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El deterioro institucional se ha llevado¨de paro la mística de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

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Hablar en la República Dominicana de un militar de carrera es algo que parece más un juego que algo real, porque desde hace  mucho tiempo el policía y el militar se dedican principalmente a resultar atractivo para los politiqueros que se mueven en el escenario nacional para ascender  jerárquica, social y económicamente.

Regularmente  los generales de los tantos que hay en el país son designados al frente de los diferentes cuerpos castrenses de la Nación por amistad o sencillamente porque se ponen al servicio de los dirigentes de los partidos políticos que tienen reales posibilidades de llegar al poder.

En la República Dominicana nadie puede negar que en todas y cada una de las instituciones armadas se alimenta cada día  una conducta que dista mucho de la razón de ser de la Policía Nacional y de los demás cuerpos armados como el Ejército Nacional, las Fuerza Aérea  y la Armada Dominicana.

Guzmán Fermín

La cuestión es, que amén de las posibilidades que ofrece la designación en una posición de supremacía en estos órganos para cualquier policía o militar enriquecerse, son además  muchas  las opciones de conseguir ascensos para sus allegados y cómplices en las acciones al margen de la ley que se cometen.

No hay espacio para negar que la Fuerza Aérea Dominicana está involucrada hasta más no poder con una serie de irregularidades que van desde permitir la entrada de avionetas y otras aeronaves que transportan cargamentos  de drogas por el espacio aéreo  y que incluso sus altos oficiales participan de un esquema de corrupción que llega  hasta el envío de miembros de esa institución como guardaespaldas de empresarios extranjeros en diferentes lugares de los Estados Unidos.

Tanto es así, que esos altos oficiales  de la Fuerza Aérea Dominicana cobran los sueldos de los que están nombrados por el servicio que prestan en institucionales oficiales, como el Banco de Reservas y el Banco Central, pero que realmente rinden un servicio en el sector privado.

La FAD también cuenta con mafias que se dedican a préstamos de dinero a intereses muy altos en contra de rasos y alistados, lo cual permite observar que cuando llega   el fin de mes altos oficiales se apropian de la mayoría de los cheques que llegan en nombre de una gran cantidad de sus miembros.

Lo propio ocurre en las demás instituciones castrenses, ya que la Armada Dominicana está seriamente involucrada en el trafico de drogas que entra al país a través de lanchas rápidas por las costas nacionales, por lo que muy bien podría recordarse lo ocurrido en Paya, Baní, donde varios extranjeros fueron fusilados por miembros de esta institución, apropiándose de drogas y dinero.

Pero el fenómeno de la corrupción no es de menor dimensión en el Ejercito Nacional, cuyo mejor ejemplo podría ser la frontera por donde entra de todo, desde drogas hasta prostitutas, así como ilegales haitianos que pagan por ello. 

Todo hace que se vea que un cabo tenga mas don de mando que un alto oficial, porque no son pocos los policías y militares involucrados en el narcotráfico y en otros negocios del bajo mundo.

En virtud de este fenómeno los policías y militares no buscan algún ascenso en la jerarquía militar y policial sobre la base de una carrera y de los méritos alcanzados, sino mediante el tráfico de influencia y la defensa de aquellos politiqueros tienen poder en el entorno del Palacio Nacional.

Por esta razón no se puede poner  fuera del contexto de este bajo mundo el pronunciamiento  de Rafael Guillermo Guzmán Fermín, un exjefe policial que ha sido señalado como parte de un grupo mafioso que operó en el país cuando el gobierno del presidente Leonel Fernández, encabezado por un español llamado Arturo del Tiempo.

La situación fue tal que Guzmán Fermín y su padre, también ex jefe de la Policía Nacional, aparecieron con dos apartamentos de lujo en un edificio de viviendas que fue financiado por el Banco de Reservas y que para intentar recuperar el dinero prestado al español preso por narcotráfico prácticamente sin ninguna otra garantía que el propio inmueble, el banco oficial intentó ejecutar un embargo.

Dentro del grupo de militares que han anunciado que defenderán los votos de Leonel Fernández en las urnas, también está Pedro de Jesús Candelier, exjefe policial que adquirió fama por su supuesta mano dura, pero que durante su gestión distribuyó más vehículos robados entre sus allegados que ningún otro.

Otro detalle importante de Candelier, quien incluso fue candidato presidencial por un partido formado por él y que sacó sólo 4 mil votos a nivel nacional y que desapareció por la repartición del dinero entregado por la Junta Central Electoral que generó un conflicto, es que pasó a tener bajo perfil luego de salir de la Policía Nacional a propósito de haber trascendido que encubrió la muerte del dramaturgo Jean Luis Jorge, cuya relación con el presidente de un banco de servicios múltiples todo el mundo conoce.

Después de ese horrendo crimen, Candelier nunca pudo explicar de dónde salieron los fondos que le permitieron comprar y mudarse a una villa en Casa de Campo o algún lugar de la Romana, aunque es voz popolli que la misma fue un regalo del mismo banquero que se le atribuye responsabilidad en la autoría intelectual  del crimen, cuya razón tiene que ver con asuntos de homosexualidad.

 Debe reconocerse que las andanzas de estos oficiales policiales y militares es una especie de gratitud con el expresidente Leonel Fernández, pero el fenómeno también se produce en la actual administración de Danilo Medina, en el que  las cosas sino son peores por lo menos son iguales.

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No se puede poner en duda que el sistema político-electoral dominicano ha entrado en crisis y este respecto las elecciones municipales fueron un espejo interesante.

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Ya algunos articulistas nacionales han calificado el fenómeno como un eco silencioso en el escenario político nacional o como un grito de cambio en silencio, que más bien es una respuesta de los ciudadanos inconformes.

Uno de esos articulistas es Pavel De Camps Vargas, quien en un escrito aparecido en algunos diarios nacionales, impresos y digitales, plantaba que en un mundo donde la política a menudo parece estar en un callejón sin salida, el voto en blanco emerge como una poderosa herramienta de expresión democrática, cuya visión comparte La República.

Lo cierto es que en una diversidad de democracias de diferentes lugares del mundo, el voto en blanco es la clave para revitalizar el sistema electoral y en consecuencia en la República Dominicana podría pasar lo mismo, sobre todo frente a la creciente desafección política y la alta abstención electoral.

Exactamente como lo ve el articulista citado, en las recientes concluidas elecciones municipales del mes de febrero un número significativo de dominicanos eligió no votar, cuya abstención no se traduce en una apatía, sino más bien en un espejo de la desilusión que se nos viene encina, que hoy es una realidad innegable, lo cual parece presentarse también en las presidenciales y congresionales, siempre de acuerdo a lo que se observa en las encuestas y sondeos que los  medios de comunicaciones tradicionales y digitales realizan en las calles de las diferentes ciudades del país.

La realidad es que en las actuales circunstancias el ciudadano no se siente representado por las opciones en la boleta electoral, en cuyo escenario el voto en blanco cobra relevancia, como un medio para expresar una desaprobación constructiva.

En el contexto de los países latinoamericanos el voto en blanco ha sido una herramienta de cambio, ya que incluso se obtiene la mayoría tienen que repetirse las elecciones con nuevos candidatos, si es que surgen.

Colombia es un referente importante en esta materia, dado que constituye una declaración potente de que ninguno de los candidatos merece el voto, pero igual ocurre en Francia, donde este se cuenta separadamente, como una forma de reconocer la inconformidad política.

Canadá es, máxime en algunas zonas de ese país de norteamérica, donde es posible votar efectivamente en contra de todas las opciones presentadas.

Dice el articulista citado en este trabajo por considerado de una gran importancia política en la circunstancia que vive la República Dominicana, que en Kazajistán la opción del voto en blanco está incorporada en las papeletas de votación.

Según el trabajo citado esta opción fue utilizada originalmente en la elección presidencial de 1991 y fue oficialmente introducida en la ley electoral en 1995.

Mongolia aprobó una ley electoral de 2015 que dispone que si el voto en blanco supera el 10% y ningún candidato obtiene una mayoría absoluta, se pueden convocar nuevas elecciones.

Estos ejemplos sirven de base para que se vea como diferentes países del mundo manejan el voto en blanco o la opción de «ninguno de los anteriores», y cómo, en algunos casos, pueden tener implicaciones significativas en los resultados electorales, hasta el punto de poder requerir la repetición de elecciones

Al ser una realidad esta opción en el marco de la democracia, el voto en blanco es un instrumento que permite a los ciudadanos expresar su descontento con las opciones presentadas, lo cual implica exigir una mayor responsabilidad y transparencia por parte de los partidos políticos, los cuales en el país son un verdadero desastre.

 No hay que ser un experto para entender que la República Dominicana es un país donde una parte significativa de la población se siente marginada por el sistema político actual y en tal virtud el voto en blanco podría ser la llave para una democracia más inclusiva, participativa y representativa.

El ciudadano dominicano tiene que buscar una forma, que muy bien puede ser a través del voto en blanco, el cual podría ser un catalizador, como muy bien lo plantea el articulista citado, para el cambio, a fin de motivar a los partidos políticos a presentar candidatos y propuestas que realmente resuenen y conecten con el electorado.

De manera, que el voto en blanco, el cual debía ser incorporado a las leyes del régimen electoral, el cual podría ser el despertar de un nuevo capítulo democrático, donde cada voto cuente y cada silencio tenga un eco.

El periódico La República considera que el voto en blanco no es un signo de derrota, sino de esperanza y de fe en la posibilidad de una mejor representación política.

Este planteamiento es un llamado de un articulista, quien evidentemente no parece tener ningún compromiso con la vieja política, a los líderes y partidos para que se alinean más estrechamente con las aspiraciones y necesidades de su pueblo.

 El voto en blanco podría significar en la República Dominicana, el principio de una nueva era democrática, donde el silencio se convierta en una voz potente para el cambio y la renovación política.

Esta opción del voto en blanco es más que un simple espacio en una papeleta electoral como bien lo plantea Decamps Vargas, porque en verdad se trata de un llamado y un desafío a la complacencia y un recordatorio de que la democracia es un proceso en constante evolución.

Esta práctica electoral de asumirse en el país desde la perspectiva que se ha acogido en otras naciones, permite abrir un nuevo capítulo en una nación como la República Dominicana, donde el sistema de partidos ha colapsado y parece que se acerca su fin, lo cual permitiría reescribir la historia política nacional.

 La República comparte el criterio de que el voto en blanco podría ser, efectivamente, la nueva alternativa democrática que redefina el futuro político del país.

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Candidatura de Abel no sólo ha sido un fiasco desde el inicio de la campaña electoral, sino también al final de ella.

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La contienda electoral avanza hacia su culminación y el país se ve frente a una lluvia de propuestas, la mayoría de ellas incluibles, porque salen de la boca de aquellos que siempre han hecho lo contrario y que en la mayoría de los casos los candidatos son el resultado de la propia crisis de valores que impacta a los dominicanos.

En ese contexto se encuentra el candidato del PLD, quien no logra obtener ninguna credibilidad, sobre todo cuando intenta atacar la corrupción con un discurso que es una especie de auto-retrato para aplicárselo sólo a otros.

Su paso por la administración pública si de algo sirve es para simbolizar un anti valor, el cual se refleja en la acumulación de fortunas sobre la base del patrimonio público y la exhibición de cero condiciones para pretender llegar a la presidencia de la República.

Abel luce ridículo no sólo porque nadie le cree lo que dice, sino también porque su figura en sentido general no le ayuda, amén de que sus propuestas se ven meramente como una forma de querer ponerse a la moda en términos de presentar soluciones al electorado, pero las mismas se revierten y lo proyectan como el que juega a ser presidente, ya que ni sus ademanes lo ayudan.

El país está frente a un verdadero fiasco y tal vez a la expresión más contundente de un antivalor, cuya crisis de valores que afecta a la sociedad dominicana le dio paso para convertirse en candidato presidencial del que fuera uno de los partidos más grande y fuerte de la República Dominicana.

Hay una propuesta del candidato Abel Martínez que no sólo se ve como una burla y se parece mucho a una que enarboló Danilo Medina en su primer intento de ocupar la silla presidencial y se trata de la expresión y eslogan de campaña «Te Llevo en el Corazón», la cual representó la mayor expresión de ridiculez política  y ahora en boca de Abel Martínez se escucha el plan “Chichí Seguro”, el cual consiste en crear guarderías infantiles, que si bien suena raro, también se oye peor al salir de una persona que nadie le cree lo que dice.

Pero las propuestas de Abel no se circunscriben a ese plan, sino que se extienden al tránsito, la seguridad fronteriza y corrupción administrativa, entre otros temas, que cuando se mencionan se ven que son ideas ajenas, que no pertenecen a él, que alguien se las inventó, pero que no encajan y no calan.

El candidato del PLD es quizás y sin quizás el aspirante presidencial en quien se concreta de forma clara y sin ninguna duda lo poco creíble que se ha vuelto el escenario electoral en el país.

Pero el asunto alcanza a prácticamente todos los demás candidatos, unos nueve en total, de los cuales no hay uno que pueda representar un verdadero cambio para un país que sus niveles de degradación cada día se profundizan, lo cual erosiona aceleradamente la democracia.

Abel Martínez parece ser parte de un “juego” donde las opciones que pretenden ser creíbles de la llamada democracia representativa tal vez no es más que un intento por renovarse con propuestas electorales caricaturescas que envían el mensaje de que este modelo ya no da más.

Este panorama electoral sugiere que la democracia dominicana va a entrar a su trance más difícil, ya que de acuerdo a lo que se ve el país parece estar en la antesala de la pérdida total o por lo menos significativamente de la legitimidad que tiene que acompañar cualquier intento por mantener la llamada gobernabilidad.

En estos momentos la falta de credibilidad de los llamados líderes nacionales y en consecuencia de la democracia, debe constituirse en la principal causa de alarma de un sistema político que si no está colapsado, está punto de llegar a su fin.

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Inédito Debate presidencial no disminuye ni soluciona la falta de credibilidad de la democracia dominicana.

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Por Elba García

Los tres protagonistas del debate presidencial que se produjo este miércoles por una cadena de radio y televisión, el cual representa un instrumento para repetir el mismo discurso de los partidos que ya están agotados en el escenario político nacional, aportan muy poco al cumplimiento que debe provenir de los que buscan dirigir el Estado.

Tanto Luis Abinader, Leonel Fernández y Abel Martínez repitieron las mismas frases y promesas que se quedan en ese marco que ha caracterizado por décadas la actividad política nacional, sobre todo en épocas electorales, lo cual indica que no son tantos los dominicanos que comprarán sus manoseados discursos  de que enfrentarán problemas como el de la educación, la salud, la economía, el medioambiente y el haitiano, entre otros.

Estos discursos o intervenciones ensayados y repetidos para proyectar la idea de lo que nunca va a ocurrir es parte de una demagogia y engaño al votante que no evitan la erosión de la democracia nacional, ya que esas realidades se combaten con acciones y no con palabras, lo cual no han hecho los personajes en cuestión.

No hay que estar muy cerca del entorno de los tres candidatos que compitieron en el debate para entender que se trata de palabras que no representan una verdadera intención de buscarles salida a los problemas nacionales.

El asunto estriba en el hecho de que las promesas y posibles soluciones a los temas más preocupantes para la sociedad dominicana están sobre la mesa desde hace décadas y todavía los titulares de los periódicos de los años 70 parecen ser sobre cuestiones que todavía hoy tienen toda la vigencia imaginable como si el tiempo no hubiera pasado, todo como resultado del engaño y la demagogia de los actores políticos.

Los mismos apagones, el alto costo de la vida, la falta de una cultura de exportación, la vulnerable seguridad pública y ciudadana y el agobiante fenómeno de la corrupción administrativa y de la independencia de la justicia, entre otros, son la razón por lo que lo dicho en el debate no tiene ningún impacto, porque los tres participantes han demostrado que han prometido mucho y es muy poco lo que han solucionado.

Los tres aspirantes presidenciales han logrado, sin ninguna duda, resolver sus problemas personales y particulares porque sin excepción han acumulado fortunas que antes de entrar a la política no tenían y desde esa posición es cómodo plantear la solución de problemas de los que ellos han logrado salir y ahora poseer bienes materiales  que hubiera sido prácticamente imposible adquirir al margen de la politiquería.

De manera, que hablar de solucionar cuestiones tan delicadas como la corrupción administrativa desde una narrativa que sólo abarca a los otros, pero no a ellos, crea una total falta de credibilidad de la gente o del votante de unos discursos de muchas palabras sin realizaciones para corregir los problemas.

El debate presidencial es como un escenario para presentar discursos desgastados y poco creíbles, no importa que coherentes se escuchen, porque todo el mundo sabe que se trata de más de lo mismo, ya que incluso son hasta elaborados por otros que cobran por ese trabajo.

La democracia, principalmente en los países latinoamericanos, como la República Dominicana, requiere del cambio de sus actores que actúan a través de unos partidos políticos sin ninguna credibilidad porque el escenario se ha convertido en un instrumento de resolver problemas muy personales en detrimento del interés nacional.

Tal vez lo más interesante fuera que el ciudadano diera un ejemplo a estos actores de la vida política nacional con una precaria asistencia a las urnas para que quede profundamente cuestionada la democracia y pierda su legitimidad y de ese modo provenga una renovación que tenga la suficiente fiscalización que culmine con el castigo del que va a la política sólo con el interés de utilizar su protagonismo para llevarse entre sus garras una parte del patrimonio nacional.

El debate más que generar el fortalecimiento de la democracia lo que hace vender al votante unos aspirantes que tienen mucho que explicarle a la sociedad dominicana, donde a través de ellos también están presentes otros bandidos de la tan desacreditada política partidista nacional.

Si la gente no se propone reinventarse como país y echar en el zafacón los políticos que cimentan su carrera sobre la base de la mentira y la demagogia, muy difícilmente la República Dominicana podrá superar los problemas que la agobian, sobre todo en lo referente a la corrupción administrativa, que ya acumula cantidades impresionantes robadas a las arcas nacionales sin la menor de la dolencia y sin régimen de consecuencia.

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