Por Rosario Espinal
La popularidad no es liderazgo, pero sin popularidad no hay liderazgo político efectivo; sólo habría poder burdo sin legitimidad social.
En las elecciones de 2004, Leonel Fernández ganó con 57% de los votos, la oposición estaba en el suelo, y el firmamento brillaba para el nuevo presidente. Al pasar los años, la popularidad de Fernández declinó, sobre todo a partir de fines de 2010.
En la encuesta Gallup-HOY de noviembre 2010, el 80% de la población encuestada dijo que en el país las cosas iban por mal camino, 67% dijo que en el gobierno había más corrupción que antes, y sólo 11% indicó que el gobierno estaba resolviendo los problemas del país. El 34% calificó la gestión del gobierno como buena, 34% regular y 31% mala. El 45% expresó que no aprobaba la forma en que Fernández conducía el gobierno, 35% la aprobaba y 19% no tenía opinión al respecto. El 80% de los encuestados dijo que Leonel Fernández quería reelegirse y el 62% expresó desacuerdo con que lo hiciera.
Durante el 2011, el gobierno siguió arrastrando descontento, y para fines de ese año, las encuestas se enfocaron en medir la intención de votos. En la Gallup-HOY de noviembre 2011, Danilo Medina registró un apoyo de 42.6%, inferior a Hipólito Mejía, y el 75% de la población tenía una valoración negativa de la economía del país. El 44.8% dijo simpatizar por el PRD y 40.2% por el PLD.
A fines de 2011, la candidatura del PLD sufría los efectos de dos problemas: la mayor desaprobación del gobierno en la opinión pública, y lo que en aquel momento se conocía como el poco carisma de Medina. Tres factores contribuyeron a cambiar la situación a favor del PLD: la inmensa cantidad de recursos que el gobierno utilizó en la campaña, la dificultad de Hipólito Mejía de sobrepasar el techo de intención de votos, y la compactación de los leonelistas con la selección de Margarita Cedeño como candidata vice-presidencial. Danilo Medina ganó con 51% de los votos.
Desde la presidencia, Danilo Medina logró rápidamente forjar lo que he llamado su “yo político”. Dio inmediato cumplimiento a algunas de sus grandes promesas (el 4% del PIB para la educación es el buque insignia); proyectó una imagen de ciudadano corriente, dispuesto a encontrarse con diversos sectores en sus espacios (las visitas sorpresas se hicieron emblemáticas); se mostró reflexivo y dispuesto a modificar lo inadecuado (ejemplo, Bahía de las Águilas), y capaz de utilizar la emoción para alcanzar grandes propósitos (la denuncia dramática del contrato con la Barrick Gold). Durante este último año y medio, Danilo Medina ha visto su popularidad en las nubes, por encima de 80%, y dice que no quiere ser líder.
He aquí una paradoja: en las encuestas Gallup-HOY de septiembre 2013 y enero 2014, mucha gente dijo que la economía estaba mal, que el costo de la vida había aumentado y que había mucha delincuencia. No obstante, el 52.6% dijo en septiembre 2013 que Medina había hecho más de lo que se esperaba, y en enero 2014, el 86.8% dijo que Medina le genera confianza y 87.4% aprobó la forma en que el Presidente conduce el gobierno.
Para Danilo Medina, esta popularidad ha dado cimiento a su presidencia y liderazgo. Llegó con déficit de carisma y ahora tiene abundante aprobación. Para el PLD, la popularidad de Medina ha servido para revertir el declive en popularidad que registró ese partido en 2010-2011.
La popularidad de Danilo Medina es una variable clave en la política dominicana actual por todas sus implicaciones políticas.
Artículo publicado originalmente en el periódico Hoy.