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Opinión

Más sobre la masacre de sucumbíos-campamento FARC-EP

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Por Narciso Isa Conde

Al cumplirse diez años del bombardeo y asalto al campamento de las FARC-EP comandado por Raúl Reyes (2008) -acontecimiento conocido como la masacre de Sucumbíos por la denominación del lugar en la frontera colombo-ecuatoriana donde tuvo ubicada esa unidad guerrillera- me siguen asaltando recuerdos que ya es posible develar.

• El cariño potenció el dolor y la indignación.

La cercanía, la relación personal, la amistad, el cariño que forja el quehacer revolucionaria en torno a causas tan justas, agrava el dolor que provocan esas tragedias inducidas por los cultores de los genocidios de Estado.

Los antecedentes permiten entender mejor el por qué de lo desgarrador impacto recibido enterarme de ese hecho sangriento horas durante una de mi estadías en Ecuador.

Me encontré por primera vez con Raúl Reyes y Rodrigo Granda en 1996 en el VI Encuentro del Foro de Sao Paolo en San Salvador, y juntos -con participación destacada del camarada Shafick Handal- tuvimos que enfrentar inaceptables hostilidades contra las FARC-EP e insistentes tendencias a la exclusión del Comandante Chávez, recién salido de la cárcel.

Actitudes conservadoras dentro del Foro -encabezadas por el PRD de México, sectores hegemónicos en el PT de Brasil y la facción moderada del Frente Amplio de Uruguay- actuaban en ambas direcciones: contra las FARC-EP y contra Chávez.

• Nuevos encuentros con Raúl y otros.

En enero del 2000 me reencontré con el comandante Raúl Reyes a raíz de los Diálogos de Paz en el Caguán y tuvo lugar mi primer encuentro con Manuel Marulanda Vélez, comandante de comandantes.

Estuve varios días en su Campamento Internacionalista junto a un grupo de queridos camaradas de Nuestra América: Patricio Echegaray (PC Argentina), Octavio Acosta (FMLN), Salvador Sánchez Cerén (FMLN), Marina Arismendy (PC Uruguay)….

Allí concertamos su visita a nuestra República Dominicana, donde -iniciándose el siglo- XXI compartimos durante una semana intensos intercambios con diversos sectores del país dando a conocer ese esfuerzo de paz.

Unos años después -ya de vuelta Raúl a las montañas de Colombia y establecido el Campamento en Sucumbíos- lo visitamos para darle continuidad a los intercambios que procuraban avanzar en la coordinación de las fuerzas comunistas y revolucionarias del Continente. Previamente habíamos visitado clandestinamente varias veces el Bloque Caribe de las FARC-EP, dirigido por los comandantes Iván Márquez y Jesús Santrich.

Recuerdo aquel viaje al Ecuador, aquella delicada travesía, en la que Amílcar Figueroa, Patricio y Octavio y yo transitamos por los deteriorados y militarizados caminos que conducen a la zona del PUTUMAYO, luego en lancha por el portentoso río Putumayo y después en canoas por accidentados hermosos riachuelos que nos llevaron selva adentro hasta Campamento de Raúl.

Días conviviendo en la selva, intercambiando, conspirando, construyendo amistad y afectos con él y sus camaradas de guerrilla.
Raúl entró así al campo de mi aprecio y viceversa.

Raúl, como un componente relevante de un colectivo admirable, fue uno de los dirigentes de las FARC-EP más cercano a nuestra organización comunista, caamañista, revolucionaria, internacionalista.

• En México y más allá con los estudiantes mexicanos.

Pasó igual en México, Venezuela y Ecuador con el grupo de jóvenes mexicanos abatidos en Sucumbíos.

En cada visita a ese hermano país y en cada encuentro de la Coordinadora Continental Bolivariana (CCB) en Venezuela compartíamos, nos acercábamos, nos uníamos; muchas veces con la incorporación de camaradas de la Juventud Comunista y del joven y talentoso secretario general del PC mexicano, Pável Blanco.

Recuerdo las reuniones en México, las visitas a librerías y museos. Conservo todavía los libros gráficos que junto a dos de ellos compre para usarlos en el programa de TV Tiro al Blanco, todavía de pie.

Es imposible olvidar todo aquello.

Las bajas en la lucha –repito- en la cercanía personal, vinculadas a grandes afectos, se sienten más y se recuerdan más, junto a sus circunstancias y sus entornos.

Me pasa con el Raúl del Caguán, El Salvador, Dominicana, Sucumbíos…. Con Raúl y sus camaradas de insurgencia.
Me pasa con los jóvenes mexicanos de México, Venezuela, Ecuador y Sucumbíos…

• Reconocimiento eterno y clamor de justicia.

A las/os sobrevivientes pude abrazarlos después y a quienes trascendieron para acusar desde el más allá a sus verdugos los llevo en el corazón.
He sentido no volver a México y no compartir más directamente con sus familiares, ejemplo de amor y persistencia por la presencia permanente en nuestras luchas de sus seres queridos. Algo muy encomiable.

Me apena no haber podido acompañarlos físicamente en los recientes homenajes del décimo aniversario y más aun no poder conversar directamente con los padres y madres y camaradas de las víctimas, algo de mutuo interés, porque ni la palabra escrita, ni la imagen digital, ni el mensaje de voz, logran incluir –menos remplazar- el poder maravilloso del calor y la presencia humana.

Pero es que por todos estos densos y riesgosos trajines comunes arrastro penalidades infames, restricciones, impedimentos de viaje, ficha de INTERPOL… que no ha logrado tumbar una “paz” colombiana que no es tal; más cuando me he opuesto al desarme unilateral de las FARC-EP, que cada vez se torna más trágico y parece reeditar en esa legalidad insegura el “síndrome de la Unión Patriótica”.

Sin embargo hay que decir que ningún sacrificio en el ejercicio de la firmeza puede ser en vano y no lo es la muy costosa masacre de Sucumbíos en todas sus vertientes.

Ese y otros sacrificios parecidos se transforman en motivos de orgullo, en causas heroicas, a lo que se agrega el extraordinario esfuerzo para que los autores de esa masacre premeditada y alevosa sean sancionados.

• Nuevas preocupaciones.

Me preocupa sí la presente crónica de nuevas muertes anunciadas, resultado de un cambio en la correlación de fuerza militar provocada por una controversial y accidentada negociación que ha dejado casi intacto el Estado Terrorista, el paramilitarismo y la plataforma militar de EEUU en Colombia, incluidas las 7 bases militares gringas.

Rechazo con firmeza la impunidad de los autores materiales e intelectuales de la masacre de Sucumbíos y otras más, y me comprometo a participar en esa pelea por la justicia.

¿Paz sin soberanía?

¿Paz con paramilitares y militarismo guerreristas?

Hay que respetar el sacrificio, la creación heroica, el combate librado y la sangre derramada.

Hay que continuar clamando justicia contra los masacradores.

• Concesiones costosas y retoma de la ruta revolucionaria.

Creo firmemente que lo acumulado daba para mucho más de lo que se exhibe como logros de una paz “chueca”, “chimba”, cuasi ilusoria, que no logra impedir la recia contra-ofensiva del enemigo en Colombia (¡Sí, enemigo!), que se siente victorioso frente al forzado repliegue temporal de una insurgencia que le quitaba el sueño.

La transición a una paz temporalmente armada, el cese al fuego sin desarme unilateral de las FARC, era la garantía del cumplimiento de los acuerdos hoy incumplidos por el Estado terrorista.

La retirada de las bases militares estadounidenses era y es un componente vital de la soberanía y de la paz a construir.

El proceso Constituyente resultaba imprescindible para crear una Colombia democrática.

A esas metas jamás debió renunciar la dirección hegemónica de las FARC-EP y sé que no pocos sectores, aun dispersos no lo quieren hacer.

El costo político de esas concesiones no se ha hecho esperar: pérdida de autoridad de quienes impusieron esa ruta hacia una frágil legalidad y construyeron esa ruta de repliegue e inserción en el sistema.

Dispersión, debilitamiento acelerado de la otrora potente insurgencia y de sus implantaciones sociales y políticos, burdo incumplimiento de lo acordado con el gobierno, repunte de la extrema derecha, reedición de cacería de revolucionarios/as y activistas sociales y pésimos resultados electorales.

Por eso hay que rescatar el valor del sacrificio histórico (remoto y reciente) pleno de firmezas y echar a un lado cualquier modalidad de rendición o retroceso político; reconociendo sus costos negativos y disponiéndonos a vencerlas; procurando convertir, nueva vez, los reveses tácticos en victorias estratégicas.

Porque la hora de los hornos está en pleno despliegue, dejando lecciones que indican que el reformismo y las viejas herramientas socialdemócratas no dan para vencer la empecinada y brutal contra-ofensiva imperial (reforzada por la Administración Trump) en el contexto de una dominación violenta y decadente del gran capital gansterizado y pentagonizado.

Vale retomar la reconstrucción y renovación revolucionaria persistentemente.

Vale desechar el posibilismo infecundo, rearmar las utopías en tanto pensamiento y acción fundidos en armas contra las injusticias y la opresión.

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Opinión

La CIA, Mockingbird y los periodistas

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(I)

Por Oscar López Reyes

Desde 1950, tres años a posteriori de su creación -1947- la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos comenzó a instrumentalizar a periodistas para manipular y moldear a la opinión pública mundial, en una abominable labor de zapa, en el cenit geopolítico de la Guerra Fría entre dos superpotencias imperiales. Su proyecto primigenio, y el más escalofriante, ha sido la encubierta Operación Mockingbird, mediante la cual se ocultaron y tergiversaron informaciones para influir a favor de los designios norteamericanos, y desde 2019 ejecuta a gran escala una campaña de reclutamiento para difundir noticias y entretenimiento en redes sociales y plataformas streaming.

En estos 78 años, la CIA ha invertido miles de millones de dólares en el enlistamiento de periodistas anti-éticos y anti-democráticos y en infiltración en medios de comunicación para divulgar programas propagandísticos, engendrando el descrédito y la desconfianza ciudadana, así como la animadversión de adversarios en guerras.

La operación Mockingbird, que inicialmente consistió en escuchas telefónicas periodísticas sin orden judicial, fue llevada a cabo por la CIA para identificar fuentes de filtraciones de datos de alta inteligencia. Principió grabando conversaciones privadas de Hanson Baldwin, reportero de seguridad nacional del New York Times, entre el 12 de marzo y el 15 de junio de 1963, desde el Despacho Oval de la Casa Blanca.

Las grabaciones fueron por iniciativa del presidente de Estados Unidos, Jhon F. Kennedy, luego que se incomodara por un reportaje de primera plana publicado por Baldwin (ganador del Premio Pulitzer en 1943 por su cobertura de la Segunda Guerra Mundial) en la edición del 26 de julio de 1962 del New York Times en el que, amparado en una información clasificada, revelaba el número de misiles nucleares en el arsenal estadounidense. A su vez, comparaba esos depósitos atómicos de Estados Unidos con los de la Unión Soviética, y el afán de esta última superpotencia por resguardar sus emplazamientos de misiles balísticos intercontinentales.

A seguidas, la CIA también intervino los teléfonos residenciales de los columnistas Robert S. Allen y Paul Scott (The Allen-Scott Report, publicada en unos 300 periódicos), tras estos dar a conocer secretos clasificados de Estados Unidos. Más adelante, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) se incorporó a las averiguaciones y vigilancia para detectar quienes desde los organismos de inteligencia estaban infiltrando informaciones a la prensa. También produjo la intercepción telefónica a la periodista de Newsweek, Lloyd Nornam, y el secretario de Estado Dean Rusk presionó para que CBS News no difundiera un reportaje del periodista Daniel Schorr sobre el espectacular escape de ciudadanos de Alemania Oriental a través de un túnel bajo el Muro de Berlín.

Por intermedio del proyecto Mockingbird -según variadas fuentes- para divulgar propaganda proestadounidense y truquear a la opinión pública contra la influencia comunista, aceptaron ser asalariados de la CIA cientos de periodistas de The New York Times, The Washington Post, Newsweek, ABC, CBS, NBC, la revista Time, Louisville Courier Jounal, Copley News Service, la agencia internacional Reuters y otros medios de América Latina, Europa y otras regiones.

Los objetivos bien definidos de la contratación a sueldo de la red de periodistas, publicaciones, televisoras y emisoras tengo que segmentarlos en siete:

1.- Difundir relatos preescritos por la CIA, para tratar de cambiar la percepción global sobre situaciones y personas, siempre favorables a Estados Unidos.

2.- Controlar la política editorial de medios comunicativos, a través de altos ejecutivos y editores, en una novedosa interacción subrepticia gobierno-prensa.

3.- Ocultar informaciones perjudiciales o desfavorables a Estados Unidos, en una intromisión estatal sin precedentes.

4.- Inclinar la balanza para conveniencia estratégica de Estados Unidos en coberturas informativas, artículos de opinión, editoriales y otros géneros periodísticos.

5.- Contrarrestar la propaganda e influencia de la Unión Soviética, con mecanismos sofisticados de persuasión pública.

6.- Suministrar datos de inteligencia, en una típica tarea de espionaje.

7.- Detectar a agentes o empleados de organismos de inteligencia que confidencialmente suministraban informaciones a periodistas.

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El autor: Redactor principal del Código de Ética del Periodista Dominicano y autor exclusivo del libro “La Ética en el Periodismo. Los cinco factores que interactúan en la deontología profesional”.

 

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Opinión

Cuando el privilegio pesa más que el salario

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Por Isaías Ramos

En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?

La comparación es contundente: alrededor de RD$19 mil millones para cumplir la indexación —lo mínimo para que la inflación no se coma el salario por la vía del impuesto— frente a más de RD$500 mil millones en gasto tributario y subsidios no focalizados. Esa diferencia no es técnica; es moral. Es un impuesto silencioso al trabajo para sostener privilegios que casi nunca rinden cuentas.

No hablamos de milagros, sino de coherencia constitucional.

Primero derechos; después privilegios.

La indexación es justicia básica; que el salario cubra la canasta es dignidad mínima. Cuando eso no ocurre, todo lo demás se convierte en una transferencia regresiva: recursos públicos arriba y salarios de subsistencia abajo.

Lo vemos en historias como la de Marta, cajera en una tienda que abre seis días a la semana. Gana el salario mínimo del tramo superior y aun así no le alcanza para transporte, alimentos y educación básica de sus hijos. Todos conocemos una Marta. Su caso no es la excepción; es el reflejo de un modelo.

Reconocemos, sin ambigüedades, que ciertos sectores han traído inversión y empleo. Pero en un Estado Social y Democrático de Derecho, la prioridad no se discute: derechos primero, incentivos después. Si un sector recibe exenciones millonarias durante décadas, la contrapartida mínima es un salario mediano por encima de la canasta y una reducción verificable de la informalidad. Y si los beneficios se justifican por su aporte, ese aporte debe comprobarse con datos públicos.

Las preguntas son simples, y las respuestas deberían serlo también:

  • ¿Cuál es su salario mediano y qué parte de la canasta cubre?
  • ¿Cuál es su aporte fiscal neto, descontadas exenciones y transferencias?
  • ¿Qué metas salariales y de formalización han cumplido —auditadas y con plazos—?

Si esas respuestas no existen, la falla no está en quien critica, sino en un modelo que evita mirarse al espejo.

Cuando miramos la región, el panorama se vuelve más claro y más crudo. Llevamos décadas creciendo alrededor de 5 % anual, más del doble del promedio latinoamericano. Sin embargo, datos del Banco Mundial muestran que menos de 2 % de los dominicanos ascendió de grupo de ingreso en una década, frente a un 41 % regional. Es una de las movilidades más bajas de América Latina: un motor económico de alta potencia montado sobre una carrocería social demasiado frágil.

A eso se suma un mercado laboral con alrededor de 55 % de informalidad, superando un promedio regional que ya bordea la mitad. Millones de personas trabajan sin contrato, sin protección y sin capacidad de negociación. Mientras tanto, el salario mínimo formal del sector privado no sectorizado —según el tamaño de la empresa— oscila hoy entre unos RD$16,000 en las microempresas y cerca de RD$28,000 en las grandes, y ni siquiera en su tramo superior alcanza el costo de la canasta familiar nacional, que ronda los RD$47,500, ni la canasta del quintil 1, situada en torno a RD$28,400. La mayoría de los trabajadores informales ni siquiera se acerca a esos montos.

Ahí está el nudo del modelo: un PIB que corre por delante del promedio regional, con salarios más bajos, más informalidad y menor movilidad que casi todos. Ahí es donde la retórica del “milagro” deja de coincidir con lo que millones viven cada día: jornadas largas, ingresos insuficientes y un crecimiento que no se traduce en dignidad.

Y, mientras tanto, la indexación —que solo evita que el impuesto castigue el salario— se presenta como inalcanzable. No lo es. Lo inalcanzable es pretender estabilidad congelando la protección del trabajador mientras se blindan privilegios que nadie revisa con lupa desde hace décadas. Eso no es estabilidad; es un subsidio a la precariedad.

La discusión no es “si hay dinero”, sino de dónde es justo que salga.

¿De quienes ya no pueden más, o de exenciones que llevan medio siglo sin evaluación seria?

¿De la nómina de la clase trabajadora, o de regímenes especiales convertidos en vacas sagradas?

En el Frente Cívico y Social entendemos que la guía es simple y está escrita en la Constitución. El artículo 62 establece, entre otras cosas, que es finalidad esencial del Estado fomentar el empleo digno y remunerado y, en su numeral 9, consagra el derecho a un salario justo y suficiente para vivir con dignidad. No es poesía; es mandato. Si el salario mediano de un sector no cubre la canasta, ese sector no cumple con la dignidad mínima. Y si además recibe exenciones, la obligación de rendir cuentas es aún mayor.

Y porque no hay dignidad sin desarrollo, no olvidemos lo esencial: salario digno es demanda interna, productividad futura y estabilidad social. Con sueldos de miseria no se construye un mercado interno robusto, no se fortalece el capital humano, no hay escalera de movilidad. Lo que se “ahorra” hoy en salarios bajos se paga mañana en menor crecimiento y mayor conflictividad.

En una frase: un país que se respeta no pone el privilegio por encima del salario, ni el incentivo por encima de la dignidad. Cuando la política honra esa jerarquía, la estadística deja de ser consuelo y se convierte en vida vivible.

Despierta RD

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Opinión

La Corte Penal Internacional y los Tribunales Penales Internacionales  (1 de 2)

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Por Rommel Santos Díaz

A diferencia de la Corte Penal Internacional, cuyo estatuto es el resultado de varios años de debates y de la Conferencia de Plenipotenciarios, los tribunales Ad –Hoc para la Ex Yugoslavia  y Ruanda  son la expresión de una respuesta a dos situaciones específicas caracterizadas por la comisión de atrocidades en el territorio de estos países.

Fue precisamente la gravedad de las circunstancias lo que obligó al Consejo de Seguridad a ejercer las atribuciones que le confiere el  Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas para crear las jurisdicciones penales Ad – Hoc para la Ex Yugoslavia ( Resolución  827 de 1993) y para Ruanda (Resolución 955 de 1994)

En estos casos, ambos tribunales tienen virtualmente estatutos idénticos y también compartieron algunas instituciones comunes, como  por ejemplo el Fiscal, dado que a partir del 15 de septiembre del 2003, el Consejo de Seguridad designo a Hassan Bubacar Jallow como Fiscal del  Tribunal Penal Internacional  para Ruanda.

La Fiscal Carla Del Ponte ejerce su competencia exclusivamente en relación al Tribunal Penal Internacional  para la Ex Yugoslavia. Las características comunes entre ambos tribunales han tenido como consecuencia, al menos en el ámbito teórico, la economía y uniformidad en el ámbito fiscal  hasta el año 2003 así como en el desarrollo de una línea jurisprudencial sólida y constante en el análisis de sus respectivos casos.

De esta forma la creación de dichos tribunales Ad-Hoc constituye un desarrollo sin precedentes a favor de la implementación de las normas sobre derechos humanos que a su vez ha favorecido una dinámica positiva en el proceso de creación de un sistema de justicia penal internacional  que se concreta casi una década después con el inicio de las funciones  de la Corte Penal Internacional.

Por su lado el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda fueron creados por resoluciones del Consejo de Seguridad en virtud de las cuales son considerados como órganos judiciales subsidiarios del mismo.

Se ha establecido que aun cuando fueron creados por el Consejo de Seguridad, el cual no es un órgano judicial, esto no afecta la validez del acto jurídico de creación puesto que ambos son el reflejo del ejercicio del mandato del principal órgano de las Naciones Unidas  para mantener la seguridad y la paz internacional.

Esta línea de razonamiento concuerda con la establecida por la Corte Internacional de Justicia en su Opinión Consultiva sobre los efectos de las compensaciones concedidas por el tribunal administrativo de las Naciones Unidas de 1954.

Por tanto, mientras la Corte Penal Internacional es un tribunal internacional independiente, el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda son órganos judiciales subsidiarios del Consejo de Seguridad Conforme al Artículo 2 del Estatuto de Roma, la Corte Penal Internacional mantiene relaciones de cooperación con el sistema de de las Naciones Unidas, pero ello no afecta su  independencia con respecto a dicha organización internacional.

Rommelsantosdiaz@gmail.com

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