Este domingo se celebran las primarias abiertas y cerradas de los dos partidos que son los únicos que tienen reales posibilidades de continuar o de asumir por primera vez el poder en la República Dominicana.
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y el Partido Revolucionario Moderno (PRM) inauguran una nueva forma de escogencia de sus candidatos a los diferentes cargos electivos, cuya metodología parece muy democrática, pero en realidad no es así.
En lo que respecta al PLD, el aspirante del litoral oficialista, Gonzalo Castillo, se sirve con la cuchara grande con el uso de los recursos públicos, el clientelismo y la más descarada malversación de los dineros de las arcas nacionales.
Tanto ha sido así, que este pre-candidato a copado prácticamente todos los medios de comunicación social, desde la televisión, los periódicos y las emisoras de radio convencionales, hasta los digitales.
Fue algo realmente avasallante, aplastante, sin que en lo inmediato se pueda evaluar el alcance del gasto público en una pre-campaña en la que se han invertido miles de millones de pesos, principalmente por parte del aspirante del Gobierno.
En el otro litoral, el que preside Leonel Fernández, no es para menos, porque este aspirante cuenta con una serie de personajes muy corrompidos, con fortunas hechas sobre la base de la llamada acumulación originaria a través de la corrupción administrativa, cuya capacidad de inversión económica no tiene ningún otro político de los que se observan en el escenario nacional.
Ambos aspirantes ya no representan una solución a los problemas que padece la República Dominicana, porque sus compromisos son más con valores anti-democráticos y con una precaria institucionalidad, generadora de todas las diabluras imaginables y no imaginables.
Ni Gonzalo ni Leonel constituyen una garantía de un desarrollo que represente la más mínima posibilidad para construir una nueva República Dominicana, donde los jóvenes no tengan que irse del país para poder sobrevivir o por lo menos tener un empleo digno.
En lo que tiene que ver con el PRM, éste también no ha demostrado que represente un cambio ético en el manejo de la cosa pública, porque no se comporta bien con la administración de los dineros entregados por la Junta Central Electoral, por lo que menos lo va hacer con los pertenecientes al presupuesto nacional.
El PRM, hijo legítimo del PRD, sólo se diferencia en los colores y los rostros de sus dirigentes, pero su conducta frente al patrimonio público es el mismo, ambos con personajes que representan una amenaza para las riquezas nacionales.
Entonces, siendo así, el dominicano está prácticamente huérfano de cualquier cambio real en la conducción de un Estado disfuncional, que adolece de tantos males que en realidad no le permite instaurar un régimen de institucionalidad y decencia nacionales que convierta el país en otro referente.
Las primarias no han sido más que una reafirmación de las distorsiones y las debilidades de que adolece la democracia en un país del tercer mundo llamado República Dominicana, donde todo se vale sin que se tema a un régimen de consecuencia.
No es verdad que este certamen sea un evento democrático como se ha querido vender, sino de la legitimación de la corrupción y la prostitución de prácticamente todos los órganos del Estado, cuyos funcionarios usan sus recursos medalaganariamente sin que pueda ser tomado en cuenta para dar un ejemplo en el ámbito jurisdiccional del sistema de justicia.
Ya terminó la fiesta, no democrática como muchos quieren argumentar, sino del despilfarro y malversación del patrimonio del pueblo dominicano, cuya mayoría sufre una serie de precariedades que prácticamente le impide vivir con decencia y dignidad.