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Editorial

Una Sociedad Sumergida en el Peor de los Peligros

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En la sociedad dominicana todos los caminos parecen conducirla al peor de los peligros, cuya realidad aparece hasta en los escenarios sin ninguna trascendencia, pero también en cuestiones vitales para la convivencia social y moral.

Cada día el dominicano se levanta con la ocurrencia de crímenes por razones delincuenciales, pero también por motivos sin  ningún valor, poco entendible, a menos que no se recurra a la crisis ético-moral y socio-económicas que se traga la nación ante la mirada indiferente de aquellos que tienen la misión de manejar el Estado para que la gente no se coma entre si.

Es un drama que va desde la delincuencia de poca monta, hasta la de cuello blanco, pasando por una crisis muy grande de los valares nacionales, sobre todo del sentido de la responsabilidad, donde quedar mal es una virtud, más que un defecto, un orgullo más que una vergüenza.

El cuadro luce tan feo y preocupante que el dominicano está definitivamente atrapado por un malestar que por donde quiera  que la gente se mueve cae en un laberinto, cuya solución al problema sólo se observa en  el campo de la percepción, la cual es proyectada a través de una retórica política adornada por la mentira y los sofismas.

En la práctica no se observa ninguna solución al problema y la mayoría de la gente no tiene una salida a la vista, entonces se apela al día a día, a la solución fácil, sin tener que trabajar, sin metodología, sin sacrificios y con la incertidumbre de qué será de la comida mañana, dónde encontrarla, porque no existe el trabajo que proviene del empleo.

Es como si nos encamináramos a comernos unos con otros, cuyo salvajismo en tiempos de civilización parece normal para los que viven de la retórica y la percepción,  de la venta de unos sueños que no llevan a otra cosa que no sea a la disolución de la sociedad dominicana.

Hoy jueves 15 de junio las principales noticias de los diarios nacionales tienen que ver con el apresamiento  en Puerto Rico  con un cargamento de drogas   de un coronel del Ejercito Nacional y la denuncia de que los colmados y otros establecimientos del país venden alimentos a la población, vencidos, adulterados y falsificados.

Esta última información es sumamente grave, ya que se trata de un referente de lo que pasa en los lugares donde compra alimentos la gente pobre, los colmados, donde  se venden  quesos hechos en callejones, sin ninguna higiene, como lo demanda el Ministerio de Salud Pública y otras instancias del Estado.

La denuncia explica que en la actualidad en la República Dominicana operan alrededor de 700 lugares donde se fabrican quesos que no tienen ninguna autorización oficial, que además no cuentan con plantas pasteurizadoras para su elaboración, lo cual podría poner en peligro la vida de los consumidores mediante cualquier bacteria que les puede provocar la muerte.

En la actualidad en la República Dominicana sólo hay cuatro o cinco empresas autorizadas por el Estado para producir este producto, lo cual nos proporciona una idea de hasta dónde estamos arropados por la informalidad y la ilegalidad, lo que pone en peligro la salud de todos.

Pero este no es un caso aislado, no lo crea así, arropa toda la sociedad, porque se trata de un problema integral, pasa tanto abajo como arriba de la pirámide social, porque éste es el resultado de un Estado que no está en capacidad de regular y fiscalizar nada, donde no importa cómo se haga el dinero, así sea cortándole la cabeza a su vecino, lo cual es premiado como una gran hazaña y el protagonista de semejante inconducta termina con el recibimiento de un gran reconocimiento como un ciudadano distinguido.

El problema de la sociedad dominicana es tan grave que si saltamos del campo de los alimentos a la medicinas,  nos encontramos con el mismo o un cuadro peor, pero no se entiende cómo la gente no ha entrado en pánico colectivo que tenga su clímax con una explosión social.

Es como si no hubiera una salida a la vista, porque la vía para la solución de los problemas es el empoderamiento ciudadano para refundar el Estado, pero habría que preguntarse si la sociedad dominicana está en capacidad de entenderlo, porque de alguna manera la misma también luce gravemente enferma y cansada, sin la capacidad de dar la respuesta que el problema demanda.

De cualquier manera, no se pueden perder las esperanzas y el poquito de gente que entiende el fenómeno debe trabajar para solucionar el problema antes de que sea demasiado tarde.

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Editorial

Uno de los más grandes retos para la democracia nacional.

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«Lo mismo de ayer», es una expresión que sirve para definir un proceso electoral caracterizado por el clientelismo y los delitos penales electorales sin ninguna consecuencia.

Es una verdadera tragedia para la democracia, más que una fiesta como la definen algunos, en la que no existe la más mínima posibilidad de mejorar la imagen del sistema político nacional.

Es una jornada que le sale muy cara al pueblo dominicano, pero la inexistencia de amor hacia su gente hace que el proceso electoral sea un espejo para medir lo mal que estamos.

Si en las elecciones del domingo ocurriera algo parecido a lo acontecido en las elecciones municipales, debemos prepararnos para esperar la muerte de la llamada democracia representativa, la cual no es otra cosa que la legitimación de lo mal hecho.

Ya lo dijimos que es una práctica muy difícil de erradicar en razón de que la misma es parte de una cultura, que de perdurar representa la ruina nacional.

Pero no se trata de cualquier ruina, sino del colapso del Estado, porque a los principales actores de la vida política nacional nada les sirve de escarmiento.

Si este domingo 19 la abstención es muy significativa como se espera, habría muerto la legitimidad de los triunfadores, de aquellos que tienen la misma andanza de los que están en la oposición y que sólo buscan quitar a los que están arriba para ir a cometer los mismos delitos de los desplazados.

Es decir, que en las elecciones del domingo no sólo está en juego la legitimidad de los escogidos, sino también de todo el sistema democrático.

De ser así,  habría que ver cuál sería el destino de la nación, porque a partir de esa realidad no habrá percepción que valga para maquillar la realidad.

De manera, que todos los dominicanos están frente a un gran reto, con toda seguridad para mal o quien sabe si probablemente para bien.

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Editorial

El voto en blanco, un instrumento ideal para la renovación política nacional y evitar caer en un régimen de fuerza.

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A propósito de lo ocurrido en las elecciones municipales del pasado 19 de febrero de este año 2024, se ha esgrimido la necesidad de corregir una serie de debilidades en el sistema electoral mediante la implementación del voto en blanco.

Y ciertamente el momento es oportuno para buscar fórmulas que mejoren la democracia dominicana, porque parece no estar lejos el día en que todo el andamiaje institucional colapse en el país.

Si esto ocurriera el país podría estar expuesto a cualquier ensayo dictatorial, tanto es así que en la presente contienda vemos aspiraciones presidenciales que provienen de un pasado tenebroso.

Esto lo advertimos porque el Partido de la Esperanza Nacional (PED) nace en una familia de una triste y trágica recordación para todos los dominicanos, incluidos aquellos que no vivieron esa época.

Ese partido es sólo una pequeña muestra de lo que le podría venir a la República Dominicana, cuyo candidato presidencial de ahora Roque Espaillat sostiene que no le importa el pasado, sino el presente, lo cual resulta un contrasentido en razón de que nadie podría explicar y manejar el presente si no conoce el pasado.

Naturalmente, resulta preocupante lo poco pensante de muchas personas que han decidido apoyar abiertamente esta opción, incluyendo aquellos que fueron víctimas de una neo-dictadura como la encabezada por Joaquín Balaguer, cuyo principal ejemplo lo es cantautor Ramón Leonardo.

Y hay que decirlo con toda responsabilidad, principalmente porque la República Dominicana tiene un sistema presidencialista, donde cualquier insensato puede instaurar con cierta facilidad una dictadura tan férrea como la que encabezó el abuelo del dueño del partido que lleva como candidato a Roque Espaillat.

Hay que necesariamente preguntarse que podría ocurrir en un país donde las dictaduras han gravitado con mucha fuerza en su historia política nacional, pero donde además hay una herencia histórico-cultural fundamentada en el machismo, el patriarcado, el jefismo, el caudilllismo, entre otros antivalores.

Pero aun cuando su candidato Roque Espaillat tiene un movimiento que lleva como nombre “Rescate Democrático”, pero que se apoya en un partido creado e ideado por un miembro de la familia trujillista, cuyos méritos nadie conoce, a menos que no sea el apellido que simboliza el crimen, el robo del patrimonio público y una violencia en contra de los derechos a la disensión, lo que resulta ser una contradicción que revela que se quiere llegar a cualquier precio, sin importar cualquier vulgar manipulación.

Por esta y por muchas otras razones tiene que promoverse en el país el voto en blanco para evitar que el ciudadano se equivoque y ante el desastre que vive la nación como consecuencia de la distorsión y la corrupción generalizada soportada y promovida por los partidos políticos, la nación caiga en manos de una dictadura.

Tanto es así, que Ramfis Domínguez Trujillo e incluso los candidatos presidencial y vicepresidencial de su partido, Roque Espaillat y Ernesto Fadul, así como el mismo nieto del dictador, han querido repostar la decisión de la Junta Central Electoral (JCE) con el argumento de que el órgano comicial no quiere saber de su líder, pero ello deja claro que no son capaces de leer o buscar un abogado con la suficiente formación para que entiendan las condicionantes que pone la Constitución de la República en sus artículos 18,79 y 82 para los hijos de dominicanos nacidos en el extranjero y naturalizados en el país que quieran ser presidentes, senadores y diputados de la nación.

Esa sola muestra de intolerancia y del irrespeto a la ley de leyes de la República Dominicana por parte del nieto de Trujillo,  proyecta una idea de cómo se manejaría desde el poder un hombre que lo único que puede exhibir en el país es su condición de ser miembro de la familia dictatorial, cuyas víctimas de ese régimen se encuentran por doquier.

Se impone promover el voto en blanco como una herramienta de mejorar la democracia, el cual podría servir también para erradicar los proyectos políticos personalistas e individualistas y preconizar en el sistema político-electoral aquellas propuestas manejadas desde una perspectiva colegiada y de ese modo defender y consolidar los intereses colectivos mediante la legitimación de candidaturas que provengan de un espíritu profundamente democrático.

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Editorial

Hasta su pose lo delata.

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Son miles los dominicanos que hoy sienten vergüenza del comportamiento de los partidos políticos, porque aparte de traerles mucho sufrimiento han servido para proyectarlos de la peor manera.

Naturalmente, algunos casos son peores que otros, pero si hay una expresión que no deja duda de que hemos pasado de la ridiculez a la vergüenza, que hasta su pose lo delatan, y es la candidatura presidencial de Abel Martínez.

Todos se preguntan si hay forma de explicar la audacia de este muchacho que vendió una administración municipal fundamentada en la mentira y el engaño para saltar y asaltar la cima de una organización que en algún momento se le vio como un patrimonio nacional.

Abel representa el nivel más alto de la degradación política, no sólo porque carece de formación, sino también porque simboliza uno de los mejores ejemplos de la corrupción administrativa en el país, lo cual es el denominador común en el mundo de la politiquería.

Pero en ese mismo escenario están la mayoría de los que hoy se quieren proyectar como líderes nacionales, cuyo nivel de descredito no motiva al ciudadano a creer todo lo que se le dice en tiempo de campana electoral.

La presencia de Abel Martínez en el escenario electoral es el más preocupante llamado para que el país se fije en el camino que lleva el instrumento vital de la política para que la nación pueda lograr la transformación necesaria y transitar de un país que raya en lo salvaje y entrar al mundo de la civilización.

Pero candidatos como Abel Martínez es un mal ejemplo para nuestros jóvenes y viejos, porque representa lo peor del nauseabundo mundo político, cuyo único logro a exhibir es haberse apropiado de lo que no es suyo para entonces buscar dirigir a todos sus demás compatriotas sobre la base de las peores de las distorsiones.

Abel Martínez es el candidato que simboliza el antivalor de aquel que quiere lograr lo que busca a cualquier precio, sin importar las consecuencias.

Los dominicanos estamos en un escenario de grandes preocupaciones en el que nadie le cree a nadie, porque el lenguaje de moda es donde está lo mío.

Abel es un candidato de “juego” que testimonia hasta dónde estamos degradados y sin credibilidad.

Punto.

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