Opinión
Memoria de las izquierdas dominicanas en las últimas décadas
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3 años agoon
«La invasión militar estadounidense de 1965 condicionó el proceso posterior y trastrocó los actores, contribuyendo paulatinamente a la adulteración de lo acontecido en aquellos días estelares del combate político. Balaguer en su ejercicio de gobierno de 22 años hizo mucho por distorsionar y ocultar la memoria histórica.»
Por Narciso Isa Conde
Varias décadas de predominio de la contrarrevolución impuesta por la invasión militar de EEUU a República Dominicana han servido para ocultar y distorsionar parte de la memoria histórica vinculada a importantes situaciones y acontecimientos político-sociales del siglo XX.
En ese ocultamiento sistémico se apoyan las derechas de estos tiempos para detractar y menospreciar el accionar de las izquierdas en la historia recientes, el cual contrasta con el papel nefasto y las perversidades políticos de las derechas a lo largo de una gran parte del siglo XX y en lo que va del Siglo XXI.
Pienso que ese proceder no es exclusivo de las derechas dominicanas, sino que más bien tiene su matriz en un patrón ideológico de factura imperialista que impacta diferentes escenarios latino-caribeños y mundiales.
Está claro que una parte de esos olvidos y estigmatizaciones corresponden al papel de las izquierdas en la Revolución de abril, la Guerra Patria de 1965 y en el periodo de post-guerra, representada entonces por tres fuerzas políticas (Agrupación Política 14 de Junio —1J4—, Movimiento Popular Dominicano —MPD— y Partido Socialista Popular —PSP— que en el curso de la revolución de 1965 cambió su nombre por el de Partido Comunista Dominicano —PCD—) y por los contingentes independientes que se radicalizaron en el curso de la guerra patria que sucedió al levantamiento político-militar constitucionalista, incluido una parte significativa de los propios militares democráticos.
La invasión militar estadounidense de 1965 condicionó el proceso posterior y trastrocó los actores, contribuyendo paulatinamente a la adulteración de lo acontecido en aquellos días estelares del combate político. Balaguer en su ejercicio de gobierno de 22 años hizo mucho por distorsionar y ocultar la memoria histórica.
Las traiciones posteriores ayudaron a confundir y alterar realidades.
Mucho de verdad tiene aquello de que hay héroes que deben saber morir a tiempo, aunque ello jamás debe llevar a borrar pasajes de la historia real o a negarle méritos a quienes en un momento determinado se lo ganaron.
La verdad histórica nunca debe ser escamoteada, pero ciertamente que traiciones posteriores a los aportes y creaciones heroicas, facilitaron su distorsión. Sobre todo cuando la realidad ha sido narrada en forma parcelada e incompleta.
También eso ha pasado.
En la post guerra, al paso del tiempo, no pocos componentes de las izquierdas cruelmente reprimidas pasaron a ser del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y luego del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en tanto fuerzas concurrentes a los procesos electorales. Así comenzó a perder su identidad una parte de esa corriente político-ideológica, sobre todo por el devenir derechizante y pro-imperialista de ambas agrupaciones.
No pocos líderes militares constitucionalistas y militantes revolucionarios se derechizaron después de la contienda; mientras Caamaño, líder político-militar de aquel abril heroico, culminaba su vida como un revolucionario partidario del socialismo y el comunismo, tal como se lo comunicó a sus hijos antes de desembarcar en playas dominicanas procedente de Cuba en febrero de 1973, para dar inicio a un fracasado intento guerrillero que posibilitó su captura herido y su posterior fusilamiento.
Además, no pocos de los componentes de esas izquierdas olvidaron las valiosas enseñanzas de la unidad y se sumieron en divisiones y subdivisiones hasta provocar la dispersión y atomización de sus filas.
Pero al mismo tiempo son valiosos los ejemplos de persistencia, firmeza y reafirmación revolucionaria, antiimperialista, socialista y comunista.
El PRD y el PLD terminaron cooptados por la contrarrevolución; no sin soterradas y profundas insatisfacciones en sus bases en y en los componentes nostálgicos de sus roles previos a sus claudicaciones; referencia obligada en esos tiempos de todo proyecto alternativo al orden político-social dominante.
Las izquierdas organizadas que se mantuvieron firmes, si bien se depuraron, decantaron y sobrevivieron, pasando por múltiples caídas, pero todavía siguen dispersas y relativamente estancadas.
Este año se cumplieron 56 años de la insurrección constitucionalista y del desembarco de 42 mil soldados estadounidenses destinados a impedir la victoria plena de la segunda revolución popular y democrática del Caribe en el siglo XX.
Desde entonces hemos padecido un largo período de predomino de las derechas, después de haber intentado conquistar una nueva democracia, una democracia basada en el pueblo en armas, con soberanía popular y autodeterminación nacional. Y tiene trascendencia evaluar sus causas.
- Vicisitudes de las izquierdas del 65 a la actualidad.
El 24 de abril de 1965 estalló en Santo Domingo una rebelión popular, cívico-militar, que derrocó el Gobierno surgido del golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963, que reclamó la restauración del Gobierno electo el 20 de diciembre de 1962, bajo la presidencia de Juan Bosch y la Constitución democrática promulgada al inicio de su gobierno.
El movimiento se desarrolló impetuoso, con la participación de los militares constitucionalistas y del pueblo en armas. En los tres días iniciales, el ascendente movimiento democrático constitucionalista rompió las estructuras de dominio y represión tradicionales.
Entonces el coronel Caamaño, líder político-militar de la insurgencia, simbolizó la esperanza redentora.
Entonces el General golpista Elías Wessin y Wessin simbolizó la destrucción y la muerte, el golpismo entreguista y genocida.
Las tropas estadounidenses finalmente desembarcaron para bloquear la insurrección y reestructurar las fuerzas militares nativas a su servicio, cuando éstas estaban a punto de ser totalmente derrotadas.
Su presencia forzó el cambio de correlación de fuerzas a favor de las derechas e impuso la paz negociada a favor de la contrarrevolución.
Con la contrarrevolución llegó también, sigilosamente, el Cortesano y su corte (Balaguer y el neo-trujillismo), que juntos más tarde nos impusieron el régimen de terror de los doce años.
EE.UU rearmó y reestructuró el viejo ejército y el viejo régimen, e impuso el neo-trujillismo aliado a la derecha golpista.
Balaguer permaneció durante tres períodos consecutivos a base de represión, corrupción, fraudes electorales y respaldo imperialista.
Luego, ya desgastado el balñaguerismo, un PRD condicionado, mediatizado por su dirección política y cooptado por los Estados Unidos y sectores de la clase dominante dominicana, ascendió al gobierno y en sus 8 años de mala gestión auspició (sin querer, pero queriendo) la rehabilitación política de Balaguer y con ella diez años más de su corrupta y entreguista administración.
Más tarde un PLD neo-liberalizado, favorecido por Balaguer y su corte, lo relevó con el Gobierno de Leonel Fernández (1996-2000) hasta verse cuatro años después desplazado de nuevo por un gobierno del PRD presidido por Hipólito Mejía (2000-2004), que devino en un verdadero desastre nacional.
El desastre encabezado por Hipólito Mejía rehabilitó el retorno de Leonel Fernández y el PLD al gobierno (2004 a 2012) y con ello la continuidad de las políticas neoliberales y el entreguismo a EEUU (ratificación del Tratado de Libre Comercio-TLC con EU y Centroamérica y el acuerdo Stand By con el FMI, así como facilidades a la intervención militar en la isla y para imponer privatizaciones a favor de las corporaciones trasnacionales) y continuidad de la corrupción y la impunidad de los delitos de Estado.
A Leonel lo reemplazó Danilo Medina al frente del gobierno del PLD durante ocho años más (2012-2020) y ambos gobernantes convirtieron al partido y al Estado en una corporación mafiosa que reinó 20 años 1996-2000 y 2004- 2020).
Hemos sufrido 56 años de una contrarrevolución tutelada por EE.UU, continuamente remozada y readecuada desde una partidocracia perversa y pervertida, y desde una gran burguesía asociada a ella, que subordinada al poder imperial, optó recientemente por asumir directamente las funciones ejecutivas del Estado en el contexto del nuevo Gobierno de Luis Abinader (político-empresario) y del Partido Revolucionario Moderno (PRM), surgido del viejo PRD, reemplazante del PLD.
El balance ha sido trágico y “pinta” peor.
Pobreza y dependencia creciente, acompañadas de corrupción a granel.
Y todo esto facilitado por la división y el debilitamiento de las izquierdas y las fuerzas populares, por sus desarraigos y errores posteriores a sus valiosos aportes en la lucha contra la tiranía y en abril 65, por los efectos desmovilizadores y dispersantes del colapso de la Unión Soviética y de los regímenes del Este europeo (seguidos de la derrota sandinista), por el peso de la unipolaridad a favor de EEUU, y por los impactos del discurso y el accionar neoliberal.
Largo e insoportable vía crucis.
Situación que es preciso revertir ya que pronto no habrá vida para una gran parte del pueblo dentro de este contexto fatal. Ni naturaleza, ni medio ambiente que defender.
Pobreza e indigencia creciente, depredación y contaminación del ambiente conforman una amenazante cultura de la muerte.
El orden jurídico-político-militar de la seguridad imperial en la posguerra de Abril, agravado por la estrategia neoliberal, progresivamente conduce a un gran genocidio por hambre y a un gran ecocidio por sus efectos depredadores y contaminantes, tendencias que ahora tienden a agravarse.
Las nuevas rebeldías apuntan en dirección contraria y hacen las veces de contrapartidas. Pero ellas precisan de un salto cualitativo que sólo puede ser fruto de una nueva acumulación política revolucionaria.
La resistencia social que no ha cesado y deberá convertirse, a través de la acumulación de conciencia y organización transformadora, en ofensiva política; en nuevo y renovado abril, en nueva primavera política a favor de una nueva institucionalidad surgida de una constituyente popular y un proyecto alternativo al neoliberalismo.
Se trata de algo realmente imperioso, casi de vida o muerte para la nación y para una gran parte de nuestro pueblo.
Y precisamente ese desafío obliga a recuperar la memoria histórica de aquel Abril heroico, a valorar sus enseñanzas, a explicarnos las causas de su interrupción…así como a recatar todo lo que de esa singular y extraordinaria experiencia pueda tener valor y continuidad en el presente y el futuro próximo para vencer la prolongada contrarrevolución y retomar el camino de los cambios revolucionario; actualizada hoy su pertinencia en nuestra América por la revolución bolivariana en Venezuela y por el accidentado proceso transformador y pro autodeterminación que tiene lugar en esta región, acompañado de la continuidad de la revolución cubana.
A ese propósito responden éste y otros artículos de mi autoría, los cuales procuran reanimar un debate trascendente, tanto cara a las fuerzas de la contrarrevolución como a los(as) que han renegado de ese valioso pasado, trasladándose al cómodo campo de las derechas, la reacción y el reformismo.
Entiendo que el debate entre las partes ayer enfrentadas sigue siendo necesario para que resplandezca la verdad histórica y salirle al paso a los intentos de reconciliar lo diametralmente opuesto.
Entre aquellas partes enfrentada hay no pocas variaciones, incluyendo componentes, que ayer de izquierda, hoy confluyen en el campo de las derechas; generando no pocas confusiones y desconfianzas.
En verdad las derechas y los contrarrevolucionarios del 65 siguen siendo quienes eran. No conozco casos de arrepentimiento ni de reivindicación decorosa entre ellos. Derechistas ayer y derechistas hoy. Derechistas y contrarrevolucionarios ¡siempre!
No ha pasado así con los revolucionarios/as de abril, entre los que abundan tránsfugas y, renegados/as de aquel proyecto transformador. Algo propio de las revoluciones violentamente bloqueadas.
Muchos se cansaron. Otros se vendieron. Algunos resistieron un tiempo para luego sucumbir. Y no pocos se cansaron.
Corrientes de esa matriz avanzadas fueron conducidas hacia la derecha por liderazgos que abandonaron aquellos ideales y principios.
El PRD devino en otra cosa: una fuerza despojada del nacionalismo revolucionario que lo inspiró en Abril de 1965 y durante una parte del periodo de la posguerra. De él ha surgido el PRM al servicio de las elites capitalistas y del coloniaje.
El PLD, inicialmente producto de una rebeldía frente a la degeneración del PRD, se transformo en algo similarmente negativo, traicionando el ideario y el ejemplo del Profesor Juan Bosch.
Muchos (as) izquierdistas pasaron a ser del PRD y del PLD y hasta del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), y allí dentro resultaron más conservadores que los cuadros originales de esos partidos del sistema.
Algunos partidos y grupos de izquierda —o fracciones de ellos— sencillamente dejaron de ser revolucionarios.
Igual pasó con una parte de los militares constitucionalistas que se izquierdizaron en revolución del 65 y se derechizaron mas tarde.
Esa revolución quedó para todos (as) ellos situada en el pasado, pero no proyectada en el presente, y menos aun como arma de futuro.
Muchos de ellos se reconciliaron con los contrarrevolucionarios, se abrazaron con ellos y se aproximaron a sus posiciones.
En esos casos la reconciliación es evidente, aunque no haya sido decretada. Ella no tienen nada de positiva. Ella más bien ha estado mediada por actos de claudicación que perjudican a las fuerzas revolucionarias y que han debilitado la capacidad de lucha de nuestro pueblo.
La izquierda deja ser de izquierda cuando se derechiza y las culpas contraídas no se le deben cargar a las fuerzas revolucionarias y transformadoras.
Nadie en el mundo podrá convencerme de la necesidad de aplaudir esos hechos. Tampoco debemos sentirnos mal o cargar como izquierda consecuente las responsabilidades de quienes abandonaron nuestras filas.
Claro está que tales mutaciones no agotan las contradicciones y enfrentamientos entre ambos proyectos, amén de que es imposible reconciliar la historia real y los enfrentamientos ocurridos.
El campo revolucionario fue diezmado, pero no exterminado. Una parte importante resistió, persistió en el camino, reafirmó posiciones anticapitalistas y antiimperialistas, y renovó ideales.
Entre sus componentes estamos el Movimiento Caamañista (MC) de matriz comunista, el Movimiento Popular Dominicano (MPD-ML), el conjunto de la Izquierda Revolucionaria (IR), el Movimiento de Acción por una Nueva Dominicana (Mando), los Militantes por la Revolución Socialista. Todos con trabas a superar y la mayoría con fuerte ausencia de la nueva generación.
Otras agrupaciones políticas y movimientos políticos-sociales, aunque más moderados, integran tanto una izquierda que se autodefine marxista como un progresismo avanzado y patriótico, definidamente anti-neoliberal, diferenciadas de las derechas y el conservadurismo. Entre ellos se destaca Patria para Todos/as y Fuerza de la Revolución-FR, esta última lamentablemente condicionada por subordinación electoral a Alianza País, organización que se define como centro-progresista y asume una actitud medularmente sistémica.
Otros componentes de las izquierdas históricas, incluidos agrupamientos que se definen comunistas, todavía no desisten de apoyar y aliarse al PRM y a otras fuerzas de las derechas pro-imperialistas. Es el caso del Partido Comunista del Trabajo (PCT), de origen pro-albanés, que hegemoniza el denominado Frente Amplio.
En estas tres vertientes participa una parte importante de la generación revolucionaria de los años 60 y 70, cuyo componente activo en política se divide entre los que asumen militancia partidista y los que no, estos últimos presente en diversos movimientos sociales.
Caamaño legó el buen ejemplo de firmeza y de radicalidad revolucionaria hasta su caída en combate y posterior fusilamiento, cualidades que impactan positivamente diversos sectores contestatarios.En las nuevas generaciones y en los grandes movimientos sociales en lucha (juveniles, ambientalistas, feministas, anti-impunidad, comunitarios, clasistas, antirracistas…) hay muchas inquietudes y rebeldías. Pero también muchas confusiones teóricas-políticas, grandes déficits en la formación política revolucionaria y en la conciencia y militancia necesarias para ser factor subversivo frente al poder del gran capital.
En nosotros/as, comunistas-caamañistas, se ha reafirmado la convicción de que respecto al bando opresor, a los traidores de ayer y de hoy, a las elites capitalistas transnacionales y locales, a los saqueadores, a los genocidas, a los asesinos y ladrones de Estado, a las derechas y neo-derechas, corrompidas y corruptoras, no debe haber ni olvido ni perdón. Tampoco, en consecuencia, conciliación o reconciliación.
Nunca hemos conciliado con ese “bando traidor y parricida” y no lo haremos jamás. Somos partes enfrentadas por intereses de clases contrapuestos, por concepciones programáticas y por motivos éticos bien diferenciados.
Esa línea de aportes la ha continuado la izquierda más consecuente frente a la farsa que representa el cambio del Gobierno del PLD por el del PRM-Abinader-Mega-millonarios, otra modalidad de dominio de las derechas bajo la impronta recolonizadora neoliberal en tiempo de COVID.
Podemos y debemos debatir con todos los adversarios, pero no renunciar a nuestra razón de ser para aliarnos a sus herederos, representantes políticos y elites económicas.
Aquel enfrentamiento no fue una “guerra primaria” al margen de principios, ideales y proyectos.
No fue una simple “contienda fratricida”.
No es aceptable un enfoque o una valoración neutral de las partes enfrentadas.
Esas partes no son equiparables ni moralmente, ni ideológicamente, ni políticamente.
Menos aun desde el punto de vista de los intereses populares y nacionales, o desde el concepto de justicia, desde los valores patrióticos, la solidaridad humana y la lucha de clases.
El despotismo, el entreguismo, la corruptela, la criminalidad, la injusticia, el genocidio, la explotación y exclusión social, la traición a la patria, la pertenencia o alianza con la oligarquía capitalista y con el invasor extranjero, son los contravalores de esas fuerzas que entonces enfrentamos con las armas y hoy con otros medios. Contrarrevolucionarias ayer y contrarrevolucionarias hoy.
La democracia, la justicia social, la moralización de la vida política, la honestidad, la soberanía nacional y popular, la solidaridad humana, el patriotismo, el latino-americanismo, son los valores de la revolución de abril y de los caamañistas de ayer y de siempre, de los socialistas y comunistas leales a sus orígenes.
Tales ideales son realmente irreconciliables con los detentan el poder y diametralmente opuestos a los intereses que defienden las derechas. Ayer, hoy y siempre. Tan irreconciliables como los hechos históricos que situaron a las partes enfrentadas en 1965 en campos opuestos.
Esa confrontación sigue pendiente y a ella no renunciaremos jamás. Jamás.
Visto este balance general, no es difícil descubrir que las izquierdas han tenido que ver como el que más con las luchas libradas, los aportes a ellas y los logros alcanzados antes, durante y después de la revolución de Abril de 1965.
Su aporte en ideas, en sacrificio, en sangre, en combates, en luchas políticas, sociales, cultural, patriotas, solidarias… ha sido enorme.
Y me refiero a las izquierdas históricas y actuales en toda su amplitud y diversidad, política y social, cultural, orgánica y no orgánica; quedando pendiente para una segunda entrega las conquistas alcanzadas a lo largo del periodo ya abordado.
P/D: Artículo inspirado por ideas contenidas en el libro: “Rescatar sus enseñanzas: Para que abril tenga futuro”, debidamente actualizadas y enriquecidas. Ensayo sobre las izquierdas, el PRD y los militares democráticos en la Revolución de Abril / Narciso Isa Conde/ Primera edición: Publiguía, 2002/ 74 p.
Opinión
Información de Seguridad Nacional solicitada por la Corte Penal Internacional
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22 horas agoon
octubre 29, 2024Por Rommel Santos Diaz
El artículo 93 del Estatuto de Roma dispone que un Estado Parte podrá rechazar la solicitud de asistencia, en su totalidad o en parte, si esta solicitud es para presentar cualquier documento o difundir cualquier prueba relacionada con la seguridad nacional.
El artículo 72 del Estatuto de Roma enumera el procedimiento a seguir en aquellos casos en que se debe proteger la información de seguridad nacional que es solicitada por la CPI o por una de las partes de un proceso.
El artículo 72 del Estatuto de Roma también dispone que ¨ en cualquier caso en que la difusión de información o documentos de un Estado podrían, en la opinión de este Estado, perjudicar sus intereses de seguridad nacional¨, el Estado podrá tomar cualquier medida razonable, junto con el Fiscal, la Defensa o la Sala de Cuestiones Preliminares o la Sala de Juicio, dependiendo del caso, para tratar de resolver el asunto de manera cooperativa.
Los pasos a tomar podrían incluir modificar o esclarecer la solicitud, requerir a la CPI que determine la importancia de dicha información o de la prueba solicitada, obtener la información de otra fuente, o acordar la utilización de resúmenes o informes.
Una vez que se hayan tomado todas las medidas para resolver el caso de manera solidaria, la CPI tomará los pasos señalados en el artículo 72 del Estatuto de Roma, tales como solicitar más consultas con el Estado u ordenar la difusión.
El artículo 72 del Estatuto de Roma también se aplica a aquellas personas a las cuales se les ha solicitado dar información o prueba, cuando la persona alega que la difusión de tal información o prueba perjudica los intereses de seguridad nacional del Estado y este esta de acuerdo con este argumento.
Los Estados están bajo la obligación de cooperar con la CPI. El artículo 72 del Estatuto de Roma dispone las pautas específicas a seguir en los casos en que la difusión de cierta información que solicite la Corte o una parte, sea considerada por el Estado como perjudicial para la seguridad nacional del mismo.
Los Estados deberán trabajar solidariamente para resolver estas situaciones. El artículo 72 del Estatuto de Roma enumera algunos ejemplos de cómo se puede abarcar este problema de forma solidaria- por ejemplo, acordar en proveer resúmenes o informes u otras medidas preventivas.
Si, no obstante, el Estado y el Fiscal o la CPI no pueden llegar a un acuerdo, según el artículo 72 del Estatuto de Roma el Estado tiene la obligación de notificar al Fiscal o a la CPI, las razones específicas de su decisión- salvo que el especificar las razones fuese perjudicial para la seguridad nacional del Estado.
El artículo 72 del Estatuto de Roma no se puede utilizar para proteger información que no perjudique la seguridad nacional del Estado. Los Estados deberán actuar de buena fe, alegando la protección con base a la seguridad nacional.
Las obligaciones según el artículo 72 del Estatuto de Roma no necesariamente deben estar prescritas en la legislación. La determinación de ¨la seguridad nacional¨ será normalmente una decisión ejecutiva.
Finalmente, la elección de las medidas pertinentes para la difusión con base a la seguridad nacional normalmente será un asunto ejecutivo. Sin embargo, cada Estado deberá revisar su proceso de elección de los distintos procedimientos para determinar si la legislación debe reformarse en este caso.
Por Narciso Isa Conde
El neoliberalismo ha prostituido los conceptos reforma y desarrollo.
Antes, determinadas corrientes dentro del capitalismo, hablaban de reformas para favorecer a la clase obrera, al campesinado, a las mujeres, a sectores empobrecidos…para ampliar la democracia, los planes sociales, la economía solidaria. Fueron los tiempos del auge de la socialdemocracia y de los llamados estados del bienestar o del capitalismo moderado
Ahora, es todo lo contrario: se habla de reformas para anular las conquistas sociales, privatizar lo público y lo social, favorecer a las oligarquías capitalistas, aumentar precios, bajar el salario real, saciar la voracidad del capital extranjero, aumentar los impuestos al consumo, reducir y pervertir la democracia liberal, anular la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, asaltar los mercados nacionales.
Derrotado el gobierno en su fracasado intento de convertir en ley su reciente paquetazo, Abinader volvió sobre ambos términos y declaró que su gobierno “ajustará los planes de desarrollo por el retiro de la reforma” (fiscal).
¿Pero cuál es la verdad?
Que el paquetazo no es ninguna reforma, sino una contrarreforma que empobrecería aún más a los pobres y a las capas medias.
Que tampoco era para impulsar “planes de desarrollo”, sino para sostener el crecimiento de las elites capitalistas, promoviendo aún más desigualdad y mayores penurias en gran parte de la sociedad.
El desarrollo para los capitalistas tipo Abinader no tiene nada que ver con el desarrollo humano, con la dignidad de los seres humanos, sino con el crecimiento y expansión de sus capitales, con el acaparamiento de las riquezas producidas por los trabajadores/as o presentes en la naturaleza, y con el continuo incremento de sus ganancias.
Eso no es política de desarrollo.
Es para sostener el crecimiento y la expansión del capital privado con desigualdades cada vez más brutales.
Es para engordar la cúpula de una partidocracia impenitente y de las mafias políticas, policiales, militares y empresariales.
Propusieron hacerlo sin más endeudamiento, por el crecimiento del déficit fiscal y por el riesgo de que el pago de los servicios de la deuda se torne inmanejable, lo que acontece porque usan indebidamente los fondos públicos.
Utilizan los préstamos para engordar sus capitales y a las cúpulas de la burocracia civil y militar, mientras gran parte de su fortuna en dólares la colocan en paraísos fiscales, para evadir los impuestos establecidos aquí; y, además, proponen frenar un endeudamiento cada vez más insostenible, empobreciendo a los más pobres. Así ha sido y sigue siendo, pese a las proclamas de transparencias.
La transparencia se cae en pedazo frente la narco-política del PRM y los otros, frente a los turbios compromisos político-militares con Jochi y Guilermo Gómez, la impunidad del gran empresariado delincuente y de los congresistas y generales corruptos o asesinos
Los consumidores pobres o de bajos y medianos ingresos aportan el 70% del total de las recaudaciones del estado, y cuando aumenta el déficit, entonces el gobierno endeuda más al país; a la vez que procuran imponer que ese deficit lo paguen quienes reciben escasos beneficios. Y como el pueblo se resistió a pagar y a sacrificarse, vuelven, a manera de chantaje, a endeudarse con 650 millones más.
La verdad es que son unos cabrones, pero lo bueno es que la gente los está conociendo mejor y enfrentándose a sus abusos.
Por Nelson Encarnación
Uno de los pensamientos legados por Juan Pablo Duarte, fundador de nuestra nacionalidad, empieza con estas palabras: “El Gobierno debe ser justo y enérgico…”, lo que de antemano infiere lo contrario de la arbitrariedad, y, por consiguiente, negativo frente al autoritarismo.
Quiero montarme en esa corta expresión duartiana para referirme a la decisión del presidente Luis Abinader de retirar el proyecto de reforma fiscal, a pesar de estar más que nadie consciente de la necesidad de su aprobación.
¿Le faltó energía al jefe del Estado para sostener la reforma? Creo que no. De lo que estoy seguro es de que le sobró lo justo que aconsejó el caudillo de nuestro nacimiento como país soberano.
Para desistir de la reforma hay que pasarse de desprendido, sobre todo cuando se dispone de una mayoría tan significativa en las Cámaras Legislativas, suficiente para aprobar cualquier iniciativa sin contar con las demás fuerzas. Pero esto negaría lo justo para afincar lo autoritario.
Ahora bien, el líder de la nación tiene que asumir riesgos cuando emprende políticas cruciales que no siempre serán del agrado generalizado, como en este caso concreto, porque la reforma no es un capricho de Luis, sino una necesidad.
A mi entender —absolutamente simplista— el riesgo de hacer la reforma es mucho menor que no hacerla, tomándose en consideración que la acumulación de déficit fiscal y el consiguiente crecimiento del endeudamiento público, conspiran contra la estabilidad de la economía y crean una dependencia insostenible a mediano plazo.
Los números hablan claro. En la medida que crece la deuda y se necesita destinar más recursos para amortizarla, del mismo modo cae la capacidad del Gobierno para hacer inversiones en áreas de altísimo impacto, como mejoramiento del transporte público, nuevas carreteras, hospitales, más escuelas, obras de riego, entre otras infraestructuras.
Cuando se evalúe en el futuro la administración de Luis Abinader, los sensatos recordarán a un presidente abierto a las sugerencias y atendió las sugerencias razonadas que pusieron —como en este caso reparos a la reforma, pero, al mismo tiempo, que se dejó influir por el bullicio que nada positivo aporta.
Al final, si no tiene para mostrar una amplia cartera de realizaciones materiales, poco le juzgarán su vocación a escuchar, mientras la mayoría le enrostrará no disponer una obra visible. Y esto último sólo se plasma con dinero.