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Opinión

¿Cuántos muertos y heridos más?

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Por Rosario Espinal

Da vergüenza y horror. La República Dominicana tiene el mayor índice de muertes por accidentes de tránsito en la región de América Latina y el Caribe con alrededor de 21 muertes por 100 mil habitantes, y también se coloca entre los primeros en el mundo en esos trágicos incidentes. Del número de heridos no se sabe, y son muchos más que los muertos. ¡Horrendo!

¿Qué sucede? ¿Qué explica esta tragedia nacional? ¿Por qué ser los peores? ¿Por qué no se toman medidas correctivas contundentes?

Las respuestas no son tan complicadas, ni tampoco las soluciones. Solo se necesitan reglas claras y que se apliquen correctamente para ver una reducción sustancial en los accidentes. Reglas hay, pero no quién las aplique.

Al igual que sucede con otras obras públicas, las carreteras se construyen sin el rigor necesario. Ahí está la carretera de Samaná, por ejemplo. Desniveles y curvas engañosas en una zona lluviosa. Casi siempre que he hecho ese viaje he visto accidentes. ¡Estadísticamente alarmante! ¡Humanamente imperdonable! Esa carretera es un escuadrón de la muerte, y, encima, el Estado tiene que pagar anualmente una millonada porque los peajes no son suficientes para saciar las ansias de riqueza de los constructores.

No es suficiente llenar el país de asfalto si las carreteras son un matadero

Los policías en las carreteras no sirven de nada. Todo el mundo sabe que un soborno resuelve las violaciones. Los conductores no temen y se exceden. Los policías buscan pesos.

El consumo de alcohol es una epidemia nacional. Los colmados tienen más neveras de cerveza y estanterías de ron que de leche o jugos. Hay vicio y no hay autoridad para impedir que tantos borrachos manejen. Estamos expuestos al desenfreno. Ser macho parece ser patrimonio nacional, y donde más se nota es en la violencia doméstica y en el volante. Por eso hay tantos feminicidios y accidentes de tránsito.

Los motoristas se creen dueños de las aceras, calles y carreteras. Pasan a los automóviles del lado izquierdo y derecho. Unos hacen competencia, otros sencillamente son imprudentes. La inmensa cantidad de motores, que conducen sobre todo hombres jóvenes e irresponsables, representan atentados cotidianos.

Estas son las razones principales de tantos muertos y heridos. Lo que debe hacerse para enfrentar el problema es obvio.

Exigir a los constructores mejores carreteras. No es suficiente llenar el país de asfalto si las carreteras son un matadero.

Transformar la Policía en una institución del orden, no del desorden. Debe ser parte de la solución, no del problema. Eso requiere terminar con la cultura del soborno, y también, una supervisión férrea de la fuerza policial en servicios de seguridad. No sirve de nada aumentar los salarios si no se termina con la corrupción; y el soborno es parte de ella.

Impulsar una campaña nacional bien diseñada para combatir la embriaguez en el volante, y multas grandes para aquellos que se encuentren manejando embriagados.

La circulación de motores tiene que ser bien regulada, y solo una Policía eficiente y honesta puede lograrlo. La infracción a las leyes no puede ser una diversión nacional, y muchos motoristas tienen que ajustarse.

¿Cuántos muertos y heridos más se necesitan para iniciar un cambio real?

Se aprobó una nueva ley de tránsito y todavía no se ven cambios. De nuevas leyes estamos hartos, y de nuevas instituciones requeté hartos.

Se necesita respeto a las leyes y quién imponga con legítima autoridad las leyes.

El costo humano y material de tantos muertos y heridos es demasiado alto, y la inmensa mayoría de los accidentados son personas menores de 40 años. Una inmensa tragedia.

Artículo publicado en el periódico HOY

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Opinión

Estados Unidos se queda sin moral para exigir a otros respeto por la ley.

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Por José Cabral.

Este pasado 5 de noviembre se celebraron elecciones en los Estados Unidos en las que fue escogido como presidente de la nación más poderosa del mundo un criminal convicto.

Donald Trump ha sido condenado por una serie de delitos civiles y penales y todavía tiene otros pendientes, los cuales de seguro serán sobreseídos hasta que ocupe la jefatura del Estado.

Pero poca importa que las cosas ocurran de ese modo, porque ya Trump tiene un sello como un criminal convicto que desde cualquier perspectiva que se vea impacta negativamente a los Estados Unidos.

Es la primera vez que en este país se escoge un presidente condenado por la comisión de delitos comunes, lo cual deja mucho que decir.

Esta elección tiene dos aristas a analizar, la primera es que la alta votación del ciudadano norteamericano en su favor no deja dudas de que este hombre recibe todo el apoyo de su pueblo, lo que quiere decir que aplaude y aprueba sus andanzas.

Lo otro es que, con la elección de un criminal convicto, los Estados Unidos no pueden pedirles a los demás países una conducta diferente a la que ha tenido Trump.

Presionar y exigir que los actores políticos, por ejemplo, de Latinoamérica, que usan la corrupción administrativa en el manejo del Estado, sería como pedir lo que no se puede dar, es decir, demandar una conducta moral que difiere de la que ha exhibido el jefe del Poder Ejecutivo en la potencia de norte.

Se puede decir, entonces, que de ahora en adelante no se le puede tolerar a los Estados Unidos que publique informes sobre la corrupción que se produce desde los gobiernos en Latinoamérica y el mundo, porque no tiene la moral para ello.

Cómo pedirle, por ejemplo, a los haitianos que no involucren el Estado con acciones al margen de la ley cuando su presidente está metido hasta los tuétanos en esos asuntos.

Lo otro es que los ciudadanos de los Estados Unidos deben sentirse orgullosos de su presidente electo, pese a sus condenas por la comisión de una serie de actos que riñen con la ley, porque es el resultado de su decisión.

Las cosas son así de sencillas, pero también de complejas.

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Opinión

“Se acata pero no se cumple”

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Por Isaías Ramos

Es profundamente preocupante que, al cumplirse hoy 180 años desde la promulgación de nuestra constitución original, nuestro país aún no haya sido capaz de implementar plenamente el mandato constitucional que obliga a los mandatarios a «cumplir y hacer cumplir» la ley. Esta omisión ha sido una constante, con contadas excepciones.

Es inaceptable que la población siga permitiendo que la clase política se burle impunemente del cumplimiento de sus deberes. El pacto social que debería unirnos como nación, cimentado en la implementación efectiva de nuestra Constitución, sigue siendo una utopía inalcanzable. Cada día que pasa sin que se lleve a cabo una verdadera reforma política y social, es un día más en el que el pueblo sigue perdiendo su norte, mientras una clase dirigente egoísta y corrupta se perpetúa en el poder. Es indignante que, tras 14 años, 9 meses y 10 días desde la promulgación del Estado Social y Democrático de Derecho, todavía se siga utilizando nuestra Constitución como un simple «pedazo de papel», en lugar de ser la guía y el fundamento del orden social y político.

La falsedad y el engaño han sido los pilares de este gobierno y de muchos otros anteriores. Nos dicen una cosa mientras hacen todo lo contrario. Como nación, ya no podemos seguir tolerando que las élites políticas gobiernen de manera caprichosa, desinteresada y corrupta, priorizando su propio beneficio a costa del bienestar de la población. Es urgente que el pueblo exija un cambio real, un retorno a los principios democráticos y sociales que deben regir nuestra convivencia.

El actual modelo de gobierno, que ha entregado las riendas del país a los intereses de unos pocos, ha desatado un proceso de saqueo sistemático, endeudamiento y opresión que ha afectado a millones. Este modelo se basa en el desmantelamiento del Estado y la concentración de los recursos en manos de las élites. En lugar de avanzar hacia un Estado Social y Democrático de Derecho, como dictan nuestra ley de leyes, hemos retrocedido a un Estado corporativista que favorece los intereses de unos pocos, mientras el pueblo sigue hundido en la pobreza.

Cuando aceptamos que el lucro y la codicia, practicados sin control, son el motor del progreso, nos hemos rendido ante la idea de que cualquier acto de enriquecimiento personal puede ser justificado. La corrupción, el lavado de activos y el saqueo de los recursos públicos son vistos como «contribuciones al capital creativo del capitalismo», mientras más del 40% de nuestra población vive en condiciones de pobreza extrema. Esta perversión del sistema ha generado una profunda desigualdad y ha condenado a la mayoría del pueblo a vivir en la miseria, mientras una élite política y económica acumula riquezas de manera escandalosa.

Esta miseria planificada es aún más grotesca cuando observamos la riqueza acumulada por una clase política que solo busca perpetuar su poder para robar y saquear los recursos del país. La élite actual ha logrado instalar un modelo de despojo que favorece a pocos, a costa de las generaciones presentes y futuras. Este pillaje no solo se basa en la explotación de nuestros recursos naturales, sino en el control absoluto de las instituciones del Estado, a través de un capitalismo mafioso que permite a actores corruptos perpetuar un sistema injusto y destructivo.

La corrupción masiva está normalizada y no se ve ningún cambio a la vista. Necesitamos urgentemente un verdadero Estado Social y Democrático de Derecho. Desde el Frente Cívico y Social, defendemos este modelo porque representa una verdadera renovación, una opción frente a la corrupción y el desgobierno que nos está destruyendo. Tirar por la borda la libertad que nuestros héroes lograron a costa de sacrificios inmensos es un sacrilegio que no podemos permitir.

¿Cómo podemos seguir en silencio ante tanta ignominia? ¿Cómo podemos ver cómo se entregan nuestros derechos territoriales sin que se levante una sola voz en defensa de la patria? Nos descalifican con frases vacías sobre su supuesta superioridad intelectual, pero no podemos callar ante el despojo sistemático de lo que es nuestro. Nos tildan de ignorantes y nos acusan de romantizar el pasado, pero lo cierto es que estamos luchando por un futuro mejor, uno que respete nuestros derechos fundamentales, nuestra soberanía y nuestra identidad.

Es inaceptable que sigamos siendo cómplices de la indiferencia y la pasividad. La cultura del engaño, la manipulación y la falsedad debe ser erradicada. La clase política que gobierna ha sido incapaz de garantizar los derechos constitucionales, y cada día que pasa estamos más cerca de perder lo que tanto nos costó conquistar. La apatía social solo beneficia a aquellos que han mantenido secuestrado al Estado, despojándonos de nuestras libertades y derechos fundamentales.

Por ello, en el FCS hacemos un llamado urgente al pueblo a despertar de su letargo y tomar las riendas de su destino. Ya no podemos seguir siendo espectadores de nuestra propia historia. Es hora de exigir la implementación plena de la Constitución y de restablecer un verdadero Estado Social y Democrático de Derecho que garantice los derechos políticos, económicos y sociales para todos. Debemos organizarnos, movilizarnos y exigir la rendición de cuentas de los gobernantes. La lucha por la justicia social no puede seguir siendo una promesa vacía ni una ilusión remota.

El cambio solo será posible si unimos nuestras fuerzas para erradicar esta cultura de demagogia y corrupción. Es hora de rechazar el cinismo de aquellos que han prometido el cambio y han traicionado la confianza del pueblo. La libertad y la dignidad de nuestra nación no deben seguir siendo mercadeadas como un bien de consumo. ¡El pueblo tiene el poder de transformar su realidad! ¡Es hora de que nos levantemos con firmeza, decididos a recuperar lo que es nuestro por derecho! No dejemos que nos roben el futuro que nos pertenece. ¡El momento de la acción es ahora!

¡Despierta, RD!

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Opinión

La soledad en el poder

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Por Nelson Encarnación

La soledad del poder es un concepto referido, básicamente, al espacio y tiempo cuando el gobernante entra en la etapa final de su mandato, en la cual, como ratas en naufragio, algunos de su cercanía—y más aun de los aparecidos—empiezan a saltar del simulado barco del Estado.

Es decir, un mandatario que concluye y no tiene opción de continuidad, comienza a experimentar la soledad, pues casi siempre se va quedando con pocos leales que permanecen a su lado a pesar de las tempestades.

Sin embargo, no siempre tiene que ser en ese momento ni en esas circunstancias cuando se experimenta la soledad, porque se puede estar solo en la defensa de políticas esenciales para la buena marcha de la administración.

Y peor es cuando se desconecta con la población porque esta carece de la información básica para no dejarse confundir. Verbigracia, el reciente naufragio de la reforma fiscal es un caso específico.

El presidente Luis Abinader está convencido de que la reforma no solo era y sigue siendo necesaria, casi indispensable, sino que sus efectos negativos podrían ser atenuados con los positivos.

Estos elementos de gran impacto positivo quedaron sepultados por la corriente mediática que satanizó la reforma, mientras los encargados de contrastar lo bueno con lo malo, fueron ahogados de tal forma que el proyecto parecía no contener nada positivo.

Pero veamos, someramente, algunos puntos fundamentales que la población desconoció en detalle, porque falló la didáctica de los encargados de hacerlos digeribles:

—Se proyectaba duplicar el salario mínimo del sector público, lo que también implicaba que otros salarios subsiguientes aumentaran empujados por el menor.

—Los municipios y distritos verían duplicados sus presupuestos, con el impacto que esto representaba para las comunidades, expresado en obras, mejoramiento de entornos y más.

—Se difería el pago del anticipo para ser liquidado trimestralmente, lo que tendría un efecto altamente significativo en el fortalecimiento de las mipymes, cuya incidencia casi revolucionaria repercutiría en la creación de nuevas empresas y, por consiguiente, la posibilidad de ampliar la clase media.

¿Por qué la población no fue debidamente edificada sobre estos y otros aspectos positivos de la reforma y se permitió que la parte negativa se impusiera?

Solo dejo esta interrogante, porque el presidente no puede, al mismo tiempo, cantar la misa y andar en la procesión.

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