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La torpeza, la impericia, la improvisación y la falta de racionalidad son iguales o más peligrosas que las malas intenciones.
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4 años agoon
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LA REDACCIÓN
El manejo dado por el Gobierno a la crisis haitiana y la consecuente diferencia con las autoridades del hermano país, ha dejado lo suficientemente claro de que la República Dominicana está en medio de un gran déficit de capacidad para afrontar los problemas nacionales.
El asunto a este respecto va desde el manejo del problema haitiano hasta la conducta exhibida por el Congreso Nacional y el sistema de justicia, lo cual deja la sensación de que el país camina por una pendiente muy peligrosa, cuyas consecuencias son desde el deterioro de la imagen de la nación hasta causar daños irreparables a la economía y a otros sectores de la vida nacional.

Las declaraciones del presidente Abinader cuando tuvo que hablar de las relaciones entre China y la Republicana Dominicana, la cual colocó en un punto no preferente a la nación asiática frente a las que se mantienen con los Estados Unidos, pero no bien llegada la ola de muertes a consecuencia del Covid-19, el mandatario se vio en la necesidad de recurrir a ésta ante la indiferencia de las farmacéuticas y el propio gobierno norteamericano.
Realmente se trató de un mal manejo de un país que proclama que su política exterior es abierta e igual con todos los países del mundo y que sólo hay diferenciaciones cuando la economía y la geopolítica así lo disponen, lo cual es lo prudente y lo racional, porque no se puede, por ejemplo, colocar en el mismo nivel las relaciones con un país que hace mayores negocios con la nación que aquellos que prácticamente no tienen ninguno.
Todo ello dice que el manejo dado al problema chino-norteamericano no fue el correcto en ese momento, pero ahora en la confrontación pública con el Gobierno haitiano, las autoridades dominicanas han incurrido en una serie de errores, aunque en el fondo las medidas tomadas sean procedentes y justificadas.

Por ejemplo, la regularización y deportación del haitiano que no esté legal en el país es entendible desde la perspectiva de la soberanía que tiene el país para proceder como lo entienda correcta para normalizar esa situación, pero naturalmente va a tener una gran importancia cuándo y cómo se haga.
En tal virtud, ese simple detalle que está más asociada al derecho de actuar como lo entienda procedente el gobierno dominicano, apoyado en su derecho a la autodeterminación y la soberanía nacionales, pero la puesta en ejecución de cualquier medida al respecto debe ser con la debida observancia de los mandatos diplomáticos, comerciales y de los derechos humanos fundamentales y por tanto una cosa como las otras son muy importantes.
La revisión del Plan de Regularización puesto en práctica por el pasado gobierno no está mal que se haga, pero las autoridades deben cuidarse de que por razones políticas se vayan a cometer errores que rayen con los derechos humanos consignados en la Constitución de la República, los tratados y convenciones internacionales, y lo propio hay que agregar en el caso de las atenciones médicas en los hospitales públicos del país.
El llamado para que los empresarios no empleen a extranjeros que no tengan su documentación legal en el país y sobre la base del respeto del 80-20 que manda la legislación sobre la materia, también está muy bien, pero lo único es que se debe buscar el momento oportuno para aplicar esa media de ley, a fin de evitar aumentar las tensiones con el vecino Haití y que no se vea como una retaliación.
Naturalmente, se impone que el Gobierno abandone la mala práctica de usar a haitianos ilegales en la construcción de obras públicas, porque entonces no se tiene moral para exigir a personas físicas y morales que cumplan con ese mandato, mientras que el mismo sea violado por quien debía estar en primera fila para ajustarse a ese mandato del ordenamiento jurídica nacional para estar dentro de su propia legalidad.

Otra cosa es que frente a las afrentosas declaraciones del canciller haitiano en diferentes medios de comunicación, no se puede establecer una polémica sobre asuntos que no pueden ser abordados con una persona que busca pasar de sospechosa de tener participación en un magnicidio a patriota, cuyo propósito parece el buscado por este funcionario del hermano país.
En estas diferencias con los haitianos no se puede decir cualquier disparate, porque nos hace más daños que bien, como lo expresado en rueda de prensa por el presidente Luis Abinader cuando sostiene que la medida en contra de los estudiantes haitianos persigue evitar que los bandoleros que azotan a la hermana nación entren al territorio nacional por esa vía.
Todo indica que al presidente se le olvidó que esos pandilleros si tuvieran como agenda entrar ilegalmente al país sólo tienen que acercarse por la zona de la frontera donde con unos muy pocos centavos penetrarían al territorio nacional.

Que no vaya a creer el Gobierno que con el despliegue de 12 mil soldados en la frontera se evita que los haitianos entren al territorio nacional, porque sería auto engañarse en virtud de que el problema no es sólo tener muchos hombres bien armados, sino formar a los mismos de una visión ética que ya no existe en el país.
De manera, que resulta contraproducente hablar de que la medida tomada es para supervisar y mejorar los mecanismos de otorgamientos de los visados a los estudiantes haitianos, lo cual siempre debió existir y no ahora por el problema de las bandas y la desestabilización política y social de Haití y en consecuencia ahí estriban los errores y las improvisaciones.
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La justicia atrapada en la ineficacia y las malas artes de la partidocracia y de los vicios del poder que dañan la democracia.
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1 semana agoon
diciembre 9, 2025Por Elba García
Desde el Tribunal Constitucional, que tiene la misión de mantener el control de la constitucionalidad, hasta el de menor jerarquía como son los juzgados de paz interpretan la ley generalmente al margen del espíritu de la misma y sobre la base de un criterio que no contribuye en nada con el Estado Social Democrático de Derecho, aspecto central del constitucionalismo moderno.
Esta conducta de quienes tienen la responsabilidad de promover seguridad jurídica en el país es una de las principales preocupaciones de los sectores más pensantes de la sociedad dominicana, donde es parte del diario vivir la emisión de sentencias al margen del respeto que se debe observar de los derechos fundamentales en virtud de las normas internas y de las externas que son de obligatorio cumplimiento.
El fenómeno dominicano en materia de justicia preconiza un comportamiento de los jueces y de los fiscales que se fundamenta en un tema que se ha establecido a partir de una cultura de lo mal hecho sin ni siquiera pensar en las consecuencias sociales de sus acciones.
El problema reviste tanta gravedad que, aunque no hay estadísticas al respecto, la vía de hecho toma cuerpo en el país, cuya expresión más contundente son los crímenes a través del sicariato y de otros acontecimientos que se caracterizan por la violencia extrema.
La eficacia en la aplicación de la ley por parte de los tribunales de las diferentes jurisdicciones del sistema de justicia se ha vuelto más salvaje entre los dominicanos para darle salida a los conflictos sociales.
La falencia de la justicia en lo que respecta a emitir sentencias que fortalezcan el estado de derecho, no es exclusiva de los tribunales ubicados en la escala más baja del sistema, sino que lo peor se produce en las altas cortes como la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Constitucional, en cuyo último los recursos de revisión de las acciones de amparo y las decisiones jurisdiccionales duran años para ser fallados en violación de su propia ley orgánica, la 137-11.
La llamada mora judicial es un cáncer que le ha matado la credibilidad al sistema de justicia nacional, pese a los discursos de sus actores que hablan de unos logros que nadie puede ver,
El cuadro luce tan amargo que los tribunales de instrucción del Distrito Judicial de Santiago no fijan audiencia para conocer recursos de apelación en violación del articulo 149 de la Constitución que dispone el doble grado.
De igual modo ocurre con las cortes de apelación civil donde un recurso de oposición es fallado hasta dos y tres años después de haber sido sometido por la parte que ha sucumbido en un proceso mediante la aplicación de la figura del defecto.
Asimismo, hay jueces de la jurisdicción civil ordinario que emiten sentencias extrapetitas, es decir, al margen de los pedidos de las partes en litis y además en franca violación de su competencia, sin que para mejorar haya un control de los fallos jurisdiccionales y cuya única opción es recurrir en apelación o casación que implica esperar años para el fallo, lo cual muchas veces ocurre cuando una de las partes ya ha muerto.
Sin embargo, pese a estas graves debilidades del sistema de justicia nacional en el país hay un discurso repetitivo de que hay una importante mejoría del estado de derecho y de la democracia.
Otro de los problemas del sistema de justicia es que los partidos mantienen su control, ya que su escogencia se produce a través del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), el cual es un diseño de la partidocracia para evitar que aquellos actores de la vida política nacional no estén expuestos a sanciones judiciales de los jueces que son escogidos por ellos.
Este panorama desmejora la llamada democracia representativa que hoy por hoy ha dejado resultados que dejan mucho que desear y cuyo descredito no augura para los pueblos que la padecen un futuro promisorio, lo que incluso ya la coloca en un punto de total falta de legitimidad.
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Abandono de investigación y bajo nivel académico impacta universidades que operan sin supervisión.
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3 semanas agoon
noviembre 25, 2025Por Elba García
Las universidades de la República Dominicana prácticamente han abandonado su cumplimiento con su misión de desarrollar investigaciones científicas y de igual modo preservar o implementar programas educativos para mejorar el bajo índice académico que les afecta.
El problema no constituye un asunto aislado, sino que forma parte de la deficiencia y debilidades institucionales del país, cuyos centros de altos estudios no son sometidos a la fiscalización que dispone la Ley Orgánica del Ministerio de Educación Superior ( MESCyT ), porque pesa más la politiquería que tener un país mejor.
El asunto genera que muchos estudiantes egresen de las diferentes carreras que se imparten en la gran diversidad de las universidades nacionales con un nivel de formación que puede definirse de muy precario, muy pobre, que no pasan de ser analfabetos funcionales.
Sin embargo, la deficiencia importa tan poco en un país donde el Estado no tiene capacidad de regulación, ni de fiscalización y mucho menos de supervisión, que las universidades no pasan de ser una buena industria para producir dinero y nada más.
La gravedad de la cuestión llega tan lejos que incluso los propios docentes de las casas de altos estudios dejan mucho que desear porque no tienen la formación académica e intelectual requerida para proporcionar una buena educación superior.
Las universidades del país, naturalmente no todas, no pasan de ser un gran negocio manejado por familias muy concretas y específicas que tampoco cumplen con el mandato de la norma que la regula y delimita y define lo que son instituciones sin fines de lucro.
Pero la falta de control del sistema educativo nacional ha convertido a las universidades en centros para egresar a personas que luego no tienen espacio en el mercado laboral, en virtud de que no tienen la preparación que reclama la industria nacional.
Es una pena observar el sendero escogido por las universidades, el cual no tiene nada que ver con su misión de desarrollar las ciencias y las tecnologías, así como el nivel intelectual de la sociedad.
Naturalmente, no se trata de un fenómeno exclusivo de la educación superior, intermedia y primaria, sino de todo el andamiaje público, donde la capacidad importa poco, sino la politiquería y el amiguismo, ya que incluso hasta el otorgamiento de una licencia de operación en este sector está fundamentado en un criterio desviado de los estándares que deben prevalecer al respecto.
No hay ningún tipo de evaluación que pueda arrojar buenos resultados en la República Dominicana, porque más que un instrumento para lograr un verdadero desarrollo nacional, la educación superior ha pasado a ser un negocio vulgar de “vivos” y de personas que se dedican al tráfico de influencia.
El problema de la educación superior se suma a la imposibilidad que afronta la sociedad dominicana de promover reforma en instituciones y órganos del Estado que no hay forma de que den pie con bola, como el Ministerio Público y la Policía Nacional, por sólo citar algunos.
La población estudiantil dominicano es bastante grande, pero ello no ha servido para que el sector se menaje con criterios de excelencia académica para construir una mejor nación, cuyos estándares sean comparables con otros países del hemisferio y de otros continentes.
Lo peor del problema es que el país no cuenta con una agenda nacional para enfrentar la deficiencia e insertar la nación en los mejores estándares educativos de Latinoamérica, el Caribe y el mundo.
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Santiago es parte de un fenómeno general que impacta al país en el que las instituciones sin fines de lucro son un botín personal.
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1 mes agoon
noviembre 12, 2025Por Elba Rosa García
El fenómeno de la apropiación de las instituciones sin fines de lucro y muchas otras que juegan un papel social y político importante que se debaten entre una serie de intereses individuales de personajes de la sociedad dominicana que sólo se mueven para perjudicar a las grandes mayorías nacionales.
Es una preocupación que tiene su base de sustentación en una herencia histórico-cultural que se apoya en una serie de antivalores que promueven el individualismo como estilo de vida.
El escenario es ahora el Patronato Cibao contra el Cáncer, donde convergen algunos sectores que buscan utilizar esta institución para fines que no se corresponden con sus objetivos.
En los últimos días allí ha explotado un escándalo que habla de serios actos de corrupción que ahora se ventilan en los tribunales del Distrito Judicial de Santiago, cuya irregularidad también se observa en otras entidades de igual carácter como las cooperativas de ahorros y préstamos, las cuales también han tenido un notable éxito en el manejo de fondos de las comunidades.
La Corte de Apelación Civil de Santiago tiene en fase de fallo una demanda civil para buscar la nulidad de una asamblea que permitió escoger una nueva directiva en medio de serios escándalos de corrupción, que incluye una supuesta deuda de más de ochocientos millones de pesos.
Recientemente, tras la celebración de la referida asamblea, hubo que sacar a los que ostentaban la dirección del Patronato con la fuerza pública, drama que prevalece de forma genelizada en el país porque los que llegan a este tipo de organizaciones se llegan a creer dueño del patrimonio de la misma como si se tratara de una herencia familiar.
Este tipo de problema es un asunto que debe enfrentar la sociedad dominicana, porque el mismo se agrava en razón de que los propios tribunales se manejan con una actitud muy complaciente con los que incurren en semejante travesura.
La demanda civil que busca la nulidad de la asamblea general extraordinaria en la que se eligió una nueva directiva en el Patronato Cibao contra el Cáncer, quedó en fase de fallo en la Corte Civil y Comercial de Santiago tras los jueces reservarse la decisión.
La acción legal proviene del destituido presidente del Patronato Cibao contra el Cáncer, quien solicita que se deje sin efecto dicha asamblea, bajo el alegato de supuestas irregularidades en el proceso y violaciones al debido procedimiento. Los abogados del demandante también pidieron la designación de un administrador judicial, argumentando que la reunión estuvo “plagada de vicios”.
La decisión podría ser emitida en un plazo de 48 horas, cuyo acto de la demanda es el número 534, el cual fue depositado el 23 de octubre de 2025 ante la Cámara Civil y Comercial de la Corte de Apelación de Santiago, a requerimiento de Héctor Antonio Lora Cruceta y otras partes interesadas, representadas legalmente por los licenciados Jhon Starling Fulgencio Frías, Erick R. Germán Mena y María Antonia Vargas del bufete Veras & Veras, con sede en Santiago de los Caballeros.
La situación del Patronato Cibao Contra el Cáncer es propia de una gran cantidad de organizaciones sin fines de lucro, incluido los partidos políticos, entre muchas otras que quedan atrapadas en medio de grupos que las controlan y malversan sus fondos para fines que distorsionan la razón de su existencia.
El problema en esta materia es una plaga que prácticamente se come a la sociedad dominicana, sin que haya a la vista una solución, dado que el motivo de la misma tiene que ver con razones profundamente culturales que hoy día son parte de un problema integral de la sociedad dominicana.
