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Opinión

¿Vivimos en una democracia?

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Por Andrés L. Mateo

Hay un libro de Andrés Glucksman que otras veces he citado, se titula “Los amos del pensar”, escrito en la vorágine de la revuelta del París del 1968; y me  ha servido para entender el fenómeno que estamos viviendo en la República Dominicana. Glucksman dice: “Hay prácticas del dominio social que han originado no que el pueblo se apropie del poder, sino que el poder se apodere del pueblo, de las masas”. Es esa descripción lo que explica la “aceptación popular” de Danilo Medina, que no es más que una construcción, y que los reeleccionistas despliegan para justificar su vocación de eternidad. Porque lo que el PLD tejió como modelo de gobierno,  desde las gestiones de Leonel Fernández, conduce irremediablemente a eso que Glucksman llama “que el poder se apodere de las masas”; y explica también la sumisión ciega y forzada que ha invertido profundamente las relaciones cívicas de la sociedad dominicana actual, como por ejemplo la de los poderes fácticos ante el gobierno.

Esa realidad, que “el poder se apodere del pueblo”, conduce a más, acaba engendrando la tentación totalitaria, que es la etapa  actual del dominio danilista y su grupo económico. Es por eso que un prominente miembro del grupo económico que usufructúa el poder suele confundir el “liderazgo” de Danilo Medina con la expresión de la voluntad del pueblo. Gonzalo Castillo siempre culmina sus  pensamientos para justificar la reelección de la siguiente forma: “ En las elecciones del 2020 es el pueblo dominicano que va a votar y no las estructuras partidarias”, con lo cual confirma que en la República Dominicana, como dice Glucksman, “el poder se ha apoderado del pueblo”. Danilo Medina gobierna en medio de un aparato institucional enteramente subordinado a sus intereses, no hay justicia verdadera contra los actos del poder, el presupuesto tintinea en sus bolsillos porque él es el presupuesto y el presupuesto es él.  Zurcido como un mecanismo del inmovilismo social, el asistencialismo oficial se despliega cual control difuso de las masas, convirtiéndolo en un anulador del libre arbitrio, y en un control de los pobres. Gonzalo Castillo cuenta con el voto de los pobres(esa abstracción que él llama “El pueblo Dominicano”, porque conoce a profundidad la perversidad del sistema clientelar que el gobierno practica usando el estado) .   Ese mismo modelo arrojó sobre la clase media todo el calvario del despojo del bienestar. La pequeña burguesía dominicana se la pasa braceando aferrada al péndulo que va de la pobreza a la depauperación.

Lo que Gonzalo Castillo  tiene en la cabeza es esa falsa conciencia de la imagen del pueblo que el poder domestica con el clientelismo y la corrupción, y el retruécano de sus juicios se hunde en la confusión del pueblo verdadero, real, material y espiritualmente sojuzgado. Esa es la idea de la democracia que él puede llegar a alcanzar. Danilo Medina no resiste el juego democrático, no tiene capacidad para seducir, no es un proyecto social, no despliega una idea, no constituye una opción de superación, su ejercicio como gobernante no rebasa el siglo XIX, vive en el seno de la mentira, juega a hurtarnos la realidad con la ilusión de la propaganda desmesurada, se atrinchera en el silencio y viola la gramática del poder que desde Platón es atributo del gobernante, hace de la corrupción una política de estado, ha vestido su ambición de una nueva certeza cuyo fundamento es el engaño, juega cotidianamente  el rol de un Dios, y es incapaz de competir en igualdad de condiciones. Es  “el poder el que se ha apoderado del pueblo”, ninguna otra posibilidad de construir un pensamiento, en la falsa conciencia de un rentista purgado de escrúpulos.

Danilo Medina es un proyecto totalitario, y su reelección hace aparecer al pueblo como una subjetividad, como una sustancia que lo sostiene. Si permitimos ahora otra reelección, para el 2024 lo veremos de nuevo como una emanación divina, venerado todavía por Gonzalo Castillo, un tótem, con las briznas de escombros de todos los falsos dioses. Su “democracia” ha sido un juego de simulaciones, y ha engendrado monstruos en su propio vientre después de dos periodos de gobierno absolutista. A Danilo Medina,  que se cree un Rey ataviado por la lisonja, hay que vocearle que “El Rey está desnudo”.

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Opinión

Un Futuro Digno, Libre y Democrático

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Por el Dr. Isaías Ramos

En una época marcada por desafíos sociales y políticos sin precedentes, la necesidad de fortalecer los cimientos de una sociedad basada en la dignidad, la equidad, la libertad y la democracia es más urgente que nunca. La búsqueda de un futuro más justo y equitativo para todos nuestros ciudadanos requiere un compromiso renovado con estos principios fundamentales, esenciales para el bienestar y el progreso de nuestra nación.

La libertad individual permite a cada persona expresar sus ideas, creencias y opiniones sin temor a represalias. Es un derecho intrínseco y un pilar indispensable de cualquier sociedad que aspira a ser justa y equitativa. Esta libertad es la esencia misma de la dignidad humana y debe ser defendida con vigor en todos los frentes, especialmente en tiempos donde puede ser amenazada por intereses partidistas o agendas autoritarias.

Paralelamente, la democracia, entendida como el sistema político que facilita la participación activa de los ciudadanos en la toma de decisiones que afectan sus vidas, es crucial para la salud de nuestro tejido social. A través de una democracia robusta y vibrante, podemos garantizar que los derechos fundamentales de cada individuo sean respetados y que las políticas públicas reflejen verdaderamente las necesidades e intereses del pueblo.

Sin embargo, debemos reconocer que la libertad y la democracia no son solo aspiraciones ideales; son principios concretos y palpables que deben guiar nuestras acciones cotidianas. La defensa constante y la promoción de estos valores son cruciales para mantener una sociedad justa, libre de opresión y capaz de adaptarse a los cambios de nuestro mundo globalizado.

Es esencial fortalecer las instituciones democráticas existentes para garantizar su transparencia, eficiencia e integridad. El respeto irrestricto al Estado de Derecho y el cumplimiento riguroso de las leyes son fundamentales en la protección de los derechos individuales y colectivos. Estos principios no solo preservan el orden, sino que también promueven un clima de confianza y seguridad que es vital para la estabilidad social y el desarrollo económico.

La educación desempeña un rol crucial en este panorama, actuando como el medio por el cual se inculcan los valores cívicos necesarios para fomentar una cultura basada en el respeto mutuo, la tolerancia y el diálogo constructivo. A través del acceso universal a una educación inclusiva y equitativa, podemos formar a ciudadanos informados y críticos, capacitados para participar de manera activa y consciente en la vida política y social del país.

En el Frente Cívico y Social entendemos que en estos tiempos donde las amenazas contra la libertad individual y los principios democráticos son evidentes y crecientes, es responsabilidad de todos nosotros defender estos derechos inalienables con valentía y determinación. No podemos ser complacientes ni pasivos; el compromiso con la libertad y la democracia debe ser activo y constante.

Es por esa razón que en el  FCS creemos que un  llamado a la acción no es solo un imperativo moral, sino también una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con un futuro donde cada persona pueda vivir con dignidad y equidad bajo un sistema robusto basado en principios sólidos e incluyentes. Juntos debemos trabajar incansablemente por fortalecer nuestra democracia, preservar nuestra libertad individual e impulsar una sociedad donde reine la justicia social para todos sus habitantes.

No dejemos pasar la oportunidad de ser parte de la construcción de un país que no solo aspire a la grandeza económica, sino que también fomente un ambiente de respeto mutuo y oportunidades equitativas. ¡Juntos, podemos construir el país digno, libre e igualitario que todos anhelamos!

¡Despierta, RD!

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Opinión

La Competencia de la Corte Penal Internacional

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Por Rommel Santos Díaz

Según el artículo 1 del Estatuto de Roma  la CPI tendrá la potestad de ejercer su competencia sobre las personas responsables ¨de los crímenes más graves de trascendencia internacional¨. El artículo 1 también estipula ̈La competencia y funcionamiento de la Corte se regirán por las disposiciones del presente Estatutillo que significa que la CPI sólo tiene competencia sobre las personas mayores de 18 años en el momento  en que se cometió el crimen.

El artículo 11 del Estatuto de Roma estipula que la  CPI tiene competencia sólo respecto a los delitos cometidos posteriormente  a la entrada en vigor del Estatuto de Roma .Si un Estado deviene Estado Parte luego de la entrada en vigor , entonces la CPI podrá ejercer su competencia  sólo respecto a los crímenes cometidos luego de la entrada en vigor del Estatuto en ese Estado, excepto cuando se haga  la declaración estipulada en el artículo 12, en que se acepte la competencia  de la Corte como un Estado no Parte.

Si un Estado Parte desea enjuiciar a alguien por un crimen de la CPI deberá contar, como mínimo, con una legislación que le permita ejercer competencia territorial sobre tales delitos y competencia extraterritorial sobre sus nacionales que cometen los delitos en el extranjero.

Los Estados  que deseen enjuiciar a una persona por un delito de la CPI deberán asegurarse de contar con la legislación nacional que les permita ejercer su competencia sobre aquellas personas que cometan estos delitos dentro de su territorio, y los nacionales que los cometan en el exterior. Esto podría requerir simplemente de una enmienda al código penal nacional.

Adicionalmente, el Estado podría  tomar en cuenta  para ejercer su competencia sería  la ̈competencia universal ̈, tal y como se estipula en las  Convenciones de Ginebra de 1949 y sus Protocolos de 1977, relacionados a las ¨faltas graves Cabe resaltar los distintos  conceptos de  ̈competencia universal¨ que existen: algunos interpretan este término  en cuanto a que un Estado  puede ejercer su competencia sobre cualquier persona que se encuentre en su territorio, mientras que otros lo interpretan de tal manera que significa que un Estado puede arrestar a cualquier persona, en cualquier lugar del mundo, sin tomar en cuenta cualquier relación que tenga  con el Estado en cuestión. Además otros Estados podrían considerar incluir la competencia basada en el estatus de víctima.

Rommelsantosdiaz@gmail.com

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Opinión

La criminalidad y nuestro entorno

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Por Nelson Encarnación

Entre las preocupaciones que suelen perturbar el sueño de los gobernantes, la seguridad de los ciudadanos es una, si tomamos en cuenta que el Estado está obligado a garantizar la tranquilidad y el desplazamiento seguro de los gobernados.

Es por ello que asumir esta como una prioridad refiere el interés de que el territorio desenvuelva su cotidianidad dentro de un ambiente de paz y sosiego.

Sobre todo, un país como el nuestro, cuya economía está atada a dos renglones muy espantadizos: el turismo y la inversión extranjera directa.

Cuando el presidente Luis Abinader asume el combate a la delincuencia como una de sus preocupaciones—y también ocupaciones—es precisamente por el impacto negativo que esta tiene en el clima de negocios, pero igual por el interés de propiciar la tranquilidad nacional.

Con frecuencia escuchamos sobre el entendible temor que genera la delincuencia, lo que deja la impresión de que vivimos en el país más inseguro del continente, lo cual no es cierto.

Y no lo digo yo, sino el informe de InSight Crime de 2023, que recoge las cifras de homicidios en América Latina y el Caribe, en el cual aparecemos entre los más seguros de la región.

Según este informe, la tasa de homicidios se ubicó en 11.5 por cada 100,000 habitantes, una reducción del 7% respecto de 2022, lo que nos sitúa por debajo de países competidores en turismo como Jamaica (60.9), y Puerto Rico (14.4), para solo citar dos ejemplos caribeños.

El Ecuador revienta la balanza en países de más de 10 millones de habitantes, con la astronómica tasa de 44.5 homicidios por cada 100,000, (más que Haití, 40.9), con la agravante de que ha registrado un aumento del 74.5% en los últimos cinco años.

Una verdadera catástrofe sin fin, en contraste con su vecino Perú, que apenas registra 3.2 homicidios por cada 100,000 habitantes.

Sobre nuestro país, el informe resalta que, a pesar de ser territorio de tránsito de cocaína, no experimentó un aumento en la violencia en 2023, sino una reducción del 7%.

“El crimen organizado no parece ser un detonante determinante de la violencia en la República Dominicana, ya que la mayor parte de los casos (45,4%) están relacionados con conflictos sociales, y solo el 24,3% parecen estar vinculados a la delincuencia”. Un dato importantísimo.

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