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Opinión

El peligroso juego del presidente Abinader

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Haití es de vital importancia para la República Dominicana; compartimos una pequeña isla superpoblada y con muchos pobres en el mismo trayecto del sol.

Por Rosario Espinal

Con el argumento de que la República Dominicana no puede hacerse cargo de Haití, el presidente Luis Abinader ha hecho múltiples declaraciones aquí y en el extranjero solicitando a la comunidad internacional que actúe. Aplausos dominicanos ha recibido.

¡Claro! Haití es de vital importancia para la República Dominicana; compartimos una pequeña isla superpoblada y con muchos pobres en el mismo trayecto del sol.

Pero atención: ningún país ha pedido a la República Dominicana que se haga cargo de Haití, y corresponde a Haití, no a la República Dominicana, solicitar ayuda internacional militar.

Que la República Dominicana pida (o sugiera) una intervención es problemático por: 1) las tensas relaciones históricas entre ambos países, 2) una intervención militar, de quien sea, generará rechazos dentro y fuera de Haití, y 3) es una injerencia de la República Dominicana.

La situación en Haití es muy precaria para echarle leña al fuego y en la República Dominicana hay muchos inmigrantes haitianos y descendientes sin protección legal expuestos a las arbitrariedades.

Una cosa es pedir ayuda humanitaria, otra pedir tropas.

Conocemos los problemas complejos de Haití. Lamentablemente, es poco lo que la República Dominicana puede hacer para mejorar esa situación más allá del intercambio comercial.

Por tanto, las preguntas que deben hacerse en la República Dominicana son las siguientes: ¿por qué los gobiernos dominicanos han permitido por décadas tanta migración indocumentada haitiana? ¿Por qué tantos empresarios dominicanos emplean esos inmigrantes?

Las respuestas son claves para entender la situación del lado dominicano: 1) los haitianos cruzan la frontera por la corrupción e inefectividad de las autoridades dominicanas, y 2) los empresarios los emplean porque quieren mano de obra barata.

La presencia de los inmigrantes haitianos indocumentados en territorio dominicano no se debe, por tanto, a una imposición extranjera. En la frontera no hay soldados extranjeros obligando a la República Dominicana a dejar pasar los haitianos.

El Gobierno dominicano puede construir el muro y colocar aviones y tanques en la frontera, y los haitianos seguirán viniendo porque están mal en su país, pagan para cruzar, y aquí los emplean. Así de sencillo, así de complejo.

¿Por qué entonces se dice constantemente que hay un plan internacional contra la República Dominicana? Para no asumir responsabilidades con la migración indocumentada y para generar miedo y rechazo hacia los inmigrantes de manera que los empresarios puedan seguir explotándolos.

Abinader ha hecho del tema haitiano un discurso recurrente porque apuesta a la rentabilidad política para aglutinar la población dominicana en apoyo a su gobierno. Pero, hay grupos dominicanos dedicados a promover el miedo y el desprecio que aprovechan el terreno abonado por el presidente para agitar e intimidar.

Esa estrategia es peligrosa porque aumenta la animosidad.

Independientemente de lo que diga Abinader, en el 2024 habrá muchos inmigrantes haitianos en la República Dominicana (con o sin muro) ofreciendo su mano de obra barata. Para entonces, otros candidatos también tomarán el tema par gestar apoyos políticos, y la hostilidad general aumentará.

La situación en Haití es muy precaria para echarle leña al fuego y en la República Dominicana hay muchos inmigrantes haitianos y descendientes sin protección legal expuestos a las arbitrariedades.

Es tiempo de que las autoridades dejen de manipular el tema a su conveniencia y aporten soluciones apropiadas

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Apuntes sobre la izquierda zurda fascista

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Por Miguel Guerrero

En los círculos “progres” se desconoce la diferencia entre una postura y una actitud revolucionaria. Las posturas revolucionarias se relacionan estrictamente con el plano de la ideología. Las actitudes revolucionarias con lo que una persona es en su vida diaria.

La primera se asume abrazando el comunismo o algunas de sus macabras derivaciones, como el castrismo y el chavismo. Pero una conducta revolucionaria se alcanza con una larga vida de desprendimiento y servicio. He visto por eso a marxistas muy reaccionarios y a un buen número de empresarios realmente revolucionarios. Siempre será más difícil mantener una verdadera conducta revolucionaria porque la mayoría de quienes alegan un historial “progresista” viven y actúan en constante riña con sus prédicas.

Así se pueden ver a políticos corruptos, enriquecidos a expensas del Estado y del trabajo productivo del pueblo, vociferar en mítines y pontificar en programas de radio y televisión sobre la necesidad de cambiar las relaciones de producción y de hacer esto y aquello para transformar las condiciones de las masas desposeídas, y regresar después a sus lujosas mansiones para ahogar en caviar y whisky sus cantos de protesta.

No seremos más buenos ni más revolucionarios sólo porque adoptemos una filosofía política o un dogma ideológico. Los sistemas no cambian a las personas, ni modifican la naturaleza humana. Hay revolucionarios buenos como los hay también malos y muy malos. Y lo mismo ocurre con otros sistemas políticos. Lo importante por lo tanto no es que nuestros dirigentes políticos, empresariales y sociales sean marxistas o de “ideas avanzadas”, como se dice. Lo importante es que sean personas capaces, conscientes de sus responsabilidades elementales y dotadas de fina sensibilidad social. El sentido del deber es el primer paso hacia una conducta efectivamente revolucionaria.

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Opinión

Del pelebalaguerismo al perrebalaguerismo

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Por Rosario Espinal

Los pueblos no generan por sí mismos sus ideologías políticas. Las élites las articulan y propagan. En la República Dominicana esas élites siempre han sido conservadoras.

Muchas veces escucho decir que el pueblo dominicano es conservador y siempre reacciono diciendo que no es el pueblo, son las élites.

Juan Bosch fue el gran maestro político de la sociedad dominicana con sus alocuciones radiales a principios de la década de 1960. De ahí se nutrió toda una generación con valores progresistas después de una férrea dictadura. Bosch enseño sobre las diferencias de clase, la explotación y el imperialismo en una especie de marxismo aplatanado.

José Francisco Peña Gómez fue el gran movilizador de masas. No pudo convertirse en un gran líder populista porque estuvo vedado por las élites para llegar al poder por ser negro y de origen haitiano. Se proclamó socialdemócrata y ayudó a forjar también el progresismo dominicano.

De 1978 a 1986, el PRD se la ingenió para evitar que Peña Gómez fuera candidato presidencial. Pero, al borde del precipicio político en 1990, lo llevó de candidato, también en 1994 y 1996. Durante esa década Balaguer se encargó de matar las aspiraciones presidenciales de Peña Gómez.

El PLD, para llegar al poder en 1996, se valió del apoyo de Balaguer que seguía con su cruzada de no permitir que Peña Gómez gobernara. Formaron el Frente Patriótico y enterraron políticamente a Bosch.

El balance fue que Bosch gobernó solo siete meses en 1963 y Peña Gómez murió en 1998 sin nunca ser presidente.

Después de la muerte de Balaguer en el 2002, el PLD absorbió el electorado balaguerista y Leonel Fernández se convirtió en líder de las fuerzas conservadoras, aunque el PRSC-franquicia hizo diversas alianzas para asegurar posiciones y beneficios.

Por eso, a partir de 2004, el PRSC declinó electoralmente hasta que en el 2020 solo obtuvo 1.8% de los votos con Leonel de candidato presidencial en una coalición de partidos pequeños de ultraderecha: PRSC, FNP, PQDC, BIS, PUN.

Poco después de la llegada del PRM al poder en el 2020, se hizo evidente que Luis Abinader tomaría también el camino del conservadurismo, a pesar de las expectativas de cambio progresista que había generado en sectores de inclinación liberal peñagomista.

La anticorrupción es la bandera que enarbola para mantener ese sector social políticamente leal, mientras el ultranacionalismo con relación a Haití es el imán que utiliza Abinader para atraer el apoyo de la ultraderecha partidaria, quebrando así el vínculo de ese sector con Leonel.

El país pues ha pasado del pelebalaguerismo al perrebalaguerismo.

Ambos prefijos (pele y perre) van acompañados de balaguerismo porque en el post-trujillismo, Balaguer fue el articulador del conservadurismo desde el propio Estado. De la histórica trilogía política (Balaguer, Bosch y Peña Gómez), Balaguer fue el único que gobernó.

Es clarísimo que los partidos pequeños dominicanos, independientemente de su supuesta orientación ideológica, buscan aliarse al partido grande que esté en el poder o en vías de llegar. Se vio con el PLD y ahora con el PRM. Ahí todos convergen en el conservadurismo.

Los pueblos no generan por sí mismos sus ideologías políticas. Las élites las articulan y propagan. En la República Dominicana esas élites siempre han sido conservadoras.

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Abinader y los jueces constitucionales

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Por Nelson Encarnación

Una de las mayores preocupaciones para quien es elegido presidente de los Estados Unidos tiene que ver con su legado en diversos aspectos de la vida del país, muy especialmente lo relacionado con la visión que se formen los ciudadanos sobre su impronta en el ámbito judicial.

Por esta razón, los gobernantes estadounidenses no se andan con remilgos cuando se presenta la ocasión de designar jueces de la Suprema Corte de Justicia, donde se marca su talante conservador o liberal y se marca su huella.

En esta cuestión, ningún otro presidente en décadas tuvo la oportunidad de Donald Trump para afianzar su postura conservadora, pues se le presentó el momento de llenar tres vacantes en el máximo tribunal estadounidense.

El legado de Trump será, por mucho, el más duradero proyectado hacia el futuro, con la eventualidad de hacerlo casi imperecedero en caso de regresar a la Casa Blanca en enero de 2025.

En nuestro país no andamos pensando en legado ni nada de esas cuestiones abstractas, que, sin embargo, son importantes para un presidente que quiera trascender más allá de obras físicas; uno que tenga el interés de que se le recuerde como un mandatario afianzador de lo institucional.

Cuando el Consejo Nacional de la Magistratura elija a los cinco jueces en reemplazo de los magistrados salientes del Tribunal Constitucional, habrá dejado abierto el camino para que el presidente Luis Abinader tenga la oportunidad de cambiar a todos los integrantes y dejar su legado.

Esto, como en el caso del estadounidense, quedará sujeto a que logre su reelección el próximo año, ya que entonces se le abrirá el espacio temporal para realizar otra elección en 2027.

Es decir, que, desde la primera elección del TC en 2011, solo Abinader tendrá la coyuntura para influir de manera total y determinante en un tribunal también determinante en la vida institucional del país.

En consecuencia, esa perspectiva trascendental le plantea al presidente el desafío de actuar con una visión de largo aliento, designando a jueces constitucionales que, como señalaba recientemente el magistrado Jorge Subero Isa, sobre todo tengan una amplia perspectiva de política de Estado entre otros aspectos fundamentales.

Y esa condición no se consigue en cualquier graduado de Derecho, sino en verdaderos conocedores de la materia constitucional y las complejidades estatales.

Nelsonencar10@gmail.com

jpm-am

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