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Editorial

Un augurio Preocupante

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descargaLos pronósticos y vaticinios para el 2014 son muy diversos y variados, unos que provienen de los denominados astrólogos, los cuales no son más que adivinanzas, mientras que otros proceden de economistas y cientistas sociales, cuyos enfoques son más realistas y certeros en muchos casos.

Esto es propio del año que sale y del nuevo que entra, en cuya fecha los comprometidos con lo peor hablan de prosperidad, de crecimiento macroeconómico y del Producto Interno Bruto y de otros referentes importantes para determinar que mal o bien está el país.

Es una gama tan amplia de opiniones y análisis al respecto que cualquiera termina definitivamente loco, porque mientras algunos hablan de que las cosas están o estarán muy buenas, no son pocos los dominicanos, por no decir las grandes mayorías nacionales, que no reciben nisiquiera un alivio de sus grandes precariedades.

La cuestión es que todo el que habla de crecimiento y bonanza económica está bajo la sombrilla del Estado, forma parte de la gran cantidad de depredadores del patrimonio público, pero una ínfima cantidad con relación a toda la población dominicana, la cual sufre hasta más no poder por una carga impositiva que se destina, sobre todo, a mantener un ejército de vagos de los tres partidos tradicionales que se reparten el pastel, los cuales, sin lugar a dudas, aunque con colores diferentes, constituyen un partido único.

El año que recién se inicia no puede ser previsto al margen de los problemas históricos que han afectado a la sociedad dominicana, los cuales están ahí y no van a desaparecer por arte de magia y en consecuencia los resultados no pueden ser otros que los que hemos tenido durante décadas, pero empeorados.

¿O a caso los graves problemas nacionales no son propios de una sociedad que aún conserva la falta de institucionalidad y su hija legitima la impunidad, la grave y preocupante deuda pública, tanto interna como externa, las  deficiencias en la aplicación de una correcta política estatal, el progresivo deterioro de la biodiversidad y el medio ambiente y la rampante corrupción que hoy arropa a los de arriba y a los de abajo, causa fundamental de los déficits fiscales, la desestabilización de las finanzas públicas, los conflictos y las tensiones sociales que padece la Nación?

Entonces qué se puede esperar de un año en el que se mantienen los mismos intereses de los grupos que controlan el Estado, la misma cultura del fraude y de la corrupción que involucra a gobernantes y gobernados.

Siendo así las cosas, no se puede esperar que el año 2014 llegue lleno de bendiciones y de buenos augurios, ya que el bienestar nacional siempre estará determinado por la forma como se manejen los recursos públicos, el patrimonio nacional y el modelo económico que se implemente.

De manera, que si partimos de todos estos referentes, de todas estas variantes, sin caer en adivinazas, la República Dominicana inicia el año 2014 con graves y serias amenazas de desestabilización social, política y económica, porque la tendencia es a un mayor encarecimiento del costo de la vida, aumento del desempleo y en consecuencia a más  peligrosas tensiones y conflictos sociales que podrían desencadenar en una gran poblada que ponga en peligro los intereses de los que no ven ni oyen a menos que no sea para crear fórmulas de aumentar sus grandes fortunas en confabulación con los protagonistas de la vida política tradicional del país.

Esa es la cruda realidad y así será el año que apenas se inicia.

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Editorial

Un debate que se queda en las buenas intenciones de sus organizadores.

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El debate presidencial entre los tres principales candidatos en las elecciones del próximo 19 de mayo del 2024 representa un escenario que por sí solo no constituye ni genera ningún tipo de esperanza en una democracia con niveles muy alto de descredito.

No importa que hermosos sean los discursos de figura como Leonel Fernández, Abel Martínez y del presidente Luis Abinader, porque hay una expresión que dice por sus hechos los conoceréis.

Habrá alguien que se atreva a decir que aparte de lo que ellos puedan prometer estos tres personajes tienen algo tangible en favor de la democracia dominicana, máxime en el tema más delicado de la vida nacional que es el que tiene que ver con un comportamiento ético.

Este periódico entiende que ello sería vender una mentira que tarde o temprano se confirma una vez más, ya que son tantas sus falencias que no hay forma de que lo dicho por ellos pueda servir para mejorar los niveles de credibilidad de la democracia.

En realidad, es como si se tratara de un circo, donde sus protagonistas no es verdad que motivan una reacción saludable para que puedan vender muchas boletas y aumentar la asistencia a ese entretenimiento.

Y el problema no radica en la edad, para específicamente hablar de Leonel Fernández, sino con lo que ha sido su conducta, ya que es muy poco lo que se puede creer de lo que dice, aunque lo propio se puede decir de los jóvenes que están en el mismo entorno como Abel Martínez o Luis Abinader, lo cual lo hace viejos de pensamientos y en consecuencia representantes de la misma cosa.

Es decir, que la juventud de Abel Martínez significa lo mismo, dado que su comportamiento en el escenario político nacional y su vida pública son más contundentes que cualquier otra cosa.

El presidente Abinader tampoco tiene la credibilidad suficiente para mejorar  la democracia nacional, entonces siendo así el debate es una herramienta que en este caso sirve de poco.

Y no es que el mismo no sea idóneo siempre y cuando cambien los referentes de los personales que intervienen en él, sino que su efecto sólo será posible si quienes exponen sus ideas avalan éstas con una conducta que haga creíble lo que dicen.

De otro modo, es como nadar en el mar, dado que el color de la pluma del pájaro no descanse en pintarlo del color que más puede gustar en el escenario donde vuela, sino de aquella que es la natural y que sin importar lo fea que sea no lesiona el mensaje fundamentado en la verdad, la originalidad y formalidad que reclama la circunstancia.

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Editorial

Policías y militares dominicanos no difieren mucho de los haitianos.

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Si una cosa debe preocupar a la sociedad dominicana tiene que ser el comportamiento de sus policías y militares, porque la gran mayoría no exhibe una buena conducta.

Si se revisa la participación policial y militar en los atracos y robos a mano armada que ocurren en el territorio nacional,  siempre se encontrará la sombre de miembros de los cuerpos armados.

Y si se analizara el problema a partir de lo que ocurre en la frontera, las cosas se complican, porque aparte de que son los militares destacados allí los que permiten la entrada de los haitianos, también fácilmente va a quedar al descubierto que por ahí entra mas que seres humanos, sino  droga,  trata de blanca y miles de actividades ilegales.

Lo complicado del asunto es que el lenguaje que se habla en esa parte del pais es el del dinero dinero, cuyo involucramiento de los militares destacados allí  proviene de los partidos políticos, en los que todo tiene un precio y sólo las cosas caminan cuando cada uno recibe los suyos.

Es decir, que pedir un comportamiento ético y mística en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional es una quimera que no parece tan fácil de lograr.

El país está inmerso en la fiesta de los cuartos y el que no tiene la audacia para buscarlo y repartir se queda fuera de la misma, porque nadie lo quiera a su lado y precisamente así están los cuerpos armados de la nación.

Ahí está la explicación del comportamiento de los miembros de la Dirección Nacional de Migración, quienes están más atentos de las propiedades de los haitianos que de su documentación y si son o no ilegales.

Lo grave del problema es que, aunque muchos superiores hablan todo lo que les viene a la boca cuando se produce un escándalo, lo cierto es que nadie está fuera del botín, cuyos beneficiarios no les importa otra cosa que acumular dinero sin importar las consecuencias e incluso aunque tengan que poner en peligro los intereses de la patria.

Si este comportamiento no es detenido al precio que sea, la República Dominicana va a sufrir un deterioro en su imagen que llegará un momento que el mal va ser muy difícil revertir.

El problema toma cuerpo, porque se profundiza la crisis de valores, pero no parece que el mal pueda ser detenido porque es la mayoría de la gente que anda en la misma onda.

Solo queda observar.

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Editorial

Un hecho que hiere la conciencia nacional.

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La violación sexual de una adolescente haitiana durante un operativo de la Dirección General de Migración representa una afrenta en contra de toda familia sin importar en qué lugar del mundo ocurra y la nacionalidad de la víctima.

Puede producirse en cualquiera de los continentes que conforman el mundo y no hay forma de justificar semejante aberración.

Todo el que tiene algún sentimiento paternal tiene que indignarse con semejante aberración, la cual constituye la que más heridas psicológicas y físicas produce en sus víctimas.

Esa es una forma de arruinarla la vida un ser que apenas comienza a vivir, cuyos traumas la acompañarán durante el resto de su existencia.

No hay forma de concebir semejante crimen, porque en realidad la violación sexual es uno de los peores recursos de cualquier degenerado en contra de sus víctimas.

Cualquier buen ciudadano, no importa que tan poca o muy civilizada sea su nación de procedencia, no puede sentirse cómodo con que un degenerado sobre la base del poder público cometa semejante agresión, pero peor aun en contra de una persona que todavía se puede definir como una niña.

Ya el Gobierno ha reaccionado al respecto, pero el asunto no permite dilaciones, porque el remedio tardío puede ser mucho peor que la enfermedad y la sociedad dominicana no puede darse el lujo de proyectarse ante la comunidad internacional como una nación de salvajes y de perversos que se escudan en la ley para cometer sus atrocidades.

No hay forma de justificar semejante acción, sin importar las diferencias migratorias y a otros niveles con los haitianos, porque el crimen cometido por miembros de la Dirección General de Migración trasciende todas las fronteras.

El que viola a una haitiana de igual lo hace con una dominicana o con cualquier otra persona, porque se habla de un enfermo que merece tratamiento clínico y de la sanción que dispone la ley para este tipo de conducta.

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