Por Rosario Espinal
Desde que se produjo la división del PLD, muchos analistas y comentaristas han planteado que en mayo de 2020 habrá segunda vuelta. En respuesta a este planteamiento he argumentado que podría ser así, pero no necesariamente.
Lo que es posible hacer en este momento es considerar los factores que inclinan la balanza en un sentido u otro, para, a partir de ahí evaluar las posibilidades.
El factor principal que inclina la balanza hacia una segunda vuelta es precisamente el señalado por muchos: la salida de Leonel Fernández del PLD y la formación de la Fuerza del Pueblo (LFP). El segundo factor es la posibilidad de que surja más adelante una cuarta fuerza que gane impulso electoral.
Hay varios factores, sin embargo, a considerar que inclinan la balanza hacia una sola vuelta y merecen ser tomados en cuenta en el análisis de la política electoral dominicana actual.
Primero: los votantes dominicanos tienden a concentrar el voto, no a dispersarlo; es decir, el electorado apuesta por una de las dos alternativas punteras. Por eso, aunque la segunda vuelta se estableció en la reforma constitucional de 1994 (hace 25 años), solo se ha producido una vez, en el año 1996, en un momento en que Joaquín Balaguer fue impedido de participar en las elecciones.
Caudillo hasta la sepultura, Balaguer no apoyó activamente el candidato de su partido en las elecciones de 1996 y el PRSC solo obtuvo 14.9% de los votos, a pesar de tener Balaguer alrededor del 30% del electorado. Esos votos balagueristas fueron a engrosar el PLD en primera vuelta, pero, sobre todo, en la segunda vuelta, después de la firma del Pacto Patriótico para bloquear el triunfo de José Francisco Peña Gómez.
Segundo: el hastío electoral pesará en mayo. Con elecciones primarias celebradas en octubre de 2019 y elecciones municipales en febrero de 2020, al llegar las elecciones presidenciales-legislativas en mayo, el electorado dominicano estará cansado de elecciones, y, es probable que se incline una vez más por concentrar su voto entre las dos opciones que aparezcan punteras en las encuestas más creíbles que se publicarán en abril.
Tercero: las elecciones actualmente son muy costosas y una parte importante de los recursos tendrá que venir del sector privado, más aún para los partidos de oposición que tienen mucho menos acceso a los recursos públicos. Aún si hubiese dinero del narcotráfico, no todo podrá venir de ahí. Por tanto, los empresarios dominicanos van a ver sus cuentas en rojo en esta campaña, o harán como en otros países: dejar de subvencionar a los partidos y candidatos con menor posibilidad de triunfo.
Cuarto: para que en el sistema electoral dominicano irrumpa ahora una tercera opción fuerte (fuera del PLD y el PRM), tendría que ofrecer algo realmente nuevo, lo que no se vislumbra al momento.
En el 1996, única vez que hubo doble vuelta, el PLD emergió con un proyecto novedoso (el llamado Nuevo Camino) y no había gobernado. Balaguer tenía alrededor del 30% de apoyo en el electorado y se lo transfirió al PLD para que Peña Gómez no llegara al poder.
Hasta el día de hoy no hay una tercera fuerza política novedosa, ni tampoco una vieja dispuesta a ceder un porcentaje tan alto de apoyo a otra como hizo Balaguer. Esto será una garata.
Cada persona puede hacer sus apuestas según sus cálculos; en estas elecciones hay, sin duda, volatilidad electoral. Pero que usen datos y argumentos lógicos, no la diatriba.