El poder del narco
Desde hace muchos años que en la República Dominicana se usa regularmente la expresión de Estado colapsado, cuyo significado adquiere legitimidad en la medida en que se atan una serie de cabos que se ajustan al mismo.
El periódico Listín Diario acaba de publicar hoy dos informaciones muy importantes para el convencimiento de cualquier ciudadano de que ciertamente el Estado dominicano carece del más mínimo nivel de institucionalidad, de fiscalización y regulación de la vida de los dominicanos y de las dominicanas.
Dos instituciones públicas, el Ministerio de Salud Pública y el Seguro del Banco de Reservas, revelaron, respectivamente, que las universidades dominicanas gradúan entre los 2,500 y 3,000 nuevos médicos al año cuando el sistema sólo necesita alrededor de 500 y que de los dos millones de vehículos que circulan en las calles y avenidas de la nación sólo unos trescientos mil cuentan con seguros.
Son dos informaciones que dejan a cualquier persona con raciocinio a quedarse pasmado ante datos tan reveladores de que la República Dominicana está en medio de una gran crisis de autoridad y además proyecta los altos niveles de improvisación que caracterizan a la sociedad y al Estado dominicanos.
La verdad que resulta hasta un poco complicado imaginarse la gran frustración que ésto causa en alrededor de dos mil médicos que terminan una carrera universitaria y luego no tienen espacio para colocarse en el mercado laboral, creando una alta parasitación en jóvenes que a través de su profesión académica buscan salir del cuadro de pobreza en que han vivido.
Pero ni qué decir de una sociedad que en pleno siglo 21 tenga alrededor de un sesenta por ciento de vehículos en las calles y avenidas de su territorio circulando sin seguro, lo cual nos dice que nos movemos en medio de un cuadro más salvaje de lo que cualquiera se podía imaginar.
Es un panorama que habla muy mal de las autoridades, de los que tienen el control del Estado, y eso que todavía faltaría conocer las estadísticas sobre la cantidad de médicos graduados sin haberse dotados de la capacidad necesaria para ejercer esa delicada profesión, porque si el sistema está en crisis en lo que respecta a la cantidad de graduados que no tienen empleos, ya que no hay una correspondencia entre el mercado laboral y el número de egresados, mucho menos debe existir una supervisión eficiente del índice académico de las casas de altos estudios.
Este cuadro, repetimos una y mil veces, revela hasta dónde la crisis que padece la sociedad dominicana es integral y transversal, porque la deficiencia de cualquier órgano del Estado contamina a los demás, sobre todo por la interdependencia que se produce entre uno y otro.
Para comprobar la afirmación al respecto, sólo habría que hacer un ejercicio no muy profundo sobre la deficiencia que prevalece en todos y cada uno de los ministerios que conforman el Poder Ejecutivo, los tribunales del Poder Judicial y el nido de delincuentes y personajes de baja monta que constituyen el Poder Legislativo.
A partir de ahí se puede determinar si estamos frente a un Estado colapsado, no viable, y sólo concebido para promover a través de él lo mal hecho, la corrupción y los peores vicios que hoy caracterizan a la sociedad dominicana.