Por Rosario Espinal
Santiago ha experimentado un crecimiento desordenado en las últimas décadas. La ciudad es ahora un conglomerado de barrios sin planificación ni conexión adecuada, y la población pobre se ha multiplicado sin fuentes de trabajo suficientes para absorberla. Este aumento poblacional es el resultado de dos fenómenos concurrentes: la migración de campos y pueblos aledaños, y la migración haitiana que ha permitido el gobierno dominicano para ganancia empresarial.
Las pocas avenidas grandes que se construyeron en décadas pasadas conducen a pequeñas calles fatigadas por el congestionamiento, y no se han construido vías de comunicación alternativas en los últimos años.
Por ejemplo, el edificio gubernamental frente al Cementerio de la Calle 30 de marzo, construido en un lugar inadecuado, impide una conexión fluida entre las avenidas 27 de Febrero y Hermanas Mirabal; y la Avenida Bartolomé Colón, que podría ser una vía expedita hacia el centro sigue siendo pequeña.
Mientras nada se hace, la población y el número de vehículos crecen. La nueva circunvalación, anunciada para ser inaugurada en febrero después de varios años en lenta construcción, es una obra importante pero no resuelve muchos de los problemas urbanos de Santiago.
Además, la gracia de la ciudad se perdió. Después de la reconstrucción del Monumento a los Héroes de la Restauración, el Ministerio de Cultura prohibió el acceso en vehículo. Se entendería un control del tráfico de noche por la cantidad de personas que visitan el lugar para la juerga, pero que no se permita subir en carro de día despoja el público del derecho a disfrutar con facilidad la vista panorámica urbana más linda del país. No todo el mundo es suficientemente atlético o saludable para subir a pie, y la delincuencia también desincentiva la aventura. El acceso vehicular debe permitirse por lo menos durante las horas del día como atractivo turístico de la ciudad.
El Centro Histórico de Santiago está sucio y carece de atractivos para el esparcimiento. Las capas medias abandonaron esta zona porque no hay novedad comercial ni recreativa. De día está lleno de vendedores ambulantes y de noche es un desierto.
La Catedral es parte importante de la zona, pero por sí misma no puede darle vida al centro urbano, y querer resaltarla sin atractivos circundantes carece de sentido social y económico. Las edificaciones alrededor de la Catedral hay que remozarlas con un sentido de preservación arquitectónica, y entregarlas a organizaciones que puedan darle mantenimiento y vida con fondos públicos y privados. Por ejemplo, el Instituto de Cultura y Arte (ICA), ubicado frente a la Catedral, trae jóvenes a la zona. ¿Por qué quitarlo del lugar como se rumora?
Santiago carece de una clase empresarial que cuente con oídos atentos en la clase política peledeísta, partido que ha gobernado el país la mayor parte de este tiempo. El PLD nunca tuvo su fuerte en Santiago, ni ha comprendido el potencial de esa ciudad; y los principales políticos peledeístas de Santiago han emigrado a Santo Domingo, estableciéndose allí en otros cargos con otras prioridades.
Por otra parte, la fuerte emigración de empresarios y capas medias hacia Santo Domingo y el exterior también ha contribuido a hacer de Santiago, por primera vez en la historia republicana, una ciudad de segunda, no la segunda.
Para agravar la situación, el alcalde surgió de un parto político forzado, los partidos se pelean en la sala capitular, y la basura y los hoyos se acumulan en las calles. Ah, y para colmo, las Águilas Cibaeñas andan descarriadas.
Oh Santiago, quién te vio y quién te ve, como hace años escribió el distinguido don Arturo Bueno.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY