Por Rosario Espinal
Los excesos del populismo, como muchos otros excesos, son negativos; pero una dosis adecuada es de las pocas fórmulas políticas conocidas para redistribuir recursos de los que más tienen a los que menos tienen, siempre y cuando el gobierno utilice los recursos eficientemente para bien del pueblo.
En sociedades de tanta desigualdad económica y conservadurismo político como la dominicana, la redistribución de recursos ha sido siempre una quimera; por eso hay tanta pobreza.
Cuando Danilo Medina sorprendió la nación el 27 de febrero pasado con un discurso que en su parte final fue una denuncia enérgica del injusto contrato renegociado en el gobierno de Leonel Fernández con la Barrick Gold, un amplio segmento de la población apoyó el reclamo, aunque algunas voces repicaran la necesidad de no hacer nada, o no hacer mucho, para preservar la seguridad jurídica.
Siempre es fácil para los beneficiarios de la injusticia reclamar respeto a la “seguridad jurídica” porque otros pagan el precio de la miseria. Pero Medina sabía que cuatro años de gobierno con manos vacías serían terribles. Aunque abunden los compradores de bonos, el país está muy endeudado, y el gobierno recién aprobó un paquetazo impositivo que golpea fuertemente las capas medias y bajas.
La Barrick era la única empresa importante donde podía buscar dinero. Pero Leonel Fernández había endosado un contrato que el propio Medina llamó “inaceptable”, no sólo porque el precio del oro había subido, sino también por las facilidades y ganancias excesivas a la empresa.
El tono acusador de Medina fue inusualmente enérgico para descalificar el contrato, y puso en evidencia la negativa de la empresa a hacer concesiones. Las palabras fueron escogidas para amedrentar la Barrick. El Presidente informó al pueblo y obligó así la empresa a negociar.
El dinero que reciba el gobierno cuando sea concretada la renegociación aliviará las finanzas públicas, pero de igual trascendencia es la lección de que con un poco de populismo es posible ganar algunas batallas a favor del pueblo.
Por eso sorprende que los gobiernos del PRD y del PLD que emanaron del ala liberal de la política dominicana, hayan preferido siempre beneficiar al capital sobre el pueblo.
Se sabe que los empresarios luchan por llevarse la mejor tajada. El rol social del Estado en una economía capitalista es contener la explotación empresarial mediante la redistribución, y así fomentar una sociedad más solidaria.
No siempre se dan las condiciones para lograr cambios, pero las crisis económicas suelen ser momentos favorables. Por ejemplo, el llamado Estado de Bienestar en los países capitalistas desarrollados surgió después de la Gran Depresión de 1929. En República Dominicana, sin embargo, las crisis económicas de la década de 1980 y la de 2003-2004 sólo sirvieron para agudizar la pobreza y la desigualdad.
Cuando Leonel Fernández volvió a la Presidencia en el 2004 pudo haber aprovechado la debilidad de la oposición y de los empresarios para impulsar un proceso de cambio con énfasis en el crecimiento y la redistribución, pero no lo hizo; se concentró en el crecimiento y la acumulación.
Incluso en la lucha por el 4% de 2010-2011, apoyada por amplios segmentos, el discurso de Fernández fue de oposición a asignar esa cantidad en el Presupuesto Nacional. No lo hizo a pesar de que la Ley General de Educación lo estipulaba desde 1997. Medina, sin embargo, llegó al poder e inmediatamente lo asignó.
Por este tipo de medidas, mucha gente ve el liderazgo de Medina más cercano y cumplidor, y le da una alta aprobación como han revelado las encuestas Gallup-HOY de enero y abril.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY.