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Opinión

Dos decadencias necesarias para recuperar dos soberanías

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Por Narciso Isa Conde

En Abril de 1965 el pueblo dominicano puso en marcha una  revolución democrática y popular que en pocas horas logró restablecer la Constitución y el gobierno democrático presidido por Juan Bosch (electo en diciembre de 1962 y derrocado por un   golpe de Estado en septiembre de 1963), recuperar la soberanía nacional conculcada, ejercer la soberanía popular y abrir las compuertas a cambios sociales profundos.

 Ese hermoso proceso fue bloqueado y revertido por una brutal invasión militar de los EEUU, que luego de cuatro meses de heroica resistencia popular armada -encabezada por el Coronel Caamaño y escenificada por el pueblo y los militares patriotas organizados en comandos- logró imponer por la fuerza un largo periodo contrarrevolucionario que todavía perdura.

 Abril 65 fue inevitablemente, además, Guerra Patria ejemplar contra el yanqui invasor, que acudió con sus marines a salvar a sus aliados en desbandada y a contener aquella impetuosa y promisoria rebeldía soberana.

Esa gesta libertaria, la más importante del siglo XX, cumplió 55 años este 2020.

 REFERENTE HISTÓRICO Y FUENTE DE INSPIRACIÓN

 Abril 65 en armas y sus combates estelares, seguido de mayo, junio, agosto y septiembre… es un pasado heroico que no ha cesado de reclamar en cada presente posterior la pertinencia de la revolución inconclusa que encarnó antes de verse cercada  la insurgencia popular por el brutal accionar de la súper-potencia imperial que no ha impuesto por la fuerza más de medio siglo de sinsabores y penurias.

 El contraste entre lo que fue y pudo ser la suma de reivindicaciones históricas y creaciones colectivas forjadas en aquellos días preciosamente turbulentos, y este presente ignominioso e inaceptable, le confieren a esa gesta el derecho de inspirar las nuevas rebeldías creadoras hacia un nuevo periodo de cambios que ahora puede verse algo más próximo, en tanto está en marcha  la decadencia del imperio que contuvo y revirtió la revolución del 65, y en tanto avanza –no sin oscilaciones atenuantes y giros contradictorios- la decadencia del modelo neoliberal-autoritario y la seudo-democracia que la contrarrevolución imperialista prohijó.

 Durante medio siglo resultó prácticamente imposible retomar la ruta de la nueva independencia en esta pequeña isla caribeña, en plena frontera imperial, bajo las garras de un imperio en auge, presto a repetir la invasión ante cualquier amago de autodeterminación.

 El momento crucial no ha llegado, pero ya por lo menos puede vislumbrarse su gestación, cuando es evidente la progresiva y ya incontenible declinación de EEUU como superpotencia absolutamente hegemónica y cuando Nuestra América tiende a debilitar y superar su dominación en medio la crisis más profunda y persistente en la historia del capitalismo occidental.

 Otro tanto acontece en los escenarios nacionales donde entran en fase decadente los modelos resultantes de la recolonización neoliberal y su correspondiente institucionalidad, carcomida por la corrupción y negadora de democracia real.

 Dos decadencias simultáneas en marcha -aun con ritmos e intensidades diferentes- facilitan recuperar  las dos soberanías conculcadas: la soberanía de la Nación y la soberanía del pueblo; pensada y asumidas como suma de liberaciones en dirección a una soberanía  de mayor potencia: la soberanía de la Patria Grande.

 Aquel Abril -además de pasado heroico proyectado en el presente- merece ser futuro pleno de libertades, justicia, bienestar colectivo y soberanía… a partir de la necesaria recreación debidamente renovada al calor de los nuevos combates y las nuevas experiencias populares, aquí y más allá de nuestras fronteras. 

DECLINA UN LARGO CICLO Y SE ACENTÚAN LOS CONTRASTES

 Así, el largo  ciclo de una cruel contrarrevolución estabilizada a sangre y fuego, a golpes de  corrupción, saqueo, engaño, seudo-democracia y trampa, presenta ya sería señales de decadencia, tanto en el escenario nacional como en el continental y mundial..

 La Constitución de 1963, la más avanzada de la historia republicana, contiene comparativamente suficientes energías para impugnar las Constituciones de 1966 y  del 2010 usadas para instalar sendas dictaduras corrompidas y corruptoras. Dictaduras  formalmente constitucionales, esencialmente dependientes, excluyentes y empobrecedoras…al servicio de espurias elites sociales, políticas y militares que de manera rapaz se han apropiado de un crecimiento económico y un progreso tan deforme como aberrante, generando de paso un universo de desgargantas desigualdades, ahora potenciadas por una depresión precipitada por la COVID 19.

 En verdad una contrarrevolución imperialista es mucho más que un monstruo de mil cabezas.

 Los/as sobrevivientes físicos somos pocos/as.

 Los ideológicos, mucho menos.

 Esto y el fantasma del Comando Sur sobre 48 mil kilómetros cuadrados dificultaron  extraordinariamente variar el curso de la contrarrevolución impuesta.

 La soberanía ejercida con singular valor en aquellos meses gloriosos de 1965 -repletos de dignidad nacional y redención social- contrasta hoy con la soberanía vilmente negada durante más de cincuenta años de dominio del MAAG (Cuerpo de Asesores Militates), la CIA, FBI, la USAID, el MOSSAD, Gulf and Western, ALCOA, Falconbrigde, Rosario Resource, Nebraska, Barrick, General Electric, Smith Earon, Chasse Manhathan Bank, FMI, BM, BID, DR-CAFTA, deuda eterna, APPs, neoliberalismo y gobernadores de colonia.

 La república democrática de los comandos del 65, especie de comuna caribeña, dibujó el sueño real interrumpido por sucesivas farsas que han convertido el sufragio en negocio, los partidos en empresas, la representación en usurpación y el bienestar en derecho exclusivo de minorías indolentes.

Las riquezas creadas con la cruel explotación del pueblo dominicano, aquí y en el exterior, abultada escandalosamente con la sobre-explotación de la inmigración haitiana y el vil saqueo del patrimonio público y natural del país, han sido acaparadas por una lumpen burguesía transnacional.

 Las ganancias y el robo descarado de banqueros, ARSs, AFPs, importadores, grandes consorcios mineros, políticos, carteles de la construcción, narco-generales, narco-empresarios y especuladores de todas las calañas, han conformado fortunas que superan la más alta capacidad de fabular.

  El empobrecimiento, como contrapartida, agobia al 60 por ciento de la población, incluido un 20 por ciento que sufre los rigores de la indigencia y la marginalidad extrema. La inseguridad social corroe una sociedad altamente desnutrida y enferma, y no hay servicio público que no esté en la cercanía del desastre social.

 La dictadura mediática, por demás, reproduce todas las discriminaciones: de clase, de género, de generaciones, racista… todas terriblemente funcionales a la sobre-explotación capitalista, al abuso, a la extorsión y al coloniaje de EEUU, cada vez más reforzado.

 El Estado delincuente, con fuertes componentes de narco-estado, ha sumido a la sociedad en una situación de alta inseguridad frente a las más variadas formas delincuencia.

 Pero es precisamente ese cuadro de la dominación tutelada por EEUU el que se agrieta y debilita a consecuencia de la combinación de ambas decadencias, las cuales no se precipitan por sí solas, si no que en su declinación desesperante se tornan más agresivas.

 Vale, por tanto, persistir: desplegar conciencia, energía y valor para empujarlas al precipicio.

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Opinión

La mala reputación del Gobierno.

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Por José Cabral

El Gobierno de Luis Abinader en un primer momento tuvo la reputación de ser sensible y transparente, pero en el curso del tiempo ya la percepción es otra. Es calificado como un Gobierno incapaz y poco visionario.  Y no es menos de ahí, porque quién se atreve a discutir que Luis Abinader y su gente de lo que más adolecen es de planificación estratégica.

Su partido, el Revolucionario Moderno, si en una cosa se destaca es que actúa al azar, de forma improvisada y además es incapaz y muchas otras cosas más. Esta percepción, que tal vez sea una de las pocas veces que la misma es muy parecida a la realidad,  representa una   gran preocupación para la sociedad dominicana.

Lo peor de todo es que aun aquellos que están en la oposición no generan la confianza suficiente en el ciudadano por sus andanzas cuando tuvieron el control del Estado. Sin embargo, sus criticas sólo están dirigidas a que los que tienen el poder ahora entren en el descrédito total para de esa manera recuperar la administración pública. Otros que han entrado más recientemente a la palestra pública buscan vender la idea de que son presidenciables a pesar de que no tienen la menor idea de qué es el Estado.

En esos menesteres andan una buena cantidad de jóvenes, tanto del PRM como de partidos de la oposición, quienes pueden ser calificados como «jóvenes viejos» porque piensan igual que quienes les sirven de padrinos en la política. Hasta en eso se parecen unos y otros, los que están en la oposición y los que están en el Gobierno. Esta situación representa una gran amenaza para la sociedad dominicana, porque ellos no son más que parte de una propaganda de los partidos que, aunque se venden de forma diferente, pero que en el fondo son iguales.

Yo me he preguntado miles de veces y qué capacidad tiene Omar Fernández para pretender dirigir un país que requiere de un liderazgo con mucha madurez y despojado de la defensa de intereses mezquinos, como ocurre, por ejemplo, con el padre de este muchacho. Pero no se entiende cómo algunos sectores le dan el mérito de ser presidenciable sólo porque se embotelló algunas cositas en un debate con Guillermo Moreno. ¿Es esa una real garantía de que él está adornado de los conocimientos y la formación necesarias para dirigir una nación llena de problemas de corrupción, institucionalidad y otras deficiencias?

Honestamente no lo creo así, pero lo propio habría que examinar en otros supuestos presidenciables del PRM, los cuales no tienen la menor pica de que son verdaderos líderes para busca presidir el Estado dominicano. No obstante, cualquiera pudiera decir, con mucha razón, que a Luis Abinader habría que verlo en ese mismo contexto, lo cual es una verdad indiscutible. El asunto es que cuando una sociedad tiene una profunda crisis de valores como la dominicana, cualquiera se encarama en la parte más alta del Estado de forma relativamente fácil. Ahí está la explicación del fenómeno.

Lo peligroso del asunto es que el país requiere de mucha madurez para salir de los grandes problemas que lo aquejan. Juventud sin la menor idea de los grandes problemas nacionales es la mejor forma de llevar al abismo total a la nación. Por esta razón no se puede permitir que cualquier muchacho sin la menor idea de nada tome el control del país, porque entonces sería como darle sentido a la expresión que dice: “fiesta y mañana gallo”.

Los problemas nacionales deben ser tomados con toda la seriedad del mundo, porque llega un momento que los recursos que han servido para esas fiestas desaprensivas se convierten en la principal causa de la ruina nacional. El audaz endeudamiento nacional es un reflejo de esa tesis que advierte que el país tiene que prepararse para el cuadro económico que podría venir, porque el que actúa al azar piensa que las riquezas nacionales son inagotables. Pero las cosas no parecen esperanzadoras porque ya en el país es una cultura nacional el dispendio y el criterio de que el dinero público no tiene dueño.

Lo peor de este cuadro es que, así como mucha gente pobre va al partidarismo político para adquirir lo que jamás conseguiría en función de su capacidad, igual ocurre con el llamado empresario que busca acumular riquezas a la sombra del Estado. Pero la verdad es que se trata de un fenómeno ya generalizado entre los dominicanos.

Sin embargo, ojalá no se pierda la esperanza de que la sociedad dominicana alcance otros niveles de decencia, dignidad y respeto por los recursos públicos. La nación necesita que los que menos tienen puedan disfrutar de una mejor retribución del Estado a través de salud y educación, así como de empleos y otros asuntos que son de primer orden para transformar el país. Pero todo luce que las cosas no van a ocurrir de esa manera por los paradigmas que prevalecen en la sociedad dominicana.

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Opinión

Ante una ola delincuencial

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Por Miguel Guerrero

La crisis de valores en nuestro país no se refleja únicamente como se alega en la actividad política. Afecta a toda la sociedad y ha alcanzado niveles sin precedentes, inimaginables décadas atrás. Se mata, atraca y viola por un aparatito de teléfono celular. Se hurtan alambres del sistema de televisión por cables a hogares, el tendido eléctrico y de telefonía, las bombillas del alumbrado público y de los puentes.

En las mañanas, se descubre de pronto que alguien desenterró los llamados ojos de buey que ayudan a iluminar los carriles de las carreteras y las verjas de los parques, acciones que requieren de mucha paciencia y tienen alto riesgo. Dueños de oficinas privadas han confesado que desistieron de colocar sus anuncios de bronce, porque muy pocos de ellos han sobrevivido a la ola delincuencial que nos afecta.

Como nada de eso se come o sirve para alimentar los estómagos hambrientos de niños huérfanos o desamparados, queda de antemano descartado que estos robos sean el fruto de las angustias de padres desesperados por hijos que se les mueren de inanición. Debido a la frecuencia con que ocurren también podría pensarse que estos hurtos son el efecto natural de una colectividad cleptómana, que roba por instinto o por placer.

Un domingo alguien abrió el panel de contadores y se llevó varias piezas y dejó el edificio donde vive un amigo sin energía por dos días. La semana pasada, a dos vecinos de un sector residencial se les llevaron los zafacones plásticos de echar la basura. ¿Qué valor pueden tener esos recipientes usados, uno de ellos en muy mal estado?

Cuando se hurtan zafacones de basura, se mata por un celular y los Omega y “reggetoneros” se convierten en héroes nacionales, se hace necesario creer que la nación peligra y ha llegado el momento de izar nuestra bandera al revés en procura de la más urgente ayuda, no necesariamente sicológica.

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Opinión

Reglas de Prueba  y los Procedimientos de Justicia Penal Nacional

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Por Rommel Santos Díaz

Los principios del Estatuto de Roma sobre los cuales se basan los procedimientos de la CPI, se derivan de los estándares existentes de derechos humanos, El Estatuto  no requiere expresamente que los Estados Partes modifiquen sus procedimientos judiciales en materia penal.

Sin embargo, las reglas de pruebas y reglas de procedimientos de justicia penal no deberán necesariamente restringir los procesos que se hayan iniciado por un delito definido  en el Estatuto de Roma.

Existen algunas reglas de prueba  que casi sistemáticamente resultan  en absolución. Por ejemplo , algunas jurisdicciones penales requieren el testimonio de varios hombres para establecer la prueba de violación de una mujer, aun si solo un hombre estuvo involucrado en la violación.

Según el principio de complementariedad, los Estados Partes deberán garantizar que cuando se cometan los crímenes enumerados por el Estatuto de Roma, puedan efectivamente investigarlos y procesarlos.

También deberán asegurarse de que sus reglas de procedimientos penales no impida que las víctimas denuncien  o impidan recabar  prueba para los delitos.

No todos los Estados Partes deberían ajustar sus reglas de procedimientos penales . Al mismo tiempo , el ajuste posiblemente afectará pocas reglas.

Sin embargo, cada acto que normalmente constituye  uno de los crímenes enumerados en el Estatuto de Roma deberá considerarse según las reglas de evidencias  y procedimientos con el fin de determinar  si cualquiera de estas reglas podría representar un obstáculo  para el funcionamiento normal  de una investigación  o juicio, y para asegurarse de que las personas  no evadan así la responsabilidad penal.

 Finalmente, las  reglas de prueba  y procedimientos relacionados con los delitos sexuales son aquellas  que normalmente  presentan un problema de este tipo en muchas jurisdicciones.

Rommelsantosdiaz@gmail.com

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