Dice una famosa expresión popular dominicana que el papel lo coge todo, desde lo inverosímil hasta lo utópico.
El discurso del presidente Abinader de anoche desde las escalinatas del Palacio Nacional fue de entrada un gasto innecesario en medio de un gran endeudamiento público y de serias dificultades económicas del país.
Lo otro es que estos gastos del Gobierno y de sus funcionarios a través de campañas mediáticas muy costosas a propósito de su primer año en el poder, desmiente una de las medidas más importantes del jefe de Estado y se trata del llamado plan de austeridad.
Ese plan de austeridad del Gobierno recibió muchas críticas porque históricamente en el país se habla del tema como parte de los engaños de los que tienen el control de las finanzas públicas.
Pero en realidad la alocución presidencial lució como un exceso del montaje de un acto prácticamente proselitista, porque si bien nadie puede quitarle la decisión del mandatario de hablarles a los dominicanos cuando quiera y desde donde quiera, también lo cierto es que son gastos innecesarios en medio de la crisis.
El discurso de Abinader fue muy abarcador, pero de todos los temas hay uno muy realizable porque prácticamente no tiene costo y es el referente a la reforma institucional, es decir, la modificación constitucional para cambiar la forma de escoger la procuradora general de la Republica, la Cámara de Cuentas, el Defensor del Pueblo y los miembros de la Junta Central Electoral, entre otros órganos públicos.
Esa sola medida llenaría las expectativas de los dominicanos en lo que respecta a evitar que los partidos políticos sigan con su fiesta de promover impunidad, la cual se expresa principalmente mediante la sustracción de los dineros del erario nacional.
Las demás reformas anunciadas por el presidente se pueden quedar como parte de un plan de buenas intenciones, porque todo el mundo sabe que la ejecución de esas obras sólo es posible mediante una reforma fiscal indeseable y de la continuación de un endeudamiento público muy peligroso para la estabilidad de la nación.
Pero ahora mismo el país necesita urgentemente una reforma constitucional para, incluso, eliminar la reelección presidencial que tanto daño ha causado a la sociedad dominicana, porque los funcionarios desde que llegan al manejo de los fondos públicos se creen que esa es una herencia que les han dejado sus abuelas y peor aun cuando sus funciones se extienden por ocho o más años, cuyos ejemplos sobran al respecto y para muestra vale un botón como el de Danilo Medina y Leonel Fernández.
De manera, que de todas las reformas la más posible y prioritaria es la reforma institucional, sin que se les quite méritos a las demás, como la del agua, la energética, la del transporte y finalmente la fiscal, la cual es la que más temores crea en el seno de la población, porque la tendencia y la práctica ha sido de gravar los alimentos y todos los productos de consumo masivo, lo cual representa una forma de liberar a los que más tienen de cualquier carga impositiva.
Este periódico sólo pide menos campañas mediáticas y más inversión social para que los dominicanos puedan sobrellevar sus grandes precariedades económicas y sociales.