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Opinión

Liderazgos, Cargos, Revolución y Reelección

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Por Narciso Isa Conde

(Publicado por primera vez en el 2007 y reeditado oportunamente en este inicio del 2013)

El paso de lo espontáneo a lo conducido, a lo organizado y a lo dirigido, trae consigo los liderazgos sociales, políticos, culturales, artísticos, religiosos, deportivos…

En los fenómeno de masas el paso de la inconciente a lo conciente, casi siempre se ve acompañado de la creación de líderes y liderezas en sus respectivos conglomerados.

Las grandes corrientes teóricas, político-teóricas o simplemente políticas o político–sociales, están acompañadas de grandes liderazgos.

Pasa así con las revoluciones.

Pasa con las contrarrevoluciones.

Con los procesos de reformas y contrarreformas.

Pensamiento y acción, palabras y hechos, son inseparables de esas dinámicas de formación de liderazgos, porque con ellos(as) se impacta la subjetividad, la conciencia, los sentimientos, los deseos y anhelos colectivos.

  • Las personalidades en la historia.

Ambos vertientes, pensamiento y acción–mutuamente influenciables entre sí-cuentan en el caso de los grandes combates de clase y del compromiso por la liberación de los pueblos con actores (as), con protagonistas, más o menos destacados, más o menos sobresalientes.

Sobresalientes por su valor y firmeza a la hora de actuar.

Por su capacidad para escoger el momento oportuno de la acción.

Por su sintonía con el sentir de la colectividad donde actúan.

Por su talento.

Por sus conocimientos apropiados.

Por su verbo.

Por su atractivo personal.

Por su “carisma”.

Por su sinceridad.

Por su bondad.

Por su capacidad para educar o formar.

Por su intuición para acertar o predecir, o por su genialidad para ver lo que otros (as) no logran captar.

Por su agudo olfato clasista.

Por la confluencia de todos, una parte o algunos de estos atributos.

Esto toca de lleno el tema de lo individual y lo colectivo, de la personalidad en los procesos y en la historia, en los acontecimientos sociales, políticos y culturales que mueven comunidades, sectores y/o multitudes.

Esos acontecimientos estimulan esas personalidades y contribuyen en forma decisiva a crear esos liderazgos, muy sólidos cuando interpretan los anhelos de cambios de las clases y sectores explotados, oprimidos, excluidos.

Los líderes no nacen.

Lo líderes se hacen en esa relación dinámica entre lo individual y lo social, lo personal y lo colectivo; siempre compelida su gestación por la necesidad de acciones, de ideas, de conciencia, de movilización y organización.

  • Liderazgos, cargos y funciones institucionales.

Esas necesidades y esos momentos no solo colocan al frente de corrientes teóricas-políticas, movimientos sociales, fuerzas políticas y militares, procesos culturales… a esas personalidades, sino que muchas veces la catapultan al ejercicio de funciones en partidos, organizaciones populares, entidades de la sociedad civil, instituciones civiles y militares del Estado y organismos nacionales e internacionales.

Y es común que ese salto de lo informal a lo formal, de lo general a lo institucional, tenga grados y jerarquías en función de la fuerza y el nivel del cada liderazgo.

Así los (as) llamados liderazgos “naturales” en diversos campos de actividad, pasan a ser secretarios (as) generales, presidentes (as), primeros (as) ministros (as), jefes (as), coordinadores (as)… de tal o cual entidad política, Estado, gobiernos- administraciones, organización social o cultural.

La principalía en liderazgo es traslada a la principalía del cargo o de la función institucional.

Así los liderazgos de los procesos emancipatorios tienen toda la posibilidad de ocupar las más altas posiciones de Estado, de partidos, de gobierno y de frentes nacionales.

La función institucional, organizativa, y/o directiva-ejecutiva, el cargo en sí, generalmente existe antes de crearse el liderazgo; y el liderazgo es generalmente independientemente del cargo (aunque a veces se le crea el cargo al liderazgo). Y esta realidad determina que no se sea líder o lidereza por el cargo que se ocupa o la función que se desempeña, sino por la autoridad, el prestigio y la influencia previamente conquistadas.

Ambas cosas se puede hacer coincidir por conveniencia, necesidad temporal, situaciones y exigencias específicas. Y se pueden alimentar o debilitar mutuamente.

Hay veces que al liderazgo se le hace coincidir con varios cargos y funciones relevantes, incluso de naturaleza diferente: estatal, gubernamental, político- partidista, social… Y eso trae consigo otro problema: la centralización y concentración, a veces extrema, de funciones y la superposición de variados y diferenciados roles institucionales y no institucionales.

Tales superposiciones temporalmente pueden ser o no ser necesarias, convenientes o inconvenientes, aunque a la larga perjudican y restan democracia.

El liderazgo es algo muy auténtico, imposible de reemplazar o de obviar mecánicamente. El desempeño de cargos no, porque tiene mucha flexibilidad aprovechable. Y su asunción depende de necesidades y situaciones bien concretas.

El cargo y la función pueden tener diferentes actores (as), que a su vez pueden ser o no ser líderes; esto es, sus incumbentes pueden o no tener liderazgos, pero si ser personas aptas para desempeñarlos al margen de tener o no sus condiciones especiales para liderar grandes masas y pueblos.

El ejercicio de cargos públicos o institucionales y el ejercicio del liderazgo social o político tienen características distintas, muchas veces bien diferenciadas. Además hay muy buenos (as) dirigentes (as) y buenos (as) funcionarios (as) que no son líderes o liderezas.

Los roles de los Estados, gobiernos y ciertas instituciones oficiales o para-oficiales son diferentes entre sí y diferentes a los de los partidos y movimientos políticos. También los papeles de estos dos últimos, aunque más relacionados, son distintos entre sí, como también los roles de los movimientos culturales y el de los órganos de base del poder popular: consejos comunales, consejos de trabajadores (as) y de estudiantes y profesionales.

Desconocer esas diferencias y características funcionales, suplantar roles, superponer innecesariamente y prolongadamente sus dinámicas…tarde o temprano crea graves problemas y serios males.

Perpetuar líderes en cargos y funciones, tiene riesgos y puede generar deformaciones evitables, aunque en los mejores casos su brillantez y genialidad presione en esa dirección. Y aunque reelegirlos por determinados periodos pueda ser una necesidad política, dados otros factores imperiosos.

Sin embargo, no superponer por tiempo indefinido cargos y liderazgos…no concentrar los liderazgos en cargos y en entidades con roles diferentes…no reelegirlos (as), seleccionarlos (as) o nombrarlos (as) de manera indefinida para esas funciones…no va de por si en contra del liderazgo, no lo afecta ni lo erosiona. Y si puede favorecer las grandes virtudes derivadas de la separación de poderes en el Estado, el gobierno, en la sociedad civil y en las esferas de lo político y lo social; como también contribuir a las enormes ventajas de la dirección colectiva y de la descentralización de la toma de posiciones.

  • El liderazgo va más allá del cargo.

Se puede ser líder de una organización x sin ser su presidente (a) o secretario (a) general.

Se puede ser líder de un pueblo sin ser su Jefe de Estado.

Se puede ser líder o lidereza ejerciendo o no esos cargos.

El liderazgo ni lo hace ni lo deshace el cargo en sí; esto es, la jerarquía institucional en sí no es condición obligada del liderazgo. El liderazgo, desde el cargo o fuera del cargo, depende de una autoridad bien ganada en x proceso, de la conducta que se adopte, de las cualidades que se desplieguen antes, durante o después del mismo.

Ambas cosas pueden asumirse a discreción y a conveniencia del colectivo, una vez la comunidad o el pueblo se hayan convertidos en poder.

  • La reelección, los grandes liderazgos y las funciones de Estado.

Las grandes revoluciones políticas y sociales generalmente tienen grandes líderes o liderezas.

Ellos, ellas, por lo que han significado y significan dentro de esos acontecimientos históricos para las clases y sectores explotado y excluidos (as), tienen un profundo calado, son muy queridos(as) y respetados(as) y son, en consecuencia, sumamente necesarios(as). Y mientras más se profundiza el cambio social, político y cultural, enfrentado a poderosísimas fuerzas enemigas, y más consecuentes son con los anhelos de la sociedad, más necesarios(as) se tornan y más se entiende la necesidad de su permanencia en cargo relevantes.

Es formidable contar en tales procesos con líderes brillantes, audaces, visionarios (as).

A ellos, a ellas, hay que preservarlos, ayudarlos, acompañarlos (as) y respaldarlos (as) desinteresadamente.

Sin embargo no creo- a la luz de la experiencia histórica- que sea beneficioso para ellos (as), para los pueblos y los procesos que lideran, cargarlos de funciones, asignarles roles diferentes y superpuestos, y auspiciar que se reelijan de por vida en la más altas funciones de Estado; a veces, por demás, acompañadas de las más altas funciones del partido o del movimiento político.

Y esto es todavía más improcedente cuando no existen mecanismos para revocarlos al margen de las elecciones ordinarias y cuando las competencias electorales pueden ser vulnerables a métodos antidemocráticos.

Pienso que no es malo, sino bueno, que un líder pueda ser hoy presidente de la República y mañana primer ministro.

Hoy presidentes y mañana solo secretario general o dirigente del partido.

Hoy alto funcionario del Estado o del gobierno central y mañana no.

Hoy principal funcionario del partido y mañana no.

Si es líder de verdad siempre lo será, sobretodo si no comete errores graves que lo hagan perder su influencia bien ganada.

Ellos, ellas- independientemente de las funciones temporales que ejerzan (partidistas, sociales o gubernamentales…)- tienen la virtud de influir y de crear hegemonías. Y pueden hacerlo en función de otras personas, de otros (as) candidatos cuando presentan condiciones para lograrlo.

Ellos y ellas pueden ser mejores si se rotan en las funciones y contribuyen a la creación de reales direcciones colectivas, a pesar de su enorme e indiscutida gravitación política y social.

  • Reelecciones indefinidas, sucesivas y otros riesgos mayores.

Las reelecciones sucesivas e indefinidas no son las únicas fuentes del caudillismo y de la anti-democracia, pero pueden favorecer tendencias negativas; además dar la apariencia de lo imprescindible y de crear resistencia, voluntaria o no, a la rotación en las funciones públicas más importantes y a la participación colectiva en las decisiones.

La fusión del partido con el Estado es todavía peor, independientemente de que coexista o no con la reelección presidencial indefinida o las reelecciones sucesivas en otras funciones públicas.

El estatismo burocrático integral (político, económico, ideológico, comunicacional…) por igual es altamente perjudicial, puesto que genera un alto grado de uniformización de los medios de comunicación; un alto grado de censura y autocensura que afecta sensiblemente la libre discusión, el debate democrático y la auto-superación del proceso.

Y esto sin ponerme ahora a analizar la gran perversidad encubierta de la llamada democracia representativa, porque en este trabajo me he propuesto reflexionar fundamentalmente sobre los problemas históricos y actuales que pueden deformar los procesos revolucionarios; sin entrar en el examen y la denuncia del carácter antidemocrático de la hegemonía de las oligarquías capitalistas y del gran capital transnacional, del despotismo neoliberal y la dictadura mediática, con o sin pluralismo partidocrático.

Pienso-sin obviar ese combate decisivo contra el despotismo capitalista- que la luz de lo acontecido debemos extraer también las experiencias negativas de lo que ha significado sustituir la esclavitud respecto al gran capital, a sus instituciones y medios, por la absoluta subordinación a un Súper- Estado propietario de todo y controlador de todo, supuestamente actuando- y en algunos casos realmente o medianamente- en representación de la mayoría de la sociedad.

No soy de los que sataniza la reelección ni de los que exalta e idealiza la no reelección como panacea de democracia, no soy ni reeleccionista ni anti-reelecciones por principio. Creo que las re-postulaciones y las reelecciones deben de ser ponderadas en función de situaciones y periodos específicos, de necesidades o impertinencias concretas.

Pero creo también firmemente que a la nueva democracia que procuramos crear y al tránsito al verdadero socialismo que nos proponemos desarrollar, le conviene mucho no atar eternamente los liderazgos a los cargos públicos ni a lo cargos partidarios.

Le conviene muchísimo no fundir permanentemente el liderazgo nacional con la presidencia de la República.

Y esto le ayuda muchísimo tanto en cuanto a imagen como en cuanto a contenido.

Le conviene sobremanera, además, no fundir Estado y partido, ni crear partido desde el Estado o con los métodos del Estado y le ayuda mucho crearlo y desarrollarlo independientemente de los intereses y las dinámicas específicas de Estados y Gobiernos!

Le conviene remozar y separar constantemente las funciones sin dejar de fortalecer el liderazgo nacional y los liderazgos locales o sectoriales o nacionales.

Le conviene la diversificación de los medios de comunicación (sean gubernamentales, estatales, partidistas, de movimientos sociales, de fuerzas independientes de Estado, Gobierno, partidos, movimientos culturales, minorías…).

Le conviene una prensa diversa de calidad, abierta y crítica, porque ella facilita las mejores condiciones para el crecimiento, la diversificación y el relevo o reemplazo individual y/o colectivo de los liderazgos creados existentes.

  • Un ejemplo reciente proyectable.

Los cargos y las funciones no hacen los líderes ni la concentración de poderes son consustanciales a ellos (as).

Y si desean un ejemplo reciente, muy aleccionador por cierto, veamos lo que ha pasado recientemente en Cuba.

Fidel no es presidente y sigue siendo el líder.

Raúl es presidente y no por ello sustituye el liderazgo de Fidel.

¿Por qué no haber hecho eso antes de la enfermedad de Fidel en relación a esa y otras funciones, con esa y otras fórmulas?

¿Cuál es el temor?

¿Por qué no aprender de las malas y de las buenas experiencias?

¿Por qué no pensar seriamente estos problemas y debatir con franqueza esta cosa cara a otros procesos de cambios en marcha en nuestra América?

Es hora ya de pensar en voz alta éstas y otras cuestiones importantes.

Es hora de enterrar definitivamente la autocensura.

“La verdad –decía Lenin- es siempre es revolucionaria”

  • La reelección en Venezuela.

El caso de Venezuela presenta particularidades a tener bien en cuenta.

En Venezuela el gobierno de Chávez vivió inicialmente un periodo crucial de aguda confrontación con las derechas y con EE.UU., de alta inestabilidad. Más que gobernar resistía y peleaba gallardamente la permanencia y continuidad del proceso.

La consolidación, aun con aguda y perdurable confrontación, tardó bastante; hasta el punto que solo recientemente el presidente Chávez ha comenzado a gobernar, después de someterse muchas pruebas de popularidad y capacidad confrontativa.

En Venezuela existen elecciones democráticas no adulterables sustancialmente desde el gobierno. Pocos sistemas electorales en el mundo son tan libres y tan invulnerables al fraude.

Pero además en Venezuela existe la figura constitucional del referéndum revocatorio.

En ese país incluso consagrar constitucionalmente la reelección indefinida y sucesiva no es sinónimo ni garantía de su imposición por factores ventajosos de poder.

La consagración constitucional de tal posibilidad parece estar sobretodo motivada por la necesidad de asegurar la sucesiva derrota electoral de las derechas e impedir en próximas coyunturas electorales la victoria contrarrevolucionaria desde el gran poder competitivo del liderazgo del comandante Chávez.

Esto así porque al parecer existe la inseguridad o el temor de que si no es con Chávez candidato, no se gana o es mucho más difícil ganar. Y perder la presidencia del país en trance de revolución es perder demasiado.

Esta es sin duda una razón fuerte, porque el proceso de cambios debe de estar por encima del factor que analizamos a pesar de toda su validez.

De ser así esta debe considerarse como una de las debilidades del proceso que amerita ser pensada y superada, buscando a futuro próximo soluciones que eliminen o minimicen el riesgo.

De todas maneras es muy importante no convertir la necesidad temporal en ley del proceso, más cuando a todo proceso revolucionario desatado le conviene no depender permanentemente del gran liderazgo individual que lo ha encarnado.

Mas allá de lo requerimiento tácticos, realmente necesarios e imposible de ignorar, está la necesidad estratégica de procurar su constante auto-superación, su fortalecimiento institucional, su posibilidad de reciclamiento mas allá del liderazgo de histórico-original.

Y esto precisa crear conciencia y condiciones para superar en el menor tiempo posible la obligada dependencia de la candidatura presidencial con perspectivas de victoria al liderazgo principal y a los déficit en cuanto a capacidad de conquista de hegemonía en el seno del pueblo otras candidaturas confluentes con el liderazgo de la revolución.

Esto nos remite al tema de la vanguardia, al tema del poder popular y muy especialmente al tema de las transformaciones estructurales socializantes capaces de erosionarle totalmente las bases internas de sustentación a la burguesía dependiente y al capital transnacional en la sociedad venezolana y de terminar de quitarle el respaldo electoral que le queda a sus instrumentos políticos en sectores populares y en una parte de las capas medias.

No se trata, claro está, del camino más fácil; pero si posiblemente del más fructífero y el de mayor calidad para el proceso.

  • Avanzar sin rigidez

El tema es agudo y complejo, pero toca la madre de un problema real no debidamente solucionado desde las izquierdas y desde las revoluciones populares.

No me anima dar recetas inconmovibles al respecto, mucho menos entrar en la lógica hipócrita de las alternancias sustentadas por las derechas seudo-liberales y liberales.

Planteo el problema- mis inquietudes, consideraciones y sugerencias- sin formular esquemas rígidos, aunque si previsores, respecto a las re-postulaciones y reelecciones en el contexto de una nueva democracia revolucionaria (a sus tiempos, pertinencias, restricciones, oportunidades y circunstancias).

Si soy categórico en cuanto a la necesidad de superar por vía revolucionaria la falsa democracia representativa capitalista y a la necesidad de proponer una alternativa que supere radicalmente la fracasada fórmula del estatismo-burocrático con fusión partidoEstado-movimientos sociales y sin autogestión popular, control social y democracia participativa, directa e integral(económica, social, intercultural, de género..).

El tránsito al socialismo debe ofertar mucho más democracia y libertad en todos los órdenes y en todas las vertientes de la vida en sociedad que todas las experiencias históricas del liberalismo capitalista; y, por tanto, debe ser totalmente ajeno y adverso a todas las variantes que tiendan a subordinar a la sociedad y sus movimientos populares al Estado y siempre procurar el máximo de libertad, emulación y felicidad.

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Opinión

Cuando el privilegio pesa más que el salario

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Por Isaías Ramos

En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?

La comparación es contundente: alrededor de RD$19 mil millones para cumplir la indexación —lo mínimo para que la inflación no se coma el salario por la vía del impuesto— frente a más de RD$500 mil millones en gasto tributario y subsidios no focalizados. Esa diferencia no es técnica; es moral. Es un impuesto silencioso al trabajo para sostener privilegios que casi nunca rinden cuentas.

No hablamos de milagros, sino de coherencia constitucional.

Primero derechos; después privilegios.

La indexación es justicia básica; que el salario cubra la canasta es dignidad mínima. Cuando eso no ocurre, todo lo demás se convierte en una transferencia regresiva: recursos públicos arriba y salarios de subsistencia abajo.

Lo vemos en historias como la de Marta, cajera en una tienda que abre seis días a la semana. Gana el salario mínimo del tramo superior y aun así no le alcanza para transporte, alimentos y educación básica de sus hijos. Todos conocemos una Marta. Su caso no es la excepción; es el reflejo de un modelo.

Reconocemos, sin ambigüedades, que ciertos sectores han traído inversión y empleo. Pero en un Estado Social y Democrático de Derecho, la prioridad no se discute: derechos primero, incentivos después. Si un sector recibe exenciones millonarias durante décadas, la contrapartida mínima es un salario mediano por encima de la canasta y una reducción verificable de la informalidad. Y si los beneficios se justifican por su aporte, ese aporte debe comprobarse con datos públicos.

Las preguntas son simples, y las respuestas deberían serlo también:

  • ¿Cuál es su salario mediano y qué parte de la canasta cubre?
  • ¿Cuál es su aporte fiscal neto, descontadas exenciones y transferencias?
  • ¿Qué metas salariales y de formalización han cumplido —auditadas y con plazos—?

Si esas respuestas no existen, la falla no está en quien critica, sino en un modelo que evita mirarse al espejo.

Cuando miramos la región, el panorama se vuelve más claro y más crudo. Llevamos décadas creciendo alrededor de 5 % anual, más del doble del promedio latinoamericano. Sin embargo, datos del Banco Mundial muestran que menos de 2 % de los dominicanos ascendió de grupo de ingreso en una década, frente a un 41 % regional. Es una de las movilidades más bajas de América Latina: un motor económico de alta potencia montado sobre una carrocería social demasiado frágil.

A eso se suma un mercado laboral con alrededor de 55 % de informalidad, superando un promedio regional que ya bordea la mitad. Millones de personas trabajan sin contrato, sin protección y sin capacidad de negociación. Mientras tanto, el salario mínimo formal del sector privado no sectorizado —según el tamaño de la empresa— oscila hoy entre unos RD$16,000 en las microempresas y cerca de RD$28,000 en las grandes, y ni siquiera en su tramo superior alcanza el costo de la canasta familiar nacional, que ronda los RD$47,500, ni la canasta del quintil 1, situada en torno a RD$28,400. La mayoría de los trabajadores informales ni siquiera se acerca a esos montos.

Ahí está el nudo del modelo: un PIB que corre por delante del promedio regional, con salarios más bajos, más informalidad y menor movilidad que casi todos. Ahí es donde la retórica del “milagro” deja de coincidir con lo que millones viven cada día: jornadas largas, ingresos insuficientes y un crecimiento que no se traduce en dignidad.

Y, mientras tanto, la indexación —que solo evita que el impuesto castigue el salario— se presenta como inalcanzable. No lo es. Lo inalcanzable es pretender estabilidad congelando la protección del trabajador mientras se blindan privilegios que nadie revisa con lupa desde hace décadas. Eso no es estabilidad; es un subsidio a la precariedad.

La discusión no es “si hay dinero”, sino de dónde es justo que salga.

¿De quienes ya no pueden más, o de exenciones que llevan medio siglo sin evaluación seria?

¿De la nómina de la clase trabajadora, o de regímenes especiales convertidos en vacas sagradas?

En el Frente Cívico y Social entendemos que la guía es simple y está escrita en la Constitución. El artículo 62 establece, entre otras cosas, que es finalidad esencial del Estado fomentar el empleo digno y remunerado y, en su numeral 9, consagra el derecho a un salario justo y suficiente para vivir con dignidad. No es poesía; es mandato. Si el salario mediano de un sector no cubre la canasta, ese sector no cumple con la dignidad mínima. Y si además recibe exenciones, la obligación de rendir cuentas es aún mayor.

Y porque no hay dignidad sin desarrollo, no olvidemos lo esencial: salario digno es demanda interna, productividad futura y estabilidad social. Con sueldos de miseria no se construye un mercado interno robusto, no se fortalece el capital humano, no hay escalera de movilidad. Lo que se “ahorra” hoy en salarios bajos se paga mañana en menor crecimiento y mayor conflictividad.

En una frase: un país que se respeta no pone el privilegio por encima del salario, ni el incentivo por encima de la dignidad. Cuando la política honra esa jerarquía, la estadística deja de ser consuelo y se convierte en vida vivible.

Despierta RD.

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Opinión

Fidel Castro, RD y poder de ideología

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Oscar López Reyes
Las escaseces de divisas, alimentos, medicamentos, salarios y servicios públicos, como la electricidad, etc., predominan y se agravan en Cuba, donde no ha estallado una poblada contra el orden socio-político instaurado principalmente por la comprensión ciudadana del inhumano bloqueo económico-financiero y comercial de Estados Unidos y su inspiración en el líder histórico de su Revolución, Fidel Alejandro Castro Ruz. Ese prodigio comprueba el poder de la ideología y la herencia de los sistemas de valores como pilares para mantener el control del Estado.
Al no conseguir el reino de cosas deseadas y por las carencias, miles de cubanos emigran a distintos países, entre ellos la República Dominicana, donde son recibidos con respeto y fraternidad, en una reciprocidad que se remonta a la concurrencia de dominicanos en la guerra por la independencia de Cuba, comenzando con Máximo Gómez, quien ostenta el título de Generalísimo del Ejército cubano.
En el exterior, en vez de levantar las espadas conspirativas, la mayoría de los nativos de la patria de José Martí emprenden negocios privados y se asumen como asalariados, para mandar remesas a la mayor isla de las Antillas, por online o redes ilegales, desconociendo las sanciones impuestas por Estados Unidos.
A nueve años del fallecimiento de Castro Ruz (25 de noviembre de 2016) y en la antesala del centenario de su nacimiento (13 de agosto de 1926, en Birán, Cuba), la Revolución se ha mantenido contra viento y marea. Capea los golpes bruscos de las olas en el navegar por aguas turbulentas, bajo los pilares de su liderazgo inspirador: visionario en su convicción de justicia social, creativo en su arrojo con inteligencia emocional, optimista y carismático en la autenticidad del desprendimiento, pasión en el pensamiento crítico y estratégico, integridad en la solidaridad, capacidad organizativa y responsabilidad en la prédica con el ejemplo heroico.
Castro Ruz, el más asombroso internacionalista latinoamericano, encarnó el anhelo de cambio y, en esa determinación, cautivó a una valiosa legión de jóvenes insurrectos de América Latina, inducidos por la ideología revolucionaria. Su capacidad de persuasión e influencia fueron perspicaces.
Su grandeza en la cooperación supranacional, que se llenó de decoro y gloria, fue asumida bien temprano con su mira en la República Dominicana. Se alistó para venir en la expedición de Cayo Confites -un islote de Camagüey- para destronar a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina. El 21 de septiembre de 1947 fueron arrestados por unidades de la Marina de Guerra de Cuba, y para evitar ser capturado, Castro Ruz -teniente jefe de un pelotón del batallón Máximo Gómez- se lanzó a las aguas del océano Atlántico y con su armamento nadó hasta la costa del cayo cubano de Saetía.
Asimismo, el 19 de junio de 1949 participó en el entrenamiento de exiliados dominicanos en Cuba, que integraron la expedición de Luperón contra la tiranía trujillista, pero fueron emboscados y ejecutados después de desembarcar en la República Dominicana. La incursión armada, que tuvo el respaldo de autoridades de Guatemala, Costa Rica y México, atizó las llamas de la libertad hacia el derribamiento de la satrapía.
Igualmente, ya en el poder dispuso de la finca Mil Cumbres, en Pinar del Río, para el adiestramiento en guerra de guerrillas de los componentes de la invasión de Constanza, Maimón y Estero Hondo -dominicanos, cubanos, venezolanos y otras nacionalidades- que, desde Cuba, arribaron a la República Dominicana el 14 y 20 de junio de 1959. La inmolación de los miembros de La Raza Inmortal significó el principio del fin de la caída del régimen oprobioso.
Aunque “No era nuestro deseo que regresara” (Castro Ruz), también brindó apoyo logístico y militar al ex comandante de la Revolución Constitucionalista de 1965, Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien el 2 de febrero de 1973 desembarcó por playas Caracoles, en Azua, con el propósito de derrocar al presidente Joaquín Balaguer. Fue ejecutado, junto a dos de sus nueve compañeros, el 16 del mismo mes.
Cuando optó por participar en la expedición de Cayo Confites, estudiaba derecho en la Universidad de La Habana, y esa hazaña parece haberle alentado, ya como jefe de Gobierno, para concretizar su misión internacionalista, con la asistencia militar en favor de la independencia de Angola, Etiopía y Siria, y respaldar movimientos de liberación de naciones africanas, como el Congo y Guinea-Bissau.
Diplomáticamente se adhirió a la República Dominicana, Costa Rica, China y la Unión Soviética. En la VI Cumbre, efectuada en La Habana en 1979, fue designado presidente del Movimiento de Países No Alineados, integrado por estados de África, Asia y América Latina, con el objetivo principal de mantener la neutralidad frente a los bloques de la Guerra Fría, liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética.
Junto a Joaquín Balaguer, embajador y ministro plenipotenciario de la República Dominicana en Colombia, presenció El Bogotazo, denominado así a la ristra de disturbios, con saqueos, incendios y muertes, escenificados en Bogotá el 9 de abril de 1948, a raíz del magnicidio del candidato presidencial liberal Jorge Eliécer Gaitán.
A los 50 años, Castro Ruz y Balaguer volvieron a ser testigos de otros eventos -académicos y culturales- durante la primera visita del líder cubano a la República Dominicana, entre el 20 y el 24 de agosto de 1998, en ocasión de la Segunda Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC). Intercambiaron piropos, en el hogar del segundo. “Castro: siga con su inteligencia preclara”, y “Balaguer: Ojalá yo tener la suya”, y luego visitó al expresidente Juan Bosch, quien por un tiempo vivió exiliado en Cuba, como otros dominicanos.
Castro Ruz volvió a la República Dominicana por segunda vez el 17 de abril de 1999, en el transcurso de cuya gira se reunió con Hugo Chávez, presidente de Venezuela, y Ernesto Zedillo, presidente de México.
Tres años después -1950- de Cayo Confites, encabezó -el 16 de julio- el frustrado asalto armado al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, en un intento por llegar a hostilizar la ignominia en la Sierra Maestra. Enjuiciado por la acción militar y condenado a 15 años de cárcel, pronunció la frase lapidaria: “La historia me absolverá”. A los cinco años -1955- tras ser amnistiado por el dictador Fulgencio Batista, salió hacia México, donde fundó el movimiento clandestino “26 de Julio”.
Y al año siguiente -1956- desembarcó en Cuba junto a 81 hombres en el yate Granma, para la guerrilla de Sierra Maestra. El 1 de enero de 1959, Batista huyó a la República Dominicana y Castro Ruz asumió como primer ministro del Gobierno Revolucionario.
El 3 de enero de 1961 rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos, proclamó el socialismo y condujo los combates de milicianos y tropas regulares en bahía de Cochinos, desde donde exiliados invasores, entrenados y financiados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, pretendieron derrocarlo. Esa victoria consolidó su gobierno y los nexos de Cuba con la Unión Soviética.
En octubre de 1962, en Cuba se instalaron bases de misiles nucleares de la Unión Soviética, en contestación por el despliegue de proyectiles autopropulsados de Estados Unidos en Italia y Turquía, lo que colocó a la humanidad al borde de una confrontación atómica. Ese enfrentamiento de 13 días terminó con la recogida de los misiles soviéticos de Cuba y el compromiso norteamericano de no invadir a la nación caribeña y retirar sus misiles de Turquía.
Desde 1963, el Gobierno de Cuba nacionalizó empresas, bancos y recursos naturales, implementó campañas de alfabetización y distribución de tierras a campesinos, y progresó en el acceso gratuito a la educación y la salud, la igualdad de género, la cooperación médica internacional, en biotecnología, en la industria farmacéutica, la preservación del medioambiente y proclamó que “La deuda externa es impagable”.
Más que seguir avanzando en los proyectos socio-políticos y en la universalización de los servicios básicos, estos han marchado con lentitud y obstáculos. Y, en la piel y el esternón de esas precariedades perturbadores, el pensamiento y la obra de Castro Ruz han sido un aliciente para la mayoría de cubanos sobrevivir con dignidad en el anca de yerros propios de gestiones complejas y principalmente por un bloqueo que ha dejado pérdidas estimadas en mucho más de 2 billones de dólares en más de 6 décadas.
Incontrovertiblemente que resplandecen como luz en la tiniebla la creación sistemática de conciencia, la articulación de una estructura político-militar y la rememoración de los discursos extensos, motivantes y emocionantes nocturnos que comúnmente duraban tres y cuatro horas del comandante en jefe de la revolución cubana. Ultimamente, esos factores han sido la clave para que las protestas callejeras, particularmente por la suspensión prolongada de la energía eléctrica, se conviertan en pobladas y el régimen se derrumbe.
En esta coyuntura en que Cuba urge de solidaridad, la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) anuncia un ciclo de actividades para conmemorar el centenario del natalicio del líder histórico que el 24 de agosto de 1998 recibió de esa alta casa de estudios el título de Doctor Honoris Causa. Esos eventos invitan a un respaldo con el compromiso solemne, la valentía y la gratitud de quien se desvivió por una Cuba preferible, una República Dominicana libre de un tirano y un Tercer Mundo más óptimo.
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El autor: expresidente Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), catedrático, escritor y columnista de El Nacional y decenas de digitales.

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Opinión

La Corte Penal Internacional y los tribunales penales internacionales (2 de 2)

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Por Rommel Santos Diaz

La naturaleza sui generis de los tribunales Ad-Hoc los constituye al mismo tiempo como jurisdicciones que tienen un carácter limitado tanto ratione temporis como ratione loci.El Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia solo tiene competencia para juzgar los crímenes cometidos  a partir del 1 de enero de 1991 en el territorio de la Ex República Federal Socialista de Yugoslavia mientras que el Tribunal Penal Internacional para Ruanda tiene una competencia  temporal aún más restringida dado que sólo puede juzgar los crímenes cometidos durante el año 1994 en el territorio de Ruanda.

Por su parte, la Corte Penal Internacional es un tribunal permanente que tiene una competencia ratione temporis  de carácter prospectivo, vale decir, se aplica sólo a los crímenes cometidos luego del 1 de julio del 2002, fecha de la entrada en vigor de su Estatuto. Además, su competencia ratione loci se basa en el principio de territorialidad y no en el principio de jurisdicción universal.

Por otro lado, conviene destacar que la forma de creación de los tribunales penales internacionales determina a su vez el modo como estos tribunales internacionales se relacionan con las jurisdicciones internas.

Así por ejemplo, la Corte Penal Internacional se rige por el principio de complementariedad en relación a la jurisdicción interna de los Estados. Esto tiene particular relevancia en los casos de competencia concurrente con la jurisdicción nacional, dado que la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional  para la Ex Yugoslavia y del Tribunal Penal Internacional  no es complementaria de la jurisdicción nacional, sino que en su lugar se trata de una jurisdicción internacional que tiene primacía sobre las instancias nacionales.

Lo anterior permite que en cualquier estado de un proceso ante un tribunal nacional tanto el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda puedan requerir a los tribunales nacionales la remisión del caso a sus respectivas competencias.

En relación a la existencia de mecanismos de cooperación judicial entre los tribunales penales internacionales, es pertinente subrayar que esta instituciones responden a principios distintos de aquellos que son propios del derecho penal internacional propios del derecho internacional privado y es en esta línea conservadora que ninguno de los estatutos de los tribunales internacionales contiene disposiciones específicas sobre cooperación entre ellos.

Así por ejemplo, el Estatuto de Roma regula las relaciones de cooperación y asistencia judicial sólo entre los Estados Parte y la Corte Penal Internacional  y conforme al Artículo 2 de su Estatuto, se prevé en virtud del acuerdo entre la CPI y las Naciones Unidas, relaciones de cooperación con esta organización internacional.

Por tanto, el tratado de Roma no contiene referencias relativas a la forma como la Corte Penal Internacional podría vincularse con otros tribunales del sistema de justicia penal internacional.

Finalmente, tal como se observa en las líneas precedentes no existe un vínculo normativo entre la Corte Penal Internacional y los tribunales Ad-Hoc .  No obstante, es innegable que la valiosa y extensa jurisprudencia del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal  Penal Internacional para Ruanda servirán como referente en el desarrollo del trabajo jurisprudencial de la CPI.

Rommelsantosdiaz@gmail.com

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