Por Nelson Encarnación
A principios del pasado mes de diciembre estuve en un encuentro con el presidente venezolano, Nicolás Maduro, en el Palacio de Miraflores, en Caracas, junto a decenas de periodistas y comunicadores de varios países de cuatro continentes que participamos en un congreso de varios días.
En dicho encuentro estuvieron periodistas e intelectuales de reconocida prestancia internacional, entre ellos el argentino Atilio Borón y el español Ignacio Ramonet, muy conocido en la República Dominicana, sobre todo en la élite política y periodística nacional.
Ramonet tomó un turno para decir algunas cosas, versando su intervención en la nueva realidad de la comunicación en esta etapa del siglo XXI, y en la importancia de la comunicación alterativa, sobre todo cuando la interacción comunicacional dista un abismo de lo que era digamos, hace 20 años.
Lo que más me impactó fue cuando el director Le Monde Diplomatique sacó su celular para matizar su intervención. “Este es el nuevo AK-47”, dijo.
Es una comparación un poco extravagante, pero no hay dudas de que la verdadera arma de este siglo no es el temible fusil ruso sino los teléfonos inteligentes, capaces de dañar fiestas, descubrir a los rufianes y poner en apuros a los farsantes.
Cada ciudadano está armado de su AK-47 y capta las situaciones más impensadas y hace que la gran prensa a veces resulte innecesaria para el conocimiento de los hechos, de lo cual parecen no enterarse los dueños y directivos.
Peor aún, muchas veces tienen que ir a la zaga de los Smartphone y sus grandes aliadas, las redes sociales que ponen la pauta informativa y los grandes medios, en el mejor de los casos, se ven compelidos a ir tras la confirmación de lo que se expone en estos vericuetos noticiosos sin mucho rigor, pero perfiladores de temas.
Es justamente lo que acaba de suceder con el intento de estafa al estado—o sea, a todos nosotros—con unas ventas leoninas de materiales médicos descubierta gracias al ejército invisible de portadores de AK-47 no mortíferos.
Lo que salió a relucir fue el intento de alguien, o de muchos alguienes, con vinculaciones importantes, quisieron meterle al Gobierno un gol en el minuto 95 para quedarse con cientos de millones, en el preciso momento en que la Administración hace ingentes esfuerzos para que quienes necesitan asistencia médica la pueda tener e ir en una precaria ayuda material para que millones de dominicanos puedan sobrellevar la vida.
Aprovecharse de esta pandémica presencia del COVID-19 para llevarse entre las uñas millones que se necesitan en los hospitales, significa que los autores de ese intento tienen un corazón de concreto. La retórica expresión de Ramonet se me hizo realidad.