Conecta con nosotros

Opinión

Memoria de las izquierdas dominicanas en las últimas décadas

Published

on

«La invasión militar estadounidense de 1965 condicionó el proceso posterior y trastrocó los actores, contribuyendo paulatinamente a la adulteración de lo acontecido en aquellos días estelares del combate político. Balaguer en su ejercicio de gobierno de 22 años hizo mucho por distorsionar y ocultar la memoria histórica.»

Por Narciso Isa Conde

Varias décadas de predominio de la contrarrevolución impuesta por la invasión militar de EEUU a República Dominicana han servido para ocultar y distorsionar parte de la memoria histórica vinculada a importantes situaciones y acontecimientos político-sociales del siglo XX.

En ese ocultamiento sistémico se apoyan las derechas de estos tiempos para detractar y menospreciar el accionar de las izquierdas en la historia recientes, el cual contrasta con el papel nefasto y las perversidades políticos de las derechas a lo largo de una gran parte del siglo XX y en lo que va del Siglo XXI.

Pienso que ese proceder no es exclusivo de las derechas dominicanas, sino que más bien tiene su matriz en un patrón ideológico de factura imperialista que impacta diferentes  escenarios latino-caribeños y mundiales.

Está claro que una parte de  esos olvidos y estigmatizaciones corresponden al papel de las izquierdas en la Revolución de abril, la Guerra Patria de 1965 y en el periodo de post-guerra, representada entonces por tres fuerzas políticas (Agrupación Política 14 de Junio —1J4—, Movimiento Popular Dominicano —MPD— y Partido Socialista Popular —PSP— que en el curso de la revolución de 1965 cambió su nombre por el de Partido Comunista Dominicano —PCD—) y por los contingentes independientes que se radicalizaron en el curso de la guerra patria que sucedió al levantamiento político-militar constitucionalista, incluido una parte significativa de los propios militares democráticos.

La invasión militar estadounidense de 1965 condicionó el proceso posterior y trastrocó los actores, contribuyendo paulatinamente a la adulteración de lo acontecido en aquellos días estelares del combate político. Balaguer en su ejercicio de gobierno de 22 años hizo mucho por distorsionar y ocultar la memoria histórica.

Las traiciones posteriores ayudaron a confundir y alterar realidades.

Mucho de verdad tiene aquello de que hay héroes que deben saber morir a tiempo, aunque ello jamás debe llevar a borrar pasajes de la historia real o a negarle méritos a quienes en un momento determinado se lo ganaron.

La verdad histórica nunca debe ser escamoteada, pero ciertamente que traiciones posteriores a los aportes y creaciones heroicas, facilitaron su distorsión. Sobre todo cuando la realidad ha sido narrada en forma parcelada e incompleta.

También eso ha pasado.

En la post guerra, al paso del tiempo, no pocos componentes de las izquierdas cruelmente reprimidas pasaron a ser del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y luego del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en tanto fuerzas concurrentes a los procesos electorales. Así comenzó a perder su identidad una parte de esa corriente político-ideológica, sobre todo por el devenir derechizante y pro-imperialista de ambas agrupaciones.

No pocos líderes militares constitucionalistas y militantes revolucionarios se derechizaron después de la contienda; mientras Caamaño, líder político-militar de aquel abril heroico, culminaba su vida como un revolucionario partidario del socialismo y el comunismo, tal como se lo comunicó a sus hijos antes de desembarcar en playas dominicanas procedente de Cuba en febrero de 1973, para dar inicio a un fracasado intento guerrillero que posibilitó su captura herido y su posterior fusilamiento.

Además, no pocos de los componentes de esas izquierdas olvidaron las valiosas enseñanzas de la unidad y se sumieron en divisiones y subdivisiones hasta provocar la dispersión y atomización de sus filas.

Pero al mismo tiempo son valiosos los ejemplos de persistencia, firmeza y reafirmación revolucionaria, antiimperialista, socialista y comunista.

El PRD y el PLD terminaron cooptados por la contrarrevolución; no sin soterradas y profundas insatisfacciones en sus bases en y en los componentes nostálgicos de sus roles previos a sus claudicaciones; referencia obligada en esos tiempos de todo proyecto alternativo al orden político-social dominante.

Las izquierdas organizadas que se mantuvieron firmes, si bien se depuraron, decantaron y sobrevivieron, pasando por múltiples caídas, pero todavía siguen dispersas y relativamente estancadas.

Este año se cumplieron 56 años de la insurrección constitucionalista y del desembarco de 42 mil soldados estadounidenses destinados a impedir la victoria plena de la segunda revolución popular y democrática del Caribe en el siglo XX.

Desde entonces hemos padecido un largo período de predomino de las derechas, después de haber intentado conquistar una nueva democracia, una democracia basada en el pueblo en armas, con soberanía popular y autodeterminación nacional. Y tiene trascendencia evaluar sus causas.

  • Vicisitudes de las izquierdas del 65 a la actualidad. 

El 24 de abril de 1965 estalló en Santo Domingo una rebelión popular, cívico-militar, que derrocó el Gobierno surgido del golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963, que reclamó la restauración del Gobierno electo el 20 de diciembre de 1962, bajo la presidencia de Juan Bosch y la Constitución democrática promulgada al inicio de su gobierno.

El movimiento se desarrolló impetuoso, con la participación de los militares constitucionalistas y del pueblo en armas. En los tres días iniciales, el ascendente movimiento democrático constitucionalista rompió las estructuras de dominio y represión tradicionales.

Entonces el coronel Caamaño, líder político-militar de la insurgencia, simbolizó la esperanza redentora.

Entonces el General golpista Elías Wessin y Wessin simbolizó la destrucción y la muerte, el golpismo entreguista y genocida.

Las tropas estadounidenses finalmente desembarcaron para bloquear la insurrección  y reestructurar las fuerzas militares nativas a su servicio, cuando éstas estaban a punto de ser totalmente derrotadas.

Su presencia forzó el cambio de correlación de fuerzas a favor de las derechas e impuso la paz negociada  a favor de la contrarrevolución.

Con la contrarrevolución llegó también, sigilosamente, el Cortesano y su corte (Balaguer y el neo-trujillismo), que juntos más tarde nos impusieron el régimen de terror de los doce años.

EE.UU  rearmó y reestructuró el viejo ejército y el viejo régimen, e impuso el neo-trujillismo aliado a la derecha golpista.

Balaguer permaneció durante tres períodos consecutivos a base de represión, corrupción, fraudes electorales y respaldo imperialista.

Luego, ya desgastado el balñaguerismo, un PRD condicionado, mediatizado por su dirección política y cooptado por los Estados Unidos y sectores de la clase dominante dominicana, ascendió al gobierno y en sus 8 años de mala gestión auspició (sin querer, pero queriendo) la rehabilitación política de Balaguer y con ella diez años más de su corrupta y entreguista administración.

Más tarde un PLD neo-liberalizado, favorecido por Balaguer y su corte, lo relevó con el Gobierno de Leonel Fernández (1996-2000) hasta verse cuatro años después desplazado de nuevo por un gobierno del PRD presidido por Hipólito Mejía (2000-2004), que devino en un verdadero desastre nacional.

El desastre encabezado por Hipólito Mejía rehabilitó el retorno de Leonel Fernández y el PLD al gobierno (2004 a 2012) y con ello la continuidad de las políticas neoliberales y el entreguismo a EEUU (ratificación del Tratado de Libre Comercio-TLC con EU y Centroamérica y el acuerdo Stand By con el FMI, así como facilidades a la intervención militar en la isla y para imponer privatizaciones a favor de las corporaciones trasnacionales) y continuidad de la corrupción y la impunidad de los delitos de Estado.

A Leonel lo reemplazó Danilo Medina al frente del gobierno del PLD durante ocho años más (2012-2020) y ambos gobernantes convirtieron al partido y al Estado en una corporación mafiosa que reinó 20 años 1996-2000 y 2004- 2020).

Hemos sufrido 56 años de una contrarrevolución tutelada por EE.UU, continuamente remozada y readecuada desde una partidocracia perversa y pervertida, y desde una gran burguesía asociada a ella, que subordinada al poder imperial, optó recientemente por asumir directamente las funciones ejecutivas del Estado en el contexto del nuevo Gobierno de Luis Abinader (político-empresario) y del Partido Revolucionario Moderno (PRM), surgido del viejo PRD, reemplazante del PLD.

El balance ha sido trágico y “pinta” peor.

Pobreza y dependencia creciente, acompañadas de corrupción a granel.

Y todo esto facilitado por la división y el debilitamiento de las izquierdas y las fuerzas populares, por sus desarraigos y errores posteriores a sus valiosos aportes en la lucha contra la tiranía y en abril 65, por los efectos desmovilizadores y dispersantes del colapso de la Unión Soviética y de los regímenes del Este europeo (seguidos de la derrota sandinista), por el peso de la unipolaridad a favor de EEUU, y por los impactos del discurso y el accionar neoliberal.

Largo e insoportable vía crucis.

Situación que es preciso revertir ya que pronto no habrá vida para una gran parte del pueblo dentro de este contexto fatal. Ni naturaleza, ni medio ambiente que defender.

Pobreza e indigencia creciente, depredación y contaminación del ambiente conforman una amenazante cultura de la muerte.

El orden jurídico-político-militar de la seguridad imperial en la posguerra de Abril, agravado por la estrategia neoliberal, progresivamente conduce a un gran genocidio por hambre y a un gran ecocidio por sus efectos depredadores y contaminantes, tendencias que ahora tienden a agravarse.

Las nuevas rebeldías apuntan en dirección contraria y hacen las veces de contrapartidas. Pero ellas precisan de un salto cualitativo que sólo puede ser fruto de una nueva acumulación política revolucionaria.

La resistencia social que no ha cesado y deberá convertirse, a través de la acumulación de conciencia y organización transformadora, en ofensiva política; en nuevo y renovado abril, en nueva primavera política a favor de una nueva institucionalidad surgida de una constituyente popular y un proyecto alternativo al neoliberalismo.

Se trata de algo realmente imperioso, casi de vida o muerte para la nación y para una gran parte de nuestro pueblo.

Y precisamente ese desafío obliga a recuperar la memoria histórica de aquel Abril heroico, a valorar sus enseñanzas, a explicarnos las causas de su interrupción…así como a recatar todo lo que de esa singular y extraordinaria experiencia pueda tener valor y continuidad en el presente y el futuro próximo para vencer la prolongada contrarrevolución y retomar el camino de los cambios revolucionario; actualizada hoy su pertinencia en nuestra América por la revolución bolivariana en Venezuela y por el accidentado proceso transformador y pro autodeterminación que tiene lugar en esta región, acompañado de la continuidad de la revolución cubana.

A ese propósito responden éste y otros artículos de mi autoría, los cuales procuran reanimar un debate trascendente, tanto cara a las fuerzas de la contrarrevolución como a los(as) que han renegado de ese valioso pasado, trasladándose al cómodo campo de las derechas, la reacción y el reformismo.

Entiendo que el debate entre las partes ayer enfrentadas sigue siendo necesario para que resplandezca la verdad histórica y salirle al paso a los intentos de reconciliar lo diametralmente opuesto.

Entre aquellas partes enfrentada hay no pocas variaciones, incluyendo componentes, que  ayer de izquierda, hoy confluyen en el campo de las derechas; generando no pocas confusiones y desconfianzas.

En verdad las derechas y  los contrarrevolucionarios del 65 siguen siendo quienes eran. No conozco casos de arrepentimiento ni de reivindicación decorosa entre ellos. Derechistas ayer y derechistas hoy. Derechistas y contrarrevolucionarios ¡siempre!

No ha pasado así con los revolucionarios/as de abril,  entre los que abundan tránsfugas y, renegados/as de aquel proyecto transformador. Algo propio de las revoluciones violentamente bloqueadas.

Muchos se cansaron. Otros se vendieron. Algunos resistieron un tiempo para luego sucumbir. Y no pocos se cansaron.

Corrientes  de esa matriz avanzadas fueron conducidas hacia la derecha por liderazgos que abandonaron aquellos ideales y principios.

El PRD devino en otra cosa: una fuerza despojada del nacionalismo revolucionario que lo inspiró en Abril de 1965 y durante una parte del periodo de la posguerra. De él ha surgido el PRM al servicio de las elites capitalistas y del coloniaje.

El PLD, inicialmente producto de una rebeldía frente a la degeneración del PRD, se transformo en algo similarmente negativo, traicionando el ideario y el ejemplo del Profesor Juan Bosch.

Muchos (as) izquierdistas pasaron a ser del PRD y del PLD  y hasta del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), y allí dentro resultaron más conservadores que los cuadros originales de esos partidos del sistema.

Algunos partidos y grupos de izquierda —o fracciones de ellos— sencillamente dejaron de ser revolucionarios.

Igual pasó con una parte de los militares constitucionalistas que se izquierdizaron en revolución del 65 y se derechizaron mas tarde.

Esa revolución quedó para todos (as) ellos situada en el pasado, pero no proyectada en el presente, y menos aun como arma de futuro.

Muchos de ellos se reconciliaron con los contrarrevolucionarios, se abrazaron con ellos y se aproximaron a sus posiciones.

En esos casos la reconciliación es evidente, aunque no haya sido decretada. Ella no tienen nada de positiva. Ella más bien ha estado mediada por actos de claudicación que perjudican a las fuerzas revolucionarias y que han debilitado la capacidad de lucha de nuestro pueblo.

La izquierda deja ser de izquierda cuando se derechiza y las culpas contraídas no se le deben cargar a las fuerzas revolucionarias y transformadoras.

Nadie en el mundo podrá convencerme de la necesidad de aplaudir esos hechos. Tampoco debemos sentirnos mal o cargar como izquierda consecuente las responsabilidades de quienes abandonaron nuestras filas.

Claro está que tales mutaciones no agotan las contradicciones y enfrentamientos entre ambos proyectos, amén de que es imposible reconciliar la historia real y los enfrentamientos ocurridos.

El campo revolucionario fue diezmado, pero no exterminado. Una parte importante resistió, persistió en el camino, reafirmó posiciones anticapitalistas y antiimperialistas, y renovó ideales.

Entre sus componentes estamos el Movimiento Caamañista (MC) de matriz comunista, el Movimiento Popular Dominicano (MPD-ML), el conjunto de la Izquierda Revolucionaria (IR), el Movimiento de Acción por una Nueva Dominicana (Mando), los Militantes por la Revolución Socialista. Todos con trabas a superar y la mayoría con fuerte ausencia de la nueva generación.

Otras agrupaciones políticas y movimientos políticos-sociales, aunque más moderados, integran tanto una izquierda que se autodefine marxista como un progresismo avanzado y patriótico, definidamente anti-neoliberal, diferenciadas de las derechas y el conservadurismo. Entre ellos se destaca Patria para Todos/as y Fuerza de la Revolución-FR, esta última lamentablemente condicionada por subordinación electoral a Alianza País, organización que se define como centro-progresista y asume una actitud medularmente sistémica.

Otros componentes de las izquierdas históricas, incluidos agrupamientos que se definen comunistas, todavía no desisten de apoyar y aliarse al PRM y a otras fuerzas de las derechas pro-imperialistas. Es el caso del Partido Comunista del Trabajo (PCT), de origen pro-albanés, que hegemoniza el denominado Frente Amplio.

En estas tres vertientes participa una parte importante de la generación revolucionaria de los años 60  y 70, cuyo componente activo en política se divide entre los que asumen militancia partidista y los que no, estos últimos presente en diversos movimientos sociales.

Caamaño  legó el buen ejemplo de firmeza y de radicalidad revolucionaria hasta su caída en combate y posterior fusilamiento, cualidades que impactan positivamente diversos sectores contestatarios.En las nuevas generaciones y en los grandes  movimientos sociales en lucha (juveniles, ambientalistas, feministas, anti-impunidad, comunitarios, clasistas, antirracistas…) hay muchas inquietudes y rebeldías. Pero también muchas confusiones teóricas-políticas, grandes déficits en la formación política revolucionaria y en la conciencia y militancia necesarias para ser factor subversivo  frente al poder del gran capital.

En nosotros/as, comunistas-caamañistas, se ha reafirmado la convicción de que respecto al bando opresor, a los traidores de ayer y de hoy, a las elites capitalistas transnacionales y locales, a los saqueadores, a los genocidas, a los asesinos y ladrones de Estado, a las derechas y neo-derechas, corrompidas y corruptoras, no debe haber ni olvido ni perdón. Tampoco, en consecuencia, conciliación o reconciliación.

Nunca hemos conciliado con ese “bando traidor y parricida” y no lo haremos jamás. Somos partes enfrentadas por intereses de clases contrapuestos, por concepciones programáticas y por motivos éticos bien diferenciados.

Esa línea de aportes la ha continuado la izquierda más consecuente frente a la farsa que representa el cambio del Gobierno del PLD por el del PRM-Abinader-Mega-millonarios, otra modalidad de dominio de las derechas bajo la impronta recolonizadora neoliberal en tiempo de COVID.

Podemos y debemos debatir con todos los adversarios, pero no renunciar a nuestra razón de ser para aliarnos a sus herederos, representantes políticos y elites económicas.

Aquel enfrentamiento no fue una “guerra primaria” al margen de principios, ideales y proyectos.

No fue una simple “contienda fratricida”.

No es aceptable un enfoque o una valoración neutral de las partes enfrentadas.

Esas partes no son equiparables ni moralmente, ni ideológicamente, ni políticamente.

Menos aun desde el punto de vista de los intereses populares y nacionales, o desde el concepto de justicia, desde los valores patrióticos, la solidaridad humana y la lucha de clases.

El despotismo, el entreguismo, la corruptela, la criminalidad, la injusticia, el genocidio, la explotación y exclusión social, la traición a la patria, la pertenencia o alianza con la oligarquía capitalista y con el invasor extranjero, son los contravalores de esas fuerzas que entonces enfrentamos con las armas y hoy con otros medios. Contrarrevolucionarias ayer y contrarrevolucionarias hoy.

La democracia, la justicia social, la moralización de la vida política, la honestidad, la soberanía nacional y popular, la solidaridad humana, el patriotismo, el latino-americanismo, son los valores de la revolución de abril y de los caamañistas de ayer y de siempre, de los socialistas y comunistas leales a sus orígenes.

Tales ideales son realmente irreconciliables con los detentan el poder y diametralmente opuestos a los intereses que defienden las derechas. Ayer, hoy y siempre. Tan irreconciliables como los hechos históricos que situaron a las partes enfrentadas en 1965 en campos opuestos.

Esa confrontación sigue pendiente y a ella no renunciaremos jamás. Jamás.

Visto este balance general, no es difícil descubrir que las izquierdas han tenido que ver como el que más con las luchas libradas, los aportes a ellas y los logros alcanzados antes, durante y después de la revolución de Abril de 1965.

Su aporte en ideas, en sacrificio, en sangre, en combates, en luchas políticas, sociales, cultural, patriotas, solidarias… ha sido enorme.

Y me refiero a las izquierdas históricas y actuales en toda su amplitud y diversidad, política y social, cultural, orgánica y no orgánica; quedando pendiente para una segunda entrega las conquistas alcanzadas a lo largo del periodo ya abordado.

P/D: Artículo inspirado por ideas contenidas en el libro: “Rescatar sus enseñanzas: Para que abril tenga futuro”, debidamente actualizadas y enriquecidas. Ensayo sobre las izquierdas, el PRD y los militares democráticos en la Revolución de Abril / Narciso Isa Conde/ Primera edición: Publiguía, 2002/ 74 p.

Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Opinión

Cuando el privilegio pesa más que el salario

Published

on

Por Isaías Ramos

En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?

La comparación es contundente: alrededor de RD$19 mil millones para cumplir la indexación —lo mínimo para que la inflación no se coma el salario por la vía del impuesto— frente a más de RD$500 mil millones en gasto tributario y subsidios no focalizados. Esa diferencia no es técnica; es moral. Es un impuesto silencioso al trabajo para sostener privilegios que casi nunca rinden cuentas.

No hablamos de milagros, sino de coherencia constitucional.

Primero derechos; después privilegios.

La indexación es justicia básica; que el salario cubra la canasta es dignidad mínima. Cuando eso no ocurre, todo lo demás se convierte en una transferencia regresiva: recursos públicos arriba y salarios de subsistencia abajo.

Lo vemos en historias como la de Marta, cajera en una tienda que abre seis días a la semana. Gana el salario mínimo del tramo superior y aun así no le alcanza para transporte, alimentos y educación básica de sus hijos. Todos conocemos una Marta. Su caso no es la excepción; es el reflejo de un modelo.

Reconocemos, sin ambigüedades, que ciertos sectores han traído inversión y empleo. Pero en un Estado Social y Democrático de Derecho, la prioridad no se discute: derechos primero, incentivos después. Si un sector recibe exenciones millonarias durante décadas, la contrapartida mínima es un salario mediano por encima de la canasta y una reducción verificable de la informalidad. Y si los beneficios se justifican por su aporte, ese aporte debe comprobarse con datos públicos.

Las preguntas son simples, y las respuestas deberían serlo también:

  • ¿Cuál es su salario mediano y qué parte de la canasta cubre?
  • ¿Cuál es su aporte fiscal neto, descontadas exenciones y transferencias?
  • ¿Qué metas salariales y de formalización han cumplido —auditadas y con plazos—?

Si esas respuestas no existen, la falla no está en quien critica, sino en un modelo que evita mirarse al espejo.

Cuando miramos la región, el panorama se vuelve más claro y más crudo. Llevamos décadas creciendo alrededor de 5 % anual, más del doble del promedio latinoamericano. Sin embargo, datos del Banco Mundial muestran que menos de 2 % de los dominicanos ascendió de grupo de ingreso en una década, frente a un 41 % regional. Es una de las movilidades más bajas de América Latina: un motor económico de alta potencia montado sobre una carrocería social demasiado frágil.

A eso se suma un mercado laboral con alrededor de 55 % de informalidad, superando un promedio regional que ya bordea la mitad. Millones de personas trabajan sin contrato, sin protección y sin capacidad de negociación. Mientras tanto, el salario mínimo formal del sector privado no sectorizado —según el tamaño de la empresa— oscila hoy entre unos RD$16,000 en las microempresas y cerca de RD$28,000 en las grandes, y ni siquiera en su tramo superior alcanza el costo de la canasta familiar nacional, que ronda los RD$47,500, ni la canasta del quintil 1, situada en torno a RD$28,400. La mayoría de los trabajadores informales ni siquiera se acerca a esos montos.

Ahí está el nudo del modelo: un PIB que corre por delante del promedio regional, con salarios más bajos, más informalidad y menor movilidad que casi todos. Ahí es donde la retórica del “milagro” deja de coincidir con lo que millones viven cada día: jornadas largas, ingresos insuficientes y un crecimiento que no se traduce en dignidad.

Y, mientras tanto, la indexación —que solo evita que el impuesto castigue el salario— se presenta como inalcanzable. No lo es. Lo inalcanzable es pretender estabilidad congelando la protección del trabajador mientras se blindan privilegios que nadie revisa con lupa desde hace décadas. Eso no es estabilidad; es un subsidio a la precariedad.

La discusión no es “si hay dinero”, sino de dónde es justo que salga.

¿De quienes ya no pueden más, o de exenciones que llevan medio siglo sin evaluación seria?

¿De la nómina de la clase trabajadora, o de regímenes especiales convertidos en vacas sagradas?

En el Frente Cívico y Social entendemos que la guía es simple y está escrita en la Constitución. El artículo 62 establece, entre otras cosas, que es finalidad esencial del Estado fomentar el empleo digno y remunerado y, en su numeral 9, consagra el derecho a un salario justo y suficiente para vivir con dignidad. No es poesía; es mandato. Si el salario mediano de un sector no cubre la canasta, ese sector no cumple con la dignidad mínima. Y si además recibe exenciones, la obligación de rendir cuentas es aún mayor.

Y porque no hay dignidad sin desarrollo, no olvidemos lo esencial: salario digno es demanda interna, productividad futura y estabilidad social. Con sueldos de miseria no se construye un mercado interno robusto, no se fortalece el capital humano, no hay escalera de movilidad. Lo que se “ahorra” hoy en salarios bajos se paga mañana en menor crecimiento y mayor conflictividad.

En una frase: un país que se respeta no pone el privilegio por encima del salario, ni el incentivo por encima de la dignidad. Cuando la política honra esa jerarquía, la estadística deja de ser consuelo y se convierte en vida vivible.

Despierta RD.

Continue Reading

Opinión

Fidel Castro, RD y poder de ideología

Published

on

Oscar López Reyes
Las escaseces de divisas, alimentos, medicamentos, salarios y servicios públicos, como la electricidad, etc., predominan y se agravan en Cuba, donde no ha estallado una poblada contra el orden socio-político instaurado principalmente por la comprensión ciudadana del inhumano bloqueo económico-financiero y comercial de Estados Unidos y su inspiración en el líder histórico de su Revolución, Fidel Alejandro Castro Ruz. Ese prodigio comprueba el poder de la ideología y la herencia de los sistemas de valores como pilares para mantener el control del Estado.
Al no conseguir el reino de cosas deseadas y por las carencias, miles de cubanos emigran a distintos países, entre ellos la República Dominicana, donde son recibidos con respeto y fraternidad, en una reciprocidad que se remonta a la concurrencia de dominicanos en la guerra por la independencia de Cuba, comenzando con Máximo Gómez, quien ostenta el título de Generalísimo del Ejército cubano.
En el exterior, en vez de levantar las espadas conspirativas, la mayoría de los nativos de la patria de José Martí emprenden negocios privados y se asumen como asalariados, para mandar remesas a la mayor isla de las Antillas, por online o redes ilegales, desconociendo las sanciones impuestas por Estados Unidos.
A nueve años del fallecimiento de Castro Ruz (25 de noviembre de 2016) y en la antesala del centenario de su nacimiento (13 de agosto de 1926, en Birán, Cuba), la Revolución se ha mantenido contra viento y marea. Capea los golpes bruscos de las olas en el navegar por aguas turbulentas, bajo los pilares de su liderazgo inspirador: visionario en su convicción de justicia social, creativo en su arrojo con inteligencia emocional, optimista y carismático en la autenticidad del desprendimiento, pasión en el pensamiento crítico y estratégico, integridad en la solidaridad, capacidad organizativa y responsabilidad en la prédica con el ejemplo heroico.
Castro Ruz, el más asombroso internacionalista latinoamericano, encarnó el anhelo de cambio y, en esa determinación, cautivó a una valiosa legión de jóvenes insurrectos de América Latina, inducidos por la ideología revolucionaria. Su capacidad de persuasión e influencia fueron perspicaces.
Su grandeza en la cooperación supranacional, que se llenó de decoro y gloria, fue asumida bien temprano con su mira en la República Dominicana. Se alistó para venir en la expedición de Cayo Confites -un islote de Camagüey- para destronar a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina. El 21 de septiembre de 1947 fueron arrestados por unidades de la Marina de Guerra de Cuba, y para evitar ser capturado, Castro Ruz -teniente jefe de un pelotón del batallón Máximo Gómez- se lanzó a las aguas del océano Atlántico y con su armamento nadó hasta la costa del cayo cubano de Saetía.
Asimismo, el 19 de junio de 1949 participó en el entrenamiento de exiliados dominicanos en Cuba, que integraron la expedición de Luperón contra la tiranía trujillista, pero fueron emboscados y ejecutados después de desembarcar en la República Dominicana. La incursión armada, que tuvo el respaldo de autoridades de Guatemala, Costa Rica y México, atizó las llamas de la libertad hacia el derribamiento de la satrapía.
Igualmente, ya en el poder dispuso de la finca Mil Cumbres, en Pinar del Río, para el adiestramiento en guerra de guerrillas de los componentes de la invasión de Constanza, Maimón y Estero Hondo -dominicanos, cubanos, venezolanos y otras nacionalidades- que, desde Cuba, arribaron a la República Dominicana el 14 y 20 de junio de 1959. La inmolación de los miembros de La Raza Inmortal significó el principio del fin de la caída del régimen oprobioso.
Aunque “No era nuestro deseo que regresara” (Castro Ruz), también brindó apoyo logístico y militar al ex comandante de la Revolución Constitucionalista de 1965, Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien el 2 de febrero de 1973 desembarcó por playas Caracoles, en Azua, con el propósito de derrocar al presidente Joaquín Balaguer. Fue ejecutado, junto a dos de sus nueve compañeros, el 16 del mismo mes.
Cuando optó por participar en la expedición de Cayo Confites, estudiaba derecho en la Universidad de La Habana, y esa hazaña parece haberle alentado, ya como jefe de Gobierno, para concretizar su misión internacionalista, con la asistencia militar en favor de la independencia de Angola, Etiopía y Siria, y respaldar movimientos de liberación de naciones africanas, como el Congo y Guinea-Bissau.
Diplomáticamente se adhirió a la República Dominicana, Costa Rica, China y la Unión Soviética. En la VI Cumbre, efectuada en La Habana en 1979, fue designado presidente del Movimiento de Países No Alineados, integrado por estados de África, Asia y América Latina, con el objetivo principal de mantener la neutralidad frente a los bloques de la Guerra Fría, liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética.
Junto a Joaquín Balaguer, embajador y ministro plenipotenciario de la República Dominicana en Colombia, presenció El Bogotazo, denominado así a la ristra de disturbios, con saqueos, incendios y muertes, escenificados en Bogotá el 9 de abril de 1948, a raíz del magnicidio del candidato presidencial liberal Jorge Eliécer Gaitán.
A los 50 años, Castro Ruz y Balaguer volvieron a ser testigos de otros eventos -académicos y culturales- durante la primera visita del líder cubano a la República Dominicana, entre el 20 y el 24 de agosto de 1998, en ocasión de la Segunda Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC). Intercambiaron piropos, en el hogar del segundo. “Castro: siga con su inteligencia preclara”, y “Balaguer: Ojalá yo tener la suya”, y luego visitó al expresidente Juan Bosch, quien por un tiempo vivió exiliado en Cuba, como otros dominicanos.
Castro Ruz volvió a la República Dominicana por segunda vez el 17 de abril de 1999, en el transcurso de cuya gira se reunió con Hugo Chávez, presidente de Venezuela, y Ernesto Zedillo, presidente de México.
Tres años después -1950- de Cayo Confites, encabezó -el 16 de julio- el frustrado asalto armado al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, en un intento por llegar a hostilizar la ignominia en la Sierra Maestra. Enjuiciado por la acción militar y condenado a 15 años de cárcel, pronunció la frase lapidaria: “La historia me absolverá”. A los cinco años -1955- tras ser amnistiado por el dictador Fulgencio Batista, salió hacia México, donde fundó el movimiento clandestino “26 de Julio”.
Y al año siguiente -1956- desembarcó en Cuba junto a 81 hombres en el yate Granma, para la guerrilla de Sierra Maestra. El 1 de enero de 1959, Batista huyó a la República Dominicana y Castro Ruz asumió como primer ministro del Gobierno Revolucionario.
El 3 de enero de 1961 rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos, proclamó el socialismo y condujo los combates de milicianos y tropas regulares en bahía de Cochinos, desde donde exiliados invasores, entrenados y financiados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, pretendieron derrocarlo. Esa victoria consolidó su gobierno y los nexos de Cuba con la Unión Soviética.
En octubre de 1962, en Cuba se instalaron bases de misiles nucleares de la Unión Soviética, en contestación por el despliegue de proyectiles autopropulsados de Estados Unidos en Italia y Turquía, lo que colocó a la humanidad al borde de una confrontación atómica. Ese enfrentamiento de 13 días terminó con la recogida de los misiles soviéticos de Cuba y el compromiso norteamericano de no invadir a la nación caribeña y retirar sus misiles de Turquía.
Desde 1963, el Gobierno de Cuba nacionalizó empresas, bancos y recursos naturales, implementó campañas de alfabetización y distribución de tierras a campesinos, y progresó en el acceso gratuito a la educación y la salud, la igualdad de género, la cooperación médica internacional, en biotecnología, en la industria farmacéutica, la preservación del medioambiente y proclamó que “La deuda externa es impagable”.
Más que seguir avanzando en los proyectos socio-políticos y en la universalización de los servicios básicos, estos han marchado con lentitud y obstáculos. Y, en la piel y el esternón de esas precariedades perturbadores, el pensamiento y la obra de Castro Ruz han sido un aliciente para la mayoría de cubanos sobrevivir con dignidad en el anca de yerros propios de gestiones complejas y principalmente por un bloqueo que ha dejado pérdidas estimadas en mucho más de 2 billones de dólares en más de 6 décadas.
Incontrovertiblemente que resplandecen como luz en la tiniebla la creación sistemática de conciencia, la articulación de una estructura político-militar y la rememoración de los discursos extensos, motivantes y emocionantes nocturnos que comúnmente duraban tres y cuatro horas del comandante en jefe de la revolución cubana. Ultimamente, esos factores han sido la clave para que las protestas callejeras, particularmente por la suspensión prolongada de la energía eléctrica, se conviertan en pobladas y el régimen se derrumbe.
En esta coyuntura en que Cuba urge de solidaridad, la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) anuncia un ciclo de actividades para conmemorar el centenario del natalicio del líder histórico que el 24 de agosto de 1998 recibió de esa alta casa de estudios el título de Doctor Honoris Causa. Esos eventos invitan a un respaldo con el compromiso solemne, la valentía y la gratitud de quien se desvivió por una Cuba preferible, una República Dominicana libre de un tirano y un Tercer Mundo más óptimo.
…………………………………………
El autor: expresidente Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), catedrático, escritor y columnista de El Nacional y decenas de digitales.

Continue Reading

Opinión

La Corte Penal Internacional y los tribunales penales internacionales (2 de 2)

Published

on

Por Rommel Santos Diaz

La naturaleza sui generis de los tribunales Ad-Hoc los constituye al mismo tiempo como jurisdicciones que tienen un carácter limitado tanto ratione temporis como ratione loci.El Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia solo tiene competencia para juzgar los crímenes cometidos  a partir del 1 de enero de 1991 en el territorio de la Ex República Federal Socialista de Yugoslavia mientras que el Tribunal Penal Internacional para Ruanda tiene una competencia  temporal aún más restringida dado que sólo puede juzgar los crímenes cometidos durante el año 1994 en el territorio de Ruanda.

Por su parte, la Corte Penal Internacional es un tribunal permanente que tiene una competencia ratione temporis  de carácter prospectivo, vale decir, se aplica sólo a los crímenes cometidos luego del 1 de julio del 2002, fecha de la entrada en vigor de su Estatuto. Además, su competencia ratione loci se basa en el principio de territorialidad y no en el principio de jurisdicción universal.

Por otro lado, conviene destacar que la forma de creación de los tribunales penales internacionales determina a su vez el modo como estos tribunales internacionales se relacionan con las jurisdicciones internas.

Así por ejemplo, la Corte Penal Internacional se rige por el principio de complementariedad en relación a la jurisdicción interna de los Estados. Esto tiene particular relevancia en los casos de competencia concurrente con la jurisdicción nacional, dado que la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional  para la Ex Yugoslavia y del Tribunal Penal Internacional  no es complementaria de la jurisdicción nacional, sino que en su lugar se trata de una jurisdicción internacional que tiene primacía sobre las instancias nacionales.

Lo anterior permite que en cualquier estado de un proceso ante un tribunal nacional tanto el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda puedan requerir a los tribunales nacionales la remisión del caso a sus respectivas competencias.

En relación a la existencia de mecanismos de cooperación judicial entre los tribunales penales internacionales, es pertinente subrayar que esta instituciones responden a principios distintos de aquellos que son propios del derecho penal internacional propios del derecho internacional privado y es en esta línea conservadora que ninguno de los estatutos de los tribunales internacionales contiene disposiciones específicas sobre cooperación entre ellos.

Así por ejemplo, el Estatuto de Roma regula las relaciones de cooperación y asistencia judicial sólo entre los Estados Parte y la Corte Penal Internacional  y conforme al Artículo 2 de su Estatuto, se prevé en virtud del acuerdo entre la CPI y las Naciones Unidas, relaciones de cooperación con esta organización internacional.

Por tanto, el tratado de Roma no contiene referencias relativas a la forma como la Corte Penal Internacional podría vincularse con otros tribunales del sistema de justicia penal internacional.

Finalmente, tal como se observa en las líneas precedentes no existe un vínculo normativo entre la Corte Penal Internacional y los tribunales Ad-Hoc .  No obstante, es innegable que la valiosa y extensa jurisprudencia del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal  Penal Internacional para Ruanda servirán como referente en el desarrollo del trabajo jurisprudencial de la CPI.

Rommelsantosdiaz@gmail.com

Continue Reading

Edificio La República: Restauración No. 138, cuarta planta, Santiago, República Dominicana. Teléfono: 809-247-3606. Fax: 809-581-0030.
www.larepublicaonline.com  / Email: periodico@larepublicaonline.com
Copyright © 2021 Blue National Group