La República Dominicana aparentemente ha entrado en una nueva etapa del manejo de la cosa pública a partir de la designación de una nueva procuradora general y otros miembros del Ministerio Público que no necesariamente responden al esquema tradicional prevaleciente en el país de escoger a fiscales para encubrir la corrupción y los delitos y crímenes de cuello blanco.
El otro estamento que también parece salir beneficiado con la escogencia de personalidades que han exhibida una cierta independencia en el manejo de algunas situaciones que han servido para medir su conducta, lo es la Junta Central Electoral (JCE).
La escogencia de Miran Germán como procuradora general de la República y de Román Jáquez como presidente de la Junta Central Electoral (JCE), constituyen dos pasos muy importantes en favor de la democracia, pero ambos responden más que nada, no a una vocación al respecto de los políticos que controlan la administración pública, sino a la presión montada por los ciudadanos sobre la forma de manejar el Estado.
Que quede claro que de no haberse manejado de ese modo el Partido Revolucionario Moderno (PRM) sabe perfectamente lo que le espera, porque esta organización ya ha cometido errores muy graves en los pocos días que lleva con el control del Estado.
Si esa no fuera esa la actitud del PRM su destino fuera muy parecido al que lleva el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en el que ya no caben acciones en favor del país, sino de grupos y sectores que sólo buscan amasar grandes fortunas a la sombra del patrimonio nacional.
Ambos partidos, entre los que no hay grandes diferencias en lo atinente al manejo de la cosa pública, deben mantenerse muy atentos de cuales son las aspiraciones del pueblo dominicano, las cuales consisten en el logro de una sociedad menos corrupta y una mejor distribución de las riquezas nacionales.
El presidente de la Junta Central Electoral (JCE) tiene en sus manos la oportunidad de oro de contribuir con el adecentamiento del panorama electoral de la Republica Dominicana, donde el proceder de la clase política es asquiante y vergozante para todos los sectores que conforman la vida nacional.
Poner en orden a los partidos políticos, que son los causantes de lo que muy bien podría llamarse la desgracia nacional, ya sería una gran cosa para hacer posible que la transparencia marque todo el accionar de los órganos y los entes del Estado dominicano.
Meter en cintura a los mafiositos que controlan a los partidos políticos, grandes y pequeños, de derecha y de izquierda, sería una obra gigantesca para que se vea mucho más cerca en el horizonte nacional un país y una sociedad más decentes.
El nuevo Pleno de la Junta Central Electoral debe trabajar desde el día de su juramentación para que la República acelere el paso para mejorar en el ámbito comicial los niveles de institucionalidad y rechazar de plano las complicidades que ha caracterizado a ese órgano durante toda la vida democrática de la nación.
No queda otra opción que utilizar la Junta Central Electoral para que el país se proyecte en las comunidades nacional e internacional con una democracia fuerte y vigorosa y con instituciones, sobre todo en el orden electoral, que no se dobleguen ante la corrupción y la poca transparencia que caracteriza a las naciones del llamado tercer mundo.