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Opinión

Liderazgos, Cargos, Revolución y Reelección

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Por Narciso Isa Conde

(Publicado por primera vez en el 2007 y reeditado oportunamente en este inicio del 2013)

El paso de lo espontáneo a lo conducido, a lo organizado y a lo dirigido, trae consigo los liderazgos sociales, políticos, culturales, artísticos, religiosos, deportivos…

En los fenómeno de masas el paso de la inconciente a lo conciente, casi siempre se ve acompañado de la creación de líderes y liderezas en sus respectivos conglomerados.

Las grandes corrientes teóricas, político-teóricas o simplemente políticas o político–sociales, están acompañadas de grandes liderazgos.

Pasa así con las revoluciones.

Pasa con las contrarrevoluciones.

Con los procesos de reformas y contrarreformas.

Pensamiento y acción, palabras y hechos, son inseparables de esas dinámicas de formación de liderazgos, porque con ellos(as) se impacta la subjetividad, la conciencia, los sentimientos, los deseos y anhelos colectivos.

  • Las personalidades en la historia.

Ambos vertientes, pensamiento y acción–mutuamente influenciables entre sí-cuentan en el caso de los grandes combates de clase y del compromiso por la liberación de los pueblos con actores (as), con protagonistas, más o menos destacados, más o menos sobresalientes.

Sobresalientes por su valor y firmeza a la hora de actuar.

Por su capacidad para escoger el momento oportuno de la acción.

Por su sintonía con el sentir de la colectividad donde actúan.

Por su talento.

Por sus conocimientos apropiados.

Por su verbo.

Por su atractivo personal.

Por su “carisma”.

Por su sinceridad.

Por su bondad.

Por su capacidad para educar o formar.

Por su intuición para acertar o predecir, o por su genialidad para ver lo que otros (as) no logran captar.

Por su agudo olfato clasista.

Por la confluencia de todos, una parte o algunos de estos atributos.

Esto toca de lleno el tema de lo individual y lo colectivo, de la personalidad en los procesos y en la historia, en los acontecimientos sociales, políticos y culturales que mueven comunidades, sectores y/o multitudes.

Esos acontecimientos estimulan esas personalidades y contribuyen en forma decisiva a crear esos liderazgos, muy sólidos cuando interpretan los anhelos de cambios de las clases y sectores explotados, oprimidos, excluidos.

Los líderes no nacen.

Lo líderes se hacen en esa relación dinámica entre lo individual y lo social, lo personal y lo colectivo; siempre compelida su gestación por la necesidad de acciones, de ideas, de conciencia, de movilización y organización.

  • Liderazgos, cargos y funciones institucionales.

Esas necesidades y esos momentos no solo colocan al frente de corrientes teóricas-políticas, movimientos sociales, fuerzas políticas y militares, procesos culturales… a esas personalidades, sino que muchas veces la catapultan al ejercicio de funciones en partidos, organizaciones populares, entidades de la sociedad civil, instituciones civiles y militares del Estado y organismos nacionales e internacionales.

Y es común que ese salto de lo informal a lo formal, de lo general a lo institucional, tenga grados y jerarquías en función de la fuerza y el nivel del cada liderazgo.

Así los (as) llamados liderazgos “naturales” en diversos campos de actividad, pasan a ser secretarios (as) generales, presidentes (as), primeros (as) ministros (as), jefes (as), coordinadores (as)… de tal o cual entidad política, Estado, gobiernos- administraciones, organización social o cultural.

La principalía en liderazgo es traslada a la principalía del cargo o de la función institucional.

Así los liderazgos de los procesos emancipatorios tienen toda la posibilidad de ocupar las más altas posiciones de Estado, de partidos, de gobierno y de frentes nacionales.

La función institucional, organizativa, y/o directiva-ejecutiva, el cargo en sí, generalmente existe antes de crearse el liderazgo; y el liderazgo es generalmente independientemente del cargo (aunque a veces se le crea el cargo al liderazgo). Y esta realidad determina que no se sea líder o lidereza por el cargo que se ocupa o la función que se desempeña, sino por la autoridad, el prestigio y la influencia previamente conquistadas.

Ambas cosas se puede hacer coincidir por conveniencia, necesidad temporal, situaciones y exigencias específicas. Y se pueden alimentar o debilitar mutuamente.

Hay veces que al liderazgo se le hace coincidir con varios cargos y funciones relevantes, incluso de naturaleza diferente: estatal, gubernamental, político- partidista, social… Y eso trae consigo otro problema: la centralización y concentración, a veces extrema, de funciones y la superposición de variados y diferenciados roles institucionales y no institucionales.

Tales superposiciones temporalmente pueden ser o no ser necesarias, convenientes o inconvenientes, aunque a la larga perjudican y restan democracia.

El liderazgo es algo muy auténtico, imposible de reemplazar o de obviar mecánicamente. El desempeño de cargos no, porque tiene mucha flexibilidad aprovechable. Y su asunción depende de necesidades y situaciones bien concretas.

El cargo y la función pueden tener diferentes actores (as), que a su vez pueden ser o no ser líderes; esto es, sus incumbentes pueden o no tener liderazgos, pero si ser personas aptas para desempeñarlos al margen de tener o no sus condiciones especiales para liderar grandes masas y pueblos.

El ejercicio de cargos públicos o institucionales y el ejercicio del liderazgo social o político tienen características distintas, muchas veces bien diferenciadas. Además hay muy buenos (as) dirigentes (as) y buenos (as) funcionarios (as) que no son líderes o liderezas.

Los roles de los Estados, gobiernos y ciertas instituciones oficiales o para-oficiales son diferentes entre sí y diferentes a los de los partidos y movimientos políticos. También los papeles de estos dos últimos, aunque más relacionados, son distintos entre sí, como también los roles de los movimientos culturales y el de los órganos de base del poder popular: consejos comunales, consejos de trabajadores (as) y de estudiantes y profesionales.

Desconocer esas diferencias y características funcionales, suplantar roles, superponer innecesariamente y prolongadamente sus dinámicas…tarde o temprano crea graves problemas y serios males.

Perpetuar líderes en cargos y funciones, tiene riesgos y puede generar deformaciones evitables, aunque en los mejores casos su brillantez y genialidad presione en esa dirección. Y aunque reelegirlos por determinados periodos pueda ser una necesidad política, dados otros factores imperiosos.

Sin embargo, no superponer por tiempo indefinido cargos y liderazgos…no concentrar los liderazgos en cargos y en entidades con roles diferentes…no reelegirlos (as), seleccionarlos (as) o nombrarlos (as) de manera indefinida para esas funciones…no va de por si en contra del liderazgo, no lo afecta ni lo erosiona. Y si puede favorecer las grandes virtudes derivadas de la separación de poderes en el Estado, el gobierno, en la sociedad civil y en las esferas de lo político y lo social; como también contribuir a las enormes ventajas de la dirección colectiva y de la descentralización de la toma de posiciones.

  • El liderazgo va más allá del cargo.

Se puede ser líder de una organización x sin ser su presidente (a) o secretario (a) general.

Se puede ser líder de un pueblo sin ser su Jefe de Estado.

Se puede ser líder o lidereza ejerciendo o no esos cargos.

El liderazgo ni lo hace ni lo deshace el cargo en sí; esto es, la jerarquía institucional en sí no es condición obligada del liderazgo. El liderazgo, desde el cargo o fuera del cargo, depende de una autoridad bien ganada en x proceso, de la conducta que se adopte, de las cualidades que se desplieguen antes, durante o después del mismo.

Ambas cosas pueden asumirse a discreción y a conveniencia del colectivo, una vez la comunidad o el pueblo se hayan convertidos en poder.

  • La reelección, los grandes liderazgos y las funciones de Estado.

Las grandes revoluciones políticas y sociales generalmente tienen grandes líderes o liderezas.

Ellos, ellas, por lo que han significado y significan dentro de esos acontecimientos históricos para las clases y sectores explotado y excluidos (as), tienen un profundo calado, son muy queridos(as) y respetados(as) y son, en consecuencia, sumamente necesarios(as). Y mientras más se profundiza el cambio social, político y cultural, enfrentado a poderosísimas fuerzas enemigas, y más consecuentes son con los anhelos de la sociedad, más necesarios(as) se tornan y más se entiende la necesidad de su permanencia en cargo relevantes.

Es formidable contar en tales procesos con líderes brillantes, audaces, visionarios (as).

A ellos, a ellas, hay que preservarlos, ayudarlos, acompañarlos (as) y respaldarlos (as) desinteresadamente.

Sin embargo no creo- a la luz de la experiencia histórica- que sea beneficioso para ellos (as), para los pueblos y los procesos que lideran, cargarlos de funciones, asignarles roles diferentes y superpuestos, y auspiciar que se reelijan de por vida en la más altas funciones de Estado; a veces, por demás, acompañadas de las más altas funciones del partido o del movimiento político.

Y esto es todavía más improcedente cuando no existen mecanismos para revocarlos al margen de las elecciones ordinarias y cuando las competencias electorales pueden ser vulnerables a métodos antidemocráticos.

Pienso que no es malo, sino bueno, que un líder pueda ser hoy presidente de la República y mañana primer ministro.

Hoy presidentes y mañana solo secretario general o dirigente del partido.

Hoy alto funcionario del Estado o del gobierno central y mañana no.

Hoy principal funcionario del partido y mañana no.

Si es líder de verdad siempre lo será, sobretodo si no comete errores graves que lo hagan perder su influencia bien ganada.

Ellos, ellas- independientemente de las funciones temporales que ejerzan (partidistas, sociales o gubernamentales…)- tienen la virtud de influir y de crear hegemonías. Y pueden hacerlo en función de otras personas, de otros (as) candidatos cuando presentan condiciones para lograrlo.

Ellos y ellas pueden ser mejores si se rotan en las funciones y contribuyen a la creación de reales direcciones colectivas, a pesar de su enorme e indiscutida gravitación política y social.

  • Reelecciones indefinidas, sucesivas y otros riesgos mayores.

Las reelecciones sucesivas e indefinidas no son las únicas fuentes del caudillismo y de la anti-democracia, pero pueden favorecer tendencias negativas; además dar la apariencia de lo imprescindible y de crear resistencia, voluntaria o no, a la rotación en las funciones públicas más importantes y a la participación colectiva en las decisiones.

La fusión del partido con el Estado es todavía peor, independientemente de que coexista o no con la reelección presidencial indefinida o las reelecciones sucesivas en otras funciones públicas.

El estatismo burocrático integral (político, económico, ideológico, comunicacional…) por igual es altamente perjudicial, puesto que genera un alto grado de uniformización de los medios de comunicación; un alto grado de censura y autocensura que afecta sensiblemente la libre discusión, el debate democrático y la auto-superación del proceso.

Y esto sin ponerme ahora a analizar la gran perversidad encubierta de la llamada democracia representativa, porque en este trabajo me he propuesto reflexionar fundamentalmente sobre los problemas históricos y actuales que pueden deformar los procesos revolucionarios; sin entrar en el examen y la denuncia del carácter antidemocrático de la hegemonía de las oligarquías capitalistas y del gran capital transnacional, del despotismo neoliberal y la dictadura mediática, con o sin pluralismo partidocrático.

Pienso-sin obviar ese combate decisivo contra el despotismo capitalista- que la luz de lo acontecido debemos extraer también las experiencias negativas de lo que ha significado sustituir la esclavitud respecto al gran capital, a sus instituciones y medios, por la absoluta subordinación a un Súper- Estado propietario de todo y controlador de todo, supuestamente actuando- y en algunos casos realmente o medianamente- en representación de la mayoría de la sociedad.

No soy de los que sataniza la reelección ni de los que exalta e idealiza la no reelección como panacea de democracia, no soy ni reeleccionista ni anti-reelecciones por principio. Creo que las re-postulaciones y las reelecciones deben de ser ponderadas en función de situaciones y periodos específicos, de necesidades o impertinencias concretas.

Pero creo también firmemente que a la nueva democracia que procuramos crear y al tránsito al verdadero socialismo que nos proponemos desarrollar, le conviene mucho no atar eternamente los liderazgos a los cargos públicos ni a lo cargos partidarios.

Le conviene muchísimo no fundir permanentemente el liderazgo nacional con la presidencia de la República.

Y esto le ayuda muchísimo tanto en cuanto a imagen como en cuanto a contenido.

Le conviene sobremanera, además, no fundir Estado y partido, ni crear partido desde el Estado o con los métodos del Estado y le ayuda mucho crearlo y desarrollarlo independientemente de los intereses y las dinámicas específicas de Estados y Gobiernos!

Le conviene remozar y separar constantemente las funciones sin dejar de fortalecer el liderazgo nacional y los liderazgos locales o sectoriales o nacionales.

Le conviene la diversificación de los medios de comunicación (sean gubernamentales, estatales, partidistas, de movimientos sociales, de fuerzas independientes de Estado, Gobierno, partidos, movimientos culturales, minorías…).

Le conviene una prensa diversa de calidad, abierta y crítica, porque ella facilita las mejores condiciones para el crecimiento, la diversificación y el relevo o reemplazo individual y/o colectivo de los liderazgos creados existentes.

  • Un ejemplo reciente proyectable.

Los cargos y las funciones no hacen los líderes ni la concentración de poderes son consustanciales a ellos (as).

Y si desean un ejemplo reciente, muy aleccionador por cierto, veamos lo que ha pasado recientemente en Cuba.

Fidel no es presidente y sigue siendo el líder.

Raúl es presidente y no por ello sustituye el liderazgo de Fidel.

¿Por qué no haber hecho eso antes de la enfermedad de Fidel en relación a esa y otras funciones, con esa y otras fórmulas?

¿Cuál es el temor?

¿Por qué no aprender de las malas y de las buenas experiencias?

¿Por qué no pensar seriamente estos problemas y debatir con franqueza esta cosa cara a otros procesos de cambios en marcha en nuestra América?

Es hora ya de pensar en voz alta éstas y otras cuestiones importantes.

Es hora de enterrar definitivamente la autocensura.

“La verdad –decía Lenin- es siempre es revolucionaria”

  • La reelección en Venezuela.

El caso de Venezuela presenta particularidades a tener bien en cuenta.

En Venezuela el gobierno de Chávez vivió inicialmente un periodo crucial de aguda confrontación con las derechas y con EE.UU., de alta inestabilidad. Más que gobernar resistía y peleaba gallardamente la permanencia y continuidad del proceso.

La consolidación, aun con aguda y perdurable confrontación, tardó bastante; hasta el punto que solo recientemente el presidente Chávez ha comenzado a gobernar, después de someterse muchas pruebas de popularidad y capacidad confrontativa.

En Venezuela existen elecciones democráticas no adulterables sustancialmente desde el gobierno. Pocos sistemas electorales en el mundo son tan libres y tan invulnerables al fraude.

Pero además en Venezuela existe la figura constitucional del referéndum revocatorio.

En ese país incluso consagrar constitucionalmente la reelección indefinida y sucesiva no es sinónimo ni garantía de su imposición por factores ventajosos de poder.

La consagración constitucional de tal posibilidad parece estar sobretodo motivada por la necesidad de asegurar la sucesiva derrota electoral de las derechas e impedir en próximas coyunturas electorales la victoria contrarrevolucionaria desde el gran poder competitivo del liderazgo del comandante Chávez.

Esto así porque al parecer existe la inseguridad o el temor de que si no es con Chávez candidato, no se gana o es mucho más difícil ganar. Y perder la presidencia del país en trance de revolución es perder demasiado.

Esta es sin duda una razón fuerte, porque el proceso de cambios debe de estar por encima del factor que analizamos a pesar de toda su validez.

De ser así esta debe considerarse como una de las debilidades del proceso que amerita ser pensada y superada, buscando a futuro próximo soluciones que eliminen o minimicen el riesgo.

De todas maneras es muy importante no convertir la necesidad temporal en ley del proceso, más cuando a todo proceso revolucionario desatado le conviene no depender permanentemente del gran liderazgo individual que lo ha encarnado.

Mas allá de lo requerimiento tácticos, realmente necesarios e imposible de ignorar, está la necesidad estratégica de procurar su constante auto-superación, su fortalecimiento institucional, su posibilidad de reciclamiento mas allá del liderazgo de histórico-original.

Y esto precisa crear conciencia y condiciones para superar en el menor tiempo posible la obligada dependencia de la candidatura presidencial con perspectivas de victoria al liderazgo principal y a los déficit en cuanto a capacidad de conquista de hegemonía en el seno del pueblo otras candidaturas confluentes con el liderazgo de la revolución.

Esto nos remite al tema de la vanguardia, al tema del poder popular y muy especialmente al tema de las transformaciones estructurales socializantes capaces de erosionarle totalmente las bases internas de sustentación a la burguesía dependiente y al capital transnacional en la sociedad venezolana y de terminar de quitarle el respaldo electoral que le queda a sus instrumentos políticos en sectores populares y en una parte de las capas medias.

No se trata, claro está, del camino más fácil; pero si posiblemente del más fructífero y el de mayor calidad para el proceso.

  • Avanzar sin rigidez

El tema es agudo y complejo, pero toca la madre de un problema real no debidamente solucionado desde las izquierdas y desde las revoluciones populares.

No me anima dar recetas inconmovibles al respecto, mucho menos entrar en la lógica hipócrita de las alternancias sustentadas por las derechas seudo-liberales y liberales.

Planteo el problema- mis inquietudes, consideraciones y sugerencias- sin formular esquemas rígidos, aunque si previsores, respecto a las re-postulaciones y reelecciones en el contexto de una nueva democracia revolucionaria (a sus tiempos, pertinencias, restricciones, oportunidades y circunstancias).

Si soy categórico en cuanto a la necesidad de superar por vía revolucionaria la falsa democracia representativa capitalista y a la necesidad de proponer una alternativa que supere radicalmente la fracasada fórmula del estatismo-burocrático con fusión partidoEstado-movimientos sociales y sin autogestión popular, control social y democracia participativa, directa e integral(económica, social, intercultural, de género..).

El tránsito al socialismo debe ofertar mucho más democracia y libertad en todos los órdenes y en todas las vertientes de la vida en sociedad que todas las experiencias históricas del liberalismo capitalista; y, por tanto, debe ser totalmente ajeno y adverso a todas las variantes que tiendan a subordinar a la sociedad y sus movimientos populares al Estado y siempre procurar el máximo de libertad, emulación y felicidad.

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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Opinión

El impresionante resbalón del Escogido

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Por Nelson Encarnación

Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.

Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.

Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.

Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.

No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.

Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.

¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.

¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.

Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.

¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.

Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.

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