Opinión
Euforia de una hora
Published
11 años agoon
El discurso tuvo excelente recepción.Pasó con notas de honor. Corto de verbo, Medina compensó la presentación con gesticulaciones de sinceridad, con palabras de aliento a un pueblo sediento de cambios buenos, con reafirmación de sus promesas de campaña, con la oferta de un 4% que apenas esa mañana parecía una quimera, con el llamado a la ética pública y el látigo para los corruptos, con la asonada de un manos a la obra.
La euforia se sintió en canales de televisión, en las redes sociales, en los hogares y calles. Hay gente que incluso me dijo que lagrimeó.
El cambio seguro prometido en campaña se transformó de repente en un grito de cambios profundos que desde hace mucho había desaparecido de la discursiva política. El giro de un modelo económico de varilla y cemento a la inversión en la gente convocaba: educación, salud, equidad de género, financiamiento accesible a pequeños y medianos empresarios, etc.
El Danilo Medina trabado en lengua a principios del discurso se transformó en sujeto animado y animador mientras transcurría la disertación. Los asistentes, tímidos de aplausos al principio quizás por la presencia de su antiguo jefe, se entusiasmaron cuando vieron al nuevo capitán motivado y dando lo mejor de sí para comunicar un sueño de progreso.
Sus párrafos dirigidos a las mujeres alentaron la esperanza de que por primera vez un presidente dominicano tuviera las agallas de colocarlas en el sitial merecido de las altas funciones públicas. Sus quejidos internos al hablar de pobreza y desigualdad social parecían diseñados para copar la administración de funcionarios entregados a una gran causa.
Pero no, el dominicano es un pueblo forjado para la esperanza efímera. La euforia del discurso duró aproximadamente una hora; el tiempo que tomó movilizar tanta gente importante del Congreso al Palacio.
Comenzaron los decretos de nombramientos y caían chorros de agua helada.
Ah, que quede claro, el Presidente tiene absoluta potestad para nombrar sus funcionarios, pero el pueblo tiene absoluta libertad para sentirse frustrado. Hubo alegría y rabia, esperanza y desesperanza. Todo en apenas las primeras horas de la tarde.
Cuando pasaron al Tedeum a ser santificados por el jerarca de la iglesia católica, ya una gran parte del pueblo había emitido su veredicto político sobre los nombramientos: “más de lo mismo”.
No recuerdo en la historia política dominicana haber visto en tan poco tiempo un giro tan grande en el estado de ánimo de la gente. La euforia se transformó en perplejidad y la alegría en desconsuelo o rabia. Danilo Medina perdió en unos minutos el capital político que había ganado con su discurso.
Luego vinieron las justificaciones: esos funcionarios lo llevaron al poder, los impuso el Comité Político, está atado, hay que darle tiempo, un buen director puede tocar mejor música con la misma orquesta. Vaya usted a saber.
No voy a emitir juicios aquí sobre los nombramientos específicos. Creo que hay buenos y malos, pero mi opinión al respecto es irrelevante.
Lo que quiero resaltar por la importancia para la gobernabilidad democrática es que Danilo Medina y el Comité Político deben entender que un tercer gobierno consecutivo del PLD comienza cansado, y muchos que votaron por ellos ni siquiera lo hicieron con entusiasmo sino por miedo al contrincante.
Por eso el presidente Medina debe administrar mejor los desencantos. Una hora de euforia fue muy poco tiempo para un discurso inspirador y con promesas de transformación que debió cosechar mejores frutos emotivos.
Este artículo está publicado originalmente en el periódico HOY
Opinión
Cuando el conocimiento y el intelecto se diluyen en el estiércol.
Published
3 días agoon
septiembre 27, 2023Por Edgard Paniagua Miguel
Por Isaías Ramos
Nuestro pueblo dominicano se encuentra navegando por un mar de confusiones, atrapado entre el anhelo de “progreso económico” y el imperativo de la integridad moral y social. Mientras la élite política pinta un cuadro de un futuro próspero, nuestros corazones nos dicen que estamos perdiendo nuestros valores y principios fundamentales, aquellos que dan vida a una sociedad justa y equitativa.
El sueño del progreso económico se ha desvanecido en un desierto moral. Soñábamos con una patria donde la justicia y la tranquilidad fueran el pan de cada día, pero hoy nos vemos sumergidos en un ambiente cada vez más violento, hostil y desigual entre los que “tienen” y los que “no tienen”. La insaciable codicia de esta élite ha agrandado la brecha entre ricos y pobres, dando vida a una clase baja que subsiste en la miseria, despojada de servicios esenciales y de su propia dignidad, mientras una pequeña élite se baña en opulencia.
Esta dolorosa realidad es el fruto de gobernantes que, carentes de conciencia social, han elegido favorecer el capital y oprimir al pueblo. Con una crueldad perversa, han hipotecado el futuro de nuestros hijos y nietos para incrementar sus fortunas y las de sus allegados, sacrificando la salud, la educación, las pensiones de nuestros trabajadores y nuestro medio ambiente en el altar del “crecimiento económico”. Han disfrazado la explotación y opresión de la mano de obra con sueldos de miseria como “competitividad”, convirtiéndola en un reclamo para “inversiones”, una forma moderna de vender esclavitud.
El neoliberalismo salvaje ha intensificado estas atrocidades, promoviendo una visión del mundo donde el crecimiento se sustenta en la pérdida de la dignidad humana, dando vida a una sociedad donde el dinero es un “Dios” amoral, donde la riqueza se acumula en pocas manos, ignorando las necesidades de la mayoría. Han transformado nuestras naciones en desiertos sociales, donde el éxito se esconde tras altas vallas y guardianes armados.
La realidad de países vecinos, nos muestra el devastador final de modelos económicos que, prometiendo prosperidad, solo traen destrucción y abandono. Si seguimos este camino, nuestro destino no será diferente.
En el Frente Cívico y Social creemos que, en este panorama desolador, es la ciudadanía quien tiene el poder y la responsabilidad de forjar un nuevo destino. Es crucial exigir integridad y transparencia, revaluar el camino que estamos construyendo y rectificar nuestro rumbo. Reconstruir una sociedad más justa, equitativa y moral es una misión compartida, y el momento de actuar es ahora.
El verdadero progreso no se mide por indicadores económicos, sino por la calidad de vida de nuestras gentes, el bienestar colectivo y la preservación de nuestros valores y principios. Buscar el crecimiento económico no debe ser un fin en sí mismo, sino el medio para edificar una sociedad más justa y equitativa.
En el FCS, sabemos que acostumbrarnos a vivir entre el desierto moral y el progreso vacío podría empujarnos a un abismo sin retorno. Es hora de construir el camino hacia un futuro en el que el éxito se mida no por la riqueza de unos pocos, sino por el bienestar de todos, por la preservación de nuestra humanidad y nuestros recursos naturales, y por el legado que dejemos a las futuras generaciones. Es hora de reflexionar y actuar para construir el futuro que soñamos, un futuro donde el progreso y los valores morales y sociales florezcan en armonía.
¡Despierta, RD!
Opinión
El Estatuto de Roma y la Cooperación de los Estados
Published
3 días agoon
septiembre 27, 2023Por Rommel Santos Díaz
El artículo 86, de la parte 9 del Estatuto de Roma estipula que todos los Estados deberán cooperar plenamente con la Corte Penal Internacional en relación con la investigación y el enjuiciamiento de crímenes de su competencia.
La palabra ¨cooperar plenamente¨ fueron escogidas cuidadosamente por los redactores del Estatuto de Roma, para enfatizar el papel importante que tienen los Estados en el funcionamiento efectivo y eficiente de la Corte.
El artículo 86 del Estatuto de Roma también prevé que los Estados Partes deberán cooperar plenamente ¨de conformidad con lo dispuesto en el Estatuto. Por consiguiente, toda previsión del Estatuto que requiera la participación de un Estado deberá interpretarse como cooperación plena, salvo que se especifique lo contrario.
El mismo artículo 86 estipula que los Estados Partes deberán ¨asegurar que en el derecho interno existan procedimientos aplicables a todas las formas de cooperación especificadas en esta parte del Estatuto de Roma.
En otros términos, se prevé que los Estados utilicen sus leyes nacionales para establecer todos los procedimientos necesarios que les posibiliten asistir a la Corte Penal Internacional. Todos estos procedimientos deberán permitir a los órganos estatales responder tan rápido como sea posible a los requerimientos de la Corte.
Los Estados deben de considerar que si no cumplen con un requerimiento de la cooperación de la Corte Penal Internacional, en contravención a los dispuesto en el Estatuto, impidiéndole ejercer sus funciones y atribuciones de conformidad con el Estatuto, la Corte podrá hacer una constatación en ese sentido y remitir la cuestión a la Asamblea de los Estados Partes o, al Consejo de Seguridad, si este le hubiese remitido el asunto.
El Estatuto de Roma no prevé específicamente ninguna sanción. Sin embargo, un Estado Parte que se niegue a dar curso a una solicitud de cooperación formulada por la Corte, estará incumpliendo con sus obligaciones al tratado en la mayoría de los casos, y podría haber consecuencias políticas perjudiciales contra ese Estado.
Todo lo planteado anteriormente tiene un impacto directo en cuanto a la competencia de la Corte Penal Internacional, en tanto el artículo 12 del Estatuto de Roma establece que un Estado, al aceptar ser parte del Estatuto, se adhiere por ende a la jurisdicción de la Corte respecto a los crímenes estipulados en el articulo 5 (genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crimen de agresión). Esto significa que una vez que un Estado se convierte en Estado Parte, éste acepta automáticamente la competencia de la Corte, a partir del día en que entre en vigor el Estatuto.
Cabe destacar que los Estados que no sean parte del Estatuto de Roma también podrán aceptar la competencia de la Corte respecto a un crimen en particular, por medio de una declaración de conformidad con el artículo 12.
Finalmente, los Estados que no sean parte deberán cooperar plenamente una vez que acuerden asistir a la Corte Penal Internacional en una investigación en particular. Si incumplen el acuerdo especial realizado con la Corte, esta podrá informar a la Asamblea de los Estados Partes o al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, según sea el caso.