Opinión
La delincuencia y la sociedad
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13 años agoon
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LA REDACCIÓNPor Silvano A. Rodríguez
En nuestro país, la República Dominicana, la queja que más emiten los ciudadanos es la de que: «la delincuencia le está ganando la guerra a las autoridades;» pero la verdad es que quien está realmente perdiendo la guerra es la sociedad. Y lo más lamentable aún es que muchos de los que conforman la sociedad a todos los niveles, son miembros de los más perjudiciales grupos de delincuentes.
En casi todos los estamentos de la sociedad los delincuentes forman parte de ellos. Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que hasta en la Iglesia Católica los delincuentes han penetrado, o por lo menos van a misa.
La realidad es que delincuentes no son sólo esos desalmados, aunque ahora actúan fuertemente armados, que te acechan en las calles y te quitan una cadena de oro, tu cartera, o tu teléfono celular. Estos simplemente son los más populares; y tal vez ni siquiera son la mayoría, pues por cada delincuente que te arrebata una prenda de tu cuerpo, hay más de mil delincuentes que se la quieren comprar. Por cada dos o tres
delincuentes que se roban un automóvil, hay miles de delincuentes que hoy son distribuidores de repuestos usados de automóviles que se suplen de las partes que estos ladrones les venden a precios de vaca muerta.
También mucho se habla de que en nuestras fuerzas militares y policiales han penetrado indeterminada cantidad de delincuentes, y que hoy día forman parte de las mismas. Se les acusa como los principales protagonistas de numerosos actos de delincuencia, y muchos analistas pretenden justificar la conducta inapropiada de estos miembros de nuestras autoridades encargadas del orden y la seguridad ciudadana como causadas por los bajos salarios que perciben.
Quisiéramos dejar claro que, aunque no compartimos la política gubernamental de salarios, pues entendemos que es un error de las autoridades querer justificar la aplicación de paupérrimos salarios para los miembros de nuestros organismos militares y policiales, como consecuencia de nuestras limitaciones en la disponibilidad de recursos que beneficien a los empleados públicos con salarios adecuados, no es menos cierto que cometer o no actos de delincuencia depende más de la formación moral del ser humano y la influencia que se recibe como parte del conjunto de miembros que conforman el ente social al que pertenecemos. En las calles hay muchos policías y militares con bajos salarios, y miles de ciudadanos desempleados que jamás serían capaces de cometer un acto delincuencial.
Un punto que no debemos dejar pasar, si nos enfocamos en la relación salario-delincuencia-moral, es que como país no somos los únicos que enfrentamos este problema a nivel mundial. Para citar sólo algunos casos vamos a iniciar con las tantas historias de delincuentes enganchados a policías en los Estados Unidos, y de otros corrompidos ya dentro de la organización. Algunas de estas historias han sido llevadas al cine y la
televisión y sus ediciones en libros han sido «best sellers.» En la actualidad frecuentemente se presentan casos de oficiales de la policía de Nueva York, algunos de origen dominicano, involucrados en acciones ligadas al narcotráfico callejero, a pesar de que sus salarios superan los ingresos que reciben la mayoría de los policías en todo el mundo.
Recientemente se informó que las fuerzas especiales de la policía de Rio de Janeiro, en Brazil, al penetrar a las favelas para combatir la delincuencia y el narcotráfico, arrestaron a trece policías, quienes fuertemente armados hasta con granadas, se desempeñaban como guarda espaldas del principal jefe de los delincuentes y narcotraficantes en una de estas favelas.
También la corrupción es un acto delincuencial que repercute en los medios de comunicación como simple acción de los políticos que ejercen el poder en determinados períodos de tiempo; pero nadie habla de la corrupción que cometen y practican los llamados sectores poderosos de la economía dominicana que aprueban o desaprueban las políticas fiscales que el gobierno de turno solo puede aplicar luego de hacer un pacto
con ellos, o de los contrabandos que se detectan pero nunca se dice quien o quienes lo intentaron introducir. Estos actos de delincuencia son poderosamente dañinos para el desarrollo social del país y los que los cometen forman parte de la sociedad.
La delincuencia nos arropa en todos los estamentos de la sociedad. Combatirla no es tarea particular de ninguna autoridad. Cada uno de nosotros, como miembros de la sociedad, tenemos la responsabilidad de enfrentarla. Así como se castiga el lavado de recursos provenientes del narcotráfico, así también hay que penalizar fuertemente el lavado de recursos y bienes provenientes de la delincuencia, incluyendo la corrupción.
Opinión
Trump ordena, Abinader se arrodilla y el Pentágono invade
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3 días agoon
diciembre 11, 2025Por Narciso Isa Conde
Santo Domingo.– Al aceptar la determinación de Trump y del Pentágono, de intervenir militarmente los aeropuertos de San Isidro y Las Américas, el espacio aéreo y aguas territoriales de nuestro país, para agredir militarmente a Venezuela y a otros países de la región, Luis Abinader ha cometido el delito de traición a la patria dominicana y la peligrosa afrenta de sumarse al plan de guerra e intervención de EE.UU. en esta región.
¿Qué implica la intervención militar en bases dominicanas?
La base militar de San Isidro es la más grande del país, concentra el mayor poder de fuego (aviación, cuerpo de paracaidistas, infantería y blindados) y pasa a ser intervenida por el Comando Sur del Pentágono.
No se había visto una cosa parecida luego de la intervención militar de abril de 1965: en los últimos 60 años la intervención militar de EE.UU. se mantuvo camuflada como «asesorías», «visitas», «ejercicios» y «operaciones» puntuales; pero ahora la intervención se asume directa, invasiva, indefinida y con tropas especializadas.
La Constitución vigente -a pesar de lo conservador, autoritario y neoliberal de su contenido- obliga a Abinader a rechazar cualquier agresión a nuestra soberanía y cualquier intervención en los asuntos internos de otros países.
¿Cuál es el contexto político y regional de esta acción?
En verdad, no se trató de un «acuerdo», sino de una orden de Trump y el Pentágono, fielmente cumplida por Abinader, en medio de un despliegue naval en el Caribe y áreas del Pacífico; apuntando contra Venezuela y Cuba, en primer lugar y sucesivamente.
Pero también contra los gobiernos de México y Colombia (Colombia ya invadida por 10 bases militares), sin descartar Nicaragua, ni a otros países que no se le dobleguen a un imperio furioso por su decadencia, empecinado en saquear petróleo, gas, minerales estratégicos, biodiversidad y fuentes de agua en Nuestra América.
El cartel mayor del Hemisferio Occidental es Wall Street y el mercado más grande es el Norte Revuelto y Brutal, mientras aquí abundan las narco-complicidades en altas instancias del Estado.
Este es un narco-estado y si no lo creen, examinen los largos años de impunidad de altos funcionarios civiles, militares y empresarios protectores de los capos Quirino, Figueroa Agosto, Toño Leña, Cesar El Abusador, Arturo del Tiempo, Nelson Solano, Miguel Gutiérrez, Miki López, Yamil Abreu y los capos del Cartel del Cibao, que primero financió al PLD y luego al PRM.
Examinen la narco-política del PRM y por qué las conexiones del narco con sus jefes políticos en funciones gubernamentales no se atacan ni se sancionan.
Opinión
Educación y carácter: deuda que RD no puede posponer
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3 días agoon
diciembre 11, 2025Por Isaías Ramos
Santiago nos golpeó con dos tragedias que el país no puede normalizar. Noelvin Jeremías Cabrera, de 14 años, murió tras un conflicto vinculado al entorno escolar luego de salir del Politécnico Simón Antonio Luciano Castillo; otro adolescente guarda prisión preventiva mientras se conoce el proceso.
Días después, Stephora Anne‑Mircie Joseph, de 11 años, falleció por ahogamiento durante una excursión escolar del Colegio Leonardo Da Vinci. Según informó el Ministerio Público, el caso se investiga como homicidio involuntario y se detuvo a cuatro personas, alegando presuntas fallas graves de supervisión y seguridad.
Estos episodios no son accidentes desconectados. Son síntomas de un deterioro profundo: en demasiados entornos escolares se ha debilitado la fuerza formativa, la autoridad moral y la coherencia institucional. Durante casi treinta años, la formación moral y cívica ha sido relegada y, al mismo tiempo, la disciplina ha sido malinterpretada como autoritarismo, dejando un vacío que hoy se expresa en conductas violentas, negligencia, irrespeto y una cultura escolar sin límites claros.
El Gobierno reaccionó anunciando una mesa interinstitucional “permanente” entre el Ministerio de Educación y la Procuraduría, enfocada en prevención, monitoreo y protocolos de actuación. Es un paso necesario. Pero debemos ser honestos: la República Dominicana está cansada de anuncios que no pasan de la rueda de prensa. La ciudadanía exige resultados medibles, responsables identificables y continuidad real. Lo que no se supervisa se pierde; lo que no se mide se diluye.
El problema de fondo excede cualquier mesa técnica. La Constitución es clara: el artículo 63, numeral 13, ordena como obligatoria en todas las escuelas —públicas y privadas— la formación social, cívica y ética, la enseñanza de la Constitución, los derechos fundamentales y la convivencia pacífica. La Ley 66‑97 insiste en principios como el respeto a la vida, la democracia, la solidaridad, la verdad y los valores que sostienen la dignidad humana. Sin embargo, entre la teoría legal y la práctica cotidiana hay un abismo que seguimos pagando con vidas jóvenes.
Hay, sin embargo, una señal alentadora: la Ordenanza 02‑2025 del Ministerio de Educación, que establece la implantación formal de la asignatura Educación Moral, Cívica y Ética Ciudadana en todos los niveles a partir del año escolar 2025‑2026. Es un avance importante, pero no será suficiente si no se acompaña de tres elementos indispensables: formación docente rigurosa, coherencia institucional y supervisión real. Una asignatura sin cultura institucional es como sembrar sin preparar la tierra.
En el Frente Cívico y Social entendemos que volver a educar el carácter implica recuperar la disciplina como virtud cívica, no como castigo. Disciplina significa dar estructura, sostener límites razonables y construir hábitos que fortalezcan la voluntad. Significa ser coherente —los adultos primero—, persistente —todos los días— y consistente —consecuencias claras, justas y previsibles—. La disciplina bien aplicada protege al alumno, dignifica la convivencia y devuelve a la escuela su papel como taller de ciudadanía.
Esta visión ha sido afirmada desde perspectivas distintas pero convergentes. Elena G. de White advirtió que la verdadera educación desarrolla la facultad de pensar y hacer, evitando que los jóvenes sean “simples reflectores del pensamiento de otros”. Y Camila Henríquez Ureña alertó contra reducir la educación a instrucción técnica, recordándonos que formar el ser es más decisivo que enseñar destrezas.
Hoy, en plena era de la inteligencia artificial, esta verdad es más urgente: la información se obtiene en segundos; el carácter se forma con esfuerzo cotidiano y con entornos que sostengan lo correcto cuando haya presión.
En medio de tanta preocupación, pude ver una señal de esperanza. Recientemente compartí con el personal docente y administrativo del Colegio Adventista Salvador Álvarez de Jababa, Moca: la escuela donde estudié de niño, fundada en 1925 y portadora de cien años de legado educativo y cristiano. Allí, en una actividad anual organizada por la familia Álvarez‑Piantini‑Schliemann, reafirmamos un compromiso: trabajar juntos para que este colegio rural se convierta en un referente nacional de educación integral y disciplina con propósito. En tiempos de crisis, los ejemplos valen más que los discursos.
Si queremos honrar a Noelvin y a Stephora, debemos transformar el duelo en acción verificable. Necesitamos un protocolo nacional obligatorio para excursiones escolares y actividades de riesgo, con auditoría anual y sanciones claras cuando se incumpla. Necesitamos indicadores públicos de convivencia —con estricta protección de identidad— y, más importante aún, que se publiquen de forma trimestral por distrito educativo: incidentes reportados, tiempos de respuesta, medidas aplicadas y avances en prevención. Y necesitamos la ejecución seria, no decorativa, de la formación moral y cívica, con acompañamiento docente, supervisión independiente y continuidad sostenida.
Porque una sociedad que educa el carácter reduce la violencia. Y una que renuncia a esa tarea termina llorando a sus hijos.
Despierta, RD!
Por Rommel Santos Diaz
Otro de los derechos accesorios al derecho a la participación es el derecho a la notificación. Una vez que las víctimas sean reconocidas como tales frente a la Corte Penal Internacional, en una situación o en un caso, directamente o a través de sus representantes legales, las víctimas tienen derecho a ser notificadas e informadas de los avances del procedimiento, de las decisiones de la Sala correspondiente, de las fechas de las audiencias, de la interposición de recursos por las partes , entre otras diligencias.
Tanto la publicidad de los procedimientos como la notificación a las víctimas son claves para garantizar que esta pueda ejercer su derecho a la participación.
Esta importancia es reconocida por algunas disposiciones que hacen expresa la necesidad de que las víctimas tengan conocimiento del estado de los procedimientos; por ejemplo la norma 87 establece la obligación explícita del Fiscal de notificar a las víctimas de acuerdo a la regla 50(1) y la regla 92(2). Igualmente, derivado del artículo 15 del Estatuto de Roma, la Secretaría podrá asistir en esta notificación si así es requerida por la Fiscalía.
Igualmente, existe la obligación de notificar y dar adecuada publicidad de las actuaciones por medios generales de acuerdo a las reglas 92(8) y 96(1).
Esta función se encuentra regulada en el Reglamento de la Secretaría de la Corte Penal Internacional en donde se reconoce la importancia de que esta información sea accesible a las víctimas para facilitar el ejercicio de sus derechos.
Finalmente es importante mencionar que los jueces al ser los garantes del debido proceso y el ejercicio de las víctimas, tienen la facultad de rechazar una solicitud de participación si consideran que en ella no se ha acreditado la calidad de víctima frente a la Corte Penal Internacional.
Sin embargo, las víctimas podrán presentar otra solicitud en una etapa ulterior de acuerdo a la regla 89(2).Finalmente las víctimas si así lo desean, podrán retirar su solicitud de participación en cualquier momento si así conviniere a sus intereses.
