Opinión
Aída Trujillo: entre la sombra del abuelo y las garras de la muerte
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13 años agoon
Por Franklin Gutiérrez
Exculpar a Rafael Leonidas Trujillo Molina de las atrocidades cometidas por éste en perjuicio del pueblo dominicano durante su mandato de 31 años y, por demás, ofrecérselo al lector como el más tierno, fraternal y entregado de los abuelos, no es el objetivo esencial de Aída Trujillo en A la sombra de mi abuelo.
Tampoco es su propósito central presentar al sátrapa como un gobernante cuya tolerancia y comprensión facilitan que Tantana, su nuera, y Eugene, un niño haitiano de ocho años analfabeto, tímido y posiblemente incapaz de articular apropiadamente dos oraciones en español legible, lo seduzcan y lo conmuevan al grado de que la primera lo empuja a confesar su responsabilidad en el asesinato de las hermanas Mirabal y, el segundo, a admitir su culpabilidad por la matanza de haitianos ordena por él en 1937.
Quienes conocieron el carácter intransigente de Trujillo, ya mediante vivencias directas durante su mandato, o posteriormente a su ajusticiamiento, por referencias documentales, saben que éste nunca desvelaba secretos de Estado de esa naturaleza, y menos a individuos ajenos a su núcleo de confianza. Hechos de esa naturaleza solamente tienen asidero en el plano ficticio del relato novelado de Aída Trujillo.
La intolerancia y la tozudezde Rafael Leonidas Trujillo para apropiarse de la economía nacional, de los bienes ajenos y de la vida humana, son hartamente conocidas. La propia Aída Trujillo reconoce sin requiebros cuán afiladas eran las garras sanguinarias del hombre que la alcahueteó en su niñez. “Nunca entenderé, ni aprobaré en absoluto, los crímenes que cometieron mi abuelo, Rafael Leonidas Trujillo Molina y mi padre, Ramfis ”[i]. Por lo tanto, que Aída santifique a su abuelo o suscriba el asesinato de los ejecutores de éste de manos de su padre Ramfis en la hacienda María, tampoco es la meta primaria de su autobiografía. Esa parte de su relato es de dominio público.
Por encima de las loas y las censuras articuladas por su autora con respecto a la tiranía trujillista, A la sombra de mi abuelo es un relato biográfico novelado a través del cual su protagonista expone la desventura de su vida y su incapacidad para manejar sus asuntos personales, sentimentales y económicos. En las páginas de A la sombra de mi abuelo habita una mujer de sentimientos volubles, con el corazón perforado por todos sus compañeros sentimentales que menguaron considerablemente su capacidad de amar y su economía, hasta dejarla sin dinero, pobre de amor y totalmente frustrada.
Ni los tres padres de sus cuatro hijos, ni los varones con quienes no tuvo descendientes fueron sensibles para asimilar y aceptar a una mujer cuya niñez, adolescencia y adultez fueron itinerantes y desequilibradas emocionalmente. Mucho menos tuvieron sensibilidad suficiente para comprender a un ser ignorado por su propio padre y rechazado por gran parte de su familia, por haber “hablado mal” de su abuelo, y descreditarlo. Ni siquiera al momento de elaborar su testamento, su progenitor la trató igualó al resto de sus hermanos. “Me dio menos dinero que a ellos”, reclama.
En el curso de su atormentada existencia Aída Trujillo ha tenido que sobreponerse a la soledad, a la carencia de libertad, a la tristeza y al abandono familiar. Pero es el desarraigo la peor de sus sombras. Ha sido extranjera en todos los territorios donde ha vivido, no porque se lo haya propuesto sino porque sus ciudadanos no la han soportado ni la han recibido como suya. No pocas veces se ha sentido pateada por los españoles y apedreada por los dominicanos, las dos patrias de las que se siente hija.
En las más de trescientas páginas de A la sombra de mi abuelo, Aída Trujillo batalla consigo misma para descifrar al abuelo histórico y compararlo con el abuelito comprensivo que la consentía y la mimaba en su niñez. Pero el relato termina sin satisfacer su deseo, porque aunque en su búsqueda aprendió que el abuelo político, el odiado por mucho y querido por pocos, era un dictador desalmado, un asesino compulsivo, que sometió a su voluntad a un pueblo que no merecía tal castigo.
Como nieta protegida de Rafael Leonidas Trujillo, es irracional pedirle a Aída Trujillo que expulse totalmente a su abuelo de su memoria. Sin embargo, hay un trofeo del que sería injusto despojarla: es la única de la familia Trujillo que ha depositado al dictador quisqueyano en una balanza, y ha concluido que la ternura de su abuelo fue un producto de consumo interno y exclusivo del hogar donde ella vivió sus primeros años de niñez.
Porque el abuelo político, el gobernante absoluto, el desposta despiadado, concluye Aída, le hizo mucho daño al país que lo vio nacer, a sus compatriotas y a sus familiares sobrevivientes que les ha tocado la desgracia de cargar encima un apellido que todavía provoca en los dominicanos desaliento, repulsión, rabia y un insoportable olor a sangre.
MAS ALLA DE LA MUERTE
En medio del escándalo mediático y del descontento de numerosos políticos e intelectuales criollos, surgidos a raíz del otorgamiento del premio nacional de novela por parte de Ministerio de Cultura de la República Dominicana a A la sombra de mi abuelo, Aída Trujillo adelantó que su segunda novela, titulada Más allá de la muerte, sería una obra muy diferente.
En efecto, temáticamente Más allá de la muerte es una novela con la que la autora cumple su promesa de ofertar algo distinto en su próxima entrega narrativa. El planteamiento central de la misma es la “lucha incesante contra el dolor, los recuerdos, las divinidades y toda una cadena de obstáculos que se le interponen a Verónica en su intento de regresar con vida a la tierra a su amado Manuel.”
Sin embargo, en el primer centenar de páginas de Más allá de la muerte Aída Trujillo, laescritora, no alcanza zafarse de los personajes nebulosos ni de las situaciones adversas que como en A la sombra de mi abuelo, malogran su felicidad y estropean su paz espiritual como protagonista
En A la sombra de mi abuelo, Aída Trujillo, la autora –protagonista, es perseguida constantemente por las garras punzantes de la muerte, un tipo de muerte que trasciendelo filosófico, lo espiritual y lo poético, hasta lograr el aniquilamiento total del cuerpo y, finalmente, de la existencia física. Es esa misma muerte aniquiladora la que termina con la vida terrenal de sus tres seres más queridos: su abuelo, su padre y su madre. Pero esas pérdidas irreparables de A la sombra de mi abuelo pasan íntegramente a Más allá de la muerte.
“Ya sé, niña, ya sé… Se te han acumulado los muertos,- le recuerda su amigo Alvaro. Primero a un padre al que apenas recuerdas, pero que marcó tu vida por su ausencia y por el dolor que padeció tu madrecita. Después, la muerte de tu abuelo, al que adorabas. A continuación la detu madre, a quien tanto querías y necesitabas.” (103)
La única variante entre la primera y la segunda obra en ese aspecto es que Verónica, protagonista de Más allá de la muerte, agudiza su dolor al sumar a su vida una más a las tragedias de Aída: el fallecimiento inesperado de su esposo Manuel.
El rol maquiavélico y vigilante de “Muerte”, “Vida” y “Dolor” como personajes secundarios del relato, un recurso empleado hasta el desgaste en A la sombra de mi abuelo, es recurrente en Más allá de la muerte. Las inversiones comerciales fallidas, la vida nómada de Verónica a causa del desmoronamiento paulatino de su economía y la desintegración de su familia, la volubilidad de sus sentimientos ante los hombres bien parecidos, los fracasos amorosos constantes y el desvelamiento mediante la lectura de etapas turbias de su vida, son también tópicos similares en ambas obras.
El lector de Más allá de la muerte, conocedor de A la sombra de mi abuelo, debe superar el centenar de páginas de lectura para sentirse ante un texto diferente al primer engendro narrativo de Aída Trujillo. Es a partir de la página 111 que la novela comienza a cobrar independencia y a volar por cuenta propia. El momento más climático y sobrecogedor está diseminado entre las páginas 141 y 211 cuando Verónica ingresa al Inframundo tras un extenso sueño inducido por su padrastro Jorge con semillas de peonía. La primera barrera que debe traspasar allí adentro es la avaricia del barquero de Hades, Caronte, quien le exige la mitad del dinero que lleva consigo para transportarla hasta el lugar de encuentro con Hades y su esposa Perséfone. El segundo obstáculo es la envidia, la furia, los celosy la arrogancia del Dios Hades. Y, finalmente, la resistencia de Manuel a abandonar el túnel infernal donde moraba, por creerse incapaz de ello.
Esperanzada en recuperar al amado ido a destiempo, Verónica deambula en un laberinto paradisiaco exclusivo de su imaginario. La búsqueda de lo extraño e inalcanzable, la incursión en una atmósfera mitológica donde lo onírico suprime el espacio de las crueldades físicas para vivificar el amor ansiado por la protagonista, permean la historia. Verónica batalla para que Manuel cambie la oscuridad y las tinieblas, por la luz que enciende y prolonga la vida. Pero la autora jamás plantea la resurrección como una posibilidad para recuperar la vida terrenal arrebatada a Manuel, tal vez por su convencimiento de que resurrección es solamente un mito.
Por eso Verónica viaja hasta el reino de Hades en busca de Manuel. Y ya interna en ese espacio cruel y temerario, vence la avaricia de Caronte, las impertinencias de Hades, el pesimismo de Manuel, la falsía de los antifaces y de los espejos, cuya refracción transformaban todo. Pero a punto de salir del Inframundo maléfico con su amado Manuel, éste se lanza a las aguas dominadas por Caronte para dirigirse a los Campos Elíseos, donde permanecerá por siempre tranquilo y en paz. En ese momento del sueño inducido por Jorge, Verónica despierta aturdida y advierte, como la sentencia calderoniana, que “los sueños,sueños son.” No le queda, entonces, otra opción que aceptar otro fracaso más en su desdichada vida. Fracasos similares alos de A la sombra de mi abuelo.
Las numerosas referencias a las deidades griegas incluidas en primera mitad de Más allá de la muerte, tales com Zeus, Afrodita, Deméter, Hades, Orfeo, Perséfone, Heracles, Caronte, ayudan a la autora a conectar al lector con el reino de Hades que domina la segunda parte de la novela y, al mismo tiempo, familiarizarlo con ese espacio mitológico, nebuloso, sombrío y, eventualmente infernal, a donde los antiguos griegos enviaban a sus muertos a purgar sus penas y purificar sus almas.
La obra está armada en solo bloque, sin capítulos ni separaciones apreciables. Ello facilita que los personajes transiten libremente en varios escenarios sin dejar en el lector la agrura y el manto parco y asfixiante propios de los de A la sombra de mi abuelo. Lo menos agraciado de esta novela es el título. Con el título Más allá de la muerte hay un libro gnóstico de Samael Aun Weor; una novela Miguel Angel Segura; dos libros de ensayos religiosos, uno del sacerdote Angel Peña y otro de David Hyatt. Además, varias películas, una de 1935 dirigida por Ramón Peón y Adela Sequeyro; otra de 1986, dirigida por Sebastián D’Arbó; otra del 2004; otra dirigida por Omar Naim (2004, The Final Cut) y otra protagonizada por Manuel Capetillo and Lorena Velázquez. Del mismo modo, en el espacio cibernético hay numerosos cortometrajes y vídeoclips titulados Más allá de la muerte. Titular una obra debe ser también parte del trabajo investigativo que se realiza para escribirla.
Por lo demás, Aída Trujillo es una escritora diestra en el uso de la lengua, conocedora del arte de narrar, con una bien nutrida imaginación y con conocimiento apreciable de los temas que trata. Esas cualidades, entiendo, la pondrán en la ruta adecuada para en su próxima entrega desprenderse de los personajes nebulosos que la persiguen y la fuerzan girar en el mismo círculo.
(I)
Por Oscar López Reyes
Desde 1950, tres años a posteriori de su creación -1947- la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos comenzó a instrumentalizar a periodistas para manipular y moldear a la opinión pública mundial, en una abominable labor de zapa, en el cenit geopolítico de la Guerra Fría entre dos superpotencias imperiales. Su proyecto primigenio, y el más escalofriante, ha sido la encubierta Operación Mockingbird, mediante la cual se ocultaron y tergiversaron informaciones para influir a favor de los designios norteamericanos, y desde 2019 ejecuta a gran escala una campaña de reclutamiento para difundir noticias y entretenimiento en redes sociales y plataformas streaming.
En estos 78 años, la CIA ha invertido miles de millones de dólares en el enlistamiento de periodistas anti-éticos y anti-democráticos y en infiltración en medios de comunicación para divulgar programas propagandísticos, engendrando el descrédito y la desconfianza ciudadana, así como la animadversión de adversarios en guerras.
La operación Mockingbird, que inicialmente consistió en escuchas telefónicas periodísticas sin orden judicial, fue llevada a cabo por la CIA para identificar fuentes de filtraciones de datos de alta inteligencia. Principió grabando conversaciones privadas de Hanson Baldwin, reportero de seguridad nacional del New York Times, entre el 12 de marzo y el 15 de junio de 1963, desde el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Las grabaciones fueron por iniciativa del presidente de Estados Unidos, Jhon F. Kennedy, luego que se incomodara por un reportaje de primera plana publicado por Baldwin (ganador del Premio Pulitzer en 1943 por su cobertura de la Segunda Guerra Mundial) en la edición del 26 de julio de 1962 del New York Times en el que, amparado en una información clasificada, revelaba el número de misiles nucleares en el arsenal estadounidense. A su vez, comparaba esos depósitos atómicos de Estados Unidos con los de la Unión Soviética, y el afán de esta última superpotencia por resguardar sus emplazamientos de misiles balísticos intercontinentales.
A seguidas, la CIA también intervino los teléfonos residenciales de los columnistas Robert S. Allen y Paul Scott (The Allen-Scott Report, publicada en unos 300 periódicos), tras estos dar a conocer secretos clasificados de Estados Unidos. Más adelante, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) se incorporó a las averiguaciones y vigilancia para detectar quienes desde los organismos de inteligencia estaban infiltrando informaciones a la prensa. También produjo la intercepción telefónica a la periodista de Newsweek, Lloyd Nornam, y el secretario de Estado Dean Rusk presionó para que CBS News no difundiera un reportaje del periodista Daniel Schorr sobre el espectacular escape de ciudadanos de Alemania Oriental a través de un túnel bajo el Muro de Berlín.
Por intermedio del proyecto Mockingbird -según variadas fuentes- para divulgar propaganda proestadounidense y truquear a la opinión pública contra la influencia comunista, aceptaron ser asalariados de la CIA cientos de periodistas de The New York Times, The Washington Post, Newsweek, ABC, CBS, NBC, la revista Time, Louisville Courier Jounal, Copley News Service, la agencia internacional Reuters y otros medios de América Latina, Europa y otras regiones.
Los objetivos bien definidos de la contratación a sueldo de la red de periodistas, publicaciones, televisoras y emisoras tengo que segmentarlos en siete:
1.- Difundir relatos preescritos por la CIA, para tratar de cambiar la percepción global sobre situaciones y personas, siempre favorables a Estados Unidos.
2.- Controlar la política editorial de medios comunicativos, a través de altos ejecutivos y editores, en una novedosa interacción subrepticia gobierno-prensa.
3.- Ocultar informaciones perjudiciales o desfavorables a Estados Unidos, en una intromisión estatal sin precedentes.
4.- Inclinar la balanza para conveniencia estratégica de Estados Unidos en coberturas informativas, artículos de opinión, editoriales y otros géneros periodísticos.
5.- Contrarrestar la propaganda e influencia de la Unión Soviética, con mecanismos sofisticados de persuasión pública.
6.- Suministrar datos de inteligencia, en una típica tarea de espionaje.
7.- Detectar a agentes o empleados de organismos de inteligencia que confidencialmente suministraban informaciones a periodistas.
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El autor: Redactor principal del Código de Ética del Periodista Dominicano y autor exclusivo del libro “La Ética en el Periodismo. Los cinco factores que interactúan en la deontología profesional”.
Por Isaías Ramos
En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?
La comparación es contundente: alrededor de RD$19 mil millones para cumplir la indexación —lo mínimo para que la inflación no se coma el salario por la vía del impuesto— frente a más de RD$500 mil millones en gasto tributario y subsidios no focalizados. Esa diferencia no es técnica; es moral. Es un impuesto silencioso al trabajo para sostener privilegios que casi nunca rinden cuentas.
No hablamos de milagros, sino de coherencia constitucional.
Primero derechos; después privilegios.
La indexación es justicia básica; que el salario cubra la canasta es dignidad mínima. Cuando eso no ocurre, todo lo demás se convierte en una transferencia regresiva: recursos públicos arriba y salarios de subsistencia abajo.
Lo vemos en historias como la de Marta, cajera en una tienda que abre seis días a la semana. Gana el salario mínimo del tramo superior y aun así no le alcanza para transporte, alimentos y educación básica de sus hijos. Todos conocemos una Marta. Su caso no es la excepción; es el reflejo de un modelo.
Reconocemos, sin ambigüedades, que ciertos sectores han traído inversión y empleo. Pero en un Estado Social y Democrático de Derecho, la prioridad no se discute: derechos primero, incentivos después. Si un sector recibe exenciones millonarias durante décadas, la contrapartida mínima es un salario mediano por encima de la canasta y una reducción verificable de la informalidad. Y si los beneficios se justifican por su aporte, ese aporte debe comprobarse con datos públicos.
Las preguntas son simples, y las respuestas deberían serlo también:
- ¿Cuál es su salario mediano y qué parte de la canasta cubre?
- ¿Cuál es su aporte fiscal neto, descontadas exenciones y transferencias?
- ¿Qué metas salariales y de formalización han cumplido —auditadas y con plazos—?
Si esas respuestas no existen, la falla no está en quien critica, sino en un modelo que evita mirarse al espejo.
Cuando miramos la región, el panorama se vuelve más claro y más crudo. Llevamos décadas creciendo alrededor de 5 % anual, más del doble del promedio latinoamericano. Sin embargo, datos del Banco Mundial muestran que menos de 2 % de los dominicanos ascendió de grupo de ingreso en una década, frente a un 41 % regional. Es una de las movilidades más bajas de América Latina: un motor económico de alta potencia montado sobre una carrocería social demasiado frágil.
A eso se suma un mercado laboral con alrededor de 55 % de informalidad, superando un promedio regional que ya bordea la mitad. Millones de personas trabajan sin contrato, sin protección y sin capacidad de negociación. Mientras tanto, el salario mínimo formal del sector privado no sectorizado —según el tamaño de la empresa— oscila hoy entre unos RD$16,000 en las microempresas y cerca de RD$28,000 en las grandes, y ni siquiera en su tramo superior alcanza el costo de la canasta familiar nacional, que ronda los RD$47,500, ni la canasta del quintil 1, situada en torno a RD$28,400. La mayoría de los trabajadores informales ni siquiera se acerca a esos montos.
Ahí está el nudo del modelo: un PIB que corre por delante del promedio regional, con salarios más bajos, más informalidad y menor movilidad que casi todos. Ahí es donde la retórica del “milagro” deja de coincidir con lo que millones viven cada día: jornadas largas, ingresos insuficientes y un crecimiento que no se traduce en dignidad.
Y, mientras tanto, la indexación —que solo evita que el impuesto castigue el salario— se presenta como inalcanzable. No lo es. Lo inalcanzable es pretender estabilidad congelando la protección del trabajador mientras se blindan privilegios que nadie revisa con lupa desde hace décadas. Eso no es estabilidad; es un subsidio a la precariedad.
La discusión no es “si hay dinero”, sino de dónde es justo que salga.
¿De quienes ya no pueden más, o de exenciones que llevan medio siglo sin evaluación seria?
¿De la nómina de la clase trabajadora, o de regímenes especiales convertidos en vacas sagradas?
En el Frente Cívico y Social entendemos que la guía es simple y está escrita en la Constitución. El artículo 62 establece, entre otras cosas, que es finalidad esencial del Estado fomentar el empleo digno y remunerado y, en su numeral 9, consagra el derecho a un salario justo y suficiente para vivir con dignidad. No es poesía; es mandato. Si el salario mediano de un sector no cubre la canasta, ese sector no cumple con la dignidad mínima. Y si además recibe exenciones, la obligación de rendir cuentas es aún mayor.
Y porque no hay dignidad sin desarrollo, no olvidemos lo esencial: salario digno es demanda interna, productividad futura y estabilidad social. Con sueldos de miseria no se construye un mercado interno robusto, no se fortalece el capital humano, no hay escalera de movilidad. Lo que se “ahorra” hoy en salarios bajos se paga mañana en menor crecimiento y mayor conflictividad.
En una frase: un país que se respeta no pone el privilegio por encima del salario, ni el incentivo por encima de la dignidad. Cuando la política honra esa jerarquía, la estadística deja de ser consuelo y se convierte en vida vivible.
Despierta RD
Opinión
La Corte Penal Internacional y los Tribunales Penales Internacionales (1 de 2)
Published
1 semana agoon
noviembre 26, 2025Por Rommel Santos Díaz
A diferencia de la Corte Penal Internacional, cuyo estatuto es el resultado de varios años de debates y de la Conferencia de Plenipotenciarios, los tribunales Ad –Hoc para la Ex Yugoslavia y Ruanda son la expresión de una respuesta a dos situaciones específicas caracterizadas por la comisión de atrocidades en el territorio de estos países.
Fue precisamente la gravedad de las circunstancias lo que obligó al Consejo de Seguridad a ejercer las atribuciones que le confiere el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas para crear las jurisdicciones penales Ad – Hoc para la Ex Yugoslavia ( Resolución 827 de 1993) y para Ruanda (Resolución 955 de 1994)
En estos casos, ambos tribunales tienen virtualmente estatutos idénticos y también compartieron algunas instituciones comunes, como por ejemplo el Fiscal, dado que a partir del 15 de septiembre del 2003, el Consejo de Seguridad designo a Hassan Bubacar Jallow como Fiscal del Tribunal Penal Internacional para Ruanda.
La Fiscal Carla Del Ponte ejerce su competencia exclusivamente en relación al Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia. Las características comunes entre ambos tribunales han tenido como consecuencia, al menos en el ámbito teórico, la economía y uniformidad en el ámbito fiscal hasta el año 2003 así como en el desarrollo de una línea jurisprudencial sólida y constante en el análisis de sus respectivos casos.
De esta forma la creación de dichos tribunales Ad-Hoc constituye un desarrollo sin precedentes a favor de la implementación de las normas sobre derechos humanos que a su vez ha favorecido una dinámica positiva en el proceso de creación de un sistema de justicia penal internacional que se concreta casi una década después con el inicio de las funciones de la Corte Penal Internacional.
Por su lado el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda fueron creados por resoluciones del Consejo de Seguridad en virtud de las cuales son considerados como órganos judiciales subsidiarios del mismo.
Se ha establecido que aun cuando fueron creados por el Consejo de Seguridad, el cual no es un órgano judicial, esto no afecta la validez del acto jurídico de creación puesto que ambos son el reflejo del ejercicio del mandato del principal órgano de las Naciones Unidas para mantener la seguridad y la paz internacional.
Esta línea de razonamiento concuerda con la establecida por la Corte Internacional de Justicia en su Opinión Consultiva sobre los efectos de las compensaciones concedidas por el tribunal administrativo de las Naciones Unidas de 1954.
Por tanto, mientras la Corte Penal Internacional es un tribunal internacional independiente, el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda son órganos judiciales subsidiarios del Consejo de Seguridad Conforme al Artículo 2 del Estatuto de Roma, la Corte Penal Internacional mantiene relaciones de cooperación con el sistema de de las Naciones Unidas, pero ello no afecta su independencia con respecto a dicha organización internacional.
