Por Rosario Espinal
El modelo económico del PLD se ha basado en agrandar el presupuesto nacional con endeudamiento y aumento de impuestos para sustentar el Estado clientelar, aunque el flujo de capital internacional por inversión directa, préstamos y lavado ha contribuido a mantener cierta estabilidad cambiaria.
Este modelo no se ha sustentado en ampliar significativamente la producción de riqueza nacional, ni tampoco la redistribución de recursos para lograr mayor equidad social. Por eso mucha gente se empobrece en medio de la aparente prosperidad que se observa sobre todo en el sector financiero y la construcción. Un grupito se beneficia mientras la mayoría ve sus ingresos reales disminuidos.
Para amortiguar los efectos negativos de este modelo económico, el Estado ha expandido las transferencias directas de dinero a sectores pobres a través de los programas de tarjeta Solidaridad. Es un subsidio minúsculo a nivel individual o familiar (en promedio unos mil pesos mensuales), pero rentable para el partido gobernante a nivel clientelar.
En este contexto, el sector empresarial dominicano ha tenido escaso desarrollo, sigue siendo altamente dependiente de las concesiones del Estado, crea pocos empleos y aún menos de buena calidad, y utiliza ampliamente la mano de obra inmigrante ilegal haitiana dispuesta a trabajar por bajos salarios.
Como resultado, muchos dominicanos son fácilmente desplazados del mercado laboral, o simplemente se auto-marginan por falta de incentivos aceptables para enrolarse en el empleo formal. Otros dominicanos han emigrado en busca de mejoría y son también reemplazados por inmigrantes indocumentados haitianos.
Dado lo anterior, la empleomanía en el gobierno ha aumentado mucho. En el Estado las condiciones laborales son más llevaderas que en el sector privado; incluso muchos tienen botellas donde cobran sin trabajar, o simplemente se dedican al activismo político con sueldos gubernamentales. Otros entran al sector informal, donde se concentra la mayoría de los dominicanos porque derivan ingresos más altos que en empleos formales, o porque no encuentran mejor trabajo.
Este modelo económico opera como un embudo para amplios sectores sociales. Los salarios no aumentan al ritmo de la inflación, y los impuestos cada vez más altos despojan a los sectores medios y bajos de recursos. En general, la población pierde poder adquisitivo.
A pesar del empobrecimiento, muchos dominicanos han aceptado este modelo económico sin grandes protestas por la relativa estabilidad macroeconómica que lo ha caracterizado hasta el momento, y también, porque no encuentran una alternativa política que ofrezca otro modelo. El PRD no ha gobernado bien en el pasado, y el modelo peledeísta se evalúa con frecuencia en relación a los fracasos perredeístas que han devenido en inflación y devaluación exorbitante como ocurrió en 2003-2004.
Pero este modelo económico de embudo no es sostenible en el mediano plazo. El endeudamiento excesivo trae eventualmente los cobros compulsivos y el consecuente retiro de capitales cuando los riesgos del país aumentan en el mercado internacional. Además, los aumentos frecuentes de impuestos para cubrir los déficits fiscales irritaran cada vez más a la población y se revertirán sobre el PLD, aunque la suerte le haya acompañado hasta ahora.
Por ejemplo, en octubre de 2012, mucha gente culpó a Leonel Fernández del déficit fiscal y la reforma impositiva, mientras Danilo Medina salió ileso del conflicto, dando estabilidad a su gobierno. Pero hacia adelante, será difícil para Medina sostener el nivel de gasto público y endeudamiento actual sin recaudar más. El ITBIS en muchos productos va por 18%.
El anunciado impuesto a las compras por internet de menos de 200 dólares es el preludio de los impuestos por venir, y un parche para la magnitud del déficit fiscal y el endeudamiento del gobierno.