Santo Domingo, R.D.-Los ganadores de las elecciones municipales saborean su triunfo sin pensar en nada más que en una satisfacción personal, sin importar lo que puede venir después.
Aunque el gozo debiera ser colectivo por un proceso en lo fundamental ordenado y, al tratarse del nivel municipal, se puede decir que participativo.
Sale fortalecido el poder de los municipios, el poder local, el más próximo al ciudadano que contará a partir de abril próximo con 158 nuevos alcaldes e igual número de vicealcaldías; 1,164 regidores y otro número similar de suplentes, así como 235 directores de distritos municipales, la misma cantidad de subdirectores y 735 vocales.
A los que resultaron electos corresponderá trabajar con honestidad y apego a ideales a favor de los que les votaron y cumplir con lo que prometieron hacer.
En la otra acera, en la que quedan aquellos que no pudieron ver cristalizadas sus aspiraciones, no debiera haber desazón en demasía ni exagerar en busca de las causas del revés, sino más bien comenzar de una vez la apuesta para el próximo torneo, conscientes de que no siempre se triunfa.
Y más si son jóvenes, a los que todavía les queda mucho por delante, por lo que tienen que ver su derrota apenas como un cambio de ruta y de punto de destino, no necesariamente con que se haya modificado la naturaleza de su viaje.
Los malos perdedores casi siempre no son políticos ni lo asumen por profesión, sino que se trata individuos, y a veces de grupúsculos que solo procuran beneficios personales y un mejor estilo de vida a costa de los votantes.
En pocas palabras: corresponde felicitar a los ganadores y pedir resignación a perdedores. Reconocer el civismo de la ciudadanía y al órgano (JCE) que ha estado encargado de organizar y administrar estas elecciones.
La fiesta es nacional y nos incluye a todos, debido a que ha resultado gananciosa la democracia y con ella el sistema de partidos y, en sentido general, la gobernabilidad con autoridades locales elegidas por el voto popular.