 meses agoon
Por Narciso Isa Conde
Trujillo era “mulato”* como sus hermanos Negro Trujillo, Petán, Pipí…Su madre, Julia Molina Chevalier, era descendiente de haitianos, por los Chevalier.
Pero Trujillo, “El Jefe”, el “Generalísimo”, se blanqueaba la cara con crema perlina y se enrojecía las mejillas, no se sabe con qué.
Vestía elegantemente, en abierta competencia con los blanquitos y riquitos de la Capital.
El Jefe se creía de “pura cepa”, sin serlo.
Claro, pa que lo sepan, se creía de blanca cepa.
Como racista hispanófilo, negaba su origen y se preciaba de blanco de “primera clase”, siendo un “mulato presumido y comparón” de varias cepas, tenido a menos por la “clase encopetada”.
Seleccionado por los gringos (intervención 1916-24) jefe militar, resultó un tirano muy cruel, de mentalidad conservadora-colonialista.
Aferrado a la supremacía blanca, odiaba a los negros/as, especialmente haitianos/as o de origen haitiano. Recordemos la matanza del 37 y aquel emplazamiento imperativo identificarlos y matarlos: ¡“diga perejil”!, frase que los haitianos/as pronuncian mal.
Unos de sus empeños fue borrar el fenotipo negro/a de la cédula de identidad, para reforzar la idea de una dominicanidad ajena a nuestra valiosa afro descendencia.
Entonces, el tirano ordenó o dictó incluir en los datos de la cédula de identidad la posibilidad de declararse “indio/a” **, “indio claro” e “indio oscuro”, para desplazar progresivamente del documento oficial lo de negro o “mulato”; instruyendo de paso a los funcionarios de las oficialías civiles, persuadir a la gente de tez oscura a asumir una de las tres variantes del “indio”.
A diferencia de los gobernantes racistas de países con poblaciones aborígenes, a Trujillo no le molestó atribuirle al dominicano o a la dominicana de “color”***, la condición de “indio/a, puesto que todos los aborígenes habían pagado con la muerte sus culpas de ser “indios/as”, sin portar apellidos “claro” u “oscuro”.
Recordemos también que los conquistadores y colonizadores pretendieron llegar a la Indias Orientales y se toparon con lo que después bautizaron América y, antes, “Indias Occidentales”; conformándose con exterminar a todos los caribeños y matar 70 millones de “indios” suramericanos y centroamericanos, al verse impedido de exterminarlos totalmente por el heroísmo y la resistencia de los aztecas, mayas, incas, mapuches, quechuas, aimaras, chapini, misquitos, cunas y catrachos…
Trujillo mató 20 mil haitianos, como sub-producto del racismo imperial europeo, que desde el inicio de la colonización esclavizó a centenares de miles de negros/as traídos/as de África y los mató por montones, sin poderlo exterminar; y no por la Gracia del Dios del Vaticano, sino por la heroica resistencia de la negritud haitiana y latino-caribeña.
En nuestro país sigue viva, cometiendo nuevos desafueros, la pretensión colonialista de prologar la supremacía blanca y su persistente despliegue de racismo, a nombre de la defensa de una falsa dominicanidad neo-anexionista, muy parecida a la de Pedro Santana y Buenaventura Báez.
La ideología racista fue potenciada por Trujillo y su heredero Balaguer; mientras en este presente crítico para la dominación imperialista estadounidense, sus relevos en el PRM, PLD, PRSC, PRD, FP, FNP, PQD, BIS, y en toda la órbita política corrompida, se abrazan al racismo anti haitiano con renovada pasión: contando con el valioso respaldo de la elite empresarial criolla y extranjera, y de su enorme poder mediático.
Abinader encabeza desde el estado dominicano esa cruzada, y entre sus maliciosos y sofisticados aportes a la cuantiosa siembra de una falsa dominicanidad, figura un recurso publicitario de alta calidad profesional y demasiada perversidad encubierta: el spot “DOMINICANOS DE PURA CEPA”, ¡pa que lo sepan!
NOTAS:
*Mulato/a” es un término despectivo de corte racista, inspirado en el producto de la unión de yegua y burro, por eso lo pongo entre entrecomillas.
** “Indios/as” son realmente los/as nativos/as de la India, algo diferente a los pueblos originarios de Nuestra América. Todo lo demás es producto del extravío de Colón y los conquistadores.
*** Personas de “color”, le dicen los gringos a los negros y mestizos.
Opinión
Estados Unidos se queda sin moral para exigir a otros respeto por la ley.
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1 día agoon
febrero 21, 2025Por José Cabral.
Este pasado 5 de noviembre se celebraron elecciones en los Estados Unidos en las que fue escogido como presidente de la nación más poderosa del mundo un criminal convicto.
Donald Trump ha sido condenado por una serie de delitos civiles y penales y todavía tiene otros pendientes, los cuales de seguro serán sobreseídos hasta que ocupe la jefatura del Estado.
Pero poca importa que las cosas ocurran de ese modo, porque ya Trump tiene un sello como un criminal convicto que desde cualquier perspectiva que se vea impacta negativamente a los Estados Unidos.
Es la primera vez que en este país se escoge un presidente condenado por la comisión de delitos comunes, lo cual deja mucho que decir.
Esta elección tiene dos aristas a analizar, la primera es que la alta votación del ciudadano norteamericano en su favor no deja dudas de que este hombre recibe todo el apoyo de su pueblo, lo que quiere decir que aplaude y aprueba sus andanzas.
Lo otro es que, con la elección de un criminal convicto, los Estados Unidos no pueden pedirles a los demás países una conducta diferente a la que ha tenido Trump.
Presionar y exigir que los actores políticos, por ejemplo, de Latinoamérica que usan la corrupción administrativa en el manejo del Estado, sería como pedir lo que no se puede dar, es decir, demandar una conducta moral que difiere de la que ha exhibido el jefe del Poder Ejecutivo en la potencia de norte.
Se puede decir, entonces, que de ahora en adelante no se le puede tolerar a los Estados Unidos que publique informes sobre la corrupción que se produce desde los gobiernos en Latinoamérica y el mundo, porque no tiene la moral para ello.
Cómo pedirle, por ejemplo, a los haitianos que no involucren el Estado con acciones al margen de la ley cuando su presidente está metido hasta los tuétanos en esos asuntos.
Lo otro es que los ciudadanos de los Estados Unidos deben sentirse orgullosos de su presidente electo, pese a sus condenas por la comisión de una serie de actos que riñen con la ley.
Las cosas son así de sencillas, pero también de complejas.
Por Isaías Ramos
En una era marcada por el caos y la desilusión, la fatiga de la indignación se ha infiltrado profundamente en nuestras vidas, amortiguando la llama de la empatía y la acción colectiva.
Nos rodeamos de injusticias que, aunque nos afectan diariamente, a menudo no logran despertar nuestra indignación. Este adormecimiento emocional no solo amenaza nuestra moralidad individual, sino también el tejido de nuestra sociedad democrática.
La indignación, lejos de ser un sentimiento negativo, es un catalizador poderoso para el cambio y una respuesta vital ante la injusticia. En el corazón de cada movimiento significativo que ha cambiado el curso de la historia, ha estado la indignación convertida en acción.
Así fue con nuestro padre de la patria, Juan Pablo Duarte, cuya respuesta a las provocaciones despectivas fue transformar su indignación en una fuerza constructiva que desafió el status quo y forjó un camino hacia la democracia y la justicia social.
Juan Pablo Duarte, enfrentado a desafíos y provocaciones, encarnó la respuesta más fértil a la injusticia. Su experiencia es emblemática; durante una ocasión notable, un capitán español, en un acto de desprecio flagrante, le espetó a Duarte y a sus compatriotas: «Ustedes no tienen nombre, porque ni ustedes ni sus padres merecen tenerlo, porque son cobardes y serviles, inclinan la cabeza bajo el yugo de los esclavos». Estas palabras, lejos de quebrantar el espíritu de Duarte, encendieron una chispa de indignación que se transformó en un impulso revolucionario.
Hoy, nos enfrentamos a una encrucijada crítica: podemos seguir siendo testigos pasivos de la erosión de nuestros principios y valores fundacionales, o podemos optar por reavivar nuestra capacidad de indignarnos.
Cada uno de nosotros posee el poder de efectuar cambios significativos. Las grandes olas de reforma social siempre han comenzado con el despertar de la conciencia colectiva, tal como lo demostró Duarte.
Es hora de rechazar la resignación y la apatía que han calado en nuestras vidas. Debemos conectar con nuestros sentimientos más profundos de justicia y equidad para reclamar un sistema en el que la corrupción y la opresión no sean las normas, sino la excepción; un sistema donde la igualdad de oportunidades no sea un lema vacío, sino una realidad palpable.
Este cambio comienza con la educación y la información. Debemos estar informados sobre las acciones de aquellos en el poder y ser críticos con la información que consumimos. Participar activamente en los procesos cívicos y sociales es crucial. El derecho a elegir y ser elegibles para los cargos, consagrado en nuestra Constitución y reafirmado por sentencias judiciales, es un faro de luz que no debemos desperdiciar.
La pasividad nos convierte en cómplices del deterioro de nuestro entorno. Pero al optar por la indignación activa, nos convertimos en arquitectos de nuestro futuro. Desde el Frente Cívico y Social, te invitamos a indignarte no solo por ti, sino por aquellos que han perdido su voz en el estruendo de la indiferencia. Transformemos esa indignación en un movimiento imparable hacia un futuro donde prevalezca el orden, la justicia y la igualdad de oportunidades bajo un Estado profundamente comprometido con el bienestar de todos sus ciudadanos.
Estamos convencidos de que este es nuestro momento para actuar y redefinir el curso de nuestra historia, tal como hizo Duarte en su tiempo. La fatiga de la indignación puede ser superada; solo requiere que cada uno de nosotros decida despertar y actuar. La esperanza de un mañana mejor está en nuestras manos.
¡Despierta, RD!
Opinión
Derechos de las personas durante la investigación de la Corte Penal Internacional
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2 días agoon
febrero 20, 2025Por Rommel Santos Diaz
En las investigaciones realizadas de conformidad con el Estatuto de la Corte Penal Internacional nadie será obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable.
De acuerdo con el Estatuto de Roma nadie será sometido a forma alguna de coacción, intimidación o amenaza, a torturas ni a otros tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes.
En el proceso de investigación de la Corte Penal Internacional , quien haya de ser interrogado en un idioma que no sea el que comprende y habla perfectamente contará, sin cargo alguno, con los servicios de un intérprete competente y las traducciones que sean necesarias a los efectos de cumplir el requisito de equidad.
De conformidad con el Estatuto de Roma nadie será sometido a arresto o detención arbitrarios ni será privado de su libertad salvo por los motivos previstos en el Estatuto y de conformidad con los procedimientos establecidos en él.
Cuando haya motivos para creer que una persona ha cometido un crimen de la competencia de la Corte Penal Internacional y esa persona haya de ser interrogada por el Fiscal o por las autoridades nacionales, o en cumplimiento de una solicitud hecha de acuerdo las disposiciones del Estatuto de Roma tendrá el derecho a ser informada.
Dentro de los derechos que tiene una persona en el proceso de investigación de la Corte Penal Internacional el Estatuto de Roma señala el de ser informada de que existen motivos para creer que ha cometido un crimen de la competencia de la Corte.
Antes del interrogatorio la persona también deberá ser informada de que tiene derecho a guardar silencio , sin que ello pueda tenerse en cuenta a los efectos de determinar su culpabilidad o inocencia.
Cabe destacar que en el proceso de investigación de la Corte Penal Internacional la persona tiene derecho a ser asistida por un abogado defensor de su elección o, si no lo tuviere, a que se le asigne un defensor de oficio, siempre fuere necesario en interés de la justicia y , en cualquier caso, sin cargo si careciere de medios suficientes.
Finalmente, la persona tendrá el derecho a ser interrogada en presencia de un abogado, a menos que haya renunciado voluntariamente a su derecho a asistencia letrada de conformidad con lo establecido en el Estatuto de Roma.