Por Rosario Espinal
El presidente Danilo Medina ha hecho de los servicios sociales un eje de su gobierno. Educación y salud sobresalen y la estrategia, de mantenerse, marca una transformación en el modelo de desarrollo dominicano, que en el pasado se focalizó en las grandes obras de infraestructura.
La precarización de los servicios de educación y salud en República Dominicana en los últimos 50 años llevó a la proliferación de escuelas y clínicas privadas costosas y de cuestionada calidad.
Los planes decenales de educación y el seguro familiar de salud fueron respuestas gubernamentales para mejorar la oferta de servicios educativos y médicos, pero hasta la fecha han sido de limitados resultados.
Cada plan decenal de educación caducó y los problemas de calidad seguían o empeoraban. En 1997, la Ley General de Educación estableció el 4% del PIB para el sector educativo y no se cumplió. De ahí las luchas de la sociedad civil en 2010-2011 y el compromiso de campaña de Danilo Medina de incluirlo en su primer presupuesto, tal cual hizo para el 2013.
Los escollos en la construcción de nuevas aulas han provocado titulares noticiosos en las últimas semanas, pero ese problema se resolverá porque hay muchos constructores que empujan para alcanzar las metas.
Lo más preocupante es qué hará el gobierno para mejorar la calidad del aprendizaje. Sin esto las nuevas generaciones no dejarán de ser menos pobres y el 4% no cumplirá su cometido.
Mejorar la calidad de la educación no es medible en el corto plazo como sí lo es construir aulas, pero su importancia es vital y requiere de múltiples intervenciones.
Primero, los maestros necesitan mejor formación, mejores salarios, y enseñar todas las horas asignadas a la instrucción; segundo los estudiantes necesitan alimentación, protección y motivación para que aprendan y no deserten a temprana edad; tercero, hay que innovar en el curriculum en contenido y tecnología; cuarto, las escuelas tienen que integrar la familia al proceso educativo para que los adultos entiendan que mantener sus hijos en la escuela es una tarea conjunta; y quinto, las escuelas públicas tienen que convertirse en centros comunitarios, para desde ahí combatir diversos problemas que afectan los barrios.
En la salud, independientemente de cuán bien funcione SeNaSa, la creación por ley de un sistema de salud fragmentado y de altos beneficios a las Aseguradoras de Riesgos de Salud (ARS) privadas no es fórmula adecuada para satisfacer las necesidades de servicios médicos del pueblo dominicano. Aunque se tengan ubicados los hogares más pobres, muchos todavía no reciben una tarjeta de SeNaSa, y además, muchas personas que no son indigentes pero sí pobres, siguen excluidas del programa.
Dividir entre el seguro de salud subsidiado (para muy pobres) y el contributivo subsidiado (para los informales, que la mayoría son relativamente pobres) no fue buena idea. Estos últimos, si son pobres, van a acudir a los hospitales públicos, y si no son tan pobres, acudirán a clínicas privadas de baja calidad y alto costo para sus bolsillos.
La solución al déficit de servicios de salud en el país no es tarjetizar la población, sino establecer clínicas de atención primaria en todo el país con acceso abierto al público y con medidas de control de calidad por parte del Ministerio de Salud, junto a hospitales provinciales y regionales especializados que den atención a las enfermedades complicadas.
Ese modelo pasó de moda por la ola neoliberal que azotó América Latina, pero es el único que bien estructurado y administrado (sin corrupción) puede dar respuesta a las necesidades de salud del pueblo dominicano.