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Opinión

Veinte millones, y más

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Por Rosario Espinal

Es mucha gente para esta pe- queña isla, pobre y desforestada

ROSARIO-ESPINAL-200x3001111111No es el premio mayor de la Lotería Nacional ni de otra de las tantas apuesta que se realizan en miles de bancas instaladas por toda la geografía para promover la vagancia nacional. 20 millones es aproximadamente la población conjunta de República Dominicana y Haití, dos pequeños países que ocupan una isla de solo unos 75 mil kilómetros cuadrados, la mitad desforestada y súper-poblada.

De un lado no se vislumbra desarrollo por más ilusiones que se abriguen. Pugnas entre grupos y jefecitos, dictaduras, ocupaciones extranjeras, extenso analfabetismo y pobreza han impedido el despegue de Haití para trillar mejor sendero. Si hay buen arte, lo borró la pobreza; si hay orgullo nacional, lo borró el éxodo; y la propia naturaleza se encargó de remover hasta las raíces con un terremoto que echó abajo mucho de lo que se sostenía. El veredicto de sus propios pobladores es claro, la mayoría quiere irse.

En el Informe de Desarrollo Humano 2012, Haití ocupó el lugar 161 entre 186 países del mundo, y el último lugar entre los países de América Latina y el Caribe; y en la clasificación de desarrollo, Haití es el único país de la región que se coloca en el nivel bajo. Su índice de desarrollo humano en una escala de 0 a 1, medido en términos de expectativa de vida, escolaridad, e ingreso per cápita es 0.456; y el índice de desarrollo humano ajustado por desigualdad es 0.273. Esto significa que en Haití hay bajo nivel de desarrollo humano en general, pero además, muy pocos acceden al bienestar por la desigualdad.

Del otro lado de la isla domina la apariencia de progreso, que es real cuando se compara con el vecino país. La infraestructura vial, los cascos urbanos de confort y los gobiernos estables, adornan la idea de prosperidad dominicana. El país ocupa la posición 96 en desarrollo humano en la categoría media, pero 12 países de los 20 de América Latina, ocupan mejor posición. El índice de desarrollo humano es 0.702, pero cuando se ajusta por desigualdad solo alcanza 0.51. Mejor que Haití, pero no halagüeño porque el crecimiento económico de medio siglo no ha reducido significativamente la desigualdad.

Muchos dominicanos marcharon al exterior porque los salarios locales no alcanzan para escalar las capas medias. Trabajan en fábricas, servicios básicos, pequeños negocios, prostitución, y unos pocos ocupan mejor posición. Por allá concretan parcialmente sus sueños y se empeñan en enviar remesas a sus familiares.

Cuando sumamos los dominicanos y haitianos que emigraron a terceros países, la prole de estas dos naciones sobrepasa los 20 millones.

Si República Dominicana y Haití fueran sociedades prósperas, con buenos gobiernos, con una clase empresarial sólida y emprendedora, y creadora de empleos con buenos salarios, los 20 millones no constituirían un gran desafío; pero no es así. En Haití no se vislumbra asidero económico ni político, y en República Dominicana, a pesar del crecimiento y la estabilidad, hay muchas carencias y desafíos.

La clase política dominicana es irreverentemente corrupta, y esto marca la sociedad, no a la inversa. La élite económica es partícipe de los beneficios ilícitos y aprueba la corrupción que imposibilita la racionalidad pública. El pueblo imita o se irrita. El clientelismo acompaña la corrupción y la hace potable a un amplio segmento de la sociedad. La criminalidad es efecto de la corrupción, la pobreza y la desigualdad.

20 millones de habitantes es mucha gente para esta pequeña isla, pobre y desforestada. Tanto incremento poblacional obstaculizará siempre el bienestar. Tanta migración haitiana indocumentada a República Dominicana es una gran irresponsabilidad gubernamental de repercusión social.

Artículo publicado originalmente en el periódico HOY.

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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Opinión

El impresionante resbalón del Escogido

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Por Nelson Encarnación

Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.

Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.

Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.

Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.

No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.

Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.

¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.

¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.

Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.

¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.

Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.

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