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Opinión

Disquisiciones sobre disquisiciones

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Por Juan Bolívar Díaz

Al verificar el contenido de los periódicos dominicanos en las diez semanas transcurridas desde el cambio del gobierno, se puede comprobar que esta sociedad vive de disquisiciones en disquisiciones, dando vueltas a la noria, en discusiones banales e irracionalidades, como si no estuviéramos sumidos en la peor crisis de salud, económica y social de nuestra historia contemporánea y obligados a una etapa de absoluta austeridad y eficiencia en la administración pública.

            El debate gira en torno a si gobierna o no el Partido Revolucionario Moderno, o los perremeístas han quedado relegados, si se suprime definitivamente la ignominia de los barrilitos y cofrecitos, si es conveniente designar profesionales sin ataduras partidarias para que arbitren los organismos de control, como Junta Central Electoral, Cámara de Cuentas o Defensoría del Pueblo, o quién constituye hoy la segunda mayoría en el Senado.

            Lo primero se despacha fácilmente cuando se advierte que, además del presidente Luis Abinader, ocupan altos cargos los principales dirigentes del PRM, como su presidente, secretaria general, secretario nacional de organización, de Finanzas, los jefes de su campaña electoral, los directores de los departamentos claves, como el de economía y políticas públicas, de energía, electoral, y casi todos los 50 miembros de su Dirección Ejecutiva.

            Hay quienes se quejan de la designación de reputados profesionales y técnicos en importantes cargos, incluyendo algunos cuadros de la militante sociedad civil, bajo la falsa premisa de que “fueron las bases las que se fajaron para ganaron las elecciones”, y que se debe sustituir a cada peledeísta por un perremeista para seguir la fiesta del dispendio, la malversación y la eficiencia que duplicaron la nómina estatal en los últimos 8 años. Quieren ignorar que el PRM pudo batir la enorme maquinaria del PLD porque sumó personalidades de todos los sectores, y se abanderó de las demandas sociales. Por supuesto que la militancia propia fue fundamental, pero no suficiente.

            Parecida es la disquisición sobre si el reparto político de miles de cargos públicos, puede dejar una veintena para que personalidades sin ataduras partidistas arbitren los procesos electorales (JCE y TSE), fiscalicen el gasto público (Cámara de Cuentas) y encarnen la Defensoría del Pueblo. Como si la experiencia reciente no hubiese demostrado que el secuestro partidario de esos organismos ha sido terriblemente dañino. Por supuesto que hay muchos honorables con ataduras partidistas, pero no justifica impugnar que unos cuantos  ciudadanos independientes asuman responsabilidades públicas.

            Sobre los barrilitos y cofrecitos se ha demostrado hasta la saciedad que tenemos uno de los Congresos más numerosos y costrosos relativamente del mundo, que un senador dominicano tiene ingresos superiores a sus colegas de Estados Unidos y  México, que los  diputados españoles de mayores ingresos, los de fuera de Madrid, ganan 4 mil 894 euros por mes, sin nada agregado, equivalentes a 340 mil 867 pesos dominicanos. Los de aquí 364 mil más un promedio de otros 100 mil del “discreto” cofrecito, seguro de salud y de pensión privilegiada, y dos exoneraciones de vehículos, además de 4 empleados pagados.

            La disquisición sobre la segunda mayoría en el Senado, por el derecho a designar un representante ante el Consejo de la Magistratura, es también banal. Parte del viejo debate sobre si los cargos son del partido o del ciudadano por el que se vota, más ahora cuando ya no hay arrastre y el voto es uninominal o preferencial. Para simplificarlo solo hay que pensar en el Presidente de la República. Si éste se separa del partido que lo postuló, o si lo expulsan en una división del mismo, ¿pierde el cargo a mano del partido?

            Es evidente que el PLD y sus aliados sacaron más senadores en la elección de julio que la Fuerza del Pueblo y aliados. Como también que en varios casos, los electores sabían que sus escogidos tenían otras lealtades. La realidad es que ahora mismo los primeros sólo constituyen 4 votos y los otros son 8 en el Senado. Las circunstancias variaron el resultado de las urnas. La división de los partidos y las renuncias de los legisladores son absolutamente normales. A veces por simple transfuguismo, otras por razones políticas, ideológicas, de principio, o de lealtades a líderes y caudillos.             Ojalá que superemos pronto esas disquisiciones y concentremos la atención en los problemas fundamentales de esta sociedad.-

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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Opinión

El impresionante resbalón del Escogido

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Por Nelson Encarnación

Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.

Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.

Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.

Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.

No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.

Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.

¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.

¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.

Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.

¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.

Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.

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