Opinión
Leonel Fernández y su cacareada Constitución
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11 años agoon
Cuando el presidente Leonel Fernández introdujo el tema de la reforma constitucional a su regreso al poder en el 2004, no sentí entusiasmo.
Tenía la convicción de que nuevamente el motivo principal de la reforma era cambiar el sistema de elección presidencial, aunque ese objetivo se enmascarara en una reforma integral; y además, las reformas constitucionales que se realizan cuando predomina una fuerza política (cualquiera sea su orientación) producen textos que expresan fundamentalmente los intereses del grupo dominante. En este caso eran fuerzas conservadoras.
Para ilustrar mi planteamiento voy a referirme a tres artículos aprobados en la Constitución de 2010 que representan retranques para el avance de los derechos democráticos en República Dominicana: el Artículo 124 sobre la elección del presidente, el Artículo 37 sobre la vida, y el Artículo 18 sobre la nacionalidad.
La Constitución de 1966 estableció la elección presidencial consecutiva e indefinida afín al proyecto continuista de Joaquín Balaguer. Para sacar a Balaguer del poder se aprobó en 1994 una reforma constitucional que estableció la elección presidencial indefinida pero no consecutiva. Balaguer se fue en 1996.
En el 2002, Hipólito Mejía impulsó la modificación constitucional de la elección presidencial para repostularse en el 2004. Estableció la reelección consecutiva una vez y nunca jamás.
El nunca jamás impedía la repostulación de Fernández después de 2008, razón por la cual en la reforma constitucional de 2010 se estableció nuevamente en el Artículo 124 la elección presidencial indefinida no consecutiva. Ahora Fernández, Mejía y cualquier otro presidente puede aspirar por siempre.
El problema principal con esta fórmula de elección presidencial en países de tradición personalista y baja institucionalidad como República Dominicana, es que fomenta el caudillismo contrario a la institucionalidad democrática.
El Artículo 37, mejor conocido como el Artículo 30 en el ante-proyecto de reforma, indica que el derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte. Esta definición de la vida corresponde a una agenda religiosa conservadora que busca prohibir el aborto en toda circunstancia.
Las religiones tienen derecho de predicar a sus feligreses lo que deseen, pero en una sociedad democrática no pueden imponer sus dogmas a toda la población, y es a toda la población que una Constitución representa y para quien se aprueban las leyes.
La interpretación liberal que hacen abogados como Eduardo Jorge Prats y Cristóbal Rodríguez de que el Artículo 37 no prohíbe el aborto es correcta, pero el uso real que dan las fuerzas conservadoras dominicanas a ese Artículo es de prohibición absoluta del aborto.
Como en República Dominicana ni los gobiernos ni las cortes tienen independencia real de las jerarquías religiosas, el Artículo 37 establece de hecho una violación a los derechos de las mujeres a la vida y a una vida digna.
El caso reciente de “Esperancita” muestra cómo el derecho a la vida de una mujer puede estar en peligro ante la cobardía e ineficiencia de las autoridades públicas para ofrecer tratamiento adecuado cuando peligra la vida de la embarazada.
El Artículo 18 sobre la nacionalidad representa para República Dominicana un gran reto nacional e internacional. Niega la nacionalidad a los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos en territorio dominicano. Pero resulta que República Dominicana ha permitido por décadas una migración masiva de haitianos para el trabajo por bajos salarios en la agricultura y la construcción.
Muchos de esos inmigrantes se quedan en el país y procrean, pero sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos nacidos en República Dominicana nunca tendrán derecho a ser dominicanos, según la Constitución de 2010. ¿Qué harán con ellos las huestes conservadoras, los lincharán?
Artículo publicado originalmente en el periódico Hoy.
Por Rosario Espinal
Hace más de un siglo, el sociólogo alemán Max Weber analizó un asunto medular del quehacer político: cómo establecer relaciones de autoridad legítima entre gobernantes y gobernados.
Con un enfoque taxonómico, Weber identificó tres formas de establecer esas relaciones a través de la historia: tradicional, carismática y racional.
En la tradicional, que prevaleció en las sociedades premodernas, las personas se sometían a la autoridad por costumbre y el valor que asignaban a la tradición. Se obedecía la autoridad porque así se había hecho siempre y los cambios procedían lentamente.
La carismática se fundamenta en la valoración positiva que hacen los gobernados de los atributos personales del gobernante. La legitimidad se establece por admiración de esos atributos, y la autoridad del líder prevalece sobre los mecanismos institucionales.
En la racional se obedecen las leyes y los procedimientos institucionalizados que sirven al Estado y a la sociedad en la consecución de los fines establecidos. Lo institucional como espacio de reglas impersonales prevalece sobre el carisma o la tradición.
Weber planteó que en un sistema político moderno podían coexistir estas tres formas de autoridad, prevaleciendo la racional. Es decir, la autoridad legítima se fundamenta en un sistema de leyes e instituciones que permite seleccionar los medios más adecuados para alcanzar objetivos públicos deseables, al margen del capricho de los líderes o la mera tradición.
Así concebidas, las sociedades modernas alcanzarían cada vez más los objetivos de bienestar de la ciudadanía. El progreso iría unido a la racionalidad en la cosa pública.
Al pasar el tiempo, y llegando al presente, se escucha con frecuencia decir que los pueblos están insatisfechos, que no confían en sus líderes ni en las instituciones políticas; y así lo confirman datos de diversas encuestas nacionales e internacionales.
Sin duda, los procesos de modernización económica y la ampliación de la comunicación a escala global han erosionado la autoridad tradicional, mientras la masificación de las redes sociales genera una ebullición constante cuestionadora de la acción gubernamental.
En este contexto, la autoridad racional, que se creía fuerte y estable, enfrenta dificultades ante las expectativas crecientes de los pueblos que los sistemas económicos y políticos de todo tipo no logran satisfacer. Y, entre quejas y furias, se ha revitalizado el liderazgo carismático que surge del vacío dejado por el orden tradicional en desaparición y la organización racional en cuestionamiento.
Ante la inseguridad que siente mucha gente por la velocidad y el contenido de los cambios, los líderes carismáticos ofrecen explicaciones simples y soluciones fáciles a situaciones complejas, generando amplios apoyos, pero también volatilidad política.
Y es que, a pesar de la fuerza mediática y electoral que despliegan, los nuevos liderazgos carismáticos tienden a agotarse rápidamente en el poder, aunque mantengan amplio apoyo. He ahí los casos de Donald Trump y Jair Bolsonaro que retuvieron (y hasta ampliaron) su base electoral cuando se repostularon, pero también movilizaron masivamente a sus opositores que los derrocaron.
Otros líderes carismáticos optan por hacerse cada vez más autoritarios para domar a los gobernados, imponiendo las autocracias electorales que se expanden por el mundo.
Por Rosario Espinal
Orlando Martínez Howley, periodista de un talento y una intrepidez creativa admirables, militante de un Partido Comunista Dominicano (PCD) muy singular, asesinado hace 48 años, tiene una actualidad sorprendente y aleccionadora. Su pensamiento transformador y su actitud ante la vida ha transcendido su época, y aún conserva una vigencia impresionante.
Orlando partió con su Microscopio en la mochila –recogido en tres tomos- siempre sujeto a volver.
Más tarde se fue al “infierno” del ex Cardenal López Rodríguez, el Presidente Balaguer que lo mandó a matar, auto inculpándose con su pérfida “página en blanco” contenida en su “Memoria de un Cortesano de la Era Trujillo”, emanando flujos de corrupción, racismo, coloniaje y despotismo.
Antes nos arrebataron a los Héroes de junio-59, a Minerva, Manolo, Amelia, Amín, Sagrario Maximiliano, Caamaño… y tantos otros/as combatientes por la libertad y el socialismo.
El capitalismo imperialista siguió chorreando sangre y lodo sobre esta linda isla caribeña, y la oligarquía capitalista imitando sus fechorías y reforzando la podredumbre acumulada.
Cúpulas y Gobiernos del PRD (desdoblado luego en PRM) y del PLD (dividido en PLD-Danilo y FP-Leonel), no tardaron en contaminarse con las nocivas emanaciones del balaguerismo, de la ultraderecha, EEUU y CONEP.
El PRD llegó hasta pactar con el PQD del general genocida Wessin y Wessin, y con la derecha pro latifundista opositora al Balaguer; Incorporó al General Milo Jiménez, autor intelectual del asesinato de Orlando y sus gobiernos ascendieron a generales a Cruz Brea y Pou Castro, ambos de la misma claque criminal.
El Profesor Bosch se fue triste, llorando por la degradación de su PLD.
Fracciones de izquierdas, que se subordinaron a opciones de esas derechas o se derechizaron, todavía cargan con esas ataduras; lo que ha facilitado prolongar por más de medio siglo esta contrarrevolución conservadora de factura imperialista, iniciada el 28 de abril de 1965 con la invasión gringa y enfrentada heroicamente por nuestro pueblo durante cuatro meses.
¡Tanto que se lo dijo Orlando!
¡Léanse Microscopio!
Debilitada la oposición revolucionaria, por aquí se quedaron a sus anchas Drácula y Barnabás (Megamineras), el Cuerpo de Asesores Militares de EU (MAAG), la CIA, USAID y el FBI.
El sistema de partidos se fue enfermando de gravedad. Llegó el neoliberalismo Made in Usa y Gran Bretaña, sus privatizaciones, nuevas megamineras estadounidenses y canadienses, y la ODEBRECHT brasileña.
Los cambios de caras y de un partido de derecha por otro derechista, dentro de esta institucionalidad pervertida -apoyados por un izquierdismo ablandado y un progresismo light- simplemente han reciclado, remodelado y modernizado viejas opresiones y diversas formas de corrupción, impunidad e iniciativas neoliberales.
Recordemos que una parte de ese espectro político apoyó los gobiernos de Guzmán, Majluta, Jorge Blanco, Hipólito y Abinader; y otra se integró o se alió al PLD y sus gobiernos, en diferentes momentos.
La democracia con soberanía, intentadas en 1963 y 1965, fueron revocadas y reemplazadas por la neo-colonialidad, la partidocracia y la plutocracia (los ricachones); esta última cada vez más preeminente y siempre cargada de vacas sagradas empresariales.
Y con el reciente “cambio” de Abinader –ayudado por el progresismo claudicante al interior de Marcha Verde- llegó el ultra-neoliberalismo y estimuló el crecimiento del neofascismo.
Esto agregó más racismo, machismo, xenofobia, pactos ominosos con Comando Sur y USAID, fideicomisos y APP; el asalto de los megamillonarios a un Estado sustentado en la Constitución balaguerista del 1966, reencarnada y modernizada en la leonelista del 2010.
En ese contexto los Vicini, Bonetti y Risek y comparsa se insertaron directamente en el Gobierno para engullir, junto a la burguesía transnacional, lo que queda del patrimonio natural y estatal. ¡Ni el agua, que vale más que el oro, se ha quedado fuera de su voraz agenda!
Este ha sido el alto costo político de obviar verdades expuestas por Orlando y confirmadas por la vida.
El precio de tropezar tantas veces con la misma piedra y con las negativas consecuencias de las derechizaciones de un amplio espectro político de las fuerzas que protagonizaron la Revolución de Abril-65 y la Guerra Patria.
La contrarrevolución conservadora recibió nuevos nutrientes.
Los trágicos resultados están a la vista.
Los homenajes a quienes son reconocidos como héroes del periodismo asumirán otra dimensión y mucha calidad cuando el accionar transformador se apoye en sus comprobados aciertos de Orlando Martínez.
No basta con hacer ofrendas y llevar flores.
Es hora de emprender rutas y propuestas políticas diferentes como el ejercicio de la democracia de calle y la Constituyente Soberana, que posibiliten crear nuevas fuerzas, nuevos liderazgos, nueva constitución y nueva institucionalidad. Y elecciones diferentes.
El tiempo de Orlando perdura: sus ideas viven.
Hay que atreverse a potenciar rebeldías y a cambiarlo todo desde calles, plazas y carreteras repletas de jóvenes, mujeres y pueblo empobrecido.
¡Hay que atreverse!
JPM
Por Nelson Encarnación
En algún recóndito archivo del Palacio Nacional reposaría un memorando firmado por el entonces presidente Danilo Medina, conforme el cual se advertía a los funcionarios que solo él estaba autorizado a disponer pagos en la Administración.
Decimos que reposaría, pues no sabemos si ese documento está en poder del Ministerio Público o si no ha sido buscado o si fue destruido antes del 16 de agosto de 2020 cuando asumió el actual Gobierno. El hecho es que, de establecerse la existencia del memorando, la responsabilidad penal del expresidente Medina estaría seriamente comprometida, pues vendría a ser la admisión de que las grandes maniobras contra fondos públicos que el Ministerio Público alega hubo durante su gestión de ocho años, ocurrieron con su anuencia.
Una cosa es que se alegue que el presidente impartió órdenes de pagos que presuntamente resultaron en desviaciones de recursos públicos, y otra muy distinta es que dichas disposiciones estén documentadas. Siempre se ha dicho que los gobernantes asumen un peso enorme cuando imparten instrucciones a sus funcionarios, si bien las responsabilidades son personales.
La tesis de que “nadie gobierna inocentemente” enarbolada por los revolucionarios franceses para justificar la ejecución de Luis XVI—un holgazán sin control real del Estado en su reinado—puede ser solo una teoría o una presunción de complicidad del gobernante respecto de las acciones de su Gobierno.
Sin embargo, cuando se le atribuye a Medina la emisión de un memorando altamente comprometedor, se pasa de la teoría de Saint-Just y Robespierre para avalar la guillotina del rey, a una justificación válida para que se le enjuicie.
En la práctica, sería la más contundente prueba para arrastrarle a juicio, ya que las declaraciones de los implicados—algunos de ellos nunca hablarían contra el ahora líder del Partido de la Liberación Dominicana—no sería más que la palabra de unos contra la de otros.
De modo que la tesis de los revolucionarios franceses adquiriría valor en el caso de Medina, siempre que apareciese el memo en cuestión.
Por otra parte, es bueno resaltar que el pago de deuda vieja ha sido una de las fuentes principales para el partido gobernante financiar la campaña de su candidato, sea el presidente en reelección u otra opción.
Miles de millones de la llamada deuda inmobiliaria se transan en campaña a precio de vaca muerta, puesto que los beneficiarios han tenido esas acreencias en el capítulo de incobrables y en su momento aceptan cualquier cantidad.